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Alfonso VI de León

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Alfonso VI de León
Rey de León, de Galicia y de Castilla

Alfonso VI en una miniatura del siglo XII en la Catedral de Santiago de Compostela.
Rey de León
1065-1072
Predecesor Fernando I
Sucesor Sancho II
1072-1109
Predecesor Sancho II
Sucesor Urraca I
Información personal
Nacimiento 1040/41
Fallecimiento 1 de julio de 1109
Toledo, Castilla
Sepultura Monasterio de Benedictinas de Sahagún
Familia
Dinastía Jimena
Padre Fernando I
Madre Sancha de León
Consorte
Hijos Véase descendencia

Alfonso VI de León, llamado «el Bravo» (1040/41[1]​-Toledo, 1 de julio de 1109), hijo de Fernando I de León y de su esposa, la reina Sancha, fue rey de León entre 1065[2]​ y 1072 en un primer reinado, y entre 1072 y 1109 en un segundo, de Galicia entre 1071 y 1072 y entre 1072 y 1109 y de Castilla entre 1072 y 1109.

Durante su reinado, se produjo la conquista de Toledo (1085) y tuvieron lugar las batallas de Sagrajas y Uclés, que constituyeron sendas derrotas para las mesnadas leonesas y castellanas. En la segunda falleció el heredero del rey, el infante Sancho Alfónsez.

Orígenes familiares e infancia

Hijo del rey Fernando I y de su esposa, la reina Sancha de León, Alfonso era un «infante leonés con sangre navarra y castellana».[3]​ Sus abuelos paternos fueron Sancho Garcés III, rey de Pamplona, y su esposa la reina Muniadona —hija de Sancho García, conde de Castilla— y los maternos fueron el rey Alfonso V de León y su esposa la reina Elvira Menéndez.[4]

El año de su nacimiento no está registrado en la documentación medieval. Un texto coetáneo del cronista anónimo de Sahagún que conoció al monarca y se halló presente cuando murió, relata que falleció con 62 años de vida y 44 de reinado por lo tanto, habría nacido en el segundo semestre de 1047[5]​ o en la primera mitad de 1048[6]​ Reilly dice que falleció con 72, por lo que habría nacido en 1037.[7]

Según el Silense, la primogénita, Urraca, vino al mundo cuando sus padres aún eran condes de Castilla, antes reinar, así que habrá nacido en 1036/37.[8]​ El segundogénito, Sancho, habrá nacido en el segundo semestre de 1038 o en 1039.[1]​ La infanta Elvira pudo haber nacido en 1039/40[1]​, Alfonso en 1040/41,[1]​ y el más pequeño de los hermanos, García, entre 1041 y el 24 de abril de 1043 cuando el rey Fernando, en una donación a la abadía de San Andrés de Espinareda, menciona a sus cinco hijos.[1]​ Todos ellos, excepto Elvira, confirman un documento en el monasterio de San Juan Bautista de Corias el 26 de abril de 1046.[1][a]

Todos los hijos del rey Fernando, según el Silense, fueron educados en las artes liberales y los varones también en las armas, el «arte de correr caballos al uso español» y en la caza.[9]​ El clérigo Raimundo fue el encargado del aprendizaje de Alfonso en las letras. Ya siendo rey, Alfonso le nombró obispo de Palencia y se refirió a él como magistro nostro, viro nobile et Deum timenti.[9]​ Posiblemente Alfonso paso largas temporadas en Tierra de Campos donde aprendió el arte de la guerra y lo que se esperaba de un caballero junto con Pedro Ansúrez, hijo de Ansur Díaz y sobrino del conde Gómez Díaz de Saldaña, todos del linaje de los Banu Gómez.[9]

Ascenso al trono

Como segundo hijo varón del rey de León y conde de Castilla,[10][1]​ Fernando I, y de la reina Sancha de León, a Alfonso no le habría correspondido heredar.[3]​ A finales de 1063, probablemente el 22 de diciembre, aprovechando que numerosos magnates se habían reunido en la capital del reino para la consagración de la basílica de San Isidoro de León,[11]​ Fernando I convocó una Curia Regia para dar a conocer sus disposiciones testamentarias, en las cuales decidió repartir su patrimonio entre sus hijos, reparto que no se haría efectivo hasta la muerte del monarca[12]​ con el fin de evitar que surgieran discordias después de su muerte.[13]

El historiador Alfonso Sánchez Candeira sugiere que, aunque no se conocen las razones que llevó al rey Fernando a dividir los reinos, heredando Alfonso el de León que llevaba implícito el título imperial, que el reparto pudo ser debido a que consideró conveniente que a cada hijo varón le entregara en herencia la región donde fueron educados y donde pasaron sus primeros años.[17]

Reinado

Primera etapa (1065-1072): consolidación del trono

Tras su coronación en la ciudad de León en enero de 1066, Alfonso tuvo que enfrentarse con los deseos expansionistas de su hermano Sancho quien, como primogénito, se consideraba el único heredero legítimo de todos los reinos de su padre.[2]​ Los conflictos se inician cuando el 7 de noviembre de 1067 fallece la reina Sancha,[18]​ suceso que abrirá un periodo de siete años de guerra entre los tres hermanos y cuyo primer acto tendrá lugar el 19 de julio de 1068 cuando Alfonso y Sancho se enfrentan en Llantada,[19]​ en un juicio de Dios en el que ambos hermanos pactan que el que resultase victorioso obtendría el reino del derrotado. Aunque Sancho vence, Alfonso no cumple con lo acordado a pesar de lo cual las relaciones entre ambos se mantienen como demuestra el hecho de que Alfonso acudiera, el 26 de mayo de 1069, a la boda de Sancho con una noble inglesa llamada Alberta y donde ambos decidieron unirse para repartirse el reino de Galicia que le había correspondido a García, el menor de los hijos de Fernando I.

