Caballo de Troya
El caballo de Troya fue un artilugio con forma de enorme caballo de madera que se menciona en la historia de la guerra de Troya y que según este relato fue usado por los griegos como una estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya. Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo fue llevado dentro de los gigantescos muros, sin saber que en su interior se ocultaban varios soldados enemigos. Durante la noche, los guerreros salieron del caballo, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército griego, lo que provocó la caída definitiva de Troya. La fuente más antigua que menciona el caballo de Troya, aunque de manera breve, es la Odisea de Homero. Posteriormente otros autores ofrecieron relatos más amplios del mito, entre los que destaca la narración que recoge la Eneida de Virgilio.
Por lo general, el caballo de Troya es considerado una creación mítica, pero también se ha debatido si realmente pudiera haber existido y fuera una máquina de guerra transfigurada por la fantasía de los cronistas. De cualquier manera, demostró ser un fértil motivo tanto literario como artístico, y desde la Antigüedad ha sido reproducido en innumerables poemas, novelas, pinturas, esculturas, monumentos, películas y otros medios, incluidos dibujos animados y juguetes. Asimismo, en épocas recientes, se han hecho varias reconstrucciones hipotéticas del caballo. Aunado a ello, ha dado origen a dos expresiones idiomáticas: «caballo de Troya»; es decir, un engaño destructivo, y «presente griego», algo concebido como aparentemente agradable pero que trae consigo graves consecuencias.
Contexto
La guerra de Troya fue descrita por primera vez en los poemas homéricos y desde entonces ha sido contada por otros autores, antiguos y modernos, quienes han introducido variaciones y expandido la historia, pero el resumen del episodio del caballo es el siguiente:
La guerra duraba más de nueve años cuando el más destacado guerrero griego, Aquiles, había caído muerto en combate. A pesar de haber cumplido las condiciones impuestas por los oráculos para la toma de la ciudad —traer a Neoptólemo, hijo de Aquiles, traer los huesos de Pélope y robar el Paladio—, los griegos no conseguían atravesar los muros de Troya.
En esta tesitura, el adivino Calcante observó una paloma perseguida por un halcón. La paloma se refugió en una grieta y el halcón permanecía cerca del hueco, pero sin poder atrapar a la paloma. El halcón entonces decidió fingir retirarse y se escondió fuera de la mirada de la paloma, quien poco a poco asomó la cabeza para cerciorarse de que el cazador había desistido pero entonces el halcón salió del escondite y culminó la cacería. Después de narrar esta visión, Calcante dedujo que no deberían seguir tratando de asaltar las murallas de Troya por la fuerza, sino que tendrían que idear una estratagema para tomar la ciudad. Después de ello, Odiseo concibió el plan de construir un caballo y ocultar dentro a los mejores guerreros. En otras versiones, el plan fue instigado por Atenea[1] y también existe una tradición que señala que Prilis, un adivino de la isla de Lesbos, hijo de Hermes, profetizó que Troya solo podría ser tomada con ayuda de un caballo de madera.[2]
Bajo las instrucciones de Odiseo o de Atenea, el caballo fue construido por Epeo el focidio, el mejor carpintero del campamento. Tenía una escotilla escondida en el flanco derecho y en el izquierdo tenía grabada la frase: «Con la agradecida esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de nueve años, los griegos dedican esta ofrenda a Atenea». Los troyanos, grandes creyentes en los dioses, cayeron en el engaño. Lo aceptaron para ofrendarlo a los dioses, ignorando que era un ardid de los griegos para traspasar sus murallas puesto que en su interior se escondía un selecto grupo de soldados. El caballo era de tal tamaño que los troyanos tuvieron que derribar parte de los muros de su ciudad. Una vez introducido el caballo en Troya, los soldados ocultos en él abrieron las puertas de la ciudad, tras lo cual la fuerza invasora entró y la destruyó.[3][4]
Fuentes literarias
