Diferencia entre revisiones de «Eduarda Mansilla»
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Nació en Buenos Aires, el [[11 de diciembre]] de [[1834]]. Pertenecía a una verdadera elíte, tanto en lo social, como en lo político y cultural. Eran sus padres, Doña [[Agustina Ortiz de Rozas]], hermana menor de Don [[Juan Manuel de Rosas]], quién por su belleza y espiritualidad, mereció el elógio unánime de sus contemporáneos y el benemérito General [[Lucio Norberto Mansilla]], oficial de San Martín en la campaña libertadora, primer gobernador constitucional de Entre Ríos, diputado por esa provincia al Congreso General Constituyente de 1824, Jefe de la Policía de Buenos Aires, Comandante de las tropas que lucharon en la heroica gesta de la [[Vuelta de Obligado]]. Era sin dudar, la sobrina predilecta de su tío y brilló desde niña en la casa de [[Palermo]], junto a su prima [[Manuelita Rosas]], a su madre Agustinita y a su hermano el inefable Don [[Lucio Victorio Mansilla]]. |
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Sus obras abarcaron casi todos los géneros literarios, incursionando con verdadera sapiencia en la novela, el drama, obras de teatro, ensayos filosóficos, artículos periodísticos de diversa temática y la crítica musical. |
Sus obras abarcaron casi todos los géneros literarios, incursionando con verdadera sapiencia en la novela, el drama, obras de teatro, ensayos filosóficos, artículos periodísticos de diversa temática y la crítica musical. |
Revisión del 01:31 23 jun 2007
Eduarda Damasia Mansilla Ortíz de Rozas de García (1834-1892), fue una escritora argentina del s. XIX, precursora en su género, injustamente olvidada, cuya obra transcendió el ámbito nacional mereciendo el privilegio de ser traducida a otros idiomas y que es sin duda, una de las primeras mujeres argentinas, que logra un nombre y una gran consideración por su labor literaria.
Al evocarla un contemporáneo le decía a su hijo: “No la olvides nunca. Es una mujer de talento extraordinario, un alma exquisita………Resume en su mente el vigor de Madame de Stael, el estilo de Jorge Sand y la fantasía creadora de la Condesa de Pardo Bazan".
Por su parte, el poeta colombiano Rafael Pombo, dejó un bosquejo biográfico, prologando una de sus obras, en la que la recuerda diciendo, entre otras cosas: “El cielo y la naturaleza han reunido efectivamente en la brillante personalidad de la señora de García las gracias y los dones que soliendo andar distribuidos de uno en uno, bastan a menudo para hacer la fortuna de quienes los poseen. Hay en ella un monopolio, que desmiente aquella consoladora teoría propalada por los necesitados y los feos, de que, según la constitución divina, dichos dones a semejanza de los cargos públicos y sus emolumentos, no son acumulables. Ella contradice igualmente la aserción de los naturalistas, de que las aves que mejor cantan son las de menos vistosa apariencia”
Junto a Juana Manso y Juana Manuela Gorriti , ostenta el privilegio de ser una de las primeras escritoras argentinas y pionera en el género de Cuentos Infantiles,
Nació en Buenos Aires, el 11 de diciembre de 1834. Pertenecía a una verdadera elíte, tanto en lo social, como en lo político y cultural. Eran sus padres, Doña Agustina Ortiz de Rozas, hermana menor de Don Juan Manuel de Rosas, quién por su belleza y espiritualidad, mereció el elógio unánime de sus contemporáneos y el benemérito General Lucio Norberto Mansilla, oficial de San Martín en la campaña libertadora, primer gobernador constitucional de Entre Ríos, diputado por esa provincia al Congreso General Constituyente de 1824, Jefe de la Policía de Buenos Aires, Comandante de las tropas que lucharon en la heroica gesta de la Vuelta de Obligado. Era sin dudar, la sobrina predilecta de su tío y brilló desde niña en la casa de Palermo, junto a su prima Manuelita Rosas, a su madre Agustinita y a su hermano el inefable Don Lucio Victorio Mansilla.
Sus obras abarcaron casi todos los géneros literarios, incursionando con verdadera sapiencia en la novela, el drama, obras de teatro, ensayos filosóficos, artículos periodísticos de diversa temática y la crítica musical.
