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|<big>'''[[Red vial incaica|Qhapaq Ñan, sistema vial andino]]'''</big>
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|Bien '''<FONT COLOR="#F4A460">cultural</FONT>''' inscrito en [[2014]].
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|{{cita|Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino; es una extensa red de caminos que servían para la comunicación, comercio y defensa que cubren 30 000 kms. Fue construido por la civilización incaica, basado en parte de infraestructura pre-inca; esta extraordinaria red atraviesa uno de los terrenos geográficos más extremos del mundo, vinculado a picos nevados en los Andes - a una altitud de más de 6 mil metros - con la costa del pacífico, corriendo a través de calurosas selvas tropicales, fértiles valles y desiertos absolutos. Alcanzando su máxima expansión en el siglo XV, cuando se extendió a lo largo y ancho de lo Andes. El Qhapaq Ñan, sistema vial andino; incluye 273 sitios y se extiende por más de 6 000 kms. Ellos fueron seleccionados para destacar los logros sociales, políticos, arquitectónicos y de ingeniería de la red a lo largo de infraestructuras asociadas al comercio, alojamiento y almacenamiento, además de lugares de importancia religiosa.(UNESCO/BPI)}}
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|{{cita|Se trata de una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas –aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes– con vistas a facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes que se yerguen a más de 6.000 metros de altitud hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina. El nuevo sitio del patrimonio mundial, que consta de 273 componentes y se extiende a lo largo de más de 5.000 kilómetros. Los componentes se han seleccionado para poner de relieve la importante función social y política de la red viaria; las obras maestras de arquitectura e ingeniería y las infraestructuras conexas dedicadas a las actividades mercantiles, el alojamiento y el almacenamiento de mercancías; y los sitios con un significado religioso. (UNESCO/BPI)<ref>[http://whc.unesco.org/en/list/1459 Qhapac Ñan - Sistema vial andino]</ref>}}
En el siglo 16, esta zona era considerada como el mayor complejo industrial del mundo. La extracción de mineral de plata se basó en una serie de molinos hidráulicos. El sitio se compone de los monumentos industriales del Cerro Rico, donde el agua es suministrada por un intrincado sistema de acueductos y lagos artificiales, la ciudad colonial con la Casa de la Moneda, la Iglesia de San Lorenzo; varias casas de patricios y los barrios mitayos que son las áreas donde vivían los trabajadores. (UNESCO/BPI)[1]
Entre 1696 y 1760, seis conjuntos de reducciones (asentamientos de indios cristianizados) inspiradas en las ciudades ideales "de los filósofos del siglo XVI fueron fundadas por los jesuitas en un estilo que se fusionó la arquitectura católica con las tradiciones locales. Los seis que quedan - San Francisco Javier, Concepción, Santa Ana, San Miguel, San Rafael y San José - constituyen un patrimonio vivo en el antiguo territorio de Chiquitos. (UNESCO/BPI)[2]
Sucre, la primera capital de Bolivia, fue fundada por los españoles en la primera mitad del siglo 16. Tiene bien conservados muchos edificios religiosos del siglo XVI, como San Lázaro, San Francisco y Santo Domingo, ilustran la mezcla de las tradiciones arquitectónicas locales con estilos importados de Europa. (UNESCO/BPI)[3]
El sitio arqueológico de Samaipata consta de dos partes: el cerro, que posee numerosos grabados rupestres y fue probablemente el centro ceremonial de la antigua ciudad durante los siglos XIV a XVI; y la zona situada al sur del cerro, donde se hallaban los edificios administrativos y las viviendas. La gigantesca roca esculpida que domina la ciudad desde lo alto es un testimonio, único en su género, de las tradiciones y creencias prehispí¡nicas y no tiene parangón en toda América. (UNESCO/BPI)[4]
La ciudad de Tiwanaku, capital de un poderoso imperio prehispánico que dominaba una amplia zona de los Andes del sur y más allá, alcanzó su apogeo entre 500 y 900 dC. Sus restos monumentales atestiguan la importancia cultural y política de esta civilización, que es distinto de cualquiera de los otros imperios prehispánicos de las Américas. (UNESCO/BPI)[5]
El Parque Nacional Noel Kempff Mercado es uno de los más grandes (1.523.000 hectáreas) y mejor conservados de la cuenca del Amazonas. Con altitudes que oscilan entre los 200 y 1.000 metros, posee un rico mosaico de hábitats que van desde el bosque montañoso amazónico de hoja perenne hasta la sabana y el cerrado. El parque ilustra la historia de la evolución a lo largo de 1.000 millones de años, desde el Periodo Precámbrico. Además, alberga poblaciones viables de vertebrados de gran tamaño en peligro de extinción en todo el mundo, una flora de 4.000 especies y más de 600 variedades de pájaros. (UNESCO/BPI)[6]
Se trata de una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas –aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes– con vistas a facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes que se yerguen a más de 6.000 metros de altitud hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina. El nuevo sitio del patrimonio mundial, que consta de 273 componentes y se extiende a lo largo de más de 5.000 kilómetros. Los componentes se han seleccionado para poner de relieve la importante función social y política de la red viaria; las obras maestras de arquitectura e ingeniería y las infraestructuras conexas dedicadas a las actividades mercantiles, el alojamiento y el almacenamiento de mercancías; y los sitios con un significado religioso. (UNESCO/BPI)[7]
Localización del Patrimonio de la Humanidad en Bolivia
Lista indicativa
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Bolivia, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 20 de julio de 2007,[8] ha presentado los siguientes sitios:
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2001).
