Ir al contenido

Diferencia entre revisiones de «Expedición perdida de Franklin»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Avicentegil (discusión · contribs.)
Sin resumen de edición
Avicentegil (discusión · contribs.)
Sin resumen de edición
Línea 79: Línea 79:


Durante la expedición, el equipo visitó un lugar, a un kilómetro al norte de la fosa común, donde examinaron fragmentos de cientos de latas de conserva desechadas por los hombres de Franklin. Beattie señaló que las costuras fueron mal soldadas con plomo, lo que probablemente hizo que entrase en contacto directo con los alimentos.<ref>Beattie (1987), p. 158</ref><ref name="LLTissue2" name="LLTissues1">{{cita noticia|apellidos= Kowall |nombre= W.A.|coautores = Krahn, P.M., Beattie, O. B. |título= Lead Levels in Human Tissues from the Franklin Forensic Project |obra= International Journal Environmental Analytical Chemistry, volumen 35| página = 121 |editor= Gordon and Breach Science Publishers}}</ref> La publicación de los hallazgos de la expedición de 1984 y la foto del cadáver de Torrington, que 138 años después de su muerte estaba muy bien conservado en el [[permafrost]] de la tundra, hizo que los medios de comunicación tratasen ampliamente en el tema y se renovase el interés por la expedición de Franklin.
Durante la expedición, el equipo visitó un lugar, a un kilómetro al norte de la fosa común, donde examinaron fragmentos de cientos de latas de conserva desechadas por los hombres de Franklin. Beattie señaló que las costuras fueron mal soldadas con plomo, lo que probablemente hizo que entrase en contacto directo con los alimentos.<ref>Beattie (1987), p. 158</ref><ref name="LLTissue2" name="LLTissues1">{{cita noticia|apellidos= Kowall |nombre= W.A.|coautores = Krahn, P.M., Beattie, O. B. |título= Lead Levels in Human Tissues from the Franklin Forensic Project |obra= International Journal Environmental Analytical Chemistry, volumen 35| página = 121 |editor= Gordon and Breach Science Publishers}}</ref> La publicación de los hallazgos de la expedición de 1984 y la foto del cadáver de Torrington, que 138 años después de su muerte estaba muy bien conservado en el [[permafrost]] de la tundra, hizo que los medios de comunicación tratasen ampliamente en el tema y se renovase el interés por la expedición de Franklin.

Investigaciones posteriores sugirieron que una fuente mucho más probable para el plomo fue el sistema de almacenamiento y conducción del agua dulce en los barcos que la comida enlatada. K.T.H. Farrer dijo que "es imposible explicar cómo se podía comer la cantidad de alimentos enlatados necesarios para ingerir 3,3 mg de plomo diarios durante ocho meses, necesaria para elevar el nivel de plomo a 80 μg/dL, cantidad a partir de la cual los síntomas de la intoxicación por plomo comienzan a aparecer en los adultos, además dijo que no se sostiene que el plomo en los huesos en unas personas mayores pudo acumularse por la ingestión de alimentos contaminados con plomo durante tan solo un período de pocos meses, o incluso tres años".<ref>K. T. H. Farrer, ‘Lead and the Last Franklin Expedition’, Journal of Archaeological Science, 20, 1993, pp. 399–409</ref> Por otro lado, es un hecho conocido que los alimentos en conserva eran de uso generalizado en la Royal Navy en esa época, y ello no significó que hubiese envenenamiento por plomo en otros barcos. Sin embargo, como algo excepcional, a los barcos de esta expedición se les había dotado con motores de locomotoras de ferrocarril, lo que requiere una cantidad de agua estimada en una tonelada por hora para producir el vapor. Es muy probable que por esta razón los buques dispusiesen de un único sistema de suministro de agua para el consumo humano y para alimentar la máquina de vapor, y ello implicaba que grandes cantidades de agua se contaminasen con el plomo con el que estaba construido todo el sistema de almacenamiento y distribución. Esto parece representar una fuente mucho más probable para los altos niveles de plomo observados en los restos de los miembros de la expedición que el de las latas de conservas.<ref name="Battersby"/>


== Notas y referencias ==
== Notas y referencias ==

Revisión del 13:55 4 may 2009

Reliquias de la expedición de Franklin de 1845, del Illustrated London News, 1854
Mapa de las probables rutas seguidas por los barcos HMS Erebus y HMS Terror en la expedición de Franklin.      La Bahía de Disko (5) a isla Beechey, en 1845.      Alrededor de la Isla Cornwallis (1), en 1845.      Desde isla Beechey descienden por el estrecho de Peel , entre la isla del Príncipe de Gales (2) y la isla Somerset (3) y la península de Boothia (4), hasta aproximarse a la isla del Rey Guillermo en 1846. La bahía de Disko (5) se encuentra a 3.200 kilómetros de la desembocadura del río Mackenzie (6).

La Expedición perdida de Franklin fue un viaje fallido de exploración del Ártico, dirigido por el capitán Sir John Franklin que partió de Inglaterra en 1845. Franklin era un oficial de la Armada Real y un experimentado explorador que ya había participado anteriormente en tres expediciones árticas, las dos últimas como comandante en jefe. Su cuarta y última expedición comenzó cuando ya tenía 52 años, y perseguía el objetivo de transitar y explorar el último tramo del Paso del Noroeste aun inexplorado. Franklin y los 128 miembros de la tripulación, murieron tras quedar sus barcos atrapados en el hielo en el estrecho Victoria cerca de la Isla del Rey Guillermo en el ártico canadiense.

