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Revisión del 05:54 23 mar 2019
Primera Guerra Mundial | ||||
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De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Soldados austríacos en 1917 durante la tercera batalla de Ypres. El osario de Douaumont, cementerio para soldados caídos en Verdún. Aviones alemanes Albatros D.III en Francia, 1917. Soldados rusos en Petrogrado durante la Revolución de Febrero. Dos soldados británicos con máscaras antigás y una ametralladora Vickers en la batalla del Somme de 1916. Trinchera alemana conquistada por los aliados en el Somme. | ||||
Fecha |
28 de julio de 1914-11 de noviembre de 1918 (4 años, 3 meses y 14 días) Tratados de paz Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919
Tratado de Saint-Germain-en-Laye, firmado el 10 de septiembre de 1919 Tratado de Neuilly-sur-Seine, firmado el 27 de noviembre de 1919 Tratado de Trianon, firmado el 4 de junio de 1920 Tratado de Sèvres, firmado el 10 de agosto de 1920 | |||
Lugar | Europa, África, Oriente Medio y brevemente en China, las costas de América y las islas del océano Pacífico | |||
Casus belli | Asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo el 28 de junio de 1914, declaración de guerra por parte del Imperio austrohúngaro a Serbia, y movilización rusa contra el Imperio austrohúngaro el 29 de julio. | |||
Resultado | Victoria aliada | |||
Consecuencias |
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Beligerantes | ||||
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Figuras políticas | ||||
Comandantes | ||||
Fuerzas en combate | ||||
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La Primera Guerra Mundial, anteriormente llamada la Gran Guerra,[b] fue una confrontación bélica centrada en Europa que empezó el 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania aceptó las condiciones del armisticio.
Recibió el calificativo de mundial porque se vieron involucradas todas las grandes potencias industriales y militares, divididas en dos alianzas.[5] Por un lado, la Triple Alianza formada por las Potencias Centrales: el Imperio alemán y Austria-Hungría. Italia, que había sido miembro de la Triple Alianza junto a Alemania y Austria-Hungría, no se unió a las Potencias Centrales, pues Austria, en contra de los términos pactados, fue la nación agresora que desencadenó el conflicto.[6] Por otro lado se encontraba la Triple Entente, formada por el Reino Unido, Francia y el Imperio ruso. Ambas alianzas sufrieron cambios y fueron varias las naciones que acabarían ingresando en las filas de uno u otro bando según avanzaba la guerra: Italia, el Imperio del Japón y Estados Unidos se unieron a la Triple Entente, mientras el Imperio otomano y el Reino de Bulgaria se unieron a las Potencias Centrales. Más de 70 millones de militares, de los cuales 60 millones eran europeos, se movilizaron y combatieron en la entonces guerra más grande de la historia.[7][8]
Hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, esta guerra era llamada Gran Guerra, o Guerra Mundial,[9][10][11] expresión esta última que en Alemania comenzó a utilizarse desde su comienzo (Weltkrieg), aunque solo se generalizó en Francia (Guerre Mondiale) y en el Reino Unido (World War) en la década de 1930, mientras que en Estados Unidos la denominación se impuso a partir de su intervención en 1917,[12] ya que allí se la conocía como Guerra Europea.[13]
Aunque el imperialismo que venían desarrollando desde hacía décadas las potencias involucradas fue la principal causa subyacente, el detonante del conflicto se produjo el 28 de junio de 1914 en Sarajevo con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria,[14][15] a manos de Gavrilo Princip, un joven nacionalista serbio.[16][17] Este suceso desató una crisis diplomática cuando Austria-Hungría dio un ultimátum al Reino de Serbia y se invocaron las distintas alianzas internacionales forjadas a lo largo de las décadas anteriores. En pocas semanas, todas las grandes potencias europeas estaban en guerra y el conflicto se extendió a muchas otras áreas geográficas.
El 28 de julio, los austrohúngaros iniciaron las hostilidades con el intento de invasión de Serbia.[18][19] Mientras Rusia se movilizaba, Alemania invadió Bélgica, que se había declarado neutral, y Luxemburgo en su camino a Francia. La violación de la soberanía belga llevó al Reino Unido a declarar la guerra a Alemania. Los alemanes fueron detenidos por los franceses a pocos kilómetros de París, y se inició una guerra de desgaste en la que las líneas de trincheras apenas sufrirían variación alguna hasta 1917. Este frente es conocido como Frente Occidental.
En el Frente Oriental, el ejército ruso logró algunas victorias frente a los austro-húngaros, pero fueron detenidos por los alemanes en su intento de invadir Prusia Oriental. En noviembre de 1914, el Imperio otomano entró en la guerra, lo que significó la apertura de distintos frentes en el Cáucaso, Mesopotamia y el Sinaí. Italia y Bulgaria se unieron a la guerra en 1915, Rumania en 1916 y Estados Unidos en 1917.
Tras años de relativo estancamiento, la guerra empezó su desenlace en marzo de 1917 con la caída del gobierno ruso tras la Revolución de Febrero y la firma de un acuerdo de paz entre la Rusia revolucionaria y las Potencias Centrales después de la Revolución de Octubre, en marzo de 1918. El 4 de noviembre de 1918, el Imperio austrohúngaro solicitó un armisticio. Tras una gran ofensiva alemana a principios de 1918 a lo largo de todo el Frente Occidental, los Aliados hicieron retroceder a los alemanes en una serie de exitosas ofensivas. Alemania, en plena revolución, solicitó un armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo fin a la guerra con la victoria aliada.
Tras el fin de la guerra, cuatro grandes imperios dejaron de existir: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano. Los Estados sucesores de los dos primeros perdieron una parte importante de sus antiguos territorios, mientras que los dos últimos se desmantelaron. El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron por completo y varias naciones se independizaron o se crearon. Al calor de la Primera Guerra Mundial se fraguó la Revolución rusa, que concluyó con la creación del primer Estado en la historia autodenominado socialista: la Unión Soviética.
Tras seis meses de negociaciones en la Conferencia de Paz de París, el 28 de junio de 1919 los países aliados firmaron el Tratado de Versalles con Alemania, y otros a lo largo del siguiente año con cada una de las potencias derrotadas. Más de nueve millones de combatientes y siete millones de civiles perdieron la vida (1 % de la población mundial)[20][21], una cifra extraordinaria, dada la sofisticación tecnológica e industrial de los beligerantes. Fue el quinto conflicto más mortífero de la historia de la Humanidad.[c] La convulsión que provocó la guerra allanó el camino a grandes cambios políticos, con revoluciones de un carácter nunca visto en varias de las naciones involucradas.[22] Se fundó la Sociedad de Naciones, con el objetivo de evitar que un conflicto de tal magnitud se repitiese; sin embargo, dos décadas después estalló la Segunda Guerra Mundial. Entre sus razones se pueden señalar: el alza de los nacionalismos, una cierta debilidad de los Estados democráticos, la humillación sentida por Alemania tras su derrota, las grandes crisis económicas y, sobre todo, el auge del fascismo.
Antecedentes
Toda fuerza se agota, la facultad de dirigir la historia no es una propiedad perpetua. Europa, que la heredó de Asia hace 3000 años, tal vez no la conservará siempre.Ernest Lavisse, 1890.
Imperialismo
En 1914, Europa estaba en el cenit de su dominio mundial. Tras la Revolución Industrial y la explosión demográfica, Europa había logrado establecer una dominación política, económica y militar a nivel mundial, basada en una abrumadora superioridad técnica e intelectual. Reunía a una cuarta parte de la población mundial y cada año cientos de miles de europeos emigraban a países de Ultramar, una emigración (la mayor del mundo) que no hacía sino cimentar el dominio europeo sobre el resto del mundo.[23] A principios del siglo XX, el mundo estaba configurado para beneficio de Europa y la explotación económica de los territorios fuera del continente se guiaba sobre la máxima: «dirigida por Europa y para Europa».[23] Sin embargo, en su interior aún existían muchas diferencias: Francia y Reino Unido poseían el 70 % de la mano de obra cualificada y capacidad industrial de todo el continente, por lo que la dominación de Europa era más bien la de Europa occidental; un selecto grupo de países: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia, eran responsables de más del 60 % de las exportaciones mundiales y detentaban en la práctica el monopolio en la fabricación de productos manufacturados.[23] En vísperas de la Primera Guerra Mundial, Londres ejercía de «centro de la economía mundial»[24] y Europa, la «fábrica del mundo», poseía el dominio absoluto del comercio internacional y los mercados financieros.[24] Sin embargo, antes de 1914 esta hegemonía ya amenazaba con resquebrajarse, producto de las tensiones imperialistas entre las grandes potencias, el ascenso de Japón en Asia y Estados Unidos en América y en su interior la creciente influencia del marxismo y la agitación en aumento de la clase obrera europea, que amenazaban con subvertir el capitalismo liberal y el orden social existente.[25]
El colonialismo europeo afectó a todo el mundo y tan solo China, a muy duras penas, pudo mantener su independencia, y solo se dieron casos de descolonización exitosos en algunos dominios británicos habitados por colonos o descendientes de colonos blancos y en las antiguas colonias españolas en América tras la Guerra hispano-estadounidense de 1898. El establecimiento del protectorado francés sobre Túnez de 1881, la ocupación británica de Egipto de 1882 o el reparto más o menos pactado de África tras la Conferencia de Berlín, animó a las potencias europeas a la dominación de vastos territorios. Sin embargo, las crecientes tensiones en la carrera por la conquista de nuevos territorios fuera de Europa acabaron volviendo al continente, sobre todo desde la década de 1890, ya que la división del mundo estaba prácticamente completa y a ella habían llegado tarde Italia y el Imperio alemán, por lo que su parte era muy pequeña en relación a su poder recientemente adquirido.[26]
Sistema de alianzas
Durante todo el siglo XIX, las principales potencias europeas hicieron un gran esfuerzo por mantener el equilibrio de poder en toda Europa, dando como resultado una compleja de red de alianzas políticas y militares en todo el continente para comienzos del siglo XX.[27] Aunque sus orígenes pueden remontarse a 1815, con la formación de la Santa Alianza entre Prusia, Austria y Rusia, fue en octubre de 1873, con la negociación de la Liga de los Tres Emperadores, cuando se empezó a fraguar el sistema de alianzas puesto en marcha durante la Gran Guerra. Ideado por el canciller alemán, Otto von Bismarck, la Liga de los Tres Emperadores prometía ser una alianza entre las monarquías de Austria-Hungría, Rusia y Alemania, aunque finalmente fracasó por la falta de acuerdo entre Austria-Hungría y Rusia sobre la política a seguir en los Balcanes. Esto condujo a la formación de la Doble Alianza entre Austria-Hungría y Alemania en 1879, vista como una forma de contener la influencia rusa en los Balcanes, donde el Imperio otomano continuaba debilitándose.[28] En 1882, Italia se unió a la alianza, por lo que se convirtió en la Triple Alianza.[29]