"Eduarda ha pugnado como mujer diez años por abrirse las puertas cerradas a la mujer, para entrar como cualquier cronista o reporter en el cielo reservado a los escogidos machos, hasta que al fin ha obtenido un boleto de entrada, a su riesgo peligro” Domingo Faustino Sarmiento, El Nacional, abril de 1885)
Su magnífica obra literaria, fue olvidada en forma inexplicable, omitiendo no solo su condición de precursora en el género, sino su excelencia literaria. Felizmente en la actualidad, un gran número de talentosos hombres y mujeres de letras, han estudiado sus trabajos literarios y musicales y se han encargado de llevarla al sitial que se merece. Nos referimos entre otros a: María Rosa Lojo, Nestor Tomás Auza, Lily Sosa de Newton, Graciela Baticuore, María Saenz de Quesada, David Viñas, Beatriz Bosch, María Verónica Rossi, Bonnie Frederick, Juan María Veniard, Lee Fletcher, Mónica Guidotti, Claudia Torres, Noemí Vergara de Bietti, etc.
Consciente que el medio en que luchaba por imponerse, estaba destinado a los hombres, apoyada por su marido, empleó sus medios económicos, para publicar su creación literaria y lograr el conocimiento público de sus obras y la búsqueda de la crítica que le permitiera crecer como literata. Fue una de las pocas escritoras argentinas del Siglo XIX que tuvo la posibilidad y el privilegio de publicar sus trabajos.
Su primer obra literaria, es una novela: “El médico de San Luis”, editada en Buenos Aires en 1860 y firmada bajo el seudónimo de Daniel. Esta obra de “urdimbre elemental, comienza a mostrarnos a una sagaz literata que describe ambientes con maestría –vida provinciana hacia 1860- y que diseña caracteres con la sapiencia de una experimentada escritora.
En el mismo año, nos regala otra novela: "Lucia Miranda" que al ser reeditada en 1882, mereció el elogio del publicista norteamericano Caleb Chusing: "Se ve que la obra es de un autor joven, pero que posee cualidades de invención y de imaginación, unidas a ese gran vigor de concepción y de descripción gráfica, que en tal alto grado distingue a la más madura obra de Pablo"
Posteriormente editó en Paris, un libro en francés titulado: “Pablo ou la vie dans les pampas”, que originariamente fue editado como folletín en la revista “L’artiste y posteriormente en libro. La obra fue elogiada por Victor Hugo, a quién le impresiona la novela y le escribe cálidos elogios, expresando: “Me ha hecho vivir en un país que jamás he visto y que probablemente no veré nunca; me ha hecho comprender sentimientos y pasiones que no tienen el mismo ardor ni se presentan con el mismo aspecto bajo nuestro clima frío. En su novela, se ve la pampa con su inexorable serenidad durante el día, con su animación durante la noche. Se interesa uno por Pablo, su madre, su novia; se siente al gaucho malo, separado de la vida común” Otros calificados escritores franceses, elogiaron con entusiasmo esta obra, que algunos consideran como las más importante de Eduarda. Fue traducida por su hermano Lucio Victorio Mansilla y publicada en el diario “La Tribuna” en capítulos. Pese a no tener un conocimiento directa de la vida en las pampas, Eduarda trazó un paisaje histórico costumbrista de gran valía. Como expresa Noemí Vergara de Bietti: “Pese a su atavío francés y al lugar distante donde fue concebida, “Pablo o la vida en las pampas”, novela de asunto histórico y ambiente gauchesco es “apasionadamente argentina” el romance de la vida de nuestros campos en los días felices en que la autora respiraba el aire de su tierra. Nada revela el afán de snobismo que pudiera presumirse en una novela sobre el país, escrita en otro idioma”
Como nos dice María Rosa Lojo: “Si siempre se consideró a Una excursión a los Indios Ranqueles –1870 - , de Lucio Victorio Mansilla, como el texto precursor del Martín Fierro -1872- por la fuerte apuesta a favor de los “hijos de la tierra”, por la inclusión de episodios que prefiguran las desdichas de Fierro (los gauchos perseguidos que se asilan entre los indios y con los que dialoga el narrador), bien pude decirse que Eduarda se adelanta a su hermano en el género.