Presionado por la esposa de Franklin y por otros, el Almirantazgo inició en 1848 la búsqueda de la expedición desaparecida. Impulsados en parte por la fama de Franklin y por la recompensa ofrecida por el Almirantazgo, muchas expediciones se lanzaron a la búsqueda, llegándose al extremo de que en un mismo momento de 1850 estaban participando en ella once buques británicos y dos norteamericanos. Varios de estos buques convergieron en la costa este de la isla Beechey, donde se encontraron los primeros vestigios de la expedición, incluyendo las tumbas de tres tripulantes. En 1854, el explorador John Rae, mientras realizaba una exploración científica de la costa ártica de Canadá al sureste de la isla del Rey Guillermo, pudo contactar con los inuit que le contaron historias sobre los tripulantes de la expedición de Franklin y además le dieron algunos sus objetos. Una búsqueda dirigida por Francis Leopold McClintock en 1859, descubrió una nota en la isla del Rey Guillermo que habían dejado allí con detalles sobre el destino de la expedición. La búsqueda continuó durante la mayor parte del siglo XIX.

En 1981, un equipo de científicos dirigido por Owen Beattie, un profesor de antropología en la Universidad de Alberta, comenzó una serie de estudios científicos de las tumbas, los cuerpos, y otras pruebas materiales dejadas por los miembros de la tripulación de Franklin en la isla Beechey y en la isla del Rey Guillermo. Llegaron a la conclusión de que los miembros de la tripulación, cuyas tumbas se habían encontrado en la isla de Beechey, habían muerto probablemente de neumonía y de tuberculosis, y que tal vez, otro motivo fuese el envenenamiento por plomo, proveniente de las soldaduras de las latas de conservas. Más recientemente se ha sugerido que la causa principal no fue la comida enlatada, que era habitualmente utilizada en la Royal Navy en aquella época, sino las conducciones del sistema de agua potable de los barcos.[1]​ Se encontraron marcas de cortes en los huesos humanos hallados en la isla del Rey Guillermo, algo indicativo del canibalismo. La combinación de los resultados de todos los estudios realizados sugirieron que la muerte de los miembros de la expedición fue debida a la hipotermia, el hambre, el envenenamiento por plomo, el escorbuto, las enfermedades y, en general, la exposición a un ambiente hostil para el que carecían de ropa adecuada, todo ello acompañado por una mala nutrición

Después de la pérdida del grupo de Franklin, los medios de comunicación victorianos, a pesar del fallo de la expedición y de los informes sobre canibalismo, retrataron a Franklin como un héroe. Se le escribieron canciones, se le levantaron estatuas en su ciudad natal, Londres, y en Tasmania se le atribuyó el descubrimiento del Paso del Noroeste. Se han realizado muchas obras artísticas sobre la expedición perdida de Franklin, incluyendo canciones, poemas, cuentos cortos y novelas, así como documentales de televisión.

Antecedentes

La búsqueda realizada por los europeos de un paso por el norte para disponer de un acceso directo desde Europa a Asia, comenzó con los viajes de Cristóbal Colón en 1492 y continuó hasta mediados de siglo XIX con una larga serie de expediciones de exploración, con origen principalmente en Inglaterra. Estos viajes, cuando tenían éxito, incrementaban los conocimientos que los europeos tenían sobre el Hemisferio Occidental, y en particular sobre América del Norte, y esa necesidad de conocer se fue desplazando gradualmente hacia el Ártico canadiense. Durante los siglos XVI y XVII, los navegantes más destacados que hicieron descubrimientos geográficos sobre América del Norte fueron Martin Frobisher, John Davis, Henry Hudson y William Baffin. En 1670, la aparición de la Compañía de la Bahía de Hudson supuso un incremento en las exploraciones de las costas, del interior de Canadá y de los mares árticos. Los principales exploradores del siglo XVIII fueron James Knight, Christopher Middleton, Samuel Hearne, James Cook, Alexander Mackenzie, y George Vancouver. En 1800, sus descubrimientos demostraron concluyentemente que no existía ningún pasaje del Noroeste navegable por los barcos que estuviese en las latitudes templadas entre el océano Pacífico y el océano Atlántico€.[2]

Sir John Barrow promovió los viajes de exploración al Ártico durante el largo periodo en que ejerció el cargo de Segundo secretario del Almirantazgo.

