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Diferencia entre revisiones de «Leyenda de Gara y Jonay»

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== Bibliografía ==
== Bibliografía ==
* Mora Morales, Manuel. 2003. ''Leyendas y mitos de las Islas Canarias''. Ediciones Globo.
* Mora Morales, Manuel. 2003. ''Leyendas y mitos de las Islas Canarias''. Ediciones Globo.
* Hay una leyenda distinta:
* Colección Canarias Mágica, dieciséis volúmenes editados por el periódico [http://www.eldia.es EL DIA].
Dicen los mayores que en los profundos barrancos es posible escuchar aún el eco del último de los suspiros de los dos enamorados que antaño sellaron su unión en la infranqueable frontera de la vida y de la muerte.
Gara era la princesa de Agulo, el lugar del Agua y Jonay, era el hijo del Mencey tinerfeño de Adeje, que procedía del fuego.

En la noche de las hogueras, y con motivo de las fiestas de la recolección, Gara y Jonay se conocieron , sintieron como un amor puro y nuevo florecía en sus cuerpos y les atravesaba el corazón.

Para Gara, el fuego le había señalado que después de cuatro lunas el amor le llegaría por mar, así fue, pero después de conocer a Jonay, el humo y otros signos señalaban que lo que parecía un hermoso amor, a los ojos de los profanos no traería más que desgracia a la isla, así que la familia de la hermosa aborigen no podría permitir un riesgo así, aunque ellos significara romperle el corazón. Además su padre también tenía otros planes de boda para ella, por lo que el destino estaba marcado.

Tras volver a Tenerife, Jonay sintió como la pena le encharcaba el alma, así que decidió regresar en secreto a La Gomera, pero esta vez lo haría nadando, si su amor era auténtico, sus brazos podrían vencer cual tormenta o peligrosa corriente... Tal vez los nobles y sabios gomeros recapacitarían bendiciendo la unión, pero el inamovible rechazo de los padres se mantenía imperturbable.

Los enamorados querían tocar el cielo, alcanzar la cima de la isla que Gara tan bien conocía, sellar su amor en aquel espacio mágico, en la roca sagrada, rodeados de estrellas... así su amor sería eterno.
Una vez en la cima, la princesa consultó a los oráculos y una vez más le advirtieron que en la tierra su amor jamás podría prosperar.
Una mirada entre ambos fue suficiente, ocurrió la esperada unión de sus cuerpos, con ternura y pasión, con caricias jamás soñadas, y después de un beso y una sonrisa cómplice, cayeron danzando al vacío, ya no habría desgracias y así confirmarían que el amor perviviría más allá de su cuerpos.

Todavía hoy se escuchan los ecos de sus corazones entre los redondos perfiles de aquella montaña de piedra del Alto del Garajonay, el eterno lugar de ambos


== Enlaces externos ==
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Revisión del 17:18 27 feb 2013

Representación de Gara y Jonay en el Parque Nacional de Garajonay (La Gomera).

La Leyenda de Gara y Jonay constituye una de las narraciones aborígenes más importantes de las Islas Canarias (España).

La tradición oral relata que en un pueblo de la isla de La Gomera vivía una hermosa muchacha, Gara. En esta isla, había unos chorros que podían predecir si el joven encontraría el amor o no, los (chorros de Epina) . Si el agua se mantenía tranquila, indicaba que si lo hallaría. Si el agua se enturbiaba, era signo de desamor. Entonces, Gara y más jóvenes gomeras decidieron saber si hallarían el amor en las fiestas que se celebraban en la isla. Cuando Gara se dispuso a mirar, el agua se mantuvo tranquila y serena, pero luego empezó a enturbiarse. Inmediatamente, fue al sabio del lugar, el único que podía descifrar las indicaciones de los chorros, y le advirtió que se mantuviera lejos del fuego. Durante las fiestas, arribó a la isla Jonay, un apuesto joven guanche de la vecina isla de Tenerife, que junto con su padre y demás nobles, vinieron a la fiesta. Más tarde, se encontraron sus miradas, y su amor se hizo eterno. Estuvieron a punto de decir su noticia en público, cuando el volcán Hecheide El Teide empezó a escupir lava y fuego. Entonces, una amiga de Gara, que había ido con ella a los chorros, le contó lo que había pasado. Entonces, los padres de Jonay y de Gara les prohibieron estar juntos. Pero aun así, Jonay, príncipe del fuego, se lanzó al mar durante la noche y cruzó rumbo a la Gomera a bordo de dos pieles de cabra infladas. Jonay se enamoró de ella y la muchacha también lo amó. Ambos jóvenes huyeron hacia el Cedro, en lo más alto de la isla, pero se les persiguió. Los amantes subieron hasta el pico más alto de La Gomera, y al verse acorralados, tomaron un palo afilado por ambas puntas y, apoyándolo en sus pechos, se abrazaron y murieron atravesados.[1]

Desde entonces esa montaña de laurisilva se llama Garajonay, en recuerdo de los dos enamorados que prefirieron morir juntos a continuar su vida separados. Actualmente el lugar es un Parque Nacional, el Parque Nacional de Garajonay.[2]

Referencias

  1. Isla del Meridiano
  2. Parque Nacional de Garajonay, Ministerio de Medio Ambiente

Bibliografía

  • Mora Morales, Manuel. 2003. Leyendas y mitos de las Islas Canarias. Ediciones Globo.
  • Hay una leyenda distinta:

Dicen los mayores que en los profundos barrancos es posible escuchar aún el eco del último de los suspiros de los dos enamorados que antaño sellaron su unión en la infranqueable frontera de la vida y de la muerte. Gara era la princesa de Agulo, el lugar del Agua y Jonay, era el hijo del Mencey tinerfeño de Adeje, que procedía del fuego.

En la noche de las hogueras, y con motivo de las fiestas de la recolección, Gara y Jonay se conocieron , sintieron como un amor puro y nuevo florecía en sus cuerpos y les atravesaba el corazón.

Para Gara, el fuego le había señalado que después de cuatro lunas el amor le llegaría por mar, así fue, pero después de conocer a Jonay, el humo y otros signos señalaban que lo que parecía un hermoso amor, a los ojos de los profanos no traería más que desgracia a la isla, así que la familia de la hermosa aborigen no podría permitir un riesgo así, aunque ellos significara romperle el corazón. Además su padre también tenía otros planes de boda para ella, por lo que el destino estaba marcado.

Tras volver a Tenerife, Jonay sintió como la pena le encharcaba el alma, así que decidió regresar en secreto a La Gomera, pero esta vez lo haría nadando, si su amor era auténtico, sus brazos podrían vencer cual tormenta o peligrosa corriente... Tal vez los nobles y sabios gomeros recapacitarían bendiciendo la unión, pero el inamovible rechazo de los padres se mantenía imperturbable.

Los enamorados querían tocar el cielo, alcanzar la cima de la isla que Gara tan bien conocía, sellar su amor en aquel espacio mágico, en la roca sagrada, rodeados de estrellas... así su amor sería eterno. Una vez en la cima, la princesa consultó a los oráculos y una vez más le advirtieron que en la tierra su amor jamás podría prosperar. Una mirada entre ambos fue suficiente, ocurrió la esperada unión de sus cuerpos, con ternura y pasión, con caricias jamás soñadas, y después de un beso y una sonrisa cómplice, cayeron danzando al vacío, ya no habría desgracias y así confirmarían que el amor perviviría más allá de su cuerpos.

Todavía hoy se escuchan los ecos de sus corazones entre los redondos perfiles de aquella montaña de piedra del Alto del Garajonay, el eterno lugar de ambos

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