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Diferencia entre revisiones de «Populismo»

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En 2006, el ex presidente de Brasil, [[Fernando Henrique Cardoso]], quien realizara en su país reformas desrregulatorias, en un artículo titulado "El populismo amenaza con regresar a América latina", sostiene que entre los elementos que hacen que un gobierno no sea populista, se encuentran tener «políticas públicas prudentes y sensatas», así como un mayor acercamiento a Estados Unidos.
En 2006, el ex presidente de Brasil, [[Fernando Henrique Cardoso]], quien realizara en su país reformas desrregulatorias, en un artículo titulado "El populismo amenaza con regresar a América latina", sostiene que entre los elementos que hacen que un gobierno no sea populista, se encuentran tener «políticas públicas prudentes y sensatas», así como un mayor acercamiento a Estados Unidos.

[[Francisco Panizza]] ofrece una lectura del populismo como un espejo de la democracia cuyo punto de discusión central es la posibilidad de poner al pueblo en un lugar de realidad objetiva. El populismo no es posible sin la artículación retórica de un pueblo "construido" en tanto actor social colectivo, pero abstracto. En estos procesos los líderes hablan en nombre del pueblo, sino que recurren al sentido de emergencia para introducir políticas que de otra forma sería rechazadas<ref>Panizza, F. 2009. El Populismo como espejo de la democracia. Buenos Aires, FCE. </ref>.


[[Ernesto Laclau]] afirma que el populismo es la mejor forma de organización política pues da mayor lugar y representatividad a clases que hasta el momento estaban relegadas<ref>Laclau, E. (2005) La Razón Populista.Buenos Aires, FCE.</ref>. No obstante, algunos especialistas post-marxistas como [[Maximiliano. E Korstanje]] sugieren que si bien el populismo permite una mayor participación política, esa participación es a costo de un proceso de des-inversión. El riesgo y el interés resguardan al orden capitalista. Cuando un orden populista introduce cambios de base en la distribución, el capital es repatriado hacia otros países generando un aceleramiento en la desinversión. Como resultado, el estado debe intervenir en la mayoría de las instituciones democráticas, afectando seriamente la gobernabilidad. Según el estudioso, el populismo paradójicamente sienta las bases para el gobierno totalitario pues imcapacitado de crear confianza en los mercados y en la búsqueda de legitimidad necesaria para funcionar, debe intervenir en los otros poderes republicanos. La dictadura nace como mecanismo político empleado para que las elites mantengan su legitimidad<ref>Korstanje, M. 2013 Democracia y Autoritarismo, la razón populista. Nómadas: revista crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Número 13. (PP. 549-559) Especial monográfico sobre América Latina. Universidad Complutense de Madrid. ISSN 1578-6730.</ref>.
[[Ernesto Laclau]] afirma que el populismo es la mejor forma de organización política pues da mayor lugar y representatividad a clases que hasta el momento estaban relegadas<ref>Laclau, E. (2005) La Razón Populista.Buenos Aires, FCE.</ref>. No obstante, algunos especialistas post-marxistas como [[Maximiliano. E Korstanje]] sugieren que si bien el populismo permite una mayor participación política, esa participación es a costo de un proceso de des-inversión. El riesgo y el interés resguardan al orden capitalista. Cuando un orden populista introduce cambios de base en la distribución, el capital es repatriado hacia otros países generando un aceleramiento en la desinversión. Como resultado, el estado debe intervenir en la mayoría de las instituciones democráticas, afectando seriamente la gobernabilidad. Según el estudioso, el populismo paradójicamente sienta las bases para el gobierno totalitario pues imcapacitado de crear confianza en los mercados y en la búsqueda de legitimidad necesaria para funcionar, debe intervenir en los otros poderes republicanos. La dictadura nace como mecanismo político empleado para que las elites mantengan su legitimidad<ref>Korstanje, M. 2013 Democracia y Autoritarismo, la razón populista. Nómadas: revista crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Número 13. (PP. 549-559) Especial monográfico sobre América Latina. Universidad Complutense de Madrid. ISSN 1578-6730.</ref>.