En 1804, Sir John Barrow se convirtió en el Segundo Secretario del Almirantazgo, cargo que desempeñó hasta 1845, y comenzó a estimular a la Royal Navy para completar la exploración del pasaje del Noroeste en el norte Canadá y para navegar hacia el Polo Norte. Durante las siguientes cuatro décadas, los exploradores John Ross, David Buchan, William Edward Parry, Frederick William Beechey, James Clark Ross, George Back, Peter Warren Dease, y Thomas Simpson hicieron productivos viajes a la región ártica canadiense. Entre estos exploradores fue John Franklin, segundo al mando de una expedición hacia el Polo Norte en los buques Dorothea y Trent en 1818, el que lideró muchas de esas expediciones por el interior y a lo largo de la costa ártica canadiense en 1819-1822 y 1825-1827.[3]​ En 1845, como resultado de todas esas expediciones, se había reducido el área inexplorada del Ártico canadiense a un cuadrilátero de unos 181.300 kilómetros cuadrados.[4]​ Fue a esta área inexplorada a la que Franklin se dirigió, en dirección oeste a través del Lancaster Sound y luego al oeste y al sur según le permitiese el hielo, las islas y otros obstáculos, para completar así el pasaje del Noroeste. La distancia que navegó fue de aproximadamente 1.670 kilómetros.[5]

Preparativos

Mando

Sir John Franklin. Barrow fue reticente a su nombramiento como jefe de la expedición.

Barrow, ya con 82 años y llegando al final de su carrera, estuvo deliberando acerca de quién debía ser nombrado para el mando de la expedición que completase el pasaje del Noroeste, y teniendo en cuenta su creencia de que toda la zona alrededor del Polo Norte era mar abierto libre de hielo. Parry, su primera elección, estaba cansado del Ártico y educadamente rechazó el mando.[6]​ Su segunda elección, James Clark Ross, también rehusó debido a que había prometido su nueva esposa que para él el Ártico se había acabado.[6]​ La tercera opción de Barrow, James Fitzjames, fue rechazada por el Almirantazgo en razón de su juventud. [6]​ Barrow sopesó la candidatura de George Back, pero no lo propuso porque le consideraba demasiado polémico.[6]Francis Crozier, otro posible candidato, era irlandés y de baja cuna, lo que jugó en su contra [6]​ A regañadientes, Barrow, no tuvo más remedio que proponer a Franklin con sus 59 años. [6]​ La expedición estaba compuesta de dos barcos, el HMS Erebus y el HMS Terror, cada uno de los cuales había viajado a la Antártida con James Clark Ross. A Fitzjames se le dio el mando del Erebus, y a Crozier, que había mandado el Terror durante la expedición antártica de Ross en 1841-1844, se le nombró oficial ejecutivo y capitán del Terror. Franklin recibió el mando de la expedición el 7 de febrero de 1845, y sus instrucciones oficiales el 5 de mayo de 1845.[7]

Barcos, tripulación y provisiones

El Erebus, de 378 toneladas, y el HMS Terror de 331 toneladas fueron sólidamente construidos y equipados con los últimos avances técnicos en náutica.[8]​ Los componentes de la máquina de vapor del Erebus vinieron de Greenwich y Londres por ferrocarril y los del Terror procedían probablemente de Londres y Birmingham y también llegaron por ferrocarril. Esos motores permitían a los barcos navegar por sus propios medios a una velocidad de 7,4 km/h.[9]​ Otros avances tecnológicos incluían refuerzos hechos con vigas arqueadas y placas de hierro, y un dispositivo interno de calefacción por vapor, las hélices llevaban protecciones de hierro para evitar que se dañaran con el hielo, cada barco llevaba una biblioteca con más de 1.000 volúmenes, provisiones para tres años, tanto conservadas del modo tradicional como con el sistema más moderno de conservación en latas.[10]​ Desafortunadamente, los alimentos en lata se pidieron a última hora y a bajo precio a un proveedor, Stephen Goldner, al que se le adjudicó el contrato el 1 de abril de 1845, sólo siete semanas antes de que Franklin zarpase. [11]​ Goldner fabricó precipitadamente 8.000 latas, sobre las que se supo más tarde que habían sido soldadas con plomo, estas soldaduras "se hicieron de una forma burda y descuidada, haciendo que el plomo gotease al interior de la lata como cera derretida".[12]

La mayoría de los miembros de la tripulación eran ingleses, muchos de ellos originarios del norte del país, con un pequeño número de irlandeses y escoceses. Además de Franklin y Crozier, los únicos oficiales con experiencia en el Ártico eran el cirujano y los dos capitanes de los hielos.[13][14]

Perdidos

La expedición zarpó de Greenhithe, Inglaterra, en la mañana del 19 de mayo de 1845, con una tripulación de 24 oficiales y 110 hombres. Los barcos se detuvieron brevemente en el Puerto Stromness en las Islas Orcadas, en el norte de Escocia, y de allí navegaron a Groenlandia con el HMS Rattler y un buque de transporte, Barretto Junior.[15]

Retrato de Jane Griffin (más tarde Lady Jane Franklin) en 1815 a sus 24 años. Se casó con John Franklin en 1828, un año antes de que fuese nombrado caballero.[16]

En la bahía Disko de la isla Whalefish, en la costa oeste de Groenlandia, los diez bueyes que llevaban los barcos de transporte fueron sacrificados para disponer de carne fresca; los suministros fueron transferidos al Erebus y al Terror y los miembros de la tripulación escribieron sus últimas cartas a casa. Antes de la partida definitiva de la expedición, cinco hombres fueron dados de baja y enviados a casa en el Rattler y el Junior Barretto, con esta reducción, el número de miembros de la expedición quedó en 129. La última vez que fue vista la expedición, fue a principios de agosto de 1845, cuando el capitán Dannett del ballenero Prince of Wales y el Capitán Robert Martin del ballenero Enterprise, encontraron al Erebus y al Terror en la Bahía de Baffin, estaban allí a la espera de hubiesen buenas condiciones meteorológicas para entrar en el Lancaster Sound.[17]