Continuó su obra literaria con “Recuerdos de Viaje” , un libro excelente, según Sarmiento, “inspirado como los demás en una razón madura, un corazón joven, el sentimiento de lo bello y la solicitud de lo artístico”; posteriormente, encara una obra teatral de tono dramático, titulada: “La Marquesa de Altamira” luego, “Creaciones” una compilación de distintos intentos literarios, que comprende desde una comedia en un acto “Simila similibus”, hasta un par de cuentos fantásticos: “El Ramito de Romero” y “Dos cuerpos en un alma”, que harían las delicias de Edgar Allan Poe y su última novela publicada en 1855, titulada "Un amor"
Colaboró con diversos medios periodísticos, utilizando su nombre o pseudónimos, tales como “Daniel” o “Alvar”. Sus escritos, se pueden encontrar en: “La Flor del aire”, donde escribía en la “Sección de Teatro”, en la Revista “El Alba” , “La Gaceta Musical”, "El Plata Ilustrado" -1871-1873 - , donde tenía a su cargo, la mas femenina de las secciones: "Modas". En el mismo periódico, podemos encontrar sus artículos bajo el sugestivo título de "Hojas sueltas", donde plasmaba sus ideas en todo cuanto consideraba de interés y consideraba necesario vertir su opinión: críticas de costumbres, juicios de carácter moral, reseñas sociales, descripciones de la ciudad, etc.
Poseía una voz incomparable y ejecutaba piezas musicales con verdadera maestría. Cantaba en cuatro idiomas. Tuvo para alcanzar tal grado de excelencia, el privilegio de tener como maestros a: Anton Rubinstein, Charles Gounod, Jules Massenet y otros a los que frecuentaba en su salón familiar en París.
En los últimos años, se han reeditado gran parte de sus obras, pese a que en su testamento Doña Eduarda, pidió expresamente que no se lo hiciera. Nos alegramos que no se haya cumplido su voluntad, puesto que el cumplimiento de su deseo, hubiera privado de conocer la obra de una de las escritoras más importantes de la literatura argentina.
En 2001, la ciudad de Buenos Aires, le rindió su homenaje al imponer su nombre a una calle, en Puerto Madero.
Contrajo matrimonio en la Iglesia de San Miguel Arcángel de la ciudad de Buenos Aires, el 31 de enero de 1855 - Libro año 1855, folio 66 - , con Don Manuel Rafael García Aguirre, destacado jurista y diplomático argentino, hijo del gran estadista y diplomático Manuel José García, quién era un tenaz opositor de Rosas a pesar de su parentesco y el de su mujer Doña Manuela Aguirre, con los Ortíz de Rozas. La prensa saludo el evento con el pomposo título de la unión de Romeo y Julieta.
Sus hijos, Eduarda, Manuel José, Rafael, Daniel, Eduardo y Carlos, por expreso pedido de sus padres al morir Don Juan Manuel de Rosas, en 1877, unieron para siempre, los apellidos paterno y materno mediante un guión, conformando la familia hoy apellidada García-Mansilla, como un símbolo de la necesaria hermandad entre los argentinos. Son los únicos descendientes de la escritora en la actualidad.
Acompañando a su marido, recorrió las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos, lo que le permitió conocer la idiosincrasia de cada país y sus bellezas naturales, pero fundamentalmente formar parte de un mundo de elevado nivel intelectual y artístico, en el que se desenvolvió con la naturalidad de una mujer nacida para tal fin y que por frecuentar lo más elevado del mundo de la cultura , le permitió crecer como artista e influir en su estilo.
Su familia, frecuentó y fue amiga dilecta de grandes hombres. En Estados Unidos, de los presidentes, Abraham Lincoln y General Ulyses Grant, quién le obsequió su retrato grabado, del poeta Henry Wadsworth Longfellow, quién le dedico algunos versos, del historiador John Lothrop Motley, el Secretario de Estado Hamilton Fish, el nieto del Rey Luis Felipe de Francia, Luis Felipe de Orleans, Conde de Paris, su hermano el Duque de Chartres, Roberto de Orleans y muchos otros.
Consagrada en el mundo de las letras, llegó a Europa, por segunda vez y durante ocho años su salón brilló con la presencia de Victor Hugo, Thiers, Dumas, Houssaye, Janin, Francois Coppeé, Jules Massenet, Laboulaye, entre muchos otros.
La Corte de Napoleón III y su mujer Eugenia de Montijo, amiga de su suegro el General Lucio Norberto Mansilla y presentada por nuestro general al Emperador, eran el ámbito en que desarrollaban su vida diplomática. Francisco José de Austria y su mujer la dulce “Sissi” nacida Isabel de Baviera, los recibieron con afecto en la rígida corte de los Habsburgos.
Falleció en Buenos Aires, a los cincuenta y siete años de edad, de una dolencia al corazón, el 20 de diciembre de 1892. Se realizó un gran funeral en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, al que asisitieron numerosas personalidades de la Argentina.