Con la complicidad de Alfonso, su hermano Sancho entra en Galicia en 1071[20]​ y, tras derrotar a su hermano García, lo apresa en Santarém y lo encarcela en Burgos hasta que es exiliado a la taifa de Sevilla, gobernada por Al-Mutamid. Tras eliminar a su hermano, Alfonso y Sancho se titulan reyes de Galicia y firman una tregua que se mantendrá durante tres años.

La Jura de Santa Gadea, de Marcos Hiráldez Acosta. 1864. (Palacio del Senado de España, Madrid).

La tregua se rompe con la batalla de Golpejera en 1072.[20]​ Las tropas de Sancho salen victoriosas, pero este decide no perseguir a su hermano. Alfonso fue hecho prisionero y encarcelado en Burgos.[21]​ Posteriormente es trasladado al monasterio de Sahagún, donde se le rasura la cabeza y se le obliga a tomar la casulla. Gracias a la intercesión de su hermana Urraca, Sancho y Alfonso llegaron a un acuerdo para que Alfonso marchara y se refugiase en la taifa de Toledo bajo la protección de su vasallo, el rey Al-Mamún y acompañado por el fiel Pedro Ansúrez, amigo de su infancia, y sus dos hermanos Gonzalo y Fernando.[22]

Alfonso, desde su exilio en Toledo, logra el apoyo tanto de su hermana Urraca como de la nobleza leonesa que se hacen fuertes en la ciudad de Zamora, señorío que Alfonso le había otorgado anteriormente,[23]​ obligando a Sancho, en 1072, a sitiar la ciudad para someterla después de que Urraca se negara a canjearla por otras plazas que le había ofrecido Sancho, deseoso de controlar la plaza fuerte de Zamora, «clave para la futura expansión al sur del Duero».[23]​ En el transcurso del asedio el rey Sancho recibió la muerte. La tradición o leyenda narra el episodio con el detalle de que durante el cerco, un noble zamorano o gallego llamado Vellido Dolfos se presentó ante el rey como desertor y, con la excusa de mostrarle los puntos débiles de las murallas, lo separó de su guardia y consiguió acabar con su vida de una lanzada.[24]​ Aunque no hay constancia alguna de que la muerte de Sancho se debiera a una traición más que a un engaño, ya que Dolfos era enemigo de Sancho, su asesinato fue debido a un lance bélico propio de la situación de sitio y no se produjo en las murallas sino en un bosque cercano donde Dolfos llevó al rey castellano alejándole de su protección armada. La muerte violenta de su hermano Sancho, que no dejó descendencia, permitió a Alfonso recuperar su trono y reclamar para sí Castilla y Galicia.

Aunque Rodrigo Díaz de Vivar, hombre de confianza y portaestandarte del rey Sancho, se halló en el sitio de Zamora, no consta cual había sido su actuación. Tampoco se puede atribuir a Alfonso que estaba desterrado y alejado de los hechos, la muerte de su hermano,[25]​ «pero los juglares y el romancero rellenaron este vacío con hermosas creaciones literarias desprovistas de cualquier realidad histórica».[25]

En este momento, la Leyenda de Cardeña acerca del Cid (siglo XIII) sitúa la jura exculpatoria de la posible participación de Alfonso en el asesinato de su hermano, que tomó El Cid en la iglesia de Santa Gadea de Burgos (Jura de Santa Gadea) y que provocaría una relación de desconfianza mutua entre ambos, aunque Alfonso intentó un acercamiento al ofrecerle en matrimonio a su sobrina Jimena Díaz junto a la inmunidad de sus heredades. Estos hechos y sus consecuencias llegarían con el tiempo a ser considerados históricos por multitud de cronistas e historiadores, aunque en la actualidad la mayor parte de estos rechazan la historicidad del episodio.[26]

La muerte de Sancho también fue aprovechada por García para recuperar su propio trono, pero al año siguiente, el 13 de febrero de 1073,[27][28]​ fue llamado por Alfonso a una reunión, y fue apresado y encarcelado de por vida en el castillo de Luna, donde fallecería finalmente el 22 de marzo de 1090.[28]​ Eliminados los dos hermanos, Alfonso no tuvo problema en obtener la lealtad tanto del alto clero como de la nobleza de sus territorios; para confirmar esta, pasó los dos años siguientes visitándolos.[27]

Segunda etapa (1072-1086): expansión territorial

Consolidado en el trono leonés, y con el título de emperador que heredaba de la tradición neogoticista leonesa, Alfonso VI dedica los siguientes catorce años de su reinado a engrandecer sus territorios mediante conquistas como la de Uclés y los territorios de los Banu Di-l-Nun. También se tituló, desde 1072, rex Spanie.[29]

Vista general de la ciudad de Toledo, conquistada por Alfonso VI el Bravo en 1085.