Durante los siguientes 150 años, otras expediciones, exploradores y científicos fueron juntando las piezas de lo que ocurrió con la expedición a partir de ese momento. Los hombres de Franklin pasaron el invierno de 1845-1846 en la isla Beechey, donde tres miembros de la tripulación murieron y fueron enterrados. El Erebus y el Terror quedaron atrapados por el hielo en las proximidades de la isla del Rey Guillermo en septiembre de 1846 y nunca volvieron a navegar libres de nuevo. Según una nota de fecha 25 de abril de 1848 que Fitzjames y Crozier dejaron en la isla, Franklin había muerto el 11 de junio de 1847, la tripulación pasó los inviernos de 1846-1847 y 1847-1848 en la isla del Rey Guillermo. El 26 de abril de 1848, los miembros de la expedición supervivientes iniciaron la marcha a pie hacia el río Back que se encuentra en territorio continental canadiense. Nueve oficiales y quince hombres ya habían muerto, y el resto fueron muriendo por el camino, la mayoría en la isla y otros treinta o cuarenta en la costa norte del continente, a cientos de kilómetros de cualquier lugar habitado por occidentales, porque esquimales si había por la zona.[18]

Primeras búsquedas

"El Consejo Ártico planea la búsqueda de Sir John Franklin", 1851, por Stephen Pearce

Transcurridos dos años de la partida de Franklin sin tener noticias de él, la preocupación pública se fue haciendo cada vez mayor, y Lady Jane Franklin, así como los miembros del Parlamento y la prensa británica, instaron al Almirantazgo para que enviase una expedición en su búsqueda. Como respuesta, el Almirantazgo elaboró un triple plan que se inició en la primavera de 1848, envió por tierra un equipo de rescate al mando de Sir John Richardson y John Rae, que bajó por el río Mackenzie hasta la costa ártica de Canadá. Se enviaron dos expediciones por mar, una que buscó por el archipiélago ártico canadiense entrando en él por el Lancaster Sound, y la otra que entró al archipiélago por el lado del Pacífico.[19]​ Además, el Almirantazgo ofreció una recompensa de 20.000 libras "a cualquier equipo o equipos, de cualquier país, que prestarán ayuda a las tripulaciones de los barcos de exploración bajo el mando de Sir John Franklin".[20]​ Después del fracaso de las tres expediciones, la preocupación e interés del pueblo británico por el Ártico fue en aumento y "la búsqueda de Franklin, se convirtió en nada menos que una cruzada".[21]​ Se hizo popular una balada llamada "El lamento de Lady Franklin" que fue compuesta en honor de la esposa de Franklin y para impulsar la búsqueda de su marido perdido.[22][23]

Muchos se sumaron a la búsqueda. En 1850, once barcos británicos y dos norteamericanos navegaron por el Ártico canadiense.[24]​ Varios de ellos convergieron en la costa este de la isla Beechey, donde se encontraron los primeros vestigios de los hombres desaparecidos, incluyendo las tumbas de John Shaw Torrington,[25]​ John Hartnell, y William Braine. No se encontraron mensajes de la expedición de Franklin en ese lugar.[26][27]

Búsquedas por tierra

John Rae consiguió de los esquimales los primeros objetos pertenecientes a la expedición e informó de la inanición que padecieron y del canibalismo.

En 1854, John Rae, mientras exploraba la Península Boothia para la Compañía de la Bahía de Hudson (HBC), descubrió una prueba más sobre la suerte corrida por los hombres de la expedición. Rae encontró un inuit cerca de Pelly Bay (ahora llamada Kugaaruk, Nunavut), el 21 de abril de 1854, quien le dijo que un grupo de treinta y cinco o cuarenta hombres habían muerto de hambre cerca de la desembocadura del río Back. Otros inuit le confirmaron esa historia, que hablaba también de casos de canibalismo, contaron que los supervivientes se comían a los fallecidos. Los inuit le enseñaron a Rae muchos objetos que fueron identificados como pertenecientes a Franklin y sus hombres. En concreto, Rae compró a los inuit de Pelly Bay varios tenedores y cucharas de plata más tarde identificados como pertenecientes a Fitzjames, Crozier, Franklin y Robert Osmer Sargent, primer oficial del Erebus. El informe de Rae fue enviado al Almirantazgo, que en octubre de 1854 instó a la HBC a enviar una expedición por el río Back para buscar más rastros de Franklin y sus hombres.[28][29]

La siguiente búsqueda fue realizada por el jefe de puesto de la HBC James Anderson y el empleado de la misma compañía James Stewart, que viajaron al norte en canoa hasta la desembocadura del río Back. En julio de 1855, unos inuit les dijeron que un grupo de qallunaat ("blancos" en lengua inuit), habían muerto de hambre a lo largo de la costa.[28]​ En agosto, Anderson y Stewart encontraron un pedazo de madera con la inscripción "Erebus" y otro que llevaba escrito "Sr. Stanley" (cirujano a bordo del Erebus) en la isla de Montreal que se encuentra en la ensenada Chantrey, donde el río Back desemboca en el mar.[28]

A pesar de los hallazgos de Rae y Anderson, el Almirantazgo no organizó ningún otro plan de búsqueda propio. Gran Bretaña dio oficialmente por fallecidos a todos los miembros de la expedición el 31 de marzo de 1854.[30]​ La señora Franklin, al no conseguir convencer al gobierno para que organizase y financiase otra búsqueda, se encargó de hacerlo personalmente, para lo que le propuso a Francis Leopold McClintock comandar esa expedición. El barco para la expedición fue la goleta a vapor Fox, comprada con el dinero recaudado en una suscripción pública. Zarpó de Aberdeen el 2 de julio de 1857.