A lo largo de su gobierno, Bismarck había trabajado por mantener a Rusia del lado alemán, en un esfuerzo por evitar una guerra en dos frentes, contra Francia y Rusia. A pesar de ello, cuando Guillermo II llegó al trono y se convirtió en káiser, sus diferencias con Bismarck obligaron a este último a retirarse y su sistema de alianzas fue progresivamente desmantelado, incluido el Tratado de reaseguro con Rusia, que el emperador se negó a renovar en 1890. Así pues, solo dos años más tarde se creaba la Alianza franco-rusa para contrarrestar a la Triple Alianza. Francia deseaba la revancha tras la derrota sufrida frente a Prusia en la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Mientras París estaba asediada, los príncipes alemanes habían proclamado el Imperio (el llamado Segundo Reich) en el palacio de Versalles, lo que significó una ofensa para los franceses. La III República perdió Alsacia y Lorena, que pasaron a ser parte del nuevo Reich germano. Su recuperación era ansiada por el presidente francés, Raymond Poincaré, lorenés.[30] En general, las generaciones francesas de finales del siglo XIX y, sobre todo, los estamentos militares, crecieron con la idea nacionalista de vengar la afrenta recuperando esos territorios. Como ejemplo de los aires que se respiraban en Francia en 1914, solo un 1,5 % de los reclutas del Ejército francés se resistieron a la movilización,[31] en comparación con el 30 % de 1870. Aunque manteniendo las distancias respecto a sus potenciales aliados, Reino Unido temía cada vez más la expansión militar y naval alemana, por lo que en 1904 firmó una serie de acuerdos con Francia, conocidos como la Entente Cordiale y tres años después firmó la Entente anglo-rusa (1907). Si bien estos acuerdos no representaban una alianza formal entre el Imperio Británico, Francia y Rusia, y en la práctica eran sobre todo un arreglo respecto a cuestiones coloniales, dieron pie a la posibilidad de que Gran Bretaña pudiera entrar de parte de Francia o Rusia en futuros conflictos, por lo que este sistema de acuerdos bilaterales pasó a conocerse como la Triple Entente.[28]
La Paz armada
Tras la unificación alemana y la fundación del Imperio alemán en 1871, después de la victoria teutona en la Guerra franco-prusiana, el poder industrial y económico alemán creció enormemente y con él la carrera de armamentos se puso en marcha. Desde mediados de la década de 1890, el gobierno del emperador Guillermo II empezó a dedicar cuantiosos recursos económicos para la construcción de la Marina Imperial alemana. Bajo el mando del almirante Alfred von Tirpitz, la marina alemana pretendía rivalizar con la Royal Navy británica por la supremacía naval en el mundo.[32] Como resultado, las dos naciones empezaron a competir y a dedicar esfuerzos cada vez mayores en la construcción de buques capitales. La construcción en 1906 del HMS Dreadnought, un acorazado revolucionario para la época que volvió obsoletos todos los diseños anteriores a él, amplió la ventaja del Imperio británico sobre su rival alemán.[32] La carrera armamentista entre Reino Unido y Alemania, aunque los germanos consideraban a Francia su principal rival dentro de las fronteras europeas, acabó extendiéndose al resto de Europa, y todas las grandes potencias dedicaron su industria a la producción de equipos y armas necesarias para un futuro conflicto paneuropeo.[33]
Así pues, desde mediados de la década de 1870 y hasta 1913 los gastos militares de Alemania y Reino Unido se triplican, se doblan los franceses y suponen una gran carga en los presupuestos gubernamentales de Rusia e Italia;[34] entre 1908 y 1913 la carrera armamentística llegó a su apogeo y se estima que los gastos militares aumentaron en ese lustro en un 50 %.[35] Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el gasto estatal era escaso en comparación con el crecimiento experimentado en las décadas posteriores; por ejemplo, en plena carrera de armamentos con Alemania, el gasto total del Estado británico apenas suponía un 8 % de la renta nacional y en otros países industriales ajenos a este rearme era mucho menor, como en el caso de Estados Unidos, cuyos gastos del gobierno federal apenas supusieron el 2,5 % de la renta nacional entre 1900 y 1916.[36]
Conflictos y equilibrio de poderes
Austria-Hungría precipitó la «crisis bosnia» con la anexión oficial de la provincia de Bosnia y Herzegovina, un antiguo territorio otomano ocupado desde 1878 por Austria. Esto enfureció al Reino de Serbia y a su protector, el Imperio ruso, que seguía una política basada en el paneslavismo y compartía la religión ortodoxa con sus aliados eslavos. Las maniobras de la diplomacia rusa en los acuerdos de paz provocaron que la región se desestabilizara, lo que sumado a la fractura que ya existía en los Balcanes, hizo que la región fuese conocida como el «polvorín de Europa».[37] Entre 1912 y 1913, la Liga de los Balcanes y el Imperio otomano libraron la primera guerra de los Balcanes, cuyo resultado, plasmado en el Tratado de Londres de 1913, redujo aún más las fronteras del Imperio Otomano, y aumentó las ganancias territoriales de Bulgaria, Serbia, Montenegro y Grecia, al tiempo que se creaba un nuevo Estado albanés independiente. La segunda guerra de los Balcanes, producto del ataque búlgaro a Serbia y Grecia del 16 de junio de 1913, desestabilizó aún más la región[38] y la contienda acabó con un reparto territorial principalmente favorable a los vencedores: Serbia obtuvo el grueso de la Macedonia septentrional, Grecia de la meridional (incluyendo Salónica), Rumanía la Dobruja meridional[39] y el Imperio otomano Tracia oriental con Adrianópolis.[39] Bulgaria, a pesar de considerar la guerra como una catástrofe, obtuvo una pequeña parte de Macedonia, la Tracia occidental y territorios al sur de los montes Ródope.[40] Mientras, las grandes potencias europeas soslayaron la situación y fueron capaces de contener los conflictos balcánicos.
En vísperas de la deflagración que daría comienzo a la guerra, las Potencias Centrales tenían una producción industrial y un gasto militar significativamente inferior al de la Entente. En 1914, las Potencias Centrales, incluyendo a Turquía, tenían una población de 138 millones de personas, de las que unos 33 millones de hombres podían ser reclutados para el combate; por su parte, la Entente y sus colonias agrupaban a 708 millones de habitantes y unos 179 millones de hombres válidos para la guerra. El gasto militar total de la Entente en 1913 era aproximadamente el doble que el de las Potencias Centrales, aunque Alemania tenía un arsenal de artillería mucho más moderno que el de todos sus adversarios, lo que le daría una ventaja significativa en la futura e inesperada guerra de trincheras.[41] El armamento ligero de la infantería era de una calidad similar en todos los países y tan solo los británicos poseían rifles superiores a la media. En el mar, la Entente, gracias al Imperio Británico, era muy superior a sus oponentes y un bloqueo naval sobre Alemania era más que posible. Sin embargo, el aislamiento de Rusia respecto a sus mayores aliados y las ventajas geoestrátegicas de las Potencias Centrales por su situación geográfica redujeron la superioridad de la Entente.[42]
Preludio
Asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo
El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria visitó Sarajevo, la capital de Bosnia. Allí, un grupo de seis militantes (Cvjetko Popović, Muhamed Mehmedbašić, Nedeljko Čabrinović, Trifko Grabež, Vaso Čubrilović y Gavrilo Princip) de la organización nacionalista Joven Bosnia, grupo juvenil de la organización secreta Mano Negra, se habían reunido en la calle donde estaba previsto que pasara la caravana del archiduque con la intención de asesinarlo. Cuando la comitiva pasó por la calle, Čabrinović lanzó una granada al coche de Francisco Fernando, pero falló. Algunos viandantes resultaron heridos en las inmediaciones por la explosión, pero el convoy de Fernando continuó su marcha y los demás asesinos no actuaron cuando el coche pasó por delante de ellos. Una hora más tarde, cuando Francisco Fernando regresaba del ayuntamiento de Sarajevo en dirección a un hospital para visitar a los heridos por el atentado, la caravana se equivocó y giró hacia una calle donde, casualmente, se encontraba Gavrilo Princip. Al paso del coche del archiduque, Princip sacó su pistola, una FN Modelo 1910, y disparó a Fernando y a su esposa Sofía; Princip intentó suicidarse, pero la turba que había presenciado el magnicidio se lo impidió y fue posteriormente detenido.[45]
Al contrario de lo que cabría esperar en vista de los acontecimiento posteriores, la reacción de la población en Austria fue débil, casi indiferente. El historiador Zbyněk Zeman escribiría más tarde:
El evento no provocó ninguna impresión en absoluto. El domingo y lunes (días 28 y 29 de junio) las multitudes en Viena escucharon música y bebieron vino, como si nada hubiera sucedido.[46]
Las autoridades austro-húngaras animaron una serie de disturbios antiserbios en Sarajevo, en los que croatas y bosnios asesinaron a dos personas de origen serbio y dañaron numerosos edificios de propiedad serbia.[47][48] Se organizaron acciones violentas contra serbios fuera de Sarajevo y en la ciudad se produjeron más de un centenar de detenciones de sospechosos de haber participado o ayudado en el asesinato del archiduque; los ataques se extendieron a otras grandes ciudades del Imperio austrohúngaro en las actuales Bosnia, Croacia y Eslovenia. Las autoridades encarcelaron o extraditaron en toda Bosnia a unos 5500 prominentes serbios, de los cuales entre 700 y 2200 murieron en prisión. Más de 460 serbios fueron condenados a muerte y una milicia especial de mayoría bosnia conocida como Schutzkorps comenzó a perseguir a los serbios de forma sistemática.[49][50][51][52]
Crisis de julio
El asesinato condujo a un mes de maniobras diplomáticas entre las principales potencias europeas: Austria-Hungría, Alemania, Rusia, Francia y Reino Unido, conocidas como crisis de julio. Creyendo (correctamente) que funcionarios del gobierno de Serbia estaban involucrados en el complot para asesinar al archiduque y con la intención de terminar definitivamente con la intromisión de Serbia en Bosnia,[53] Austria-Hungría entregó a Serbia un ultimátum el 23 de julio donde hacía diez demandas imposibles de aceptar (de forma intencionada), para justificar una guerra contra Serbia.[54] Al día siguiente, después de celebrarse un consejo de ministros en Rusia presidido por el mismo zar, Rusia ordenó la movilización general de sus tropas en los distritos y flotas del mar Báltico, el mar Negro, Odesa, Kiev, Kazán y Moscú. También se pidió a otras regiones acelerar los preparativos para una inminente movilización general. El día 25, Serbia decretó la movilización general y esa misma noche declaró que aceptaba todos los términos del ultimátum, excepto el artículo sexto, que exigía el envió de una delegación austriaca a Serbia para participar en la investigación del asesinato. Al día siguiente, Austria rompió sus relaciones diplomáticas con Serbia y un día después ordenó la movilización parcial; el día 28, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia.[55]
El 29 de julio, Rusia salió en ayuda de su protegido serbio y declaró, de forma unilateral y fuera de los procedimientos previstos en los acuerdos militares franco-rusos, la movilización parcial contra el Imperio austrohúngaro.[56] El canciller de Alemania, Theobald von Bethmann-Hollweg, decidió retrasar su respuesta hasta el día 31, pero no daría tiempo a meditarla, pues el día 30 Rusia ordenó una movilización general contra Alemania, y en respuesta, esta se declaró en «estado de peligro de guerra». El káiser Guillermo II de Alemania, pidió a su primo, el zar Nicolás II de Rusia, que detuviera la movilización general de su país, a lo que este se negó y a lo que Alemania respondió con un ultimátum donde exigía la desmovilización rusa y el compromiso de no apoyar a Serbia. Otro fue enviado a Francia, donde se pedía que no apoyase a Rusia si esta salía en defensa de Serbia. El 1 de agosto, tras la respuesta negativa de Rusia, Alemania se movilizó y declaró la guerra a Rusia, y por su parte Austría-Hungría ordenaría la movilización general el 4 de agosto.