Su primer movimiento lo realiza en 1076, cuando al fallecer el monarca navarro Sancho Garcés IV, la nobleza navarra decide que el trono no pase a su hijo menor de edad, sino a uno de los nietos de Sancho III de Navarra: Alfonso VI o Sancho Ramírez de Aragón que invadieron el reino navarro. Tras llegar a un acuerdo, Sancho Ramírez es reconocido como rey de Navarra y Alfonso se anexiona los territorios de Álava, Vizcaya, parte de Guipúzcoa y La Bureba, adoptando en 1077 el título de Imperator totius Hispaniae ('Emperador de toda España').[30]

Pero su gran expansión territorial la hará a costa de los reinos taifas musulmanes, para lo cual Alfonso siguió con la práctica de explotación económica mediante el sistema de parias consiguiendo que la mayor parte de los reinos de taifas de la España musulmana fuesen sus tributarios, práctica a la que unió la presión militar. En el 1074 probablemente recuperó el pago de las parias de Toledo y ese mismo año, ayudado por tropas de esta ciudad, taló las tierras de la taifa granadina, que como consecuencia comenzó también a pagar tributo a Alfonso.[31]​ En el 1076, el emir de Zaragoza, que deseaba apoderarse de Valencia sin que lo estorbase Alfonso, se avino a reanudar el pago de las parias.[32]​ En el 1079, se adueñó de Coria.[33]

Alfonso VI conquista Toledo el 25 de mayo de 1085. Banco de la Plaza de España de Sevilla

Una de las iniciativas de estos años, que ha pasado a la historia como la traición de Rueda, terminará en fracaso. Tuvo lugar en 1083 en el castillo de Rueda de Jalón, cuando Alfonso recibe noticias de que el alcaide de dicha fortaleza, la cual pertenecía al reino Taifa de Zaragoza, pretende rendirla al rey leonés. Las tropas que envía Alfonso son emboscadas al entrar en el castillo y mueren varios de sus principales magnates.

En 1074 había fallecido envenenado en Córdoba su vasallo y amigo, el rey de la taifa de Toledo Al-Mamún a quien sucedió su nieto Al-Qádir quien, en 1084, solicitó por segunda vez la ayuda de Alfonso ante un levantamiento que pretendía derrocarle. Alfonso aprovechó el llamamiento de ayuda del rey taifa para sitiar Toledo, ciudad que caería el 25 de mayo de 1085 y al-Qadir fue enviado como rey a Valencia bajo la protección de Alvar Fáñez. Para facilitar esta operación y recuperar el pago de las parias de la ciudad, que había dejado de pagarlas el año anterior, Alfonso asedió Zaragoza en la primavera del 1086.[34]​ A comienzos de marzo, Valencia aceptó a al-Qadir; Játiva trató de resistir solicitando el socorro del reyezuelo de Tortosa y Lérida, que realizó una fallida incursión por la región antes de retirarse acosado por las huestes de Fáñez.[31]

Tras esta importante conquista, el monarca se tituló emperador de las dos religiones y como gesto ante la importante población musulmana de la ciudad se compromete, además de respetar las propiedades de estos, a reservarles la mezquita mayor para su culto. Esta decisión será revocada por el recién nombrado arzobispo de Toledo, el cluniacense Bernardo de Sedirac, aprovechando una ausencia del monarca de Toledo y valiéndose para ello del apoyo de la reina Constanza de Borgoña.

La ocupación de Toledo, que permite a Alfonso VI incorporar el título de rey de Toledo a los que ya ostentaba (victoriosissimo rege in Toleto, et in Hispania et Gallecia[35]​), llevó a la toma de ciudades como Talavera y de fortalezas como el castillo de Aledo. También ocupa la entonces ciudad de Mayrit en 1085 sin resistencia, probablemente mediante capitulación. La incorporación del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo, servirá de base de operaciones para la corona leonesa, desde donde podía emprender un mayor hostigamiento contra las taifas de Córdoba, Sevilla, Badajoz y Granada.

Tercera etapa (1086-1109): la invasión almorávide

La conquista de la extensa y estratégica taifa toledana, el control de Valencia y la posesión de Aledo, que aisló Murcia del resto de al-Ándalus, preocuparon a los soberanos musulmanes de la península.[36]​ La presión militar y económica sobre los reinos taifas hizo que los reyes de las taifas de Sevilla, Granada, Badajoz y Almería decidiesen pedir ayuda a los almorávides que,[37]​ a finales de julio del 1086, al mando del emir Yusuf ibn Tasufin, cruzaron el estrecho de Gibraltar y desembarcaron en Algeciras.[38]

En Sevilla, el ejército almorávide se unió a las tropas de los reinos taifas y juntos se dirigieron a tierras extremeñas donde, el 23 de octubre de 1086,[39]​ se enfrentaron en la batalla de Zalaca a las tropas de Alfonso VI, que se había visto obligado a abandonar el sitio a que sometía a la ciudad de Zaragoza.[40]​ A él se reunió también Álvar Fáñez, a quien se había llamado desde Valencia para unirse a las fuerzas del rey.[38]​ La batalla se saldó con la derrota[41]​ de las tropas cristianas,[37]​ que regresaron a Toledo para defenderse, pero el emir no supo aprovechar la victoria, pues regresó apresuradamente a África a causa de la muerte de su hijo.[42]​ El choque marcó el comienzo de una nueva etapa en la península que duró unas tres décadas, en las que la iniciativa militar pasó a los almorávides y el reino de Alfonso tuvo que mantenerse a la defensiva; logró en todo caso retener Toledo, objetivo principal de las acometidas almorávides.[42]

Alfonso solicitó a los reinos cristianos de Europa la organización de una cruzada contra los almorávides que habían recuperado casi todos los territorios que Alfonso había conquistado, con la excepción de Toledo, ciudad en la que Alfonso se hacía fuerte. Para reforzar su posición, se reconcilió con el Cid, que acudió a Toledo a finales del 1086 o principios del 1087.[41]​ Como consecuencia de la grave derrota, las taifas andalusíes dejaron de pagarle parias.[41]​ El Cid, empero, logró volver a someter a las taifas levantinas a Alfonso a lo largo de los dos años siguientes.[43]