La nota encontrada por McClintock en mayo de 1859 en un montículo de piedras en la bahía Back, en la isla del Rey Guillermo, en la que se detalla el destino de la expedición.

En abril de 1859, varios grupos de hombres en trineo partieron del Fox para buscar en la isla del Rey Guillermo. El 5 de mayo, el equipo liderado por el teniente de la Royal Navy William Hobson, encontró en un montículo de piedras un documento dejado por Crozier y Fitzjames.[31]​ Contenía dos mensajes, el primero, del 28 de mayo de 1847, decía que el Erebus y el Terror habían invernado en el hielo de la costa noroeste de la isla del Rey Guillermo, y que el año anterior lo habían hecho en la isla de Beechey, circunnaveando después isla Cornwallis. "Sir John Franklin comandante de la expedición. Todos bien", decía el mensaje.[32]​ El segundo mensaje, escrito en los márgenes de la misma hoja de papel, era mucho más inquietante. El mensaje, de fecha 25 de abril de 1848, informaba que el Erebus y el Terror habían quedado atrapados en el hielo durante un año y medio, siendo abandonados por la tripulación el 22 de abril. Veinte y cuatro oficiales y miembros de la tripulación habían muerto, entre ellos Franklin, que murió el 11 de junio de 1847, apenas dos semanas después de la fecha de la primera nota. Crozier quedó al mando de la expedición, los 105 supervivientes tenían previsto iniciar un viaje el día siguiente en dirección sur, hacia el río Back.[33]

La expedición de McClintock también encontró un esqueleto humano en la costa sur de la isla del Rey Guillermo. Seguía aún vestido, le registraron y encontraron algunos documentos, entre ellos un certificado de marinero a nombre del suboficial Henry Peglar (n. 1808), capitán de la Foretop, HMS Terror. Sin embargo, dado que el uniforme era el de camarero del barco, lo más probable es que el cuerpo fuese el de Thomas Armitage, camarero y encargado de la armería, compañero de Peglar, cuyos documentos se debió llevar consigo.[34]​ En otro sitio, en el extremo oeste de la isla, Hobson descubrió un bote salvavidas que contenía dos esqueletos y varios objetos pertenecientes a la expedición de Franklin. En el bote había una gran cantidad de equipo abandonado, incluyendo botas, pañuelos de seda, jabón perfumado, esponjas, zapatillas, peines, y muchos libros, entre ellos una copia de El Vicario de Wakefield. McClintock también recogió los testimonios de los inuit acerca del desastroso final de la expedición.[35]

Charles Francis Hall

Charles Francis Hall dirigió dos expediciones, entre 1860 y 1869, vivió con los inuit, cerca de la bahía de Frobisher en la isla de Baffin, y más tarde en la bahía Repulse en la costa continental del norte de Canadá. Encontró campamentos, tumbas y objetos de la expedición de Franklin en la costa sur de la isla del Rey Guilleermo, pero ningún superviviente. Al principio creía que se encontraban entre los inuit, pero al final llegó a la conclusión de que todos los componentes de la expedición habían muerto, y estaba convencido de que los documentos de la expedición se encontraban en algún lugar en un montículo de piedras.[36]​ Con la ayuda de sus guías Ebierbing y Tookoolito, Hall llenó cientos de páginas con los testimonios de los inuit. Entre estos materiales están los relatos de las visitas que los esquimales realizaron a los buques de Franklin, y la narración de un encuentro con un grupo de hombres blancos en la costa sur de la isla Rey Guillermo, cerca de la bahía Washington. En la década de 1990, este testimonio fue ampliamente investigado por David C. Woodman, y fue la base de dos libros, Unravelling the Franklin Mystery (1992) and Strangers Among Us (1995) en los que se reconstruye los últimos meses de la expedición. [37]

La esperanza de encontrar estos documentos perdidos, impulsó al teniente Frederick Schwatka, del Ejército de los EE.UU., a organizar una expedición a la isla entre 1878 y 1880. Viajando a la bahía de Hudson en la goleta Eothen, Schwatka, organizó un equipo que incluía a esquimales que habían ayudado a Hall, viajaron hacia el norte a pie y en trineo con perros, entrevistó a los inuit, visitando sitios conocidos o probables en los que habían estado los miembros de la expedición de Franklin y en los que habían invernado en la isla del Rey Guillermo. Aunque Schwatka no encontró los documentos que buscaba, en un discurso que hizo tras una cena dada en su honor por la American Geographical Society en 1880, señaló que su expedición había hecho "el viaje en trineo más largo que jamás se había hecho, tanto en lo que respecta a su duración como a la distancia recorrida",[38]​ duró once meses y cuatro días y recorrieron 4.360 kilómetros. Fue la primera la primera expedición por el Ártico en la que sus componentes hicieron la misma dieta que los inuit, como conclusión de la expedición se estableció la pérdida de los documentos de Franklin "más allá de toda duda razonable".[38]​ La expedición de Schwatka no encontró restos de la expedición de Franklin al sur de un lugar conocido como Starvation Cove, en la península de Adelaida. Este lugar queda al norte del objetivo de Crozier, el río Back, y a varios cientos de kilómetros de distancia de la zona habitada por occidentales más cercana, que estaba en el Gran Lago del Esclavo.