El gobierno alemán debía decidir que plan de despliegue militar ponía en práctica mientras trataba de mantener a Francia neutral. Alemania planeaba poner en marcha una versión modificada del Plan Schlieffen, el Aufmarsch II West, que al contrario que el original (que contemplaba desplegar el 80 % del ejército en el frente occidental) desplegaría un 60 % de las tropas en el oeste y el 40 % restante en el frente oriental, ya que era lo máximo que el sistema ferroviario prusiano podía soportar. Los franceses no respondieron, pero su decisión de retirar a sus soldados a diez kilómetros de sus fronteras para evitar incidentes confundió a los alemanes. Sin embargo, los franceses decretaron la movilización de sus reservistas, a lo que Alemania respondió movilizando a los suyos y poniendo en marcha su plan. Alemania invadió Luxemburgo el 2 de agosto y el día 3 declaró la guerra a Francia.[57] El 4 de agosto, ante la negativa de Bélgica de permitir el paso de las tropas alemanas en su camino a Francia, Alemania también declaró la guerra a Bélgica,[58][59][60] lo que provocó que Reino Unido declarase (el mismo día 4 a las 19:00 UTC) la guerra a Alemania, tras el ultimátum británico para mantener la neutralidad de Bélgica.[61]
La guerra
Guerra de movimientos
En 1914, los europeos pensaban que la guerra sería corta. Pero los generales, que habían estudiado las guerras napoleónicas, estaban equivocados en su enfoque inicial del enfrentamiento, basado en el uso masivo de la infantería. Respondiendo a la enorme eficacia de las armas (fusiles, armas automáticas y artillería pesada), las fortificaciones fueron reforzadas. La caballería sería inútil como medio para romper el frente.
Al comienzo de la guerra los dos bandos trataron de obtener una victoria rápida mediante ofensivas fulminantes. Los franceses agruparon sus tropas en la frontera con Alemania, entre Nancy y Belfort, divididas en cinco ejércitos. Previendo un ataque frontal en Lorena, organizaron el Plan XVII. Los alemanes tenían un plan mucho más ambicioso. Contaban con la rapidez de un movimiento de contorno por Bélgica para sorprender a las tropas francesas y marchar hacia el este de París (Plan Schlieffen de 1905) y luego enfrentarse a las fuerzas enemigas y empujarlas hacia el Jura y Suiza. Tan sólo ubicaron 2/7 de sus tropas sobre la frontera para resistir el ataque frontal en Alsacia-Lorena.
El comienzo del plan transcurrió perfectamente para el Reich. Sus tropas avanzaron sobre Bélgica el 4 de agosto, lo cual provocó la intervención inglesa. Posteriormente derrotaron al ejército francés en diversas batallas. Los franceses lanzaron simultáneamente el Plan XVII, pero resultó un fracaso debido a las armas automáticas que frenaron cualquier asalto y a un repliegue prematuro de las tropas hacia sus líneas. Semanas después los alemanes estaban ya ubicados en el río Marne, donde chocaron con el Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) y el ejército francés, quienes frenaron el avance imperial. La derrota germana frustró el plan original y acabó con las expectativas de una conflagración breve, marcando el abandono definitivo de los planes anteriores a la guerra. En ese momento comenzó la «carrera hacia el mar»: los dos ejércitos marcharon hacia el mar del Norte; ataques y contraataques se sucedieron. La contienda se desarrollaría en territorio francés y belga. Las tropas británicas no tardaron en intervenir en mayor número, junto a los restos del ejército belga.
Mientras tanto, Austria-Hungría fracasó en su intento de tomar Belgrado, lo cual lograría después con ayuda alemana, en agosto de 1915. Rusia invadió Prusia Oriental, pero los generales de estado mayor prusianos Hindenburg y Ludendorff los batirán contundentemente en Tannenberg.
En el curso de 1915, dos nuevos países entraron en la guerra: Italia del lado de los Aliados y Bulgaria al lado de las Potencias Centrales, que con este apoyo derrotaron y ocuparon Serbia. Desde el comienzo de la guerra, la Santa Sede y Suiza intentaron infructuosamente sondeos por la paz.
Frente occidental
El 4 de agosto de 1914, el ejército alemán abrió el frente occidental invadiendo Bélgica y Luxemburgo, con un ataque a la ciudad de Lieja, y luego obteniendo el control militar de regiones industriales importantes del este de Francia, derrotando al ejército francés en la batalla de Lorena, la batalla de Charleroi del 21 de agosto y en la batalla de Maubeuge una semana más tarde. La fuerza del avance fue contenida drásticamente con la primera batalla del Marne en septiembre de 1914, donde enfrentaron a la Fuerza Expedicionaria Británica compuesta por cinco divisiones experimentadas y las tropas de reserva francesas, parte de las cuales llegaron al frente gracias a los taxis de París. El equilibrio de fuerzas y las nuevas armas facilitaron la defensa frente al ataque e impusieron la estabilización del frente. Ambos contendientes se atrincheraron en una línea sinuosa de posiciones fortificadas que se extendía desde el mar del Norte hasta la frontera suiza con Francia. Esta línea permaneció sin cambios sustanciales durante casi toda la guerra.
Un asalto presentaba tal desventaja frente al adversario que los ataques aliados fueron infructuosos y Alemania pudo resistir a pesar de combatir en dos frentes. En estos ataques se recurrió a bombardeos masivos de artillería y al avance masivo de la infantería. Sin embargo, la combinación de las trincheras, los nidos de ametralladoras, el alambre de espino y la artillería infligían cuantiosas bajas a los atacantes y a los defensores en contraataque. Como resultado, no se conseguían avances significativos. Las condiciones sanitarias y humanas para los soldados eran muy crudas y las bajas elevadísimas.
En otoño de 1915 el general Joseph Joffre intentó una ofensiva, con apoyo inglés, que concluyó en un gigantesco fracaso. Después de este éxito defensivo, a finales de año, el general Von Falkenhayn, jefe de Estado Mayor, propuso al káiser su proyecto de atacar Verdún, plaza fuerte e inexpugnable según la propaganda francesa, pero que estaba en posición delicada por no poseer un camino o vía férrea para su reavituallamiento. Los alemanes esperaban que su caída debilitaría la moral de los soldados franceses. El 21 de febrero de 1916, el ataque se inició con la artillería bombardeando violentamente las posiciones aliadas. Los alemanes avanzaron poco, pero las pérdidas francesas fueron enormes. El 25 de febrero, el general Langle de Cary decidió abandonar la ciudad, pero el mando francés no estaba dispuesto a perder Verdún y nombró en su lugar a Philippe Pétain, quien organizó una serie de violentos contraataques.
El 1 de julio, los británicos desataron una gran lucha paralela en la batalla del Somme, a fin de dividir las tropas alemanas y reducir la presión sobre Francia. Los alemanes retrocedieron escasos kilómetros, pero en orden. Al final, el frente casi no se modificó ni en Verdún ni en el Somme, pese a los centenares de miles de bajas.
En un esfuerzo por romper este callejón sin salida, este frente presenció la introducción de nuevas tecnologías militares, incluyendo el gas venenoso y los tanques. Pero solo tras la adopción de mejoras tácticas se recuperó cierto grado de movilidad.
A pesar del estancamiento de este frente, este escenario resultó decisivo. El avance inexorable de los ejércitos aliados en 1918 convenció a los comandantes alemanes de que la derrota era inevitable, y el gobierno se vio obligado a negociar las condiciones de un armisticio.
Frente oriental
La estrategia de guerra alemana funcionó contra Rusia. El ejército ruso contaba con ocho millones de hombres en 1914, pero estaba compuesto principalmente por campesinos sin ninguna formación militar, mal armados y equipados. El mando ruso era también mediocre. Los dos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Tannenberg (Prusia Oriental) del 26 al 30 de agosto de 1914, y en la batalla de los lagos Masurianos del 6 al 15 de septiembre de 1914. Los rusos sufrieron grandes derrotas en los dos casos y fueron obligados a replegarse. Los comandantes alemanes en esta exitosa campaña defensiva fueron Paul von Hindenburg, Erich Ludendorff y Max Hoffmann.
Austria-Hungría, en cambio, no pudo repeler la invasión de Galitzia. En junio de 1916 tiene éxito una ofensiva rusa, dirigida por el general Alexéi Alexéievich Brusílov, que se interna en las líneas austrohúngaras. Regimientos enteros se pasaron a las filas rusas, demostrando la fragilidad del Imperio austrohúngaro. Motivada por esta circunstancia, Rumanía declara la guerra a los Imperios Centrales, y tras unas victorias iniciales es derrotada debido a la superioridad numérica alemana y austrohúngara, lo que hace que firme un tratado de paz, lo que compromete aún más la posición rusa. El Imperio de los Romanov no volvería a intentar ninguna ofensiva de relevancia en el resto de la contienda.
Alemania pasó a la ofensiva y conquistó el golfo de Riga, destruyendo o capturando a buena parte de los contingentes rusos. El frente oriental estuvo en constante movimiento y no conoció la guerra de trincheras. La caballería jugó aún cierto papel en esta guerra de movimientos.
Otros frentes
Si bien los principales esfuerzos de los beligerantes se concentraron en los frentes occidental y oriental, la guerra se libró con mayor o menor intensidad en distintas partes del globo. Se combatió en los Balcanes, en los Dardanelos, en Oriente Medio, en el Cáucaso, en los Alpes italianos, en África, en Extremo Oriente, en el Pacífico y en el Atlántico.
Frente balcánico
En la región de los Balcanes, tuvieron lugar una serie de campañas militares entre las Potencias Centrales (Austria-Hungría, Alemania, el Imperio otomano y Bulgaria) por un lado y los aliados (Serbia, Montenegro, Rusia, Francia, Reino Unido y más tarde Rumanía y Grecia), por otro. En este teatro de operaciones la guerra comenzó con la invasión austro-húngara a Serbia en 1914, que acabó con la conquista de Serbia y Montenegro a finales de 1915. Las fuerzas serbias fueron atacadas desde el norte y el este y se vieron obligadas a retirarse del país, sin embargo, el ejército serbio se mantuvo operativo, aunque emplazado en Grecia.
En el otoño de 1915, los aliados intentaron ir en ayuda de los serbios, por medio de una expedición franco-británica que se estableció en el puerto de Salónica, en Grecia. El plan aliado consistía en socorrer a los serbios desde el sur, abriendo un frente en Macedonia. La expedición llegó demasiado tarde y con insuficiente fuerza para evitar la caída de Serbia, y se vio complicada por la crisis política interna en Grecia. No obstante, se logró mantener estable el frente macedonio, desde la costa albanesa al río Estrimón, en Bulgaria, hasta 1918.
En 1916 Rumanía entra en guerra contra las Potencias Centrales, pero esta decisión resultó desastrosa para los rumanos. Poco después de la declaración de guerra rumana, una ofensiva combinada entre los alemanes, austro-húngaros, búlgaros y otomanos conquistó dos tercios del país en una rápida campaña que finalizó en diciembre de 1916. Sin embargo, los ejércitos ruso y rumano consiguieron estabilizar el frente y mantenerlo en Moldavia. En 1917, Grecia entró en la guerra del lado aliado, y en septiembre de 1918 se produjo la gran ofensiva aliada de una fuerza multinacional acantonada en el norte de Grecia, que dio lugar a la capitulación de Bulgaria y a la liberación de Serbia.