El caballo de Troya es mencionado por primera vez en varios pasajes de la Odisea de Homero. Una de las veces sucede en el palacio de Menelao, quien ofrece un banquete de bodas para su hijo y su hija, que se casaban al mismo tiempo. En medio de la fiesta, llega Telémaco, quien buscaba noticias de su padre y toma asiento al lado de Menelao, acompañado de Pisístrato. Posteriormente, entra en la sala Helena. El grupo, entristecido, comienza a recordar la guerra de Troya, cuando Helena toma la palabra y cuenta sus recuerdos de la misma. Entonces Menelao confirma lo que ella había dicho, hablando del caballo:
Sí, mujer, con gran exactitud lo has contado. Conocí el modo de pensar y de sentir de muchos héroes, pues llevo recorrida gran parte de la tierra: pero mis ojos jamás pudieron dar con un hombre que tuviera el corazón de Odiseo, de ánimo paciente, ¡Qué no hizo y sufrió aquel fuerte varón en el caballo de pulimentada madera, cuyo interior ocupábamos los mejores argivos para llevar a los troyanos la carnicería y la muerte! Viniste tú en persona —pues debió de moverte algún numen que anhelaba dar gloria a los troyanos— y te seguía Deífobo, semejante a los dioses. Tres veces anduviste alrededor de la hueca emboscada tocándola y llamando por su nombre a los más valientes dánaos y, al hacerlo, remedabas la voz de las esposas de cada uno de los argivos.Homero, Odisea IV, 265-290.
En otro pasaje, Odiseo pide al aedo Demódoco que narre la historia del caballo de Epeo creado con la ayuda de Atenea. El aedo contó el episodio desde el punto en que algunos argivos habían prendido fuego a sus tiendas de campaña y partido en sus buques, mientras que otros, entre los que estaba Odiseo, esperaban escondidos en el interior del caballo. Los troyaron llevaron el caballo dentro de su fortaleza, donde permaneció mientras decidían qué hacer con él. Unos deseaban destruirlo; otros querían llevarlo a lo alto de la ciudadela y precipitarlo sobre las rocas, mientras que otros preferían conservarlo como una ofrenda a los dioses. Optando por esta última alternativa, sellaron su destino:
—¡Demódoco! Yo te alabo más que a otro mortal cualquiera, pues deben de haberte enseñado la Musa, hija de Zeus, o el mismo Apolo, a juzgar por lo primorosamente que cantas el azar de los aqueos y todo lo que llevaron a cabo, padecieron y soportaron como si tú en persona lo hubieras visto o se lo hubieses oído referir a alguno de ellos. Mas, ea, pasa a otro asunto y canta como estaba dispuesto el caballo de madera construido por Epeo con la ayuda de Atenea; máquina engañosa que el divinal Odiseo llevó a la acrópolis, después de llenarla con los guerreros que arruinaron a Troya. Si esto lo cuentas como se debe, yo diré a todos los hombres que una deidad benévola te concedió el divino canto.
Así habló y el aedo, movido por divinal impulso, entonó un canto cuyo comienzo era que los argivos diéronse a la mar en sus naves de muchos bancos, después de haber incendiado el campamento, mientras algunos ya se hallaban con el celebérrimo Odiseo en el ágora de los teucros, ocultos por el caballo que estos mismos llevaron arrastrando hasta la acrópolis.
El caballo estaba en pie, y los teucros, sentados a su alrededor, decían muy confusas razones y vacilaban en la elección de uno de estos tres pareceres; hender el vacío leño con el cruel bronce, subirlo a una altura y despeñarlo, o dejar el gran simulacro como ofrenda propiciatoria a los dioses; esta última resolución debía prevalecer, porque era fatal que la ciudad se arruinase cuando tuviera dentro aquel enorme caballo de madera donde estaban los más valientes argivos, que causaron a los teucros el estrago y la muerte.
Cantó cómo los aqueos, saliendo del caballo y dejando la hueca emboscada, asolaron la ciudad; cantó asimismo cómo, dispersos unos por un lado y otros por otro, iban devastando la excelsa urbe, mientras que Odiseo, cual si fuese Ares, tomaba el camino de la casa de Deífobo, juntamente con el deiforme Menelao. Y refirió cómo aquel había osado sostener un terrible combate, del cual alcanzó Victoria por el favor de la magnánima Atenea.Homero, Odisea VIII, 490.