Aunque la cruzada no llegó finalmente a organizarse, sí provocó la entrada en la península de un importante número de cruzados entre los que destacaban Raimundo de Borgoña y Enrique de Borgoña, que contrajeron matrimonio con dos hijas de Alfonso, Urraca (1090) y Teresa (1094), lo que originó la implantación de la dinastía borgoñona en los reinos peninsulares.[44]​ Algunos de los cruzados sitiaron infructuosamente Tudela en el invierno del 1087, antes de retirarse.[41][45]​ Ese mismo año, el rey aplastó una revuelta en Galicia, que pretendía liberar a su hermano García.[46]

En 1088 Yusuf ibn Tasufin cruzó por segunda vez el estrecho, pero fue derrotado en el sitio de Aledo y sufrió la deserción de muchos de los reyes de las taifas musulmanas, lo que motivó que, en su próxima venida, el emir llegase con la decisión de destituirlos a todos y quedarse él como único rey de todo al-Ándalus.[47]​ Gracias al fracaso musulmán ante Aledo, Alfonso había podido reanudar el cobro de las parias, mediante amenazas de talar el territorio granadino en el caso del soberano de esta ciudad y corriendo el territorio sevillano para recuperar la sumisión de la ciudad del Guadalquivir.[48]​ Enemistado definitivamente Abd Allah ibn Buluggin de Granada con Ibn Tasufin, Alfonso se comprometió a socorrerlo a cambio de su sumisión.[49]

En junio del 1090, los almorávides realizaron un tercer desembarco, destituyeron al rey de Granada, vencieron a al-Mamun, gobernador de Córdoba, y tras la batalla de Almodóvar del Río, entraron en Sevilla enviando al exilio a su rey al-Mutamid.[39]​ En la segunda mitad del año, se apoderaron de todas las taifas sureñas, Alfonso, que se había comprometido a ayudar al soberano de Sevilla, fracasó en este propósito.[47]​ El rey sufrió reveses en todos los frentes: en el este no consiguió apoderarse de Tortosa por la tardía llegada de la flota genovesa que debía participar en su toma; más al sur, al-Qadir fue depuesto en una revuelta; en el sur, su relación con Zaida, nuera del emir sevillano, no sirvió para favorecer su imagen de paladín del islam peninsular frente a los almorávides; finalmente, en el oeste, la alianza con el emir de Badajoz no bastó para librar a este de la conquista de su territorio por los magrebíes.[50]​ Como precio del pacto Alfonso había obtenido Lisboa, Sintra y Santarém, pero las perdió en noviembre del 1094, cuando su yerno Raimundo, encargado de su defensa, fue derrotado por el ejército almorávide que había tomado Badajoz poco antes.[50]​ La única buena nueva para Alfonso la proporcionó el Cid, que consiguió recuperar Valencia en junio y vencer al ejército almorávide que avanzó contra él en octubre en la batalla de Cuarte; esta victoria fijó la frontera oriental durante aproximadamente una década.[50]

Seguidamente, desbarató con astucia una conjura en su contra de sus yernos Raimundo y Enrique, que deseaban repartirse el reino a su muerte.[51]​ Para enemistarlos, Alfonso casó a su hija Teresa con Enrique en el 1096, y concedió al matrimonio el gobierno del condado de Portugal, hasta entonces dominado por Raimundo,[51]​ que comprendía las tierras desde el Miño hasta Santarém, mientras que el gobierno de Raimundo se limitaba a Galicia.[52]

De este modo los dos primos en vez de aliados se convirtieron en rivales con intereses contrapuestos; su pacto sucesorio saltaba por los aires, y a partir de entonces cada uno de ellos trataría de ganarse el favor de Alfonso.[53]
Estatua de Alfonso VI en los Jardines de Sabatini de Madrid (F. Corral, 1753).

En 1097 se produjo un cuarto desembarco almorávide.[51]​ La noticia la recibió Alfonso VI cuando se dirigía a Zaragoza para prestar ayuda a su vasallo el rey Al-Musta'in II en su enfrentamiento con el recién coronado Pedro I de Aragón. El objetivo almorávide era nuevamente Toledo,[51]​ en cuyo camino se encontraba el castillo de Consuegra y donde, el 15 de agosto, se encontraron con las tropas cristianas que nuevamente resultaron derrotadas en la batalla de Consuegra, lo que supuso la confirmación del periodo de decadencia del reinado de Alfonso VI que ya se había iniciado en 1086 con la derrota de Zalaca.