Revisión del 17:10 3 jun 2013

El "populismo" (del latín "pueblo") es un término político usado para designar a la corriente ideológica que sostiene la reivindicación del rol del Estado como defensor de los intereses de la generalidad de una población a través del estatismo, el intervencionismo y la seguridad social con el fin de lograr la justicia social y el Estado de bienestar.

Significados de populismo

El populismo en sentido positivo, lo que define es un sistema en el que el poder recaiga más en el pueblo que en sí mismo, no en que los políticos profesionales gobiernen para la mayor comodidad del pueblo.

En sentido general, sectores socialistas y comunistas han utilizado el término "populista" para definir a los gobiernos que, aún favoreciendo a los "sectores populares" (principalmente a la clase obrera), no pretenden terminar con el sistema capitalista. Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término "populista" para definir a los gobiernos que presentan los intereses de las clases económicamente más altas (grandes grupos económicos, etc.) como separados y contrarios a los de las más bajas consideradas como una mayoría permanente con intereses homogéneos autoevidentes que no requerirían así del pluralismo político, destruyendo la posibilidad del disenso político y del crecimiento económico por vías privadas.

Los populistas se presentan a sí mismos como una representatividad diferente a la clásica: la democracia estaría encarnada en un movimiento político que demuestre representar aquellos intereses de las clases populares en términos de redistribución pública, sin las limitaciones clásicas y poliárquicas de la democracia liberal, vistas como una imposición oligárquica de una minoría económica a la clase política.

Populismo en sentido negativo

El populismo con una significación peyorativa, que es la principalmente usada (y que se usará mayormente a lo largo de éste artículo), es el uso de "medidas de gobierno populares", destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si ésta posee derecho a voto, aún a costa de tomar medidas contrarias al estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características anti-institucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos los movimientos populistas planean evitarlo) sino el preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.

De acuerdo, con esta significación algunos movimientos populistas habrían dado a amplias capas de la población beneficios limitados o soluciones a corto plazo que no ponen en peligro el orden social vigente ni le otorgan a los ciudadanos capacidades reales de autodeterminación a los pueblos, pero que sirven para que eleven o mantengan la popularidad de los caudillos o del régimen reforzando su poder. En muchos casos a pesar del discurso contra ellas, las clases sociales estratificadas, los sectores económicos estratégicos (industriales, bancarios, etc.), los intereses eclesiásticos y militares, la función pública, se mantienen vigentes o en el mayor de los casos cambian de manos, pero el poder de tales estructuras sobre la población no desaparece.

Los discursos oficiales de estos regímenes y movimientos deben ser digeribles y del buen agrado de la población en general (para darle seguridad y satisfacción) por lo que no apelan a ideologías definidas e incluso pueden tener tintes más o menos conservadores y hasta reaccionarios, pero siempre carismáticos. Se diferencia de la demagogia porque se refiere no sólo a discursos, sino también a acciones. Así, se la puede entender como una táctica de uso limitado, o bien como una forma permanente de hacer política y permanecer en el poder.

Ahora bien, la definición abstracta de lo que es el bienestar general del "pueblo" así como de corto plazo, orden social instituido u autodeterminación permiten manipular el uso del término y aplicarlo eventualmente contra los adversarios políticos. El populismo no aboga por ideologías precisas o por la concientización y el debate o consenso de tesis políticas o económicas claras sino que aboga por los sentimientos de aceptación masiva de un grupo en el poder y de una ideologización superficial pero intensiva. Por lo cual el populismo no es de "izquierda" o de "derecha", puesto que es una práctica del grupo en el poder y no un movimiento ideológico propiamente dicho.

Tanto la economía keynesiana, como una posición crítica de la política exterior de los Estados Unidos.[1]​ han sido consideradas como prácticas sustanciales del populismo.