Más tarde, cuando el propio Odiseo se encuentra en el Hades buscando el consejo de Tiresias sobre su regreso a Ítaca, encuentra al fantasma de Aquiles, a quien le habla sobre su hijo, Neoptólemo:
Y cuando los más valientes argivos penetramos en el caballo que fabricó Epeo y a mí se me confió todo —así el abrir como el cerrar la sólida emboscada—, los caudillos y príncipes de los dánaos se enjugaban las lágrimas y les temblaban los miembros; pero nunca vi con estos ojos que a él se le mudara el color de la linda faz, ni que se secara las lágrimas de las mejillas: sino que me suplicaba con insistencia que le dejase salir del caballo, y acariciaba el puño de la espada y la lanza que el bronce hacía ponderosa, meditando males contra los teucros.Homero, Odisea XI, 504-533.
Otros poetas antiguos también hicieron mención al caballo: Arctino de Mileto, en su Iliupersis, y Lesques, en la Pequeña Ilíada, pero sus obras originales se han perdido y sobreviven solo breves fragmentos y resúmenes en la Crestomatía, de Proclo.[5] Una referencia adicional se encuentra en la tragedia Las troyanas de Eurípides, cuando Poseidón dice:
El focense Epeo del Parnaso ensambló, por las artes de Palas, un caballo henchido de hombres armados e introdujo la mortífera imagen dentro de los muros. De aquí recibirá entre los hombres venideros el nombre de caballo de madera, encubridor de lanzas escondidas.Eurípides, Las troyanas, 10.
Sin embargo, el relato más detallado se encuentra en el libro II de la Eneida de Virgilio. Durante el banquete, Eneas relata a Dido cómo fue que después de la falsa retirada de los griegos, viendo la playa desierta, los troyanos abrieron las puertas de la ciudad y entraron el enorme caballo: Timetes había propuesto llevarlo dentro de los muros, pero Capis y otros temieron una trampa, reconsiderando que lo mejor sería quemarlo, o al menos averiguar lo que tenía en sus entrañas.[4] Mientras la multitud estaba debatiendo qué hacer, el sacerdote Laocoonte corrió hacia el lugar para advertir:
¡Qué locura tan grande, pobres ciudadanos! ¿Del enemigo pensáis que se ha ido? ¿O creéis que los dánaos pueden hacer regalos sin trampa? ¿Así conocemos a Ulises? O encerrados en esta madera ocultos están los aqueos, o contra nuestras murallas se ha levantado esta máquina para espiar nuestras casas y caer sobre la ciudad desde lo alto, o algún otro engaño se esconde: teucros, no os fieis del caballo. Sea lo que sea, temo a los dánaos incluso ofreciendo presentes.[4]Eneida, Virgilio, Libro II.
Dicho esto, arremetió contra el caballo insertándole una lanza con tal de destruirlo. En este momento se presentó ante Príamo, rey de Troya, a un prisionero griego cuyo nombre era Sinón, que se dejó capturar. Fingiendo que lloraba, pidió asilo, alegando ser un proscrito fugitivo. La multitud se conmovió, el griego se levantó y emitió un discurso astuto. Dijo que su padre pobre, sin recursos, le había confiado a Palamades para que lo educase. Sin embargo, por las intrigas de Odiseo, Palamedes fue acusado de traición y asesinado. A partir de entonces Sinón fue continuamente acusado por Odiseo de delitos jamás cometidos. Por todo ello, juraba vengarse tanto por él como por su tutor. Asimismo, en un gesto retórico, se ofrece como víctima voluntaria de la ira troyana. Sorprendida, la gente alrededor de él quiso saber más, y este relató que los griegos, cansados de esta batalla perdida, levantaron el sitio, pero vieron que su intento de regresar estaba impedido por las tormentas marinas y señales en los cielos. Para conocer la voluntad de los dioses, enviaron a Eurípilo para que consultase un oráculo. La respuesta que trajo fue que se requería un sacrificio humano similar al que se había realizado antes del inicio de la guerra a fin de obtener vientos favorables. Tras varios días de silencio, el adivino Calcante, de acuerdo con Odiseo, había anunciado que Sinón debía ser la víctima del sacrificio. Fue atado y se le vendaron los ojos para el ritual sangriento pero pudo romper las ataduras y huyó, hasta que los troyanos lo encontraron. Una vez más, afirmó su inocencia y pidió la compasión del enemigo.[4]
Su actuación fue convincente y le otorgaron el perdón. Fue liberado y recibido como uno de ellos. Los troyanos le preguntaron por la razón para tan maravillosa construcción. A ello respondió Sinón diciendo que se consideraba libre de la lealtad a su antigua patria, invocando a los dioses como testigos, y maldiciendo a los griegos, agregó que el caballo había sido construido por orden expresa de Atenea, como desagravio por la profanación del paladio troyano, imagen dedicada a la diosa y robada por Odiseo y Diomedes, delito por el que estaban convencidos de que no ganarían la guerra. Además, se construyó de modo que no pudiese, por su tamaño, pasar a través de las puertas de la ciudad, para que jamás fuese tomado por los troyanos, volviéndose así un nuevo paladio. Si eso sucedía los griegos conocerían la venganza divina, y Troya, la gloria.[4]
Por otra parte, Laocoonte sacrificó un toro a Neptuno, cuando de Ténedos emergieron dos serpientes monstruosas que mataron al sacerdote y sus dos hijos y luego se refugiaron en el templo de Atenea. Aterrorizados, los troyanos vieron el prodigio como una señal del cielo y creyeron que la diosa los había castigado por haber profanado la ofrenda con la lanza. No hacía falta nada más para que los troyanos creyeran la historia de Sinón, por eso hicieron una brecha en la muralla y se llevaron el caballo a la ciudad en medio de grandes festejos. Casandra profetizaba la catástrofe inminente, pero su destino era decir la verdad sin ser creída. Una vez entrada la noche, mientras los troyanos dormían, Sinón abrió el caballo, sus compañeros salieron a matar a los guardias y dieron una señal al ejército escondido en Ténedos cuyos integrantes regresaron, invadieron la ciudad, la saquearon y la quemaron, en medio de la masacre de sus habitantes.[4]
La historia ha sido repetida con variaciones por escritores tardíos como Quinto de Esmirna, Higino y Juan Tzetzes. Apolodoro también da otros detalles: atribuye a Odiseo la idea de construir el caballo, a Apolo el envío de las serpientes, así como una inscripción que el propio caballo portaba: «En su regreso a la patria, los griegos dedican este caballo a Atenea».[6] Trifiodoro, en La toma de Ilión, dejó la versión más larga y elaborada que se conoce, narrando un sinfín de detalles tanto de la construcción como del aspecto del caballo, que, según narra, era una obra de arte impresionante, dotada de belleza y gracia, la cual suscitaba la admiración de los troyanos. Tenía el arnés adornado de púrpura, oro y marfil, sus ojos estaban rodeados de piedras preciosas, y la boca con dientes blancos, daba lugar a un canal abierto para la ventilación interna, con el fin de que los guerreros no muriesen asfixiados. El cuerpo era poderoso, y curvado como un barco, en tanto su cola caía al suelo cubierto con grandes trenzas. Los cascos de bronce, con ruedas, sostenían las piernas que parecían moverse. Tan hermosa y aterradora fue la creación que Ares no dudaría en montarla si estuviera vivo. Para mantener a los hombres nutridos y que no fracasaran en el momento decisivo, Atenea les dio ambrosía.[7]
Otros autores tardíos, sin embargo, ofrecieron relatos de la historia completamente diferentes a la tradicional. Dion de Prusa, en un discurso en el que defendía la tesis de que los verdaderos vencedores de la contienda habían sido los troyanos, dijo que el caballo había sido una ofrenda auténtica de los griegos a la Atenea troyana durante las negociaciones de paz y que no había soldados dentro, pero coincide en que los troyanos tuvieron que derribar parte de las murallas para introducirlo en la ciudad y por eso se decía que un caballo había tomado la ciudad.[8] Por otra parte, para Dares Frigio, el caballo no era más que una estatua que estaba esculpida en la puerta Escea y que fue la que abrieron unos troyanos traidores a su patria para que entrara el ejército griego.[9]
Hombres escondidos dentro del caballo
Las fuentes clásicas dan numerosas versiones acerca del número e identidad de los guerreros que se escondieron dentro del caballo. Apolodoro los cifra en 50, pero luego añade que el autor de la Pequeña Ilíada, poema perdido, afirmaba que eran 3000[10] (aunque podría ser un error de los códices). Según Tzetzes fueron 23;[11] Quinto de Esmirna da treinta nombres y añade que eran aún más[12] y otros autores mencionan otros nombres. La recopilación de los integrantes nombrados por los diversos autores abarca los siguientes guerreros:
El canto perdido
Enorme es la decepción de muchos lectores que se han sumergido en la lectura de la Ilíada al no encontrar en ella el relato del caballo de Troya. Es cierto que aparece mencionada en otras grandes obras como son la Odisea o la Eneida, que han dado pie a su mito. Sin embargo, el origen de estas referencias siempre ha sido desconocido, se atribuía a la pérdida de difusión de dichos cantos, sumiéndolos en el olvido. Todo esto justificado por la teoría del desorden en los cantos de la Ilíada. Sin embargo, pocos años atrás se encontró finalmente un manuscrito en el que se relatan las aventuras de dicho episodio. Tras investigaciones, finalmente se le anexó a los cantos de la Ilíada, pero, dado que no han sido encontrados los cantos intermedios que unen el canto XXIV y el del caballo de Troya, no se le ha asignado numeración. No obstante, y pese al silencio que (inexplicablemente) ha tenido dicho descubrimiento, ya hay algunas ediciones que incluyen dicho canto como un anexo. En España lo podemos ver en la edición del 2016 de Cátedra Letras Universales, traducción de Sánchez Nieto.
Interpretaciones
Aunque es posible que la guerra de Troya haya ocurrido,[13] algunos estudiosos consideran que el núcleo histórico de la leyenda es muy pequeño.[14] En relación con el famoso caballo, la forma en que fue descrito por los antiguos es probable que sea únicamente una invención, pero también existe la posibilidad de que haya habido algún aparato real caprichosamente transformado por la tradición.[15][16] En la Antigüedad, el término caballo hacía referencia a una máquina de guerra, el ariete, muchas veces construido en forma de animal. De hecho, los asirios usaban este tipos de armas y es muy posible que el ejemplo haya sido tomado por los griegos.[17][18] También fue interpretado como una metáfora de un terremoto, una de las causas posibles apuntadas para la destrucción de la Troya histórica, considerando que Poseidón era el dios de los caballos, del océano y de los terremotos.[19][20]
Otra sugerencia es que el caballo era en realidad un barco, y se observó que los términos utilizados para poner a los hombres en el interior eran los mismos que se describen durante el embarque de la tripulación en el navío.[21][22] En la tradición clásica, los navíos son muchas veces denominados como «caballos de mar». En la Odisea, Penélope, lamentando la ausencia de Telémaco, dice: «¿Por qué mi hijo me dejó? ¿Qué había que hacer para viajar en los barcos de puntiaguda proa que son para los hombres como caballos en el mar?».[23] En la comedia Rudens, Plauto dice: «Se le llevará por los caminos azules (el mar) en un caballo de madera (barco)».[24]
Iconografía y cultura popular
Una de las más antiguas representaciones del caballo de Troya se encuentra en el llamado Vaso de Mikonos, que data del siglo VII a. C.[25] Otras creaciones de la Época Arcaica son una fíbula de bronce de Beocia[26][27] y fragmentos de cerámica procedentes de Atenas y Tinos que son de diseño similar y pueden haberse basado en prototipos mucho más antiguos, como los aparatos de guerra asirios, que poseían ruedas y ventanas y tenían un diseño zoomórfico y cuadrúpedo. Los guerreros se colocaban en el centro de la máquina y usaban su cabeza elevada para escalar murallas, mientras que otros manejaban un ariete en la parte inferior.
El motivo se volvió popular en el arte de la Grecia clásica, helenística y también en el arte romano, siendo encontrado con innumerables variantes en vasos, relieves, joyas y pinturas, incluyendo «iluminados», como en el manuscrito Vergilius Romanus.[28] En Atenas, existió una gigantesca estatua en bronce del famoso caballo, obra de Estrongilión, instalada en el santuario de Artemisa Brauronia de la acrópolis, en la que se representaban varios guerreros en su interior, de la cual aún sobrevive el pedestal, mientras que Polignoto lo pintó en un gran mural en la Stoa Pecile.[29][30]
A lo largo de los siglos siguientes, el caballo de Troya continuó proporcionando inspiración a muchos artistas y escritores, constituyendo uno de los temas más trabajados de la tradición épica,[31][19] expandiéndose, inclusive, en regiones asiáticas como Arabia y el norte de la India, que estaban sujetas a la influencia clásica.[32][33] Paul Barolsky lo considera «el ancestro» de todos los monumentos ecuestres.[34] Entre los autores más reconocidos que dejaron obras sobre él, se encuentran Livio Andrónico, Nevio, Giovanni Domenico Tiepolo,[35] Giulio Romano[36] y Lovis Corinth.[37] Asimismo, continuó siendo un tema para artistas y escritores contemporáneos de todo el mundo, como por ejemplo Christopher Morley,[38] Archibald MacLeish,[39] George Nick,[40] Christopher Wool,[41] Willie Bester,[42] Heri Dono,[43] Marcos Ramírez ERRE,[44] Epaminondas Papadopoulos,[45] Charles Juhasz, y dio nombre a un grupo de artistas de Puerto Rico, involucrados en el activismo social.[46] Caballo de Troya es el título de una serie de nueve libros escritos por Juan José Benítez que alcanzó un considerable éxito internacional.[47]
En el siglo XVII, el inglés John Bushnell quiso realizar una reconstrucción hipotética del caballo, que sería tan grande que seis hombres sentados alrededor de una mesa cabrían dentro de su cabeza, pero terminó siendo destruida por una tempestad antes de ser terminada.[48] Otra fue creada en 1707 para una presentación fastuosa de una obra de teatro de Elkanah Settle, midiendo cerca de 5 m de altura, completamente dorada y de donde saldrían cuarenta guerreros armados.[49] Actualmente, existen en el mundo varios «caballos de Troya» modernos, con apariencias múltiples. Entre ellos se puede citar el de Çanakkale, creado para la película de Troya, de Wolfgang Petersen,[50] el de Praga,[51] el del centro comercial del hotel Caesars Palace en Las Vegas[52] y el que se encuentra en la frontera entre México y Estados Unidos.[44]
La expresión «caballo de Troya» se ha vuelto muy popular en la cultura actual, siempre con el sentido de un dispositivo astuto, engañoso y peligroso, que posibilita la penetración disimulada en el territorio enemigo[53] y es el origen de la expresión «un presente griego», cuando se recibe algo de apariencia agradable que puede producir consecuencias.[54] Denomina una técnica de negociación basada en la mentira,[55] una estrategia militar engañosa utilizada en muchos de los ejércitos desde la Antigüedad,[56][57] y un tipo de software malicioso informático que se disfraza de un programa legítimo para poder acceder a las máquinas de los usuarios e iniciar la destrucción de los programas instalados, así como robar contraseñas y operar datos de otras naturalezas.[58] También ha sido un tema de chistes y caricaturas[59][60][61] así como de juguetes para los niños.[62][63]
Véase también
Fuentes
Referencias
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- ↑ Trifiodoro, La toma de Ilión 57-103, 248.
- ↑ Dion de Prusa, Discurso troyano 119-123.
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- ↑ Apolodoro, Epítome 5,14.
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Bibliografía
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Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Caballo de Troya.
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