Frente de Oriente Medio
Los Aliados contaban con la debilidad del Imperio otomano para abrir una vía directa y apoyar a sus aliados rusos. La campaña de los Dardanelos fue iniciada por los británicos, a sugerencia de Winston Churchill, para controlar el estrecho de los Dardanelos, lo que permitiría a Francia y al Imperio británico revitalizar a Rusia, neutralizar al Imperio otomano y encerrar a los imperios centrales. El ambicioso proyecto comenzó con el despliegue de una imponente flota inglesa y el desembarco de tropas en Galípoli, pero los otomanos, mandados por Mustafa Kemal Atatürk, se defendieron con una eficacia inesperada. Los aliados no consiguieron penetrar en el Imperio otomano y fracasaron en las sucesivas ofensivas. La operación fue un sangriento desastre, convirtiéndose en una nueva batalla de trincheras (para colmo, esta vez con el mar a espaldas de los Aliados). Después de unos meses de inútiles tentativas, el mando inglés decidió evacuar Galípoli y dirigir su cuerpo expedicionario a Salónica, Grecia. Este ejército sostendría enseguida a los serbios que no se rindieron. Ante todo, se mantuvo a la espera de nuevas oportunidades, como convencer a Grecia de entrar en la guerra.
Durante todo el conflicto, los británicos fomentaron el sublevamiento de las tribus árabes para perturbar a los otomanos. En esta misión destacó el célebre oficial T. E. Lawrence, Lawrence de Arabia. La Declaración Balfour propuso el establecimiento de un Estado judío en Palestina, para motivar a los judíos estadounidenses a que apoyaran el ingreso de ese país en la guerra. En 1916 los británicos atacaron Palestina, cuyo control mantendrían hasta 1948.
Frente Italiano
En 1915, Italia se une a los Aliados y ataca a Austria. Sin embargo, una larga serie de ofensivas sobre el río Isonzo fracasa. En 1917, son los austro-húngaros, reforzados por tropas alemanas, los que baten duramente a los italianos en Caporetto. Este desastre casi saca a Italia de la guerra, pero el frente se estabiliza sobre el río Piave. En 1918, la batalla de Vittorio Veneto significó la derrota definitiva del Imperio austrohúngaro.
La guerra en África
En África, británicos y franceses atacaron desde todos los frentes a las colonias alemanas, rodeadas por sus posesiones. Las fuerzas germanas en Togo y Camerún se rindieron rápidamente a las tropas anglo-francesas, mientras que la colonia de África del Sudoeste Alemana fue invadida por el ejército sudafricano y ocupada totalmente en 1915 (véase: Campaña de África del Sudoeste). Sólo la colonia de Tanganica, bajo la dirección del general Paul von Lettow-Vorbeck, resistió bajo dominio alemán hasta el final de la contienda.
La guerra en el Extremo Oriente y el Pacífico
Tras el estallido de la guerra, el Imperio japonés envió un ultimátum a Alemania, solicitándole la evacuación de Jiaozhou (noreste de China). Alemania se negó a cumplirlo, por lo que Japón entró en la guerra del lado de los aliados el 23 de agosto de 1914. Las tropas japonesas ocuparon las posesiones alemanas en las islas Carolinas y Marianas. En 1915, Japón presentó las Veintiuna exigencias a China que obligaban a China a no alquilar ni ceder ningún territorio frente a Taiwán a ningún país, excepto a Japón. En 1919, China cedió los derechos comerciales de Mongolia Interior y Manchuria a Japón.
Mientras tanto, en el Pacífico también hubo movimientos aunque no batallas de importancia. Las tropas australianas estacionadas en Papúa ocuparon sin problemas la Nueva Guinea Alemana, mientras que Japón y Nueva Zelanda dirigieron ataques contra las bases alemanas en las Islas Marianas. El puerto chino de Qingdao, principal base alemana en Extremo Oriente, fue ocupado por los japoneses.
Como resultado del acuerdo de paz de la guerra mundial, Japón recibió las islas del Pacífico que había ocupado.
La guerra en el mar
La guerra naval en la Primera Guerra Mundial se caracterizó por los esfuerzos de los Aliados, especialmente Reino Unido, de imponer un bloqueo marítimo a los Imperios Centrales, utilizando sus grandes flotas navales; y por el empeño de estos de romper el bloqueo o establecer ellos mismos uno efectivo hacia el Reino Unido y Francia. Los alemanes, que contaban con una importante flota de submarinos, intentaron imponer un bloqueo completo a estas potencias ya nombradas, interceptar el apoyo de sus colonias y romper las rutas de aprovisionamiento entre América (carne de Argentina, armamento estadounidense) y Europa.
El mar del Norte y el canal de la Mancha fueron los principales teatros de operaciones de la guerra en el mar. En ellos se enfrentaron la Gran Flota británica y la Flota de Alta Mar alemana, que protagonizaron tres grandes batallas. En agosto de 1914 se encontraron en la batalla de Heligoland, en enero de 1915 en la batalla del Banco Dogger, ambas a favor del Reino Unido. A mediados de 1916 ambas flotas se encontraron en pleno frente a la península de Jutlandia. En la batalla de Jutlandia los alemanes, dirigidos por los almirantes Reinhard Scheer y Franz von Hipper, tenían como objetivo impedir el abastecimiento británico desde Noruega. La batalla comenzó el 31 de mayo, y fue el mayor combate naval registrado durante la guerra. No hubo un total ganador, ya que la Marina Real británica, bajo mando de los almirantes John Jellicoe y David Beatty, perdió más hombres y naves, pero los alemanes no pudieron romper el bloqueo y tuvieron más buques dañados.[62]
Además la guerra en el mar se disputó en otros escenarios. En el Atlántico la actividad alemana se caracterizó por la guerra submarina. En el Mediterráneo, las flotas aliadas (británica, francesa e italiana) se enfrentaron a la Armada Austro-Húngara en el Adriático, siendo el mayor enfrentamiento la batalla del canal de Otranto en 1917;[63] y a la Armada Otomana durante la campaña de los Dardanelos. En el océano Pacífico se enfrentaron el Escuadrón Alemán del Lejano Oriente, comandado por el almirante Graf von Spee, con el 4° Escuadrón de la Real Marina británica, la Real Marina Australiana y algunas unidades de la Marina Imperial Rusa y de la Armada Francesa. Las principales batallas de este teatro de operaciones fueron la batalla de Coronel y la batalla de las Malvinas.
El epílogo a la contienda naval, lo puso el hundimiento de la flota alemana bajo el mando de Ludwig von Reuter por sus propios tripulantes mientras se encontraba internada en Scapa Flow, para evitar que la Flota de Alta Mar fuera repartida entre los aliados.
1917: entrada de Estados Unidos en la guerra y derrota de Rusia
En 1917, el Estado Mayor alemán tomó la decisión de aguantar a los Aliados en el oeste y hundir de una vez a las desalentadas tropas zaristas después de la victoria táctica de los británicos en Arras. Los franceses, tras el fracaso total de su ofensiva de Chemin des Dames, no fueron capaces de retomar la iniciativa y se limitaron a resistir. El 7 de junio los británicos lanzaron una ofensiva en Flandes, pero no consiguieron romper el frente. El conflicto se estancó y el desaliento cundió en la retaguardia mientras la población civil padecía restricciones, sobre todo en Alemania, bloqueada por los aliados.
En abril de 1917 los Estados Unidos le declararon la guerra a los Imperios Centrales, lo que le dio a la contienda el carácter mundial. No obstante, sus efectos no se sentirían sino hasta 1918. El hundimiento por un submarino alemán del RMS Lusitania el 7 de mayo de 1915, donde murieron 128 estadounidenses había generado un sentir popular antialemán entre los estadounidenses, pero fue el anuncio alemán de una guerra submarina «sin restricciones» junto con la confirmación de la autenticidad del telegrama Zimmermann lo que provocó un flujo de sentimientos antialemanes en Estados Unidos,[64] y fue el detonante de su entrada oficial en guerra al lado de los aliados.
El 16 de enero de 1917, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Arthur Zimmermann, envió un telegrama, interceptado por la inteligencia británica, al embajador en México, Heinrich von Eckardt, con indicaciones precisas para convencer al presidente Venustiano Carranza, de que México entrase a la guerra del lado de los Imperios Centrales si Estados Unidos le declaraba la guerra a Alemania. A cambio, el telegrama prometía a México la restitución de los territorios anexionados por Estados Unidos en la guerra de 1847-1848 por el Tratado de Guadalupe-Hidalgo. Dicho telegrama también sugería que el presidente Carranza se comunicase con Tokio para llegar a un acuerdo que hiciera que el Imperio japonés se pasase al lado alemán. Carranza no aceptó la oferta, puesto que México estaba inmerso en la Revolución mexicana y no se encontraba en condiciones económicas adecuadas. Además, el mandatario se encontraba preocupado por la Expedición Punitiva estadounidense. México no solo no entró en la guerra, sino que envió a Francisco León de la Barra como alto comisionado mexicano de la Paz.
En febrero de 1917 estalló la Revolución rusa, la cual obligó a abdicar al zar Nicolás II, quedando el país posteriormente bajo el mando de Aleksandr Kérenski, quien continuó en guerra contra Alemania. Sin embargo en noviembre estallaría la Revolución bolchevique, que depuso al gobierno de Kérenski. Este clima de inestabilidad permitió a los alemanes avanzar considerablemente en ese país.
Los bolcheviques tomaron el control total y firmaron el armisticio con los Imperios Centrales en diciembre y después la Paz de Brest-Litovsk (negociada por León Trotski) en marzo de 1918. Para obtenerla consintieron enormes sacrificios económicos y territoriales. Además, Alemania ocupó Polonia, Ucrania, Finlandia, los países bálticos y parte de Bielorrusia. El Reich aprovechó esta victoria para enviar casi todo su ejército oriental al Frente Occidental e intentar obtener una victoria rápida antes de la llegada masiva de los estadounidenses. Era su baza definitiva, ya que Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio otomano daban muestras de desaliento ante las mayores reservas financieras y de hombres de los Aliados.
Finalmente el 17 de julio de 1918 el zar Nicolás II fue asesinado con toda su familia en Ekaterimburgo, por temor a que el avance de la Legión Checoslovaca hacia la ciudad, pudiera liberarlo. La Revolución rusa, en particular luego del tratado de Brest-Litovsk, dio paso a una guerra civil, que se extendió hasta 1923, provocada por el levantamiento de grupos antibolcheviques dentro y fuera de Rusia, que se organizaron para actuar contra el nuevo régimen.
Fin de la guerra
Reforzados por las tropas provenientes del frente este, los alemanes ponen todas sus fuerzas en su última ofensiva, nombrada por el general de Infantería Erich Ludendorff como Kaiserschlacht (nombre clave Michael), a partir de marzo de 1918, sobre el río Somme, en Flandes y en Champaña. Esta comenzó el 21 de marzo y se extendió hasta el 5 de abril, aunque con el final de esta los alemanes continuaron con una serie de cuatro ofensivas hasta el 17 de junio. Pero, mal alimentadas y cansadas, las tropas alemanas no pudieron resistir la contraofensiva de Foch y fallan frente al objetivo final: París, quedando a 120 km de la capital gala. El general Foch comanda sus tropas francesas y estadounidenses hacia la victoria, en la segunda batalla del Marne. Los primeros tanques británicos entraron en combate y la superioridad aérea aliada era evidente.
Es el principio del fin para los Imperios Centrales. En los Balcanes, las tropas francesas atacan las líneas búlgaras en Macedonia. Después de pocos días de lucha, Bulgaria comprende que no puede hacerles frente y pide el armisticio. El Imperio otomano está al límite de sus fuerzas y no puede contener a los británicos que han tomado ya Jerusalén y Bagdad y avanzan hacia Anatolia. Franceses y británicos ocupan el Oriente Próximo e Irak y el Imperio otomano también se rinde.