En el 1099, los almorávides conquistaron gran parte de los castillos que defendían la zona toledana y al año siguiente trataron de apoderarse de Toledo, infructuosamente.[54]​ Dirigió la defensa de la ciudad Enrique, el yerno de Alfonso, pues este había marchado a Valencia a inspeccionar sus defensas; el Cid había fallecido el año anterior y el gobierno de la ciudad recaía entonces en su viuda, Jimena.[54]

En 1102, Alfonso envió tropas en auxilio de Valencia frente a la amenaza almorávide.[54]​ La batalla tuvo lugar en Cullera y terminó sin un claro vencedor, aunque Valencia cayó en manos almorávides ante lo costoso que resultaba para Alfonso defender esta plaza.[54]​ Alfonso supervisó la evacuación de la ciudad en marzo y abril, y le prendió fuego antes de marcharse; en mayo, los almorávides se adueñaron de ella.[54]​ Ese mismo año, emprendió la repoblación de Salamanca —que protegía Coria— y Ávila —que defendía el puerto de mejor acceso desde Guadarrama—, tratando de prepararse para una eventual pérdida de Toledo.[55]​ Para proteger la zona por el este, cercó y tomó Medinaceli, plaza clave que permitía el ataque hacia la región toledana desde el este a lo largo del valle del Jalón, en el 1104.[56]​ En el 1104, 1105 y 1106, realizó varias incursiones en el territorio andalusí; en la última alcanzó Málaga y pudo escoltar en su vuelta a mozárabes que se instalaron en su reino como repobladores.[56]

En 1108 las tropas del almorávide Tamim, gobernador de Córdoba e hijo de Yusuf ibn Tasufin, se dirigieron nuevamente contra los territorios cristianos, pero la ciudad elegida no fue Toledo, sino Uclés.[57][58]​ Alfonso se encontraba en Sahagún, recién casado, mayor y con una vieja herida que le impedía montar a caballo. Al mando del ejército se puso Álvar Fáñez, gobernador de las tierras de los Banu Di-l-Nun, y le acompañó el infante heredero Sancho Alfónsez.[57][58]​ Los ejércitos se enfrentaron en la batalla de Uclés, donde las tropas cristianas sufrieron otra dura derrota y en la que, además, pereció el infante heredero al trono, lo que tuvo como consecuencia un parón de treinta años en la reconquista y la independencia del condado portugués.[57][58]​ La situación militar también era grave, pues los almorávides se apoderaron casi de inmediato de toda la franja defensiva del Tajo de Aranjuez a Zorita y se produjeron levantamientos de la población musulmana de la región.[57]

Esposas, concubinas y descendencia

En 1067 se negoció su matrimonio con Ágata de Normandía, hija del rey Guillermo I de Inglaterra y de Matilde de Flandes,[59]​ pero su muerte prematura frustró el proyecto.

Miniatura del manuscrito de 1513 de la Biblioteca Nacional que representa una escena del Chronicon regum legionensium del Obispo Pelayo

Según el obispo Pelayo de Oviedo, coetáneo del rey, en su Chronicon Regum Legionensium, Alfonso VI tuvo cinco esposas y dos concubinas nobilissimas. Las esposas fueron, según el obispo, Inés, Constanza, Berta, Isabel y Beatriz, y las concubinas Jimena Muñoz y Zaida.[c]

Inés de Aquitania

En 1069 se firmó el acuerdo de esponsales con Inés de Aquitania, hija de Guido Guillermo VIII, duque de Aquitania y conde de Poitiers y de Matilde de la Marche.[31][61]​ Inés apenas contaba con diez años de edad y hubo que esperar hasta que cumpliese los catorce años para celebrar el matrimonio que tuvo lugar a finales de 1073 o principios de 1074. Aparece en diplomas reales hasta el 22 de mayo de 1077 y a partir de esa fecha, el rey aparece solo en la documentación.[62]​ Inés falleció el 6 de junio de 1078.[62]

Reilly sugiere que el año anterior se había anulado el matrimonio, probablemente por la falta de hijos.[44]​ Sin embargo, Gambra discrepa y opina que no existen fuentes fidedignas que avalen tal aseveración. La información sobre el supuesto repudio solo aparece en un tomo de L'art de vérifier les dates y, según Gambra, «Se hace imposible, a falta de mejores referencias, conceder crédito a la afirmación del repudio de Inés».[63][d]​ Además, señala que el Tudense, en su Chronicon Mundi, indica que la reina fue sepultada en Sahagún. Finalmente, señala que «Si realmente se hubiese producido un hecho de dicha envergadura, carecería de sentido [...] que Alfonso VI contrajese matrimonio inmediatamente con otra princesa de la familia de Inés».[63]​ Inés y la siguiente esposa del rey, Constanza, eran primas en tercer grado, ambas descendientes del duque Guillermo III de Aquitania.[65]

Por otro lado, Orderico Vital, cronista inglés del siglo XII, decía que el matrimonio de Inés y el rey Alfonso había sido anulado en 1080 por razones de consanguinidad y que Inés había vuelto a casar en 1109 con Elías de la Fleche, conde de Maine.[66]​ Según Jaime de Salazar y Acha, la que casó con el conde de Maine fue Beatriz, la última esposa de Alfonso VI.[67]

Jimena Muñoz

Después de la muerte de Inés, el rey mantuvo una relación con Jimena Muñoz, concubina nobilissima, según el obispo Pelayo de Oviedo de la cual nacieron dos hijas entre 1078 y 1080.[68][44]

Constanza de Borgoña

Contrajo matrimonio por segunda vez a finales de 1079 con Constanza de Borgoña,[70]​ con quien aparece por primera vez el 8 de mayo de 1080,[71]​ viuda, sin hijos, del conde Hugo III de Chalon-sur-Saône, e hija de Roberto el Viejo, duque de Borgoña y Hélie de Semur,[72]​ y bisnieta de Hugo Capeto, rey de Francia.[44][71]​ También era sobrina del abad Hugo de Cluny,[73]​ y tía de Enrique de Borgoña.[74]​ Fruto de este matrimonio, que duró hasta la muerte de la reina en 1093,[51][e]​ nacieron seis hijos, cinco de ellos fallecidos en la niñez, y la única que sobrevivió fue:[77]