Oruro, situado a una altitud de 3.700 m en las montañas del oeste de Bolivia, era un importante centro de ceremonias precolombino antes de convertirse en un importante centro minero en los siglos XIX y XX. La ciudad fue refundada por los españoles en 1606 y siguió siendo un lugar sagrado para el pueblo uru, al que venían desde muy lejos para cumplir con los ritos, especialmente la gran fiesta de Ito. Los españoles prohibieron esas ceremonias en el siglo XVII, pero éstas continúan bajo la fachada de la liturgia cristiana: los dioses andinos se ocultaban tras los iconos cristianos, convirtiéndose así en santos. La fiesta de Ito fue transformada en ritual cristiano: la Candelaria (el 2 de febrero), y la tradicional “lama lama” o “diablada” se convirtió en el baile principal de Oruro.
Todos los años, durante seis días, ese carnaval da lugar el despliegue de toda una gama de artes populares en forma de máscaras, tejidos y bordados. El principal acontecimiento es la procesión (“entrada”), durante la cual los bailarines recorren durante veinte horas, sin interrupción, los cuatro kilómetros de la procesión. Más de 28.000 bailarines y 10.000 músicos repartidos en unos cincuenta grupos participan en el desfile, que ha sabido conservar las características tomadas a los misterios medievales.
El declive de las actividades mineras y agrícolas tradicionales amenaza a la población de Oruro, así como la desertización del altiplano andino, que provoca una emigración masiva. La urbanización ha producido un fenómeno de aculturación, abriendo una brecha creciente entre las generaciones. Otro peligro es la explotación financiera incontrolada del carnaval. (UNESCO/BPI)[9]
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2003).
Los orígenes del grupo étnico de los kallawayas, afincados en la región montañosa de Bautista Saavedra, al norte de La Paz, se remontan a la época preincaica. Al igual que muchos otros aspectos de la cultura andina, sus prácticas y sus valores han evolucionado con la fusión de las religiones indígena y cristiana.
La actividad principal de los kallawayas es el ejercicio de una medicina ancestral, a la que están asociados diversos ritos y ceremonias que constituyen la base de la economía local. La cosmovisión andina de la cultura kallawaya abarca todo un acervo coherente de mitos, ritos, valores y expresiones artísticas. Sus técnicas medicinales, basadas en los sistemas de creencias de los antiguos pueblos indígenas de los Andes, gozan de un amplio reconocimiento en Bolivia y en numerosos países de América del Sur, donde ejercen los médicos-sacerdotes kallawayas.
Este arte de curación, que está reservado a los hombres, procede de un conocimiento extraordinario de la farmacopea animal, mineral y botánica, así como de todo un corpus de conocimientos rituales indisociables de las creencias religiosas. Los curanderos itinerantes tratan a los pacientes gracias a unos conocimientos médicos y farmacéuticos que se articulan en torno a un sistema complejo de transmisión y de aprendizaje en el que el viaje desempeña un papel preponderante. Al atravesar ecosistemas muy variados en el transcurso de sus viajes, los curanderos kallawayas perfeccionan sus conocimientos de las plantas medicinales. La farmacopea kallawaya, que consta de unas 980 especies, es una de las más ricas del mundo. Las mujeres kallawayas participan en ciertos ritos y se consagran a la salud de las mujeres encintas y de los niños. Ellas tejen los paños que se utilizan en los ritos, cuyos motivos y adornos evocan la cosmovisión kallawaya. Durante las ceremonias rituales, grupos de músicos llamados kantus tocan la zampoña y el tambor para entrar en contacto con el mundo de los espíritus.
En los últimos años, el modo de vida tradicional de los kallawayas se ha visto amenazado por la aculturación, lo que puede entrañar la desaparición de este acervo extraordinario de conocimientos médicos. La tradición también se ha visto afectada por la falta de protección jurídica de las comunidades indígenas y frente a las grandes empresas farmacéuticas. (UNESCO/BPI)[10]
La Ichapekene Piesta es una festividad sincrética que reinterpreta el mito fundacional moxeño de la victoria jesuítica de San Ignacio de Loyola, asociándolo a las creencias y tradiciones indígenas. Los festejos dan comienzo en el mes de mayo con fuegos artificiales, cantos y alabanzas, y prosiguen en el mes de junio con celebraciones de misas diurnas y nocturnas, velatorios, donaciones de limosnas y banquetes. La principal representación de la victoria de San Ignacio consiste en una representación escénica en la que doce guerreros solares con tocados de plumas espectaculares combaten a los guardianes de la Santa Bandera –“señores” primigenios de los bosques y las aguas– antes de acabar convirtiéndolos al cristianismo. Estos rituales constituyen un acto de fe y renovación constante que permiten a los moxeños renacer al cristianismo en presencia de sus espíritus ancestrales. En la procesión principal participan 48 grupos disfrazados con máscaras de antepasados y animales que destacan la importancia otorgada al respeto de la naturaleza. Estos grupos festivos gastan bromas y bailan al son de la música barroca de las misiones jesuíticas hasta que, en torno de la medianoche, hacen surgir de sus sombreros bengalas y petardos que simbolizan el don de la luz y la clarividencia para vivir en armonía con la biodiversidad. (UNESCO/BPI)[11]
Artículo 18
El Artículo 18 de la convención de la Unesco de 2003 estipula que el comité intergubernamental selecciona periódicamente entre las propuestas presentadas por los estados partes, programas, proyectos y actividades de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial que reflejen mejor los principios y objetivos de la convención. Uno de esos proyectos corresponde a Bolivia, conjuntamente con Chile y Perú, bajo el título de Salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades aymaras de Bolivia, Chile y Perú[12], seleccionado en 2009.