El duelo entre italianos y austríacos está asimismo por resolverse. El general Díaz se ve presionado por su gobierno, que necesita de una victoria en el frente alpino para poder negociar. Los italianos derrotan a Austria-Hungría en Vittorio Veneto. Este hecho se suma al descalabro del ejército imperial en los Balcanes, y la monarquía de los Habsburgo se hunde.
El Reich está en una situación desesperada: se ha quedado sin aliados, su población civil sufre draconianas restricciones, su ejército está al límite, sin reservas y desmoralizado. Ludendorff y Hindenburg son partidarios de la capitulación inmediata, pues creen que el frente se derrumbará en cualquier momento. En efecto, tropas estadounidenses de repuesto no paran de desembarcar e incluso Italia se prepara para enviar un contingente a Francia. El 8 de agosto un ataque aliado cerca de Amiens tiene éxito y rompe el frente alemán; los aliados penetran en Bélgica. El Alto Mando pide al brazo político iniciar inmediatamente negociaciones de paz. Cunde la convicción de que la guerra está perdida. Wilson proclama que Estados Unidos sólo negociará con un gobierno alemán democrático. Los Hohenzollern tienen los días contados. Tras una revolución obrera en Berlín, el káiser huye a los Países Bajos. El gobierno de la nueva República alemana firma el armisticio de Compiègne el 11 de noviembre de 1918 que entra en vigor a las 11:00. Dos minutos antes cae George Lawrence Price, el último soldado muerto en la guerra.
La guerra termina con la victoria de los Aliados.
Tecnología
Guerra terrestre
La Primera Guerra Mundial comenzó con un choque de la tecnología del siglo XX con las tácticas militares del siglo XIX, con la inevitable pérdida de numerosas tropas. Sin embargo, a finales de 1917 los grandes ejércitos, que sumaban millones de hombres en sus filas, se habían modernizado y hacían uso de los últimos avances tecnológicos, como el teléfono,[66] la comunicación inalámbrica,[67] los vehículos blindados, carros de combate y aviones. La guerra de trincheras y el estancamiento del frente forzó la reorganización de las formaciones de infantería; si en los comienzos la principal unidad estaba formada por unos 100 hombres, las circunstancias favorecieron el empleo de escuadrones de ataque de 10 hombres o menos al mando de un suboficial menor.
La artillería también protagonizó otra revolución tecnológica. En 1914, los cañones se empezaron a emplear en el frente para el ataque directo de objetivos, pero en 1917 el fuego indirecto con cañones (incluidos morteros o incluso ametralladoras) era común y se empleaban nuevas tácticas para detectar y variar objetivos, sobre todo con el uso de aviones y teléfonos de campaña.[68] Con estas mejoras también se convirtió en algo habitual el fuego contra-batería, con el fin de intentar neutralizar la artillería enemiga. Alemania estuvo muy por delante de los Aliados en la utilización de fuego indirecto con baterías pesadas, pues el ejército alemán empleó desde un principio obuses de 150 y 210 mm, mientras que en 1914, la artillería típica de franceses y británicos era de 75 y 105 mm. Los británicos tenían un tipo de obús de 152 mm, pero era tan pesado que debía ser arrastrado hasta el campo de batalla en piezas y ensamblado allí. Los alemanes en cambio poseían cañones austriacos de hasta 305 y 420 mm e incluso al comienzo de la guerra tenían en sus arsenales morteros Minenwerfer, ideales para la guerra de trincheras.[69][70] Las armas terrestres más poderosas utilizadas fueron los cañones ferroviarios, con un peso unitario de varias decenas de toneladas.
Junto con las trincheras, ametralladoras, reconocimiento aéreo y el alambre de espino, los británicos buscaron una solución al estancamiento con la creación de los primeros tanques y el inicio de la guerra acorazada. Con una fiabilidad mecánica escasa y con un diseño aún primitivo, los primeros carros de combate británicos demostraron no obstante su valor como arma, que se acabó convirtiendo con sucesivas mejoras en una herramienta decisiva para la victoria aliada. Las necesidades del conflicto también forzaron la introducción de armas como ametralladoras ligeras (especialmente la Lewis), subfusiles (el BAR, el MP18) o lanzallamas. En el plano logístico las trincheras obligaron a adaptar los ferrocarriles para poder asegurar los suministros, pero las mejoras en los motores de combustión interna y sistemas de tracción de automóviles y camiones finalmente los dejó obsoletos como medio de abastecimiento.
Gran parte de los combates se desarrollaron bajo la guerra de trincheras, donde cientos de personas morían por cada metro que su bando ganaba en el frente. Muchas de las más mortíferas batallas de la historia de la Humanidad ocurrieron durante la Primera Guerra Mundial, como la batalla de Ypres, Marne, Cambrai, Somme, Verdun o Galípoli. Los alemanes, debido al bloqueo naval británico que les privaba de víveres y material, emplearon el proceso de Haber para asegurar el suministro constante de pólvora a su ejército.[71] En las trincheras, la artillería fue la responsable de la mayoría de víctimas mortales y su uso consumió grandes cantidades de explosivos.[72] El gran número de bajas causadas por la explosión de granadas y la metralla forzaron a las naciones combatientes a desarrollar el moderno casco de acero; los franceses fueron los pioneros en introducirlo, con el casco Adrian en 1915, seguidos de los británicos con su casco Brodie y de los alemanes con su Stahlhelm en 1916, un diseño que con mejoras se sigue utilizando hoy en día.
Gas venenoso
Una característica que distinguió a este conflicto de cualquier otro fue el empleo masivo de la guerra química, a pesar de que su uso quedaba prohibido en las conferencias de la Haya de 1899 y 1907.[73][74][75] La amplia gama de gases utilizados estuvo encabezado por el cloro, el gas mostaza y el fosgeno, aunque el rápido desarrollo de contramedidas eficaces, como las máscaras de gas, redujo su peligro y solo una mínima parte de las víctimas mortales (alrededor de un 3 %) fueron a consecuencia de estos agentes.[76]
El primer uso con éxito de gas asfixiante como arma ocurrió durante la segunda batalla de Ypres (entre abril y mayo de 1915), cuando los alemanes utilizaron gas en varias ocasiones contra tropas británicas.[d] Pronto su uso se extendió a todos los beligerantes más importantes y se estima que el uso de armas químicas produjo 1,3 millones de víctimas a lo largo de toda la guerra. Los británicos sufrieron más de 180 000 bajas por esta causa, se estima que hasta un tercio de las bajas estadounidenses podrían deberse al gas venenoso y el ejército ruso sufrió cerca de medio millón de bajas.[77] Los efectos del gas no se limitaron a los combatientes, pues los civiles a menudo sufrían el riesgo de verse afectados, ya que los gases podían alcanzar las ciudades dependiendo de la dirección del viento y rara vez se avisaba a la población del peligro. Además de la ausencia de sistemas de alerta, los civiles tampoco solían tener máscaras de gas. Entre 100 000 y 260 000 víctimas civiles se debieron al uso de armas químicas y decenas de miles murieron años después a consecuencia de enfermedades pulmonares, cutáneas y cerebrales producto de los gases. A pesar de que muchos comandantes militares de ambos bandos conocían los efectos y el daño que podrían tener en civiles, su uso continuó a gran escala, por ejemplo el mariscal de campo británico Douglas Haig, escribió en su diario:[78][79][80][81]
Mis oficiales y yo sabíamos que tales armas causaban daños a las mujeres y niños que vivían en los pueblos cercanos, ya que las fuertes rachas de viento eran comunes en el frente de batalla. Aunque, debido a que las armas estaban dirigidas contra el enemigo, ninguno de nosotros estábamos, en absoluto, demasiado preocupados por ello.
Naval
Lo más destacable fue el gran despliegue realizado por Alemania de sus U-boote (submarinos) desde el comienzo de la guerra. Alternando entre la guerra submarina restringida y la guerra sin restricciones en el Atlántico, la Marina Imperial alemana los empleó con el objetivo de privar a las islas británicas de sus suministros vitales para continuar la guerra. Las muertes de marineros mercantes británicos y la aparente invulnerabilidad de los submarinos condujeron a la invención de contramedidas como las cargas de profundidad (1916), los hidrófonos (sonar pasivo, 1917), dirigibles, submarinos de ataque (HMS R-1, 1917), entre otros. Para ampliar sus operaciones oceánicas, los alemanes propusieron la creación de «submarinos de suministro» en 1916. Con el fin de la guerra, los avances y soluciones de ambos bandos quedarían olvidados en el periodo de entreguerras y no resurgirían hasta que el comienzo de la Segunda Guerra Mundial trajo de nuevo la necesidad.[82]
Aviación
Las aeronaves de ala fija fueron utilizadas con fines militares por primera vez por los italianos en Libia el 23 de octubre de 1911, durante la guerra turco-italiana, para el reconocimiento y pronto los usos se extendieron a la fotografía aérea y al lanzamiento de granadas, así pues, en 1914 su utilidad militar estaba demostrada. Utilizados en los comienzos de la guerra para el reconocimiento y ataques a tierra, pronto se desarrollaron cañones antiaéreos y aviones de combate para derribar a los aeroplanos enemigos. A continuación llegaron los bombarderos estratégicos, empleados principalmente por británicos y alemanes, aunque estos últimos utilizaron también zepelines. El primer portaaviones de la historia, el HMS Furious, que en un principio iba a ser un crucero de batalla, se botó también durante la guerra y con sus biplanos monoplazas Sopwith Camel protagonizó la incursión de Tønder de 1918, una escaramuza para intentar destruir los hangares de los zeppelines alemanes.[84]
Los globos de observación tripulados se utilizaron para sobrevolar las trincheras y así servir de plataformas de reconocimiento que espiasen los movimientos enemigos y guiasen a la artillería. Su tripulación estaba a menudo compuesta por dos personas, equipados con paracaídas,[85] de modo que ante un ataque aéreo enemigo pudieran volver a tierra con seguridad, sin embargo las limitaciones técnicas de los paracaídas de entonces (eran demasiado pesados) imposibilitaron que los pilotos de los aviones los usaran y versiones adaptadas para ello no se desarrollaron hasta el final de la guerra, no sin antes toparse con la oposición, en el caso de los aliados, de los dirigentes británicos, que temían que los pilotos se volvieran más cobardes.[86] Por el valor que llegaron a adquirir como fuente de información, los globos eran blancos habituales de aviones enemigos; para defenderse de los ataques, estaban fuertemente protegidos por cañones antiaéreos y eran escoltados por aviones aliados. Por tanto, los globos y los intentos de los aviones por derribarlos fueron el comienzo de los combates aire-aire entre los diversos tipos de aeronaves, aunque también al estancamiento de la guerra de trincheras, ya que se llegó a la situación de que no podían moverse grandes contingentes de tropas sin que estas fueran detectadas desde el aire. Los alemanes bombardearon el Reino Unido con sus dirigibles en 1915 y 1916, con la esperanza de dañar la moral británica y desviar a los aviones del frente, estrategia que funcionó, ya que el pánico por los bombardeos provocó el traslado de varios escuadrones destacados en Francia.[86]
Aspectos económicos
Economía de guerra e intervención del Estado
