Escritura visigótica
La escritura vi ANA sigótica (es incorrecto denominarla 'escritura visigoda') o escritura visigótica-mozárabe es un tipo de escritura medieval que, aunque se originó en la última etapa de la Hispania visigoda, no adquiere su canon hasta el siglo VIII en un contexto histórico diferente al Reino visigodo de Toledo. La época de desarrollo y florecimiento de esta forma gráfica se produce en los reinos cristianos de la península Ibérica durante los primeros siglos de la Reconquista. En la Edad Media y en la Edad Moderna se conocía como littera toletana o littera mozarabica (letra toledana o mozárabe).
Historia
Este tipo de escritura se usó entre los siglo VIII y siglo XII en la península Ibérica y en la provincia eclesiástica de la Septimania, localizada en el sur de la actual Francia. A pesar de su nombre, se desarrolló a partir de la evolución de la cursiva romana nueva, uncial y semiuncial romanas,[1] gestándose sobre una escritura de transición entre la romana y la visigótica propiamente dicha, conocida como visigótica primitiva o visigótica primera, que aparece en pizarras visigodas datadas a partir del siglo V,[2] pero que no adquiere su canon hasta el siglo VIII. Por tanto, aunque se denomine escritura visigótica, el periodo de su mayor uso y desarrollo no pertenece a la Hispania de los visigodos,[3] sino a los primeros siglos de la Reconquista. También resulta más descriptiva su denominación de letra visigótica-mozárabe.
A diferencia de otros pueblos bárbaros, los visigodos poseyeron una escritura propia, el alfabeto ulfilano, que estaba limitada a usos litúrgicos y no estaba difundida socialmente. Pero pronto tuvieron que adoptar los usos romanos, abandonando el arrianismo, convirtiéndose a la fe católica, y adoptando el latín y la escritura latina. No obstante, durante la mayor parte del reino visigodo existió una continuidad gráfica con el mundo romano, ya que se siguieron utilizando las escrituras del Bajo Imperio (uncial, semiuncial y minúscula cursiva) para copiar libros y para los documentos de la administración del reino.[4] Los primeros testimonios de una escritura diferente a las grafías romanas se encuentran en las pizarras visigodas desde el siglo V.[2]
La escritura visigótica presenta dos variantes gráficas principales: visigótica redonda, de trazo pausado y cuidadoso, y visigótica cursiva, de trazo rápido. Se diferencian también las modalidades: elongata (dentro de la variante cursiva) derivada de la escritura de cancillería merovingia; la semicursiva, caracterizada por mezclar formas propias de la variante cursiva y redonda; y visigótica redonda de transición, denominada así por la gran influencia de elementos propios de la nueva escritura continental que vendrá a sustituirla (carolina).
También presenta unas características particulares dependiendo de la zona geográfica del centro de producción documental: son las denominadas variantes regionales. Así se diferencian la visigótica asturleonesa, mozárabe, portuguesa, catalana, septimana o narbonesa, riojana, navarra o pirenaica.
La influencia de la escritura carolina, nacida en época de Carlomagno y difundida por Europa occidental durante el imperio carolingio, significó el abandono de este sistema gráfico, permaneciendo como residuo en algunos ambientes eclesiásticos conservadores de Galicia, Asturias, León o Cantabria en el siglo XII,[5] y quedando ligada a los textos religiosos de los mozárabes toledanos, quienes siguieron utilizando dicha escritura tradicional en los siglos XII, XIII y XIV.[6] El cambio de la liturgia visigoda por la liturgia romana en el siglo XI fue un factor determinante en la desaparición de la escritura visigótica.
Formas
La escritura visigótica se formó por el uso que los escribientes hispanos hicieron de las escrituras uncial, semiuncial y minúscula cursiva en los siglos de la Antigüedad Tardía, encontrando formas gráficas en cada una de las modalidades que acusan un parentesco o con la uncial, o con la semiuncial, o con la minúscula cursiva romana.[1]
La morfología de las letras, las ligaduras y algunos nexos son distintos según nos encontremos ante una escritura visigótica redonda, ejecutada lentamente, o ante una escritura visgótica cursiva, de trazado más rápido.
