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Hospitalidad

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Abraham, al ofrecer hospitalidad a los ángeles.

La hospitalidad es la cualidad de acoger y agasajar con amabilidad y generosidad a los invitados o a los extraños. “Hospitalidad” se traduce del griego filoxenía, que significa literalmente “amor (afecto o bondad) a los extraños”.[1]​ En latín, hospitare significa "recibir como invitado". Existen algunas palabras con raíces latinas que están estrechamente relacionadas, como hospital, hospicio y hostal. En cada una de estas palabras, el significado principal se centra en un anfitrión que da la bienvenida y responde a las necesidades de las personas que se encuentran temporalmente ausentes de sus hogares. La frase "recibir como invitado" implica al anfitrión prepararse para cumplir los requerimientos básicos de un invitado. Los requerimientos de un huésped son tradicionalmente alimentación, bebidas y alojamiento o refugio. Adicionalmente, algunos huéspedes proveen algún tipo de entretenimiento a sus invitados. Sin embargo, el entretenimiento se ha convertido en una gran industria separada que incluye algunas de las más grandes empresas del mundo, como parques temáticos, las principales ferias, musicales y espectáculos deportivos, festivales y desfiles. Así pues, el entretenimiento está estrechamente asociado con los viajes y el turismo, pero no es necesario para satisfacer las necesidades básicas de los viajeros.[cita requerida]

Los fundamentos de la industria

El punto de vista tradicional nos lleva al corazón de la industria de la hospitalidad. Si la palabra hospitalidad se refiere al acto de proporcionar alimentos, bebidas y alojamiento a los viajeros, la industria de la hospitalidad consiste en las empresas que hacen esto. Esto nos lleva a dos distinciones importantes entre la industria de la hospitalidad y otras empresas de servicios:

  • La industria de la hospitalidad ofrece bebidas, alimentos, vivienda, o alguna combinación de los tres que otras empresas ofrecen solo sobre la base de mayor incidencia.
  • La industria de la hospitalidad ofrece un servicio principalmente a los viajeros, en el sentido amplio del término. Por el contrario, otras empresas de servicios se refieren principalmente a clientes que son residentes locales y que se encuentran estables y no participan en el proceso de viajar. Así, el barbero típico o salón de belleza que normalmente abastece a la comunidad local. Los viajeros son normalmente una parte pequeña de su negocio.[cita requerida]

Alcance de la industria de la hospitalidad

La industria de la hospitalidad se puede dividir en dos segmentos:

Segmento de alimentos y bebidas

Todo el mundo es consciente de la matriz aparentemente ilimitada de las organizaciones que ofrecen servicio de alimentos y bebidas al público. Hoy en día, estos incluyen todos los tipos imaginables de establecimiento, desde un restaurante de comida rápida de colores brillantes a una habitación tranquila donde se sirve comida elegante, cocina cara continental o francesa. No importa qué tipo de alimentos deseen los viajeros y residentes por igual, el servicio de alimentos debe estar disponible para ellos en la hora apropiada para el desayuno, almuerzo, cena, aperitivos, etc. El público busca servicios de alimentos en todas partes: hoteles, moteles, fábricas, residencias, carreteras, cruceros, calles de la ciudad, trenes, oficinas, líneas aéreas, parques nacionales, aeropuertos, terminales de autobuses, centros comerciales y cualquier lugar fuera de la casa donde la gente se puede encontrar de compras, conduciendo, trabajando, jugando.[cita requerida]

Restaurantes comerciales de todo tipo están a nuestro alrededor todos los días. Podemos clasificarlos como restaurantes de servicio de venta de hamburguesas, pollo, pizza, pasta, sándwiches, restaurantes étnicos con comida china, mexicana, italiana, latinoamericana, alemana, indonesio, indio, y docenas de otros tipos de comidas, así como restaurantes de especialidades que sirven mariscos, carnes, pastas, pollo o productos vegetarianos, restaurantes organizados en torno a temas, tales como carros de ferrocarril, pubs Inglés, estaciones de ferrocarril, desfiles medievales, la ópera o el circo, y una gama de otros. Nos encontramos con un tipo de establecimiento, caro, barato, ruidoso, tranquilo y elegante, sucio, bien iluminadas, u oscuro, y ofreciendo una buena comida, comida decente, comida horrible, y cualquier otro tipo que se pueda imaginar.[cita requerida]

Todo tipo de establecimientos de servicios de alimentos existen fuera de la configuración de un restaurante de costumbre. Los ejemplos se encuentran en Disney World y otros parques temáticos, en las escuelas y colegios, en hospitales y residencias de la tercera edad, en el medio penitenciario y centros de reinserción social, en los refugios para personas sin hogar. Hay carros en las calles y las máquinas expendedoras en todas partes, incluso los supermercados y otras tiendas de alimentación ofrecen servicio de comida en las tiendas.[cita requerida]

Religion , paz y encuentro social

Acoger es un arte. Uno percibe inmediatamente si hay disposición a la acogida en el otro. Como también percibe si molesta, si tiene que hacer un esfuerzo acelerado por acomodarse a las normas del lugar y de las personas que están allí donde llega. Los mensajes suelen ser percibidos de manera clara: “eres bienvenido” o bien “molestas y te tendrás que amoldar”. Aproximación al concepto de hospitalidad La hospitalidad es un valor ético (difícil de definir, por la misma razón), que evoca la apertura a un “nosotros” que genere en las personas la experiencia de que “nada humano me es ajeno”. Evoca realidades próximas como la responsabilidad, la compasión, la solidaridad, la acogida. Lévinas define la hospitalidad como la acogida de aquel diferente a mí.[1] Y la acogida  es una práctica que requiere el reconocimiento de las necesidades del otro, de su dignidad y su diversidad. La acogida puede considerarse como tal cuando el ser humano es tratado como un fin en sí mismo y no es cosificado.[2]

Al ejercer la hospitalidad, se invita al otro extraño a formar parte del propio mundo, a abandonar la esfera pública para conocer el terreno de la privacidad. En este sentido, la hospitalidad funciona como punto de intersección entre lo privado y lo público. La acogida hace que el extraño deje de ser extraño y el que acoge se haga con la rica extrañeza de la vida y la considere como oportunidad de aprendizaje.[3] Entre el otro extraño y el huésped nace un vínculo de afecto como consecuencia de la hospitalidad, una relación de ayuda[4] que Laín Entralgo llamará “amistad médica”, que hace al anfitrión más vulnerable y nos llevará por eso a utilizar la metáfora del “sanador herido”[5]. Si la hospitalidad se produce, ambos protagonistas se expresan con libertad y el encuentro resultante altera positivamente la identidad de ambos. Es el actual concepto de holismo, que no solo evoca la atención integral del paciente, sino la consideración de la integralidad del profesional.[6]

La hospitalidad puede definirse como “