Expediciones científicas

1981: excavaciones en la isla del Rey Guillermo

En junio de 1981, Owen Beattie, un profesor de antropología de la Universidad de Alberta, comenzó el Proyecto de Antropología Forense de la expedición de Franklin, 1845-1848 (1845–48 Franklin Expedition Forensic Anthropology Project, FEFAP) cuando él y su equipo de investigadores y auxiliares de campo viajaron desde Edmonton a la isla del Rey Guillermo y anduvieron por la costa occidental de la isla siguiendo los pasos de la expedición de Franklin 132 años antes. El FEFAP esperaba de encontrar artefactos y restos óseos con el fin de utilizar las modernas técnicas forenses para establecer las identidades y causas de muerte de los 129 hombres fallecidos.[39]

Aunque durante la caminata encontraron restos arqueológicos de los europeos del siglo XIX, así como restos humanos, Beattie estaba decepcionado pues la cantidad encontrada era escasa. Al examinar los huesos de los miembros de la tripulación de Franklin, encontraron en ellos las señalas características del escorbuto que padecieron por la falta de vitamina C.[40]​ Después de regresar a Edmonton, Beattie revisó sus datos y observaciones con Savelle James, un arqueólogo del Ártico, y detectaros en los huesos marcas que solo se podían atribuir a la práctica del canibalismo. [41]​ Para averiguar datos sobre la salud y la dieta de la tripulación de Franklin, envió muestras de hueso al Alberta Soil and Feed Testing Laboratory para su análisis químico buscando trazas de elementos y compuestos significativos. El análisis encontró un inesperado y alto nivel de plomo en los huesos, con una concentración de 226 partes por millón (ppm), cantidad diez veces superior a la encontrada en las muestra de control, que se habían tomado de esqueletos de los inuit de la misma área geográfica, y que era de 26-36 ppm.[42]

1982: excavaciones en la isla del Rey Guillermo

En junio de 1982, un equipo formado por Beattie; Walt Kowall, un estudiante graduado en antropología en la Universidad de Alberta; Arne Carlson, un estudiante de arqueología y geografía de la Universidad Simon Fraser de Columbia Británica, y Arsien Tungilik, un estudiante esquimal que trabajaría de ayudante sobre el terreno; se trasladaron a la costa occidental de la isla del Rey Guillermo, donde volvieron sobre los pasos de McClintock en 1859 y de Schwatka en 1878-1879.[43]​ Durante la expedición descubrieron los restos de entre seis y catorce hombres en un lugar próximo a donde McClintock encontró el bote salvavidas, también encontraron varios objetos de la expedición, incluyendo una bota completa que llevaba unos clavos improvisados en la suela para facilitar el agarre al hielo.[44]

1984: excavaciones y exhumaciones en la isla Beechey

Después de regresar a Edmonton en 1982, Beattie luchó por encontrar una explicación a los altos niveles de plomo hallados en los huesos recuperados en la expedición de 1981. Entre las posibles causas estaban las soldaduras de plomo de las latas de conservas, los envases de otros alimentos revestidos con plomo, los colorantes alimentarios, el tabaco, las vajillas de peltre y los pábilos de las velas con plomo. Llegó a sospechar que los problemas de envenenamiento por plomo, combinados con los efectos del escorbuto, pudieron haber sido letales para la tripulación de Franklin. Sin embargo, dado que el plomo de los huesos podría explicarse por la exposición al plomo a lo largo de la totalidad de la vida de los sujetos en lugar de haberse limitado tan solo a la exposición durante el viaje, la teoría de Beattie sólo se podría probar con el examen forense de los tejidos blandos en lugar de los huesos. Beattie decidió examinar las tumbas de los miembros de la tripulación enterrados en la isla Beechey.[45]

Tumbas de los tripulantes enterrados en la isla Beechey (2004)

Tras obtener permiso legal,[46]​ el equipo de Beattie viajó a la isla Beechey en agosto de 1984 para realizar las autopsias de los tres tripulantes enterrados allí.[47]​ Comenzaron con el primer miembro de la tripulación en morir, el jefe de los fogoneros John Shaw Torrington. Después de completar la autopsia de Torrington, exhumaron y realizaron un breve examen del cuerpo de John Hartnell, el equipo, presionado por la escasez de tiempo y por las tormentas que ya tenían encima, regresó a Edmonton con muestras de tejidos y huesos.[48]​ El análisis de trazas de elementos de los huesos y del cabello de Torrington indicó que los tripulantes "habían sufrido graves problemas físicos y mentales causados por el envenenamiento por plomo".[49]​ A pesar de que la autopsia indicó que la neumonía fue la causa última de la muerte del tripulante, el envenenamiento por plomo fue citado como un factor que influyó de forma importante.[50]

Durante la expedición, el equipo visitó un lugar, a un kilómetro al norte de la fosa común, donde examinaron fragmentos de cientos de latas de conserva desechadas por los hombres de Franklin. Beattie señaló que las costuras fueron mal soldadas con plomo, lo que probablemente hizo que entrase en contacto directo con los alimentos.[51][52]​ La publicación de los hallazgos de la expedición de 1984 y la foto del cadáver de Torrington, que 138 años después de su muerte estaba muy bien conservado en el permafrost de la tundra, hizo que los medios de comunicación tratasen ampliamente en el tema y se renovase el interés por la expedición de Franklin.