La economía de guerra significó a grandes rasgos la modificación de todos los hábitos individualistas y concepciones económicas anteriores a la guerra, que se mostraron fracasadas como forma de administrar la economía en tiempos de guerra.[87] Sin embargo, la transición no fue sencilla, y cada gobierno debió improvisar medidas radicales y someter a la iniciativa privada y sus intereses, al tiempo que tomó el control de la economía nacional para asegurar el suministro de equipos a los ejércitos.[87] La participación del Estado en la economía nacional, que hasta entonces había sido muy moderada en la mayoría de países, aumentó considerablemente, y durante la guerra los gobiernos de Alemania y Francia superaron el 50 % del PIB, un nivel al que a punto estuvo de llegar Gran Bretaña. El Imperio británico sacó provecho de sus grandes inversiones en los ferrocarriles estadounidenses, la posición de la libra esterlina como moneda de cambio internacional por excelencia, sus cuantiosas reservas de oro y su dominio del comercio en todo el mundo,[24] que junto a préstamos procedentes en gran medida de Wall Street, le permitió pagar sus compras a Estados Unidos y sostener los gastos de sus principales aliados. El presidente Wilson, a punto estuvo de cortar el flujo de crédito a finales de 1916, pero finalmente permitió una expansión crediticia del gobierno estadounidense a sus aliados, igualmente la mayoría de potencias estuvo a punto de declarar la bancarrota en alguna ocasión durante la guerra.[88]
Dado que los países habían planificado una guerra corta de apenas unas semanas o meses, todas las grandes potencias, a excepción de Rusia, sufrieron una falta crónica de armas y municiones desde septiembre de 1914, que tardó largo tiempo en solucionarse. Francia fue la gran potencia más afectada, pues la ocupación alemana del norte del país le privó del 40 % de su carbón, del 90 % de su hierro y del 76 % de sus altos hornos, con lo que no pudo poner fin a la escasez de munición hasta abril de 1916.[87] En esta carrera Alemania, primera potencia del continente,[24] dispuso de gran ventaja sobre sus rivales, pues su rápida preparación económica del conflicto le permitió elevar su producción enseguida, basta decir que en 1917 Alemania fabricaba mensualmente 2000 cañones y 9000 ametralladoras, cuando en 1913 fabricaba 200.[87] Si bien Rusia no afrontó problemas iniciales, hasta noviembre de 1915 no consiguió satisfacer la demanda de armas pesadas y hasta 1917 la dotación reglamentaria de armas ligeras, por lo que debió multiplicar la compra de fusiles, cañones y municiones a Estados Unidos y Japón e incrementar su producción.[87] A las consecuencias macroeconómicas, le siguieron las microeconómicas: el trabajo en las familias se alteró por la salida al frente de muchos hombres. Con la muerte o ausencia del hasta entonces proveedor de ingresos de las familias, las mujeres se vieron obligadas a entrar en la fuerza laboral en un número sin precedentes. De igual forma la industria necesitaba reemplazos por los obreros enviados como soldados a la guerra; esto ayudó notablemente a la obtención del derecho al voto femenino.[89] Sin embargo esto no bastó y todas las naciones enrolaron trabajadores traídos de sus colonias, prisioneros de guerra o especialistas repatriados del frente para el esfuerzo bélico. Alemania fue el único país que llegó al extremo de recurrir al trabajo obligatorio, además deportó a unos dos millones de trabajadores extranjeros procedentes de los países que ocupaba, dándose la paradoja de que en 1918, Alemania producía tanto equipo bélico que faltaban soldados para utilizarlo.[90]
El Estado también debió procurar alimentar a la población que sostenía el esfuerzo de guerra; el reclutamiento de millones de hombres precipitó la caída de la producción de alimentos en todas las naciones beligerantes y el abastecimiento quedó en riesgo.[88] Una vez más, Alemania se adelantó al resto y desde noviembre de 1914 racionó el consumo de productos básicos como pan o patatas, que más tarde amplió a las carnes y grasas. Por primera vez en la historia, 67 millones de habitantes debieron someterse a un régimen de cartillas de racionamiento que les aseguraban unas cantidades de comida progresivamente menores según avanzaba la guerra.[88] Reino Unido no tomó medidas tan drásticas, pero estableció un severo control, que en ocasiones se convirtió en un verdadero monopolio, de las importaciones, fijó precios e invirtió muchos esfuerzos en aumentar la producción de productos clave como el trigo y la patata, con lo que el Estado acabó controlando el 94 % de los alimentos que se consumían en todo el país.[88] Sin embargo, Reino Unido acabó imponiendo el racionamiento, tras soslayarlo en varias ocasiones, a principios de 1918, con lo que limitó el consumo de carne, azúcar, grasas (mantequilla y margarina), pero no el de pan; el nuevo sistema funcionó sin problemas. Igualmente durante la guerra creció la afiliación sindical y solo en Gran Bretaña el número de trabajadores sindicados se duplicó, de algo más de cuatro millones en 1914 a más de ocho millones en 1918.[91] El Imperio británico volvió la vista a sus colonias para la obtención de aquellos materiales de guerra esenciales, cuyo suministro tradicional se había visto enormemente dificultado con la guerra. A geólogos como Albert Ernest Kitson se les encomendó la búsqueda de nuevos recursos y minerales preciosos en las colonias africanas. El propio Kitson descubrió importantes yacimientos de manganeso en Costa de Oro, que serían utilizados para la fabricación de municiones.[92]
Empeoramiento del frente interior
Tras años de racionamiento, la mortalidad de la población civil en Alemania comenzó a aumentar notablemente: al ascenso del 14 % de 1916 se sumó un incremento del 37 % en 1918.[93] Pero estas penurias no fueron exclusivas de Alemania, pues las situaciones de racionamiento afectaron al Imperio otomano, Francia y Austria-Hungría, este último país afrontó una situación especialmente grave y regiones enteras de Austria se vieron sumidas en la hambruna.[94] Llegados a este punto, la penosa situación de gran parte de la población, las millones de muertes en el frente, las evidentes y crecientes divergencias económicas y la restricción de derechos y libertades en todos los países beligerantes crearon un sentimiento general de hartazgo y oposición.[94] Si a raíz, en parte, de lo antes mencionado, se produjeron en Rusia los episodios revolucionarios de 1917, los movimientos opositores en los demás países siguieron su ejemplo y en Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Austria-Hungría se vivieron virulentas huelgas, motines y rebeliones. Ya en 1917, los motines en el ejército francés amenazaron con derrumbar el frente y en 1918 cientos de miles de soldados austro húngaros y otomanos desertan. La situación se volvió especialmente dura en Alemania, donde una sucesión de motines, rebeliones militares y huelgas acabaron colapsando el frente interior en apenas semanas.[94] Las penurias económicas acrecentaron el clima de revolución social en los últimos compases de la guerra y en la posguerra, sin embargo, las clases dirigentes (en ocasiones con ayuda de sus antiguos países enemigos) consiguieron restablecer su autoridad en todos los países donde esta se había puesto en duda, solo en la Rusia soviética sus antiguos dirigentes no lograron recuperar su poder.[94]
Consecuencias de la guerra
Uno de los efectos más notables a largo plazo de esta guerra fue la gran ampliación de los poderes y responsabilidades gubernamentales en Francia, Estados Unidos y Reino Unido, con el fin de aprovechar todo el potencial de la nación, con la creación de nuevas instituciones y ministerios. Se crearon nuevos impuestos y se promulgaron nuevas leyes, todas ellas diseñadas para reforzar el esfuerzo bélico, algunas de las cuales han perdurado hasta nuestros días. Del mismo modo, la guerra puso a prueba la maquinaria estatal de antiguas administraciones muy dimensionadas y burocráticas, como era el caso de Alemania y Austro-Hungría. Durante la guerra, el producto interno bruto (PIB) aumentó en tres países aliados: Reino Unido, Italia y Estados Unidos, pero disminuyó en Francia, Rusia, los Países Bajos (un país neutral) y en las tres principales potencias centrales. La contracción del PIB en Alemania, Rusia, Francia y el Imperio Otomano osciló entre un dramático 30 y un 40 %.
A partir de 1919, Estados Unidos exigió a Reino Unido las devolución de los préstamos, que procedieron en parte de las reparaciones de guerra alemanas, que a su vez podían pagar por préstamos estadounidenses a Alemania. Este sistema circular se derrumbó en 1931 y los pagos pendientes dejaron de reembolsarse; por entonces, en 1934, Reino Unido aún debía a EE. UU. 4400 millones de dólares, dinero que nunca pagó.[95]
La Primera Guerra Mundial también produjo un desequilibrio en el número de habitantes por género, dándose un número de mujeres mucho más elevado que el de hombres. Casi un millón de hombres británicos murieron en la guerra, lo que aumentó la brecha de género en ese país de cerca de 670 000 a 1 700 000 mujeres más que de hombres. El número de mujeres solteras que buscaban independencia económica también creció de forma espectacular, sin embargo, la desmovilización y el declive económico de la posguerra causó altas tasas de desempleo, y aunque la guerra había aumentado el número de mujeres trabajadoras, el regreso a sus países de los soldados desmovilizados, muchos de ellos trabajadores antes de la contienda, y el cierre de muchas fábricas, provocaron un descenso en el empleo femenino.
Consecuencias de la guerra
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, aún parece marcar el fin de una era y el comienzo de otra.The Origins of the First World War, 1992.
Las secuelas más visibles de la guerra fueron la desaparición de cuatro imperios: el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano. Numerosas naciones recuperaron su independencia y otras nuevas se crearon. Cuatro dinastías, y con ellas sus aristocracias, cayeron como consecuencia directa de la guerra: los Romanov, los Osmanlí, los Hohenzollern y los Habsburgo.
Pérdidas humanas
La Primera Guerra Mundial dejó entre nueve y diez millones de muertos y unos veinte millones de soldados heridos. De forma adicional, se estima que las víctimas civiles ascendieron a más de siete millones.[96] El Reich alemán movilizó a unos 11 millones de hombres, de los cuales unos 1,774 millones murieron;[97] el Imperio ruso reclutó a 12 millones de hombres para el servicio militar, 1,85 millones perecieron. De los más de 8 millones de franceses que combatieron, 1,3 millones (el 16 %) no sobrevivieron a la guerra, mientras que de Reino Unido murieron 850 000 soldados. Austria-Hungría perdió a 1,5 millones de soldados de los 7,8 millones que reclutó (un 19 %) e Italia perdió a 700 000 de sus más de 5 millones de hombres. Las mayores pérdidas, en proporción, las sufrieron Rumanía, Montenegro y Serbia: de los 700 000 soldados movilizados por Serbia, 130 000 murieron[96] y en total Serbia perdió al 11 % de su población (unas 540 000 personas fallecidas); aún peor fueron las cifras de Montenegro, país que perdió al 16 % de su población.[98]
La guerra dejó una brecha social dramática en la demografía de países como Alemania, Francia, Serbia, Montenegro y Turquía, que produjo un malestar social permanente, especialmente en los miles de huérfanos y viudas que generó.[99]
Millones de heridos sufrieron desfiguraciones, amputaciones y numerosas discapacidades permanentes que les impedían llevar una vida civil normal, en una sociedad donde no existían prótesis modernas y médicos profesionales para la rehabilitación. Un sin número de veteranos de guerra murieron después de la guerra a consecuencia de las heridas sufridas o a bajas edades por enfermedades contraídas en el frente. Entre los heridos se encontraban numerosos objetores de conciencia que se habían negado a participar en la guerra y que a menudo, a pesar de no tener ninguna patología, habían sido condenados a prisión o internados en centros psiquiátricos para evitar «que hicieran decaer la moral de las tropas». El bloqueo naval contra las Potencias Centrales hizo que, según un estudio de la Sociedad de Naciones de 1928, perecieran por hambre 424 000 alemanes (con estimaciones que sugieren hasta 733 000 muertos) en el invierno de 1916 a 1917 —llamado Steckrübenwinter—. En el contexto de la Primera Guerra Mundial, también se cometió, por parte del Imperio Otomano, el genocidio armenio, con cientos de miles de víctimas.