Algunos ejemplos de la morfología visigótica son:
- la a cursiva semejante a la e que se ejecutan ambas con una forma similar a un 3 hecho al revés;
- la a redonda similar a una u;
- la «r» rotunda similar a un «2»;
- la g de la redonda de clara raigambre semiuncial;
Algunas letras tienen dos morfologías:
- el trazo superior de la «t» puede formar un círculo a la izquierda o dos círculos, en cuyo caso se confunde con una g de la cursiva;
- una i corta antecede a letras largas y una i larga, que parece una ele, a las cortas;
- la d tiene una forma con un ástil vertical y otro con él inclinado hacia la izquierda, de tradición uncial;
- de especial interés para los lingüistas tiene la forma de la «z», que fue adoptada por la escritura carolina donde evolucionaría a la cedilla «ç».[7]
Existen abundantes ligaduras en especial con las letras «e», «r» y «t». En algunas ocasiones había dos ligaduras distintas que se usaban para representar las diferencias de pronunciación de una letra, como en el caso de la representación de la sílaba «ti, tj» que en el latín hispano de la época tenía dos pronunciaciones una oclusiva y otra fricativa.
La escritura visigótica presenta abundantes abreviaturas, indicadas de forma totalmente característica y única, algunas de carácter general marcadas por signos que dependen de las costumbres del escribano y otras de carácter específico, señaladas por signos concretos que tienen un valor determinado, como el semicolom para el -us y el -ue en la escritura visigótica más antigua, una especie de pequeña «s» retorcida que situada en la parte superior para la desinencia «-us» y -ue de la visigótica del segundo y tercer período de su evolución, un trazo sinuoso colocado a la izquierda del caído de la letra p para abreviar el per, etc.
Véase también
Referencias
- ↑ a b del Camino Martínez, 1990, pp. 29-37
- ↑ a b Velázquez Soriano, 1989
- ↑ Millares Carlo, 1983
- ↑ Núñez Contreras, 1994, capítulo XIII
- ↑ Rodríguez Díaz, 2011, pp. 75-103
- ↑ Mundó, 1965, pp. 1-25
- ↑ Selig, 1993, p. 127
Bibliografía
- Alturo Perucho, Jesús (2004). «La escritura visigótica. Estado de la cuestión». Archiv für Diplomatik (Viena): 347-386. ISSN 0066-6297.
- del Camino Martínez, Mª del Carmen (1990). «Los orígenes de la escritura visigótica». Actas del VIII Coloquio del Comité International de Paléographie Latine (Madrid-Toledo): 29-37. ISBN 84-7094-111-9.
- Díaz y Díaz, Manuel (1979). Libros y librerías en la Rioja altomedieval. Logroño: IER.
- — (1983). Códices visigóticos en la Monarquía leonesa. León: CSIC.
- Millares Carlo, Agustín (1973). Consideraciones sobre la escritura visigótica cursiva. León.
- — (1983). Tratado de Paleografía Española. con la colaboración de José Manuel Ruiz Asencio. Madrid: Espasa Calpe. ISBN 84-239-4986-9.
- Mundó, Anscari M. (1965). «La datación de los códices litúrgicos toledanos». Hispania sacra XVIII. ISSN 0018-215X.
- —; Alturo Perucho, Jesús (1990). «La escritura de transición de la visgótica a la carolina en la Cataluña del siglo IX». Actas del VIII Coloquio del Comité International de Paléographie Latine (Madrid-Toledo): 131-138. ISBN 84-7094-111-9.
- Núñez Contreras, Luis (1994). Manual de Paleografía. Madrid: Cátedra. ISBN 84-376-1245-4.
- Rodríguez Díaz, Elena E. (2011). «Los manuscritos mozárabes: una encrucijada de culturas». Die Mozaraber. Definitionen und Perspektiven der Forschung. Münster: Lit. ISBN 978-3-643-11117-3.
- Selig, Maria; Frank, Barbara; Hartmann, Jörg (1993). Le passage à l'écrit des langues romanes. Gunter Narr Verlag. ISBN 9783823342618.
- Velázquez Soriano, Isabel (1989). «Las pizarras visigodas. Edición crítica y estudio». Antigüedad y Cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía (Murcia: Universidad de Murcia). ISSN 0214-7165.