La crisis de la representación políitica es una condición necesaria pero no una condición suficiente del populismo. Para completar el cuadro de situación es preciso introducir otro factor: una "crisis en las alturas" a través de la que emerge y gana protagonismo un liderazgo que se postula eficazmente como un liderazgo alternatia y ajeno a la clase política existente. Es él quien, en definitiva, explota las virtualidades de la crisis de representacción y lo hace articulando las demandas insatisfechas, el resentimiento político, los sentimientos de marginación, con un discurso que los unifica y llama al rescate de la soberanía popular expropiada por el establishment partidario para movilizarla contra un enemigo cuyo perfil concreto si bien varía según el momento histórico -"la oligarquía", "la plutocracia", "los extranjeros"- siempre remite a quienes son construidos como responsables del malestar social y político que experimenta "el pueblo". En su versión más completa, el populismo comporta entonces una operación de sutura de la crisis de representación por medio de un cambio en los términos del discurso, la constitución de nuevas identidades y el reordenamiento del espacio político con la introducción de una escisión extra-institucional.[2]

Populismo en sentido positivo

El populismo se refiere a algún movimiento social, el cual pretende que el poder recaiga más en el pueblo llano, es decir, promueve una especie de proto-democratización y anti-elitismo buscando favorecer a los granjeros, los obreros, pequeños emprendedores, bajo clero, sindicatos, capitalistas populares (sin contactos con las oligarquías), las clases media y baja;[3]​ y menos poder para las élites políticas y económicas corporativistas y caudillistas. El populismo se basa en el apoyo voluntario, las ideas políticas de la cultura autóctona sin necesariamente caer en el nacionalismo, se opone a los imperialismos. Pueden por consecuencia rechazar el desplazamiento social masivo que pueden producir los grandes movimientos de capital o tecnología, así como el rechazo a medidas en torno a reforzar la institucionalidad (excesiva) del Estado unitario o las burocracias profesionales.

Ejemplos de este tipo de populismo pueden ser el populismo ruso y el populismo norteamericano del siglo XIX (éste último llamado también productivismo), el cantonalismo español, el agrarismo mexicano o los carbonarios italianos. Pueden estar influenciados (o no) por una o varias ideologías o proyectos políticos claros y definidos, sin embargo normalmente no se adhieren a ellos de forma explícita.

Estéban Hernández analiza la relación entre populismo y aristocracia, al analizar la novela Todos los hombres del rey, del premio Pulitzer Robert Penn Warren. Hernández sostiene que, mientras en los países menos desarrollados, el populismo va de la mano con la lucha contra el hambre, en los países más desarrollados el populismo se relaciona con la centralización del poder, el aumento de impuestos y la supeditación del mundo empresarial a la política, tal como fue planteado por Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos con el New Deal. Hernández señala que el "populismo" definiría una alternativa a la aristocracia, mucho más probable que el comunismo, y que por esa razón fue denostado por los sectores conservadores.[4]

Origen del término en la Antigua Roma

En el período de la última república romana, aparecieron una serie de líderes llamados populares (o factio popularium 'partido de los del pueblo') que se opusieron a la aristocracia tradicional conservadora y apostaron por el uso de las asambleas del pueblo para sacar adelante iniciativas populares destinadas a la mejor distribución de la tierra, el alivio de las deudas de los más pobres y la mayor participación democrática del grueso de la población. Entre sus líderes están varios de los Gracos, Publio Clodio Pulcro, Marco Livio Druso, Sulpicio Rufo, Catilina, Cayo Mario o Julio César.

Este grupo (factio) contó con la oposición acérrima del partido aristocrático de los optimates encabezado por Cicerón, que usó su poder político y su retórica para eliminar el poder político (y a veces la vida) de los líderes de los populares.

Populismo a partir del siglo XX

Populismo en América Latina

En América Latina los primeros ejemplos de gobiernos considerados populistas fueron Lázaro Cárdenas en México, Juan Domingo Perón en Argentina y Getúlio Vargas en Brasil.[5]​ En la Argentina, en particular, las dictaduras que derrocaron sistemáticamente a los gobiernos democráticos, lo hicieron con el argumento de que se trataba de gobiernos populistas.[cita requerida]

En esta línea de crítica política, han sido cuestionados como populistas, tanto gobiernos de derecha como de izquierda: los primeros identificados con el sistema capitalista y el liderazgo de los Estados Unidos, y los segundos identificados con posiciones nacionalistas y una posición desligada de los Estados Unidos.[cita requerida]

En 2006, el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, quien realizara en su país reformas desrregulatorias, en un artículo titulado "El populismo amenaza con regresar a América latina", sostiene que entre los elementos que hacen que un gobierno no sea populista, se encuentran tener «políticas públicas prudentes y sensatas», así como un mayor acercamiento a Estados Unidos.