Costes y destrucción
Zonas como Bélgica, Serbia y el norte de Francia (en la llamada zona roja) fueron especialmente dañadas y en gran medida destruidas. El coste de la reconstrucción se estimó en más de 100 000 millones de francos. La esperanzas de los vencedores sobre la capacidad de refinanciar los costes de la guerra a través de las reparaciones aportadas por los vencidos resultó ser una ilusión irrealizable. Reino Unido pasó de ser el mayor acreedor del mundo a convertirse en una de las naciones más endeudadas, mientras que la guerra significó para Alemania una gigantesca inflación. Europa había perdido su hegemonía mundial y había dejado paso a naciones como Estados Unidos, nuevo acreedor de los países europeos.
El pacto económico de 1916 y la Conferencia de Paz de 1919, celebrados en París, impusieron el bloqueo económico a Alemania y las posteriores reparaciones de guerra. Los gastos totales directos de la misma ascendieron a 956 000 millones de marcos oro, 208 000 millones atribuidos al Imperio Británico, 194 000 millones a Alemania, 134 000 millones a Francia, 129 000 millones a Estados Unidos, 106 000 millones a Rusia, 99 000 millones a Austria-Hungría y 63 000 millones a Italia.[100][101][102] La mayor parte de estos gastos se sufragaron con bonos de guerra y la impresión de papel moneda, a excepción de Reino Unido. Solo en Alemania, el gasto bélico diario ascendía en 1916 a entre 60 y 70 millones de marcos, gasto que aumentó significativamente sobre todo a consecuencia del Programa Hindenburg. Solo una pequeña proporción de estos gastos se financiaron con ingresos fiscales, y aproximadamente el 87 % de los gastos se sufragaron con bonos, deuda y emisiones, lo que disparó la deuda nacional hasta los 145 000 millones de marcos.[103] Por su parte, el historiador económico Rondo Cameron estimó los gastos directos de la guerra en entre 180 000 y 230 000 millones de dólares (PPA de 1914) y unos costos indirectos, consecuencia de los daños a propiedades, de al menos 150 000 millones de dólares.[104]
Tratados de paz
Los acuerdos de paz se firmaron progresivamente entre 1919 y 1920. El 18 de enero de 1919, comenzó la Conferencia de Paz de París, un día no escogido al azar, pues el 18 de enero de 1871 se había fundado el Imperio alemán. Las negociaciones fueron en su mayor parte secretas y tanto Rusia como los países vencidos fueron excluidos de las conversaciones. Solo a partir del 24 de marzo de 1919 comenzaron los intercambios escritos con los vencidos, a través de los «cuatro grandes» o Consejo de los Cuatro, que reunía a los líderes de las cuatro potencias vencedoras: Francia, Reino Unido, Italia y Estados Unidos. El proyecto de acuerdo formalizado con el tratado de Versalles fue dado a los representantes de Alemania el 7 de mayo de 1919, el día del cuarto aniversario del hundimiento del RMS Lusitania,[105] y firmado el 28 de junio de 1919.[106][107]
Alemania y sus aliados tuvieron que «reconocer» «su responsabilidad por haber causado todos los daños y perjuicios a la que los aliados y los gobiernos asociados y sus ciudadanos han sido sometidos como consecuencia de la guerra impuesta sobre ellos por la agresión de Alemania y sus aliados». Esta declaración se incluía en el artículo 231 del tratado de Versalles. Este artículo se hizo especialmente conocido por ser una cláusula que culpaba directamente a Alemania del comienzo de la guerra, algo que los alemanes vieron con resentimiento y como un acto de humillación.[108] El tratado también limitaba su ejército a 100 000 hombres y 4000 oficiales,[109] su armada fue requisada (y posteriormente hundida en gran parte por sus propios tripulantes)[110] y se le prohibió la tenencia, fabricación, importación o exportación de artillería pesada, carros de combate, aviación y submarinos.[109] A todo ello se añadieron las costosas reparaciones de guerra; el tratado de Versalles estipuló en un primer momento que Alemania debía pagar 20 000 millones de marcos oro y la manutención y gastos de las tropas aliadas que ocupasen su territorio desde la firma del armisticio hasta los primeros cuatro meses de 1921. Más adelante la Comisión de Reparaciones estableció que Alemania debía pagar 226 000 millones de marcos oro,[111] aunque más tarde, en abril de 1921, esa cantidad se redujo a 132 000 millones de marcos oro,[111] que se deberían pagar a razón de 2000 millones de marcos oro anuales más el 26 % de los ingresos por exportación alemanes (aproximadamente otros 1000 millones de marcos oro). En un primer momento todas las potencias derrotadas debían pagar reparaciones, pero al ser Alemania la mayor potencia y único país que había mantenido su economía a salvo de la destrucción, debió asumir la gran mayoría de costes, pero arruinada, no pudo hacer frente a los pagos en numerosas ocasiones y de hecho entre 1919 y 1932 apenas pudo pagar 21 000 millones.[112] De igual forma, una parte importante de su producción debía ser entregada a las potencias vencedoras y también durante años estuvo enviando decenas de millones de toneladas de carbón en compensación por las minas destruidas, además de considerable número de productos agrícolas, ganaderos e industriales. Alemania terminó de pagar estas reparaciones de guerra en el año 2010.[111]
Alemania perdió 70 570 kilómetros cuadrados de territorio en el continente y los 7,3 millones de habitantes que los habitaban, además de todo su imperio colonial, y debió acordar la desmilitarización de Renania y la ocupación del lado izquierdo del Rin.[109] El tratado colocó a Alemania bajo sanciones legales, se la privó de su poder militar y económico y acabó arruinada y políticamente humillada.[113] Para los historiadores el tratado, la guerra y su memoria, marcaron la política alemana de las décadas de 1920 y 1930 y los intentos de revisionismo histórico y el clima de inestabilidad que vivió la República de Weimar. Mientras tanto, las nuevas naciones independizadas o que se libraban de la ocupación alemana sufrida durante la guerra vieron el tratado como un reconocimiento a las injusticias cometidas por las principales potencias contra pequeños países.[114]
Los tratados con Austria (tratado de Saint-Germain-en-Laye), Hungría (tratado de Trianón), Bulgaria (tratado de Neuilly-sur-Seine) y el Imperio otomano (tratado de Sèvres) siguieron en gran medida la misma línea que el tratado de Versalles: no se permitió a los vencidos conocer los términos del tratado hasta el momento en que debían firmarlo, se les excluyó con carácter provisional de la Sociedad de Naciones, se limitó sus ejércitos y su territorio y se les exigieron reparaciones de guerra. Hungría fue, relativamente hablando, la nación que más pérdidas territoriales sufrió (apenas retuvo un 32 % de su territorio anterior, a pesar de que los húngaros representaban el 54 % de la población) y 3,3 millones de húngaros quedaron atrapados en territorio extranjero, de los cuales 354 000 huirían entre 1920 y 1924;[115] Austria quedó reducida a una pequeña república. El rechazo del Senado de Estados Unidos a ratificar el Tratado de Versalles y la entrada de su país en la Sociedad de Naciones acabó con un tratado bilateral entre Estados Unidos y Alemania en 1921. El acuerdo con Turquía no entró nunca en vigor, debido al triunfo del movimiento revolucionario de Mustafa Kemal Atatürk en la guerra de Independencia turca, que conluyó con el reconocimiento de la nueva República de Turquía y la celebración del tratado de Lausana, mucho menos estricto que el de Sèvres.[116]
Identidades y cambios en las fronteras nacionales
Polonia volvió a constituirse como un país independiente tras más de un siglo de dominación. El Reino de Serbia y su dinastía gobernante, que durante la guerra había sido una «nación menor» aliada y el país con la mayor proporción de víctimas,[117][118] se convirtió en la espina dorsal del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, un nuevo Estado multinacional que en 1929 se rebautizó como Reino de Yugoslavia. Checoslovaquia también fue una de las nuevas naciones surgidas en la posguerra, creada a partir de la fusión del Reino de Bohemia con territorios del Reino de Hungría. El antiguo Imperio ruso, tras la revolución y su conversión en un Estado socialista, pasó a llamarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) o simplemente Unión Soviética, aunque perdió Finlandia, Estonia, Lituania y Letonia, que se convirtieron en países independientes. El Imperio otomano fue reemplazado por Turquía y otros países de Oriente Medio, que pasaron a estar bajo dominación francesa y británica. Estas nuevas adquisiciones de las potencias coloniales se constituyeron en el Mandato francés de Siria, en el Mandato británico de Mesopotamia (Irak) y en el Mandato británico de Palestina, todos ellos bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones.[119] Con la liquidación del imperio colonial alemán, las colonias alemanas pasaron a ser administradas, también bajo mandatos, por las naciones vencedoras; Francia y el Imperio británico se repartieron la práctica totalidad de las posesiones alemanas en África, mientras que Australia, Japón y Nueva Zelanda hicieron lo propio con las islas del Pacífico controladas por los germanos.[120] Los imperios y esferas de influencia de británicos y franceses llegaron tras el fin de la Primera Guerra Mundial a su máxima extensión histórica, aunque esta resultó efímera.