Investigaciones posteriores sugirieron que una fuente mucho más probable para el plomo fue el sistema de almacenamiento y conducción del agua dulce en los barcos que la comida enlatada. K.T.H. Farrer dijo que "es imposible explicar cómo se podía comer la cantidad de alimentos enlatados necesarios para ingerir 3,3 mg de plomo diarios durante ocho meses, necesaria para elevar el nivel de plomo a 80 μg/dL, cantidad a partir de la cual los síntomas de la intoxicación por plomo comienzan a aparecer en los adultos, además dijo que no se sostiene que el plomo en los huesos en unas personas mayores pudo acumularse por la ingestión de alimentos contaminados con plomo durante tan solo un período de pocos meses, o incluso tres años".[53]​ Por otro lado, es un hecho conocido que los alimentos en conserva eran de uso generalizado en la Royal Navy en esa época, y ello no significó que hubiese envenenamiento por plomo en otros barcos. Sin embargo, como algo excepcional, a los barcos de esta expedición se les había dotado con motores de locomotoras de ferrocarril, lo que requiere una cantidad de agua estimada en una tonelada por hora para producir el vapor. Es muy probable que por esta razón los buques dispusiesen de un único sistema de suministro de agua para el consumo humano y para alimentar la máquina de vapor, y ello implicaba que grandes cantidades de agua se contaminasen con el plomo con el que estaba construido todo el sistema de almacenamiento y distribución. Esto parece representar una fuente mucho más probable para los altos niveles de plomo observados en los restos de los miembros de la expedición que el de las latas de conservas.[1]

Notas y referencias

  1. a b Battersby, William (2008). «Identification of the Probable Source of the Lead Poisoning Observed in Members of the Franklin Expedition». Journal of the Hakluyt Society (en ingles). Consultado el 25 de noviembre de 2008. 
  2. Savours (1999), pp. 1–38
  3. Savours (1999), pp. 39–166
  4. Savours (1999), p. 169
  5. Cyriax (1939), pp. 18–23
  6. a b c d e f Sandler (2006), pp. 65–74
  7. Gibson, William, F.R.G.S. (junio de 1937). «Sir John Franklin's Last Voyage: A brief history of the Franklin expedition and the outline of the researches which established the facts of its tragic outcome». The Beaver. p. 48. 
  8. Sandler (2006), p.70
  9. Savours (1999), p. 180
  10. Sandler (2006), pp. 71–73
  11. Beattie (1987), pp. 25, 158
  12. Beattie (1987), p. 113
  13. Potter, Russell A. (ed.) (2006). The Arctic Book Review, Vol. 8, Nos. 1 and 2, ed. «Interview with Michael Smith, author of Captain Francis Crozier: Last Man Standing?» (en inglés). Consultado el 14 de febrero de 2008. 
  14. El termino en inglés para el puesto de estos dos oficiales es el de ice-masters
  15. Cookman (2000), p. 74
  16. Project Gutenberg Australia (ed.). Franklin, Jane, Lady (1792–1875) (en inglés) (Dictionary of Australian Biography edición). Consultado el 2 de marzo de 2008. 
  17. Beattie, (1987), pp. 16–18
  18. Beattie, (1987) pp. 19–50
  19. Savours (1999), pp. 186–89
  20. Sandler (2006), p. 80
  21. Sandler (2006), pp. 87–88
  22. Sandler (2006), p. 266
  23. Potter, Russell A. «Songs and Ballads about Sir John Franklin» (en inglés). Consultado el 26 de febrero de 2008. 
  24. Sandler (2006), p. 102
  25. Geiger, John (9 de diciembre de 1984). The Edmonton Sun, ed. « 'Iceman' Torrington was last of his line» (en inglés). 
  26. Geiger, John (3 de octubre de 1984). The Edmonton Sun, ed. «Was Murder Uncovered?» (en inglés). 
  27. Picard, Carol (10 de octubre de 1984). The Edmonton Sun, ed. «Iceman wasn't 'iced' - Autopsy on seaman reveals no evidence of foul play» (en inglés). 
  28. a b c Klutschak (1989), pp. xv–xvi
  29. Savours (1999), pp. 270–277
  30. Cookman (2000), p. 2
  31. Cookman (2000), pp. 8–9
  32. Savours (1999), p. 292
  33. «NOVA. Arctic Passage. The Note in the Cairn (transcript)» (en inglés). Consultado el 31 de enero de 2008. 
  34. Savours (1999), pp. 295–96
  35. Beattie, 1987, pp. 34–40
  36. Schwatka (1965), pp. 12–15
  37. Desentrañando el misterio de Franklin (1992) y Extraños entre nosotros (1995)
  38. a b Schwatka (1965), pp. 115–116
  39. Beattie (1987), pp. 51–52
  40. Beattie (1987), p. 56
  41. Beattie (1987), pp. 58–62
  42. Beattie (1987), p. 83
  43. Beattie (1989), p. 63
  44. Beattie (1987), pp. 77–82
  45. Beattie (1987), pp. 83–85
  46. Beattie (1987), pp. 86–87
  47. Beattie (1987), p. 85
  48. Beattie (1987), pp. 111–120
  49. Beattie (1987), p. 123
  50. Beattie (1987), pp. 122–123
  51. Beattie (1987), p. 158
  52. Kowall, W.A.; Krahn, P.M., Beattie, O. B. «Lead Levels in Human Tissues from the Franklin Forensic Project». En Gordon and Breach Science Publishers, ed. International Journal Environmental Analytical Chemistry, volumen 35. p. 121. 
  53. K. T. H. Farrer, ‘Lead and the Last Franklin Expedition’, Journal of Archaeological Science, 20, 1993, pp. 399–409