Zaida

El obispo Pelayo de Oviedo menciona a Zaida como una de las dos concubinas del rey y dice que fue hija de Al-Mu'tamid rey taifa de Sevilla. Zaida, en realidad, era su nuera, casada con su hijo Abu Nasr Al-Fath al-Ma'mun, rey de la taifa de Córdoba.[79][80]​ En marzo de 1091 los almorávides sitiaron la ciudad de Córdoba. El marido de Zaida, que murió durante el asedio el 26/27 de ese mes, como medida de precaución, envió a su esposa Zaida y sus hijos a Almodóvar del Río. Después de enviudar, Zaida buscó la protección en la corte del rey leonés y ella y sus hijos se convirtieron al cristianismo, fue bautizada con el nombre de Isabel y se convirtió en la concubina del rey.[81]

De esta relación nació entre 1091 y 1095, posiblemente en 1094:[82][83]

En la crónica De rebus Hispaniae, del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, la mora Zaida se cuenta entre las esposas de Alfonso VI. Pero la Crónica najerense y el Chronicon mundi indican que Zaida fue concubina y no esposa de Alfonso VI.[84]​.

Según Jaime de Salazar y Acha, seguido por otros autores, entre ellos, Gonzalo Martínez Díez, contrajeron matrimonio en 1100, quedando legitimado el hijo de ambos que se convirtió en príncipe heredero del reino cristiano.[85][86][87]​ Para Salazar y Acha, Zaida y la cuarta esposa del rey, Isabel, son la misma persona, «Pese a los ímprobos esfuerzos de los historiadores posteriores por intentarnos demostrar que no era la mora Zaida»,[88]​ y también sería la madre Elvira y Sancha Alfónsez.[89]​ Otra razón que esgrime el autor es el hecho que poco después de la boda del rey con Isabel, el infante Sancho comienza a confirmar diplomas regios y de no ser la nueva reina Zaida, no hubiera consentido el nuevo protagonismo de Sancho en detrimento de sus posibles futuros hijos.[90]​ También cita un diploma en la catedral de Astorga del 14 de abril de 1107 donde el rey concede unos fueros y actúa cum uxore mea Elisabet et filio nostro Sancio.[90]​ Este es el único diploma donde se cita como «nuestro hijo», ya que en otros solamente figura como hijo del rey aunque también aparece la reina Isabel.

Reilly acepta que fueron dos Isabel, la mora Zaida —bautizada Isabel— y la otra Isabel, pero argumenta que para reforzar la posición de Sancho Alfónsez, el rey Alfonso anuló el matrimonio con Isabel en marzo de 1106 y se casó con Zaida.[87][91][92]​ La hipótesis que Alfonso VI se había casado con Zaida ya había sido rechazada por Menéndez Pidal y por Lévi-Provençal.[92]

El 27 de marzo de 1106, el rey Alfonso confirmó una donación al monasterio de Lorenzana: (...) eiusdemque Helisabeth regina sub maritali copula legaliter aderente, una fórmula inusual que confirma un legítimo matrimonio.[93]​ Salazar y Acha y Reilly interpretan esta cita como prueba de que el rey había casado con Zaida, legitimando así al hijo de ambos y la relación de concubinato.[94][95]​ Gambra, sin embargo, se opone y dice que es «una argumentación extremadamente endeble, empezando por la referencia documental, escasamente significativa. Su carácter es más bien ornamental y literario».[94]Montaner Frutos también dice que la hipótesis es «poco verosímil y problemática» ya que no era necesario que el rey casase con Zaida para legitimar a su hijo Alfonso y que, además, Isabel la francesa falleció en 1107 según reza en su epitafio.[96]​ También menciona Montaner Frutos una donación de la reina Urraca años después, en 1115, cuando donó unas propiedades a la catedral de Toledo y solamente menciona a una Isabel como la esposa del rey.[f]

Berta

El 25 de noviembre de 1093 contrajo un tercer matrimonio con Berta,[51][g]​ aunque en un documento del 13 de abril de 1094 no se cita lo cual «resulta extraño porque se inscribe en una época en la que ya es habitual la inclusión de la regia consorte en el tenor diplomático».[99]​ El genealogista Szabolcs de Vajay, por razones onomásticas, sugiere que Berta era miembro de la casa de Saboya, hija de Amadeo II de Saboya (m. 1180), hermano de Pedro I de Saboya, sobrina nieta de Berta de Saboya, bisnieta de Berta d'Este y prima hermana de otra Berta, quien fue reina por su matrimonio con Pedro I de Aragón.[100]​ Su presencia en la corte se registra por primera vez el 28 de abril de 1095.[99][h]​ Falleció entre el 17 de noviembre de 1099, fecha en que confirma un diploma real por última vez, y el 15 de enero de 1100 cuando el rey aparece solo en una donación a la catedral de Santiago de Compostela.[101][102]​ No hubo descendencia de este matrimonio.[103][87]

Isabel

Su penúltimo matrimonio fue con Isabel y «la polémica ha radicado durante siglos en si esta última era la mora Zaida o un personaje distinto».[104]​ Ambos aparecen juntos por primera vez el 14 de mayo de 1100 aunque el diploma es considerado sospechoso, y la segunda vez en ese mismo año pero sin fecha.[105]​ Las últimas menciones de Isabel en diplomas reales fueron el 8 y el 14 de mayo de 1107 y probablemente murió a mediados de ese año.[106]​ Esta es, según Salazar y Acha, Zaida que después de su bautismo se llamó Isabel. Su origen es incierto. El obispo Pelayo no se refiere a su origen. Lucas de Tuy en el siglo XIII, basándose en el epitafio de Isabel, la hace hija del rey Luis de Francia, quien por esas fechas tendría que ser Luis VI aunque no consta que tuviera una hija llamada Isabel y, además, de ser así, Isabel hubiera tenido unos cinco o seis años de edad al casar. Reilly considera que su origen probablemente fue borgoñón,[107]​ aunque no consta en la documentación.[105]