En los territorios de ultramar del Imperio británico se desataron nuevas formas de nacionalismo. En Australia y Nueva Zelanda, la batalla de Galípoli fue conocida como el «bautismo de fuego» de estas naciones. Fue la primera gran guerra en la que estos países de reciente creación lucharon; de la misma forma, fue una de las primeras veces en que las tropas australianas lucharon como australianos y no como sujetos de la Corona británica. Cada 25 de abril se celebra en Australia y Nueva Zelanda el Día ANZAC, en conmemoración de los Australian and New Zealand Army Corps (ANZAC), una fuerza conjunta que combatió en Galípoli.[121][122] Tras la batalla de Vimy Ridge (parte de la batalla de Arrás) de 1917, donde las divisiones canadienses lucharon juntas por primera vez como un solo ejército, los canadienses empezaron a referirse a su país como «una nación forjada en el fuego»;[123] así, por primera vez los soldados de un dominio colonial habían conseguido en el campo de batalla lo que soldados de «su país de origen» no habían logrado. Cuando Reino Unido declaró la guerra en 1914, todos sus dominios pasaron a estar automáticamente en guerra, sin embargo, al concluir esta, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica firmaron de forma individual el Tratado de Versalles.[124]
El establecimiento del actual Estado de Israel y las raíces del largo conflicto israelí-palestino se encuentran parcialmente en la inestabilidad en Oriente Medio que siguió al término de la Primera Guerra Mundial.[125] Antes y durante la guerra, el Imperio otomano había mantenido un modesto nivel de paz y estabilidad en la región,[126] sin embargo tras el desmantelamiento del gobierno otomano, se produjeron vacíos de poder, conflictos y reclamaciones sobre estos territorios y nuevas naciones emergieron.[127] Las fronteras políticas trazadas por los vencedores de la Primera Guerra Mundial se impusieron de forma rápida y con escasas y superficiales consultas a la población local, en ocasiones se trazaron directamente y con líneas rectas sobre el mapa. Estas arbitrariedades darían lugar a conflictos y luchas por la identidad nacional durante todo el siglo XX que continúan en el XXI.[128][129] La disolución del Imperio otomano fue por tanto fundamental para la configuración política moderna de Oriente Medio, incluido el conflicto árabe-israelí, pero también lo fue para otros conflictos menos conocidos como el control del agua o de los recursos naturales.[130][131]
Efectos sobre la salud
Además de las muertes y pérdidas humanas directas, la guerra dejó profundas consecuencias en la salud de los soldados. De los 60 millones de militares europeos movilizados entre 1914 y 1918 unos siete millones sufrieron alguna discapacidad permanente. Alemania perdió al 15,1 % de su población activa masculina, Austria-Hungría al 17,1 % y Francia a un 10,5 %.[132] En Alemania murieron 474 000 civiles más de los que habrían muerto en tiempos de paz, consecuencia de la escasez de alimentos y la malnutrición, que debilitaron a la población frente a las enfermedades.[133] En otras partes del mundo el hambre también fue un problema, como en Líbano, donde para el final de la guerra habían muerto de inanición unas 100 000 personas.[134] El hambre y las enfermedades se cebaron especialmente con Rusia, una de las naciones más perjudicadas por la Primera Guerra Mundial y que tras su fin vivió una cruenta guerra civil; se calcula que hasta 6 millones de rusos murieron en la hambruna de 1921,[135][136] producto de una mala cosecha y de los conflictos bélicos. En 1922, había en Rusia entre 4,5 y 7 millones de niños sin hogar tras una década de devastación.[137] Miles de personas, en su mayoría rusos anti soviéticos, abandonaron el país tras la revolución y emigraron principalmente a Francia, Reino Unido, Estados Unidos y a la ciudad china de Harbin, donde vivían más de 100 000 rusos en la década de 1930.[138]
En las caóticas condiciones de guerra, las enfermedades florecieron. Solo en 1914, el tifus exantemático epidémico transmitido por los piojos mató a 200 000 personas en Serbia.[139] Entre 1918 y 1922, Rusia sufrió 25 millones de infecciones y tres millones de muertos por tifus epidémico.[140] En 1923, 13 millones de rusos contrajeron la malaria, que ya había registrado un fuerte aumento en los años previos a la guerra.[141] Especialmente trágica fue la pandemia de gripe de 1918, que mató a no menos de 50 millones de personas en todo el mundo[142] (hasta un máximo de 100 millones),[143] y que solo en la India británica dejó entre 10 y 17 millones de víctimas mortales.[144][145] La gripe española, llamada así por ser la España neutral uno de los únicos lugares donde se informó de ella (los países beligerantes censuraron las informaciones), se convirtió en uno de los desastres más mortíferos de la historia de la humanidad,[146][147] redujo la esperanza de vida mundial en casi 12 años[148] y tuvo la particularidad de ser especialmente mortal en adultos jóvenes y de propagarse fundamentalmente en verano y otoño en el hemisferio norte (cuando lo habitual es en invierno). El académico Andrew Price-Smith incluso sugirió que las mayores tasas de mortalidad en Alemania y Austria por la gripe ayudaron a inclinar la balanza de la guerra en favor de los Aliados.[149]
En otros ámbitos, como consecuencia de la guerra, Grecia combatió contra Turquía, en una guerra que terminó con el tratado de Lausana y el intercambio de población entre ambos países en el que participaron unas dos millones de personas y donde,[150] según algunas fuentes,[151] murieron cientos de miles de griegos, en lo que se conoce como el genocidio griego, un término que sin embargo aún es polémico.[152] La alarma social, el temor y la violencia generalizada tras la revolución rusa de 1917 y la posterior guerra civil dejaron más de 2000 pogromos en los territorios del antiguo Imperio ruso, sobre todo en Ucrania y perpetrados por elementos anti bolcheviques.[153] Fuentes judías estiman que entre 60 000 y 200 000 civiles judíos murieron en aquellas matanzas.[154]
Influencia en el ascenso del fascismo y el nazismo
El ascenso del nazismo y el fascismo incluyó un renacimiento del nacionalismo y un rechazo a los numerosos cambios de posguerra. Del mismo modo, en Alemania se popularizó la leyenda de la puñalada por la espalda (Dolchstoßlegende), un testimonio sin igual del estado psicológico en que se encontraba la población alemana tras la derrota y su rechazo a la responsabilidad del conflicto que le atribuían los vencedores.[155] Esta teoría consistía en la creencia de que Alemania no había perdido la guerra por razones militares, sino por el «enemigo interior», o sea, los partidos de izquierda responsables del proceso revolucionario alemán y los judíos.[156] La aceptación de esta leyenda por una parte importante de la población deslegitimó al gobierno de Weimar y desestabilizó el sistema, lo que fue aprovechado especialmente por la extrema derecha y la tercera posición, incluyendo al movimiento nazi, que supo capitalizar el descontento por el tratado de Versalles.[157]
Sin la Primera Guerra Mundial y su legado el Tercer Reich sería inconcebible. La popularidad del nazismo tiene unas raíces psicológicas principales que no se pueden explicar sin este legado. Para la opinión pública de Alemania la derrota en 1918 significó un desastre continuo y a ojos de Hitler y la dirección del régimen la Segunda Guerra Mundial no era más que el legado inacabado de la Primera.
Italia, a pesar de ser uno de los países vencedores, salió decepcionada de los acuerdos de paz «por la arrogancia de los aliados en su trato con ella y la insatisfacción por los escasos beneficios obtenidos por la guerra». Este clima de frustración, con continuas huelgas y disturbios y las promesas incumplidas de Reino Unido y Francia, fue aprovechado por Benito Mussolini y su Partido Nacional Fascista, que se ganó el apoyo sobre todo de la pequeña burguesía rural, ya que al igual que en Alemania, responsabilizaba a los partidos de izquierda de la inestabilidad social que vivía el país.[156]
Testimonios, literatura y filmografía
En sus Memorias de mi vida el mariscal Paul von Hindenburg considera que Alemania no perdió la guerra por causas militares. En 2001 se publicó la biografía de Mata Hari de Russell Warren Howe. Roger Vercel publicó una famosa serie de novelas sobre el Capitán Conan que dio lugar a la película homónima de Bertrand Tavernier; también fue llevada al cine El pabellón de los oficiales de Marc Dugail por François Dupeyron. Han tratado el tema Derek Robinson, Alexander Fullerton y Anne Perry. Jan Morris elaboró una biografía del almirante Fisher, Peter Kilduff una nueva del Barón Rojo; hay ensayos sobre la guerra aérea (Aces falling, de Peter Hart, o On a wing and a prayer de Joshua Levine. En Tolkien and the Great War (Harper Collins, 2003) se rastrea en las imágenes que vio el autor en las trincheras los paisajes desolados de Mordor (la salvación de Minas Tirith por un ejército de muertos la habría inspirado un texto de Siegfried Sassoon).
Muchos poetas británicos escribieron sobre esta traumática experiencia. Her Privates We, de Frederic Manning, fue aplaudida por Hemingway, T. S. Eliot y T. E. Lawrence. La marcha Radetzky, de Joseph Roth, retrata el fin del imperio austrohúngaro; satírica es la visión del clásico checo Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hašek. Son clásicos del pacifismo Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque y Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo; también es clásica Adiós a las armas, de Hemingway y El final del desfile de Ford Madox Ford.
Otros grandes clásicos del conflicto son Adiós a todo eso, memorias de Robert Graves; Los siete pilares de la sabiduría de T. H. Lawrence, Tempestades de acero, de Ernst Jünger y El miedo, de Gabriel Chevallier (1895-1969).
En el cine destacan Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, basada en una novela de Humphrey Cobb inspirada en hechos reales; La gran ilusión, de Jean Renoir; Sargento York, de Howard Hawks; Sin novedad en el frente en su varias versiones; Rey y patria, de Joseph Losey; El gran desfile, de King Vidor; Gallipoli, de Peter Weir; Capitán Conan, El pabellón de los oficiales y Lawrence de Arabia y War Horse de Steven Spielberg, basada en la novela homónima de Michael Morpugo. En cuanto a filmes sobre aviación, están desde Alas o Águilas azules y Fly boys (2006).
En cuanto al campo musical la principal aportación de la Gran Guerra a la cultura popular del siglo XX fue la célebre canción «Lili Marleen» compuesta por el joven soldado alemán Hans Leip en 1915, mientras cumplía servicio en el frente ruso. Escrita inicialmente en forma de poesía, su melancólica letra estaba dedicada a una novia imaginaria, fruto de la combinación de su auténtica novia Lilí, hija del dueño de los ultramarinos de su ciudad natal, con una enigmática Marleen, cuya identidad ha sido atribuida a la novia de algún amigo de Leip, o a una enfermera que este conoció por aquellas fechas, mientras servía en la guerra. En el poema el joven soldado se despedía de esta novia idealizada en la puerta de su cuartel, bajo la onírica luz de un farol.
Leip sobrevivió a la guerra, y milagrosamente también muchos de los poemas que escribió durante su tiempo de servicio. Años después, cuando Leip se había convertido en un reputado novelista y dramaturgo, los poemas de su época de juventud fueron publicados en una colección que vio la luz en 1937. Uno de ellos, el que llevaba el nombre de Das Lied eines jungen Soldaten auf der Wacht ('La canción de un joven soldado de guardia') llamó la atención del compositor Norbert Schulze que decidió musicalizarlo con el nombre Das Mädchen unter der Laterne ('La chica bajo la farola') y no con el que ha pasado a la historia. Para esto hubo que esperar a 1939, cuando fue estrenada por la conocida cantante alemana Lale Andersen ya con el nombre de Lili Marleen. Durante los años siguientes alcanzó una inmensa popularidad entre los soldados de ambos bandos de la Segunda Guerra Mundial, y aún después de esta su fama siguió creciendo hasta llegar a ser considerada como una de las canciones más influyentes del siglo XX.
Véase también
- Guerra mundial
- Período de entreguerras
- Segunda Guerra Mundial
- Guerra
- Anexo:Veteranos de la Primera Guerra Mundial
- Papel de la mujer en la Primera Guerra Mundial
- Centenario de la Primera Guerra Mundial
- Luftfahrtruppen
- Luftstreitkräfte
Notas
- ↑ Aunque no se incluye en el cuadro, el Imperio alemán en Europa estaba formado por el Gran Ducado de Baden, el Reino de Baviera, el Reino de Prusia, el Reino de Sajonia y el Reino de Wurtemberg.
- ↑ Hasta entonces en inglés el término «the Great War» se utilizaba para referirse a las guerras del periodo 1792-1815, desde la Revolución francesa hasta la derrota de Napoleón.[3] En Alemania «der grosse Krieg» era la guerra de los Treinta Años.[4]
- ↑ Se sitúa como el quinto conflicto más mortífero de la Humanidad si solo se incluyen las bajas mortales en combate. Algunas fuentes e historiadores incluyen en el número de muertos provocados por la Primera Guerra Mundial, las víctimas de la gripe española, lo que elevaría el número de muertos a unos 65 millones, convirtiéndose en el tercer conflicto más mortífero tras la Segunda Guerra Mundial y la Rebelión Taiping, usándose las estimaciones más pesimistas.
- ↑ Los alemanes ya habían intentado utilizarlos en enero en el frente oriental contra tropas rusas, pero el ataque no causó víctimas.
Referencias
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Enlaces externos
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