Fuentes y bibliografía

  • National Geographic Magazine, ed. (1990). Franklin Saga Deaths: A Mystery Solved? (en inglés). 178, nº 3. 
  • Atwood, Margaret (1995). Concerning Franklin and his Gallant Crew, in Strange Things: The Malevolent North in Canadian Literature (en inglés). Oxford: Clarendon Press. ISBN 0198119763. 
  • Beattie, Owen y Geiger, John (1989). Frozen in Time: Unlocking the Secrets of the Franklin Expedition (en inglés). Toronto: Western Producer Prairie Books. ISBN 0-88833-303-X. 
  • Berton, Pierre (1988). The Arctic Grail: The Quest for the Northwest Passage and The North Pole, 1818–1909 (en inglés). Toronto: McLelland & Stewart. ISBN 0771012667. 
  • Cookman, Scott (2000). Iceblink: The Tragic Fate of Sir John Franklin's Lost Polar Expedition (en inglés). Nueva York: John Wiley & Sons. ISBN 0-471-37790-2. 
  • Cyriax, Richard (1939). Sir John Franklin's last Arctic expedition; a chapter in the history of the royal navy (en inglés). Londres: Methuen & Co. 
  • Klutschak, Heinrich y Barr, William (1989). Overland to Starvation Cove (en inglés). Toronto: University of Toronto Press. ISBN 0-8020-5762-4. 
  • Potter, Russell (2007). Arctic Spectacles: The Frozen North in Visual Culture (en inglés). Seattle: The University of Washington Press. ISBN 978-0295986807. 
  • Sandler, Martin (2006). Resolute: The Epic Search for the Northwest Passage and John Franklin, and the Discovery of the Queen's Ghost Ship (en inglés). Nueva York: Sterling Publishing Co. ISBN 978-1-4027-4085-5. 
  • Savours, Ann (1999). The Search for the North West Passage (en inglés). Nueva York: St. Martin's Press. ISBN 0312223722. 
  • Schwatka, Frederick (1965). The Long Arctic Search (en inglés). New Bedford, Mass: Ed. Edouard A. Stackpole. Reynolds-DeWalt. 

Bibliografía adicional

  • Beardsley, Martin (2002). Deadly Winter: The Life of Sir John Franklin (en ingles). Londres: Chatham Publishing. ISBN 1881761872 |isbn= incorrecto (ayuda). 
  • Coleman, E.C. (2006). History of the Royal Navy and Polar Exploration: From Franklin to Scott: Vol. 2 (en ingles). Tempus Publishing. ISBN 9780752442075. 
  • M'Clintock, Francis L. (1860). The Voyage of the Fox in the Arctic Seas: A Narrative of the Discovery of the Fate of Sir John Franklin and His Companions (en ingles). Boston: Ticknor and Fields. 
  • McGoogan, Ken (2002). Fatal Passage: The True Story of John Rae, the Arctic Hero Time Forgot (en ingles). Nueva York: Carroll & Graf Publishers. ISBN 0-7867-099-36. 
  • McGoogan, Ken (2005). Lady Franklin's Revenge: A True Story of Ambition, Obsession and the Remaking of Arctic History (en ingles). Toronto: HarperCollins. ISBN 978-0002006712. 
  • Mirsky, Jeannette (1970). To the Arctic!: The Story of Northern Exploration from Earliest Times (en ingles). ISBN 0-226-53179-1. 
  • Murphy, David (2004). The Arctic Fox: Francis Leopold McClintock (en ingles). Toronto: Dundurn Press. ISBN 1-55002-523-6. 
  • Poulsom, Neville W. y Myers, J.A.L. (2000). British Polar Exploration and Research; a Historical and Medallic Record with Biographies 1818-1999 (en ingles). Londres: Savannah. ISBN 9781902366050. 
  • Woodman, David C. (1995). Strangers Among Us (en ingles). Montreal: McGill-Queen's University Press. ISBN 0773513485. 
  • Woodman, David C. (1992). Unravelling the Franklin Mystery: Inuit Testimony (en ingles). Montreal: McGill-Queen's University Press. ISBN 0773509364.