Nacieron dos hijas de este matrimonio:

Beatriz

El rey Alfonso contrajo un quinto matrimonio, posiblemente en los primeros meses de 1108,[109]​ con Beatriz.[59][109]​ Ambos aparecen juntos por primera vez el 28 de mayo de 1108 en la catedral de Astorga y después en otros dos diplomas reales; el 1 de enero de 1109 en la catedral de León y por última vez el 25 de abril del mismo año en la catedral de Oviedo,[109]​ unos tres meses antes de la muerte del rey. Según el obispo Pelayo de Oviedo, una vez viuda del rey, Beatriz regresó a su patria.[59]​ Jaime de Salazar y Acha sugiere que fue hija de Guillermo de Poitiers, duque de Aquitania y conde de Poitiers, y de Hildegarda de Borgoña[110]​ y que después de enviudar volvió a contraer matrimonio con Elías de la Fleche, conde de Maine.[67][111]

Crisis sucesoria

Alfonso, ya anciano, tuvo que ocuparse del problema sucesorio.[112]​ Berta había muerto sin darle un heredero a finales de 1099; poco después Alfonso se casó con una francesa que le dio dos hijas, pero ningún varón.[87]​ Para complicar aún más la situación, en marzo del 1105 nació Alfonso Raimúndez, hijo de Urraca y Raimundo y nieto, por tanto de Alfonso.[87]​ A este posible pretendiente a la corona se oponía el hijo del rey con Zaida, Sancho.[87]​ Montenegro, opina que el rey legitimó a Sancho probablemente coincidiendo con la reunión de un concilio en Carrión de los Condes en enero de 1103 debido a que desde esa fecha, Sancho comienza a encabezar la lista de los confirmantes de diplomas reales, antes que sus cuñados Enrique y Raimundo de Borgoña.[113]​ En mayo del 1107 Alfonso impuso el reconocimiento de Sancho como heredero, a pesar del probable disgusto de sus hijas y yernos,[87]​ en el transcurso de una curia regia celebrada en León.[114]​ La situación mejoró para el rey con la muerte de Raimundo en septiembre y el acuerdo con Urraca para que esta quedase como señora vitalicia de Galicia,[115]​ salvo en caso de que se casase, ya que entonces pasaría a su hijo.[116]

Para asegurar la sucesión, Alfonso eligió entonces a Urraca, pero decidió casarla con su rival y famoso guerrero Alfonso I de Aragón en el otoño del 1108.[57]​ Aunque el matrimonio se celebró a finales del año siguiente, no condujo a la esperada estabilidad, sino a una larga guerra civil que se prolongó ocho años.[7]

Muerte y sepultura

Alfonso VI falleció en la ciudad de Toledo el día 1 de julio de 1109[117]​ El rey había acudido a la ciudad a tratar de defenderla de un inminente asalto almorávide.[7]​ Su cadáver fue conducido a la localidad leonesa de Sahagún, siendo sepultado en el Monasterio de San Benito de Sahagún, cumpliéndose así la voluntad del monarca.[117]​ Los restos mortales del rey fueron depositados en un sepulcro de piedra, que fue colocado a los pies de la iglesia del monasterio de San Benito, hasta que, durante el reinado de Sancho IV, pareciéndole indecoroso a este rey que su predecesor estuviese sepultado a los pies del templo, ordenó trasladar el sepulcro al interior del templo, y colocarlo en el crucero de la iglesia, donde se hallaba el sepulcro que contenía los restos de Beatriz Fadrique, hija del infante Fadrique de Castilla, quien había sido ejecutado por orden de su hermano, Alfonso X el Sabio, en 1277.[118]

Fachada del Monasterio de las monjas benedictinas de Sahagún, donde yacen los restos de Alfonso VI el Bravo.

El sepulcro que contuvo los restos del rey, desaparecido en la actualidad, se sustentaba sobre leones de alabastro, y era un arca grande de mármol blanco, de ocho pies de largo y cuatro de ancho y alto, siendo la tapa que lo cubría lisa y de pizarra negra, y estando cubierto el sepulcro de ordinario por un tapiz de seda, tejido en Flandes, en el que aparecía el rey coronado y armado, hallándose en los lados la representación de las armas de Castilla y León, y en la parte de la cabecera del sepulcro un crucifijo.[118]

El sepulcro que contenía los restos de Alfonso VI fue destruido en 1810, durante el incendio que sufrió el Monasterio de San Benito. Los restos mortales del rey y los de varias de sus esposas, fueron recogidos y conservados en la cámara abacial hasta el año 1821, en que fueron expulsados los religiosos del monasterio, siendo entonces depositados por el abad Ramón Alegrías en una caja, que fue colocada en el muro meridional de la capilla del Crucifijo, hasta que, en enero de 1835, los restos fueron recogidos de nuevo e introducidos en otra caja, siendo llevados al archivo, donde se hallaban en esos momentos los despojos de las esposas del soberano. El propósito era colocar todos los restos reales en un nuevo santuario que se estaba construyendo entonces.[118]​ No obstante, cuando el monasterio de San Benito fue desamortizado en 1835, los religiosos entregaron las dos cajas con los restos reales a un pariente de un religioso, que las ocultó, hasta que en el año 1902 fueron halladas por el catedrático del Instituto de Zamora Rodrigo Fernández Núñez.[118]