Francisco Panizza ofrece una lectura del populismo como un espejo de la democracia cuyo punto de discusión central es la posibilidad de poner al pueblo en un lugar de realidad objetiva. El populismo no es posible sin la artículación retórica de un pueblo "construido" en tanto actor social colectivo, pero abstracto. En estos procesos los líderes hablan en nombre del pueblo, sino que recurren al sentido de emergencia para introducir políticas que de otra forma sería rechazadas[6]​.

Ernesto Laclau afirma que el populismo es la mejor forma de organización política pues da mayor lugar y representatividad a clases que hasta el momento estaban relegadas[7]​. No obstante, algunos especialistas post-marxistas como Maximiliano. E Korstanje sugieren que si bien el populismo permite una mayor participación política, esa participación es a costo de un proceso de des-inversión. El riesgo y el interés resguardan al orden capitalista. Cuando un orden populista introduce cambios de base en la distribución, el capital es repatriado hacia otros países generando un aceleramiento en la desinversión. Como resultado, el estado debe intervenir en la mayoría de las instituciones democráticas, afectando seriamente la gobernabilidad. Según el estudioso, el populismo paradójicamente sienta las bases para el gobierno totalitario pues imcapacitado de crear confianza en los mercados y en la búsqueda de legitimidad necesaria para funcionar, debe intervenir en los otros poderes republicanos. La dictadura nace como mecanismo político empleado para que las elites mantengan su legitimidad[8]​.

Populismo en Estados Unidos

Históricamente, la BBC ha calificado el gobierno del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, como «populismo conservador»,[9]​ mientras que tanto el New Deal de Franklin Delano Roosevelt como "La Nueva Frontera" de John F. Kennedy han sido considerados iniciativas del populismo progresista.

En 2007, Paul Krugman, ganador del Premio Nobel de Economía en 2008, sostuvo que los Estados Unidos precisaban un «contragolpe populista» (populist backlash) para revertir el aumento de la desigualdad social.[10]

En Estados Unidos, al igual que en América Latina, se ha recurrido al término "populismo" para calificar las características de los candidatos tanto de derecha como de izquierda. En la campaña para las elecciones presidenciales de 2008, tanto Hillary Clinton como Obama, han sido calificados de populistas.[11]​ Por su parte, el Presidente George W. Bush, también ha sido considerado como populista.[12]

Notas

  1. «El populismo amenaza con regresar a América latina», en Diario Clarín de Buenos Aires, 18 de junio de 2006, Henrique Cardoso, Fernando (2006)
  2. Torre, Juan Carlos citado por Sarlo, Betriz. "La audacia y el cálculo". Sudamericana. Buenos Aires. 2011. p. 145. ISBN 978-950-07-3504-9.
  3. El verdadero rostro del populismo, por Larry Gambone
  4. Hernández, Estéban. "Populismo y aristocracia", en El Confidencial, 4 de noviembre de 2006.
  5. LANNI, Octavio. La formación del Estado populista en América Latina. México. Ediciones Era. 1980, Río Negro, 9 de diciembre de 2007.
  6. Panizza, F. 2009. El Populismo como espejo de la democracia. Buenos Aires, FCE.
  7. Laclau, E. (2005) La Razón Populista.Buenos Aires, FCE.
  8. Korstanje, M. 2013 Democracia y Autoritarismo, la razón populista. Nómadas: revista crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Número 13. (PP. 549-559) Especial monográfico sobre América Latina. Universidad Complutense de Madrid. ISSN 1578-6730.
  9. BBC. "El Partido Demócrata", BBC, 20 de octubre de 2000.
  10. Krugman, Paul (2007). "The consciense of a Liberal", The New York Times, 18 de septiembre de 2007.
  11. A.C. "La carrera hacia la Casa Blanca: Hillary Clinton y Obama recurren al populismo ante unas primarias clave", Diario El País de España, 20 de febrero de 2008.
  12. Musse Torres, José (2004). "El populismo de Bush", Analística de Venezuela, 12 de enero de 2004.

Bibliografía adicional

  • Enkvist, Inger (2008). Iconos latinoamericanos. 9 mitos del populismo del siglo XX. Ciudadela. ISBN 978-84-96836-45-7. 

Véase también

Enlaces externos