Diferencia entre revisiones de «Gallaecia»
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La cohesión social y territorial definida por los celtas en el territorio galaico se mantendría durante toda la romanización. Una importante aportación, que contribuiría a definir la posterior división territorial, sería la infraestructura viaria compuesta de puentes y calzadas utilizada para los desplazamientos de tropas y el transporte de mercancías. A lo largo de estas vías había mansiones y estaciones de descanso para las tropas, que fueron el origen de numerosas villas que han llegado hasta nuestros días. Si bien existían otras vías secundarias, las principales eran cuatro -numeradas como ''XVII a XX'' en el itinerario de [[Caracalla]]- y enlazaban las ciudades fundadas por [[Augusto]] con el resto de los dominios romanos. Estas tres ciudades, ''Lucus Augusti'' ([[Lugo]]), ''Bracara Augusta'' ([[Braga (ciudad)|Braga]]) y ''Asturica Augusta'' ([[Astorga]]), pasarían a ser la cabecera de los tres 'conventus' (''Lucensis'', ''Bracarensis'' y ''Asturiacensis'', respectivamente), que con la reforma de [[Diocleciano]] del año [[298]] quedarían unificados bajo una única provincia segregada de la ''Tarraconensis'': ''[[Gallaecia]]''. Así pues, fue durante esta época cuando la ''Gallaecia'' alcanzó sus máximas fronteras, llegando por el oriente hasta las fuentes del río [[Ebro]]. |
La cohesión social y territorial definida por los celtas en el territorio galaico se mantendría durante toda la romanización. Una importante aportación, que contribuiría a definir la posterior división territorial, sería la infraestructura viaria compuesta de puentes y calzadas utilizada para los desplazamientos de tropas y el transporte de mercancías. A lo largo de estas vías había mansiones y estaciones de descanso para las tropas, que fueron el origen de numerosas villas que han llegado hasta nuestros días. Si bien existían otras vías secundarias, las principales eran cuatro - numeradas como ''XVII a XX'' en el itinerario de [[Caracalla]] - y enlazaban las ciudades fundadas por [[Augusto]] con el resto de los dominios romanos. Estas tres ciudades, ''Lucus Augusti'' ([[Lugo]]), ''Bracara Augusta'' ([[Braga (ciudad)|Braga]]) y ''Asturica Augusta'' ([[Astorga]]), pasarían a ser la cabecera de los tres 'conventus' (''Lucensis'', ''Bracarensis'' y ''Asturiacensis'', respectivamente), que con la reforma de [[Diocleciano]] del año [[298]] quedarían unificados bajo una única provincia segregada de la ''Tarraconensis'': ''[[Gallaecia]]''. Así pues, fue durante esta época cuando la ''Gallaecia'' alcanzó sus máximas fronteras, llegando por el oriente hasta las fuentes del río [[Ebro]]. |
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La romanización de la cultura galaica se produjo también en la lengua y la religión, si bien de forma inversa. Aunque en la lengua el sustrato gaélico original acabaría disolviéndose en el latín, se mantuvieron las raíces de topónimos y antropónimos. En el caso de la religión, el fenómeno fue el contrario. |
La romanización de la cultura galaica se produjo también en la lengua y la religión, si bien de forma inversa. Aunque en la lengua el sustrato gaélico original acabaría disolviéndose en el latín, se mantuvieron las raíces de topónimos y antropónimos. En el caso de la religión, el fenómeno fue el contrario. |
Revisión del 20:07 20 dic 2008
Gallaecia fue originalmente el nombre con el que los romanos identificaron al territorio situado en el extremo noroccidental de la Peninsula Ibérica habitado por pueblos indoeuropeos de lengua céltica denominados galaicos. Años después de la culminación de la conquista romana, con la nueva división administrativa de Diocleciano, estuvo formada por los conventos Lucensis, Bracarensis y Asturicensis. Con el tiempo, en el siglo IV, la Gallaecia llego a incluir el antiguo conventus cluniacenesis, abarcando así todo el norte de Hispania. Independientemente de la evolución territorial asociado a dicho nombre, este acabaría por derivar en lengua española hasta nombrar la actual Galicia, a pesar de no corresponderse al antiguo territorio romano.
Periodo Romano
Al acabar las Guerras Cántabras y ser sometido todo el norte, se incorporó con parte de los nuevos territorios a la provincia de Lustiania Ulterior, para pasar más tarde, en una fecha sin precisar, a la Tarraconense. En ese momento, la Gallaecia estaba formada por los circunscripciones: los conventus Lucensis y Bracarensis, con respectivas capitales en Lucus Augusti y Bracara Augusta.
En 214 Antonino Caracalla creó la provincia Hispania nova citerior Antoniniana por división de la Tarraconense. Esto supondrá que a los dos conventos galaicos se le añadió un tercero, el Asturicensis, con capital en Asturica Augusta. A mediados del siglo IV la ya provincia Gallaecia vería de nuevo incrementado su territorio con un nuevo convento, el Cluniacensis, con capital en Clunia Sulpicia.
A comienzos del siglo V la Gallaecia fue ocupada por los suevos y los alanos a pesar de la resistencia de sus habitantes. Estos bárbaros establecieron reinos en territorio romano a través de pactos con el poder imperial. El rey suevo Hermerico firmó un foedus con el Imperio mediante el cual se convertía en federado de Roma, ocupando la provincia de Gallaecia y aceptando al Emperador como su superior (411). La parte occidental de la Gallaecia fue para los suevos, en tanto que la oriental correspondió a los alanos, dirigidos por su rey Gunderico. Enfrentados ambos, Hermerico fue derrotado por los alanos en los montes Nerbasos, en la actual provincia de León.
Con ello, la antigua Gallaecia llegó a su fin. En pocos años, el rieno suevo quedaría restringido a la Galicia actual, el norte de Portugal y extremo occidental de León, en tanto que el resto de territorio quedó bajo dominio visigodo o de las propias élites hispanorromanas (tal es el caso de la costa cantábrica hasta la conquista visigoda en tiempos de Leovigildo).
Sociedad en la Gallaecia antigua
La cohesión social y territorial de la cultura castreña explica la extraordinaria resistencia de los galaicos a la dominación romana[1], que se prolongó durante más de un siglo cuando esta ya se extendía por el resto de la Hispania. Así lo constatan diversas crónicas, como las de Orosio, que cuenta cómo en el año 137 a. C., el Praetor Décimo Junio Bruto inició una campaña de castigo debido a las continuas incursiones bélicas y de saqueo celtas en el área romana lusitana. Por esta campaña, en la que hubo de enfrentarse con 60.000 gallaicoi en el río Duero, volvió a Roma convertido en héroe, por lo que fue llamado 'Gallaicus'. En ese mismo año, las legiones romanas llegarían al río Limia, que al identificarlo al río Lethes de la mitología romana, sólo pudo ser cruzado cuando el Praetor llamó por sus nombres a sus soldados para demostrar que no había perdido la memoria. El avance hacia el norte se detendría al año siguiente al llegar al río Miño, donde los gallaicoi provocaron el repliegue romano hacia el sur.
La situación se mantendría durante los siguientes cien años, sin que las esporádicas expediciones romanas consiguieran internarse más en territorio galaico, siendo la única significativa la de Publio Licinio Craso del 96-94 a. C. Sin embargo, en el 73 a. C. Quinto Sertorio es derrotado, de forma que la región al norte del río Tajo recupera su independencia. La situación seguiría así hasta que diez años después Julio César es designado Propraetor de la Hispania Ulterior. En el año 61 a. C. retoma el avance hacia el norte, penetrando en la región lusitana situada entre los ríos Tajo y Duero, y de forma personal conduce una incursión marítima que arrivaría a Brigantium. No obstabnte, el interior del territorio galaico continúa una resistencia que se recrudece en su última etapa durante la campaña de César Augusto entre los años 39 al 24 a. C., de la que sería su exponente más significativo la batalla del Monte Medulio. Esto impediría la declaración de la Pax Romana hasta el año 23 a. C., si bien la resistencia proseguiría en las áreas fronterizas astures y cántabras hasta el 19 a. C.
Una vez finalizados los enfrentamientos bélicos, se inició una fructífera romanización que se prolongaría durante los siguientes cuatro siglos, iniciándose oficialmente entre los años 64 y 70 cuando Vespasiano convierte en pueblo romano a los 451.000 gallaicoi[2]. De esta forma, los castros se transformarían en las villae y la población incorporaría las nuevas tecnologías, como la arquitectura, la agricultura basada en el arado, el Derecho romano o la minería. En este último aspecto cabe destacar el sistema de extracción de metales denominado ruina montium, que consistía en excavar túneles en los montes, por los que se introducía de golpe el agua de embalses preparados al efecto, reventando el monte y rescatando aguas abajo los minerales valiosos (específicamente, el oro).
La cohesión social y territorial definida por los celtas en el territorio galaico se mantendría durante toda la romanización. Una importante aportación, que contribuiría a definir la posterior división territorial, sería la infraestructura viaria compuesta de puentes y calzadas utilizada para los desplazamientos de tropas y el transporte de mercancías. A lo largo de estas vías había mansiones y estaciones de descanso para las tropas, que fueron el origen de numerosas villas que han llegado hasta nuestros días. Si bien existían otras vías secundarias, las principales eran cuatro - numeradas como XVII a XX en el itinerario de Caracalla - y enlazaban las ciudades fundadas por Augusto con el resto de los dominios romanos. Estas tres ciudades, Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga), pasarían a ser la cabecera de los tres 'conventus' (Lucensis, Bracarensis y Asturiacensis, respectivamente), que con la reforma de Diocleciano del año 298 quedarían unificados bajo una única provincia segregada de la Tarraconensis: Gallaecia. Así pues, fue durante esta época cuando la Gallaecia alcanzó sus máximas fronteras, llegando por el oriente hasta las fuentes del río Ebro.
La romanización de la cultura galaica se produjo también en la lengua y la religión, si bien de forma inversa. Aunque en la lengua el sustrato gaélico original acabaría disolviéndose en el latín, se mantuvieron las raíces de topónimos y antropónimos. En el caso de la religión, el fenómeno fue el contrario.