En la actualidad, los restos mortales de Alfonso VI el Bravo reposan en el Monasterio de las monjas benedictinas de Sahagún, a los pies del templo, en un arca de piedra lisa y con cubierta de mármol moderna, y en un sepulcro cercano, igualmente liso, yacen los restos de varias de las esposas del rey.[117]

Legado

En el terreno cultural, Alfonso VI fomentó la seguridad del Camino de Santiago e impulsó la introducción de la reforma cluniacense en los monasterios de Galicia, León y Castilla. En la primavera del 1073, realizó la primera concesión de un monasterio leonés a los cluniacenses.[31]

El monarca sustituyó la liturgia mozárabe o toledana por la romana. A este respecto cuenta la tradición popular que Alfonso tomó un breviario mozárabe y uno romano y los arrojó al fuego. Al arder solo el breviario romano, el rey volvió a arrojar al fuego el mozárabe, imponiendo así el rito romano. Es posible que esta leyenda sea el origen del refrán que afirma «Allá van las leyes, do quieran los reyes».

Alfonso VI, el conquistador de Toledo, el gran monarca europeizador, ve, en los últimos años de su reinado, cómo la gran obra política realizada se resquebraja ante el empuje almorávide y las debilidades internas. Alfonso VI había asumido plenamente la idea imperial leonesa y su apertura a la influencia europea le había hecho conocer las prácticas políticas feudales que, en la Francia de su tiempo, alcanzaban su expresión más acabada. En la conjunción de estos dos elementos, ve Claudio Sánchez-Albornoz la explicación de la concesión iure hereditario (reparto entre las dos hijas y el hijo del reino en lugar de legar todo el reino al único hijo varón) –más propio de la tradición navarroaragonesa– de los gobiernos de los condados de Galicia y Portugal a sus dos yernos borgoñones, Raimundo, primer marido de Urraca, y Enrique, casado con Teresa. De esa decisión, arrancó, a la vuelta de unos años, la independencia portuguesa y la perspectiva de una Galicia independiente bajo Alfonso Raimúndez, que luego no se hizo realidad al convertirse este en Alfonso VII de León.


Predecesor:
Fernando I
Rey de León
1065-1072
Sucesor:
Sancho II
Predecesor:
García
Rey de Galicia
Junto a Sancho II

1071-1072
Sucesor:
Sancho II
Predecesor:
Sancho II
Rey de León, Castilla y Galicia
1072-1109
Sucesor:
Urraca I
Predecesor:
Fernando I de León
Imperator totius Hispaniae
1077-1109
Sucesor:
Alfonso VII de León

Notas

  1. El orden del nacimiento de los hermanos según las crónicas y fuentes documentales fue el siguiente: Urraca, Sancho, Elvira, Alfonso y García. La infanta Urraca fue la única de los cinco hijos que nació antes que sus padres reinaran el León.[3]
  2. «Llama un tanto la atención el hecho de que el hijo mayor, el infante don Sancho, recibiera territorialmetne la parte menor, una Castilla muy mutilada, y que León, a la que estaba vinculado el título real, con las tierras más extensas, fuera asignado al segundo de los hermanos, al infante don Alfonso, como si fuera el predilecto».[16]
  3. Hic habuit quinque uxores legitimas: primam Agnetem; secundam Constanciam reginam, ex qua genuit Urracam reginam, coniugem comitis Raimundi, de qua ipse genuit Sanciam et Adefonsum, regem; tertiam Bertam, Tuscia oriundam; quartam Elisabeth, ex qua genuit Sanciam, coniugem comitis Roderici et Geloiram, quam duxit Rogerius, dux Siciliae; quintam Beatricem, quae mortuo eo, repedavit in patriam suam.[60]
  4. Reilly se basa en Histoire des comptes de Poitou, vol. II, pp. 307-308 de Alfred Richard quien, aparte de L'Art de vérifier les dates, también se remite a la Chronique de Saint Maixent, pero esta obra, según constató Gambra, «nada dice sobre el repudio ni sobre el supuesto segundo matrimonio de Inés».[64]
  5. El último diploma real confirmado por Constanza está fechado el 2 de septiembre de 1093 y debió fallecer entre esa fecha y el 25 de octubre siguiente cuando el rey aparece solo en la documentación.[75][76]
  6. ...sicut eam habuerunt et tenuerunt regine uxores patris mei, scilicet, Berta, Isabel atque Beatrix et sicut ego illam inueni et possedi post dicessum patris mei.[97]
  7. Salazar y Acha se limita a decir que la boda fue antes de 28 de abril de 1095.[98]
  8. En 1096, ambos confirman una venta realizada por Ero Rodríguez al monasterio de San Martín de Jubia: Regnante rex Adefonsus in Toleto et coniuge sua de genere francorum.
  9. Junto con su marido, el conde Rodrigo, hacen una donación a Santa María de Piasca de su monasterio de San Mamés en abril de 1122, titulándose ella prolis filia regis Adephonsus. El 10 de mayo de 1125, figura el conde Rodrigo con sus hijas qua abuit de mea mulier infante domna Sanchia, filia regi imperatori Adefonsi no confirmando Sancha el documento. El conde Rodrigo ya figura casado con su segunda esposa, Estefanía Ermengol en julio de 1135.
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Referencias

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Bibliografía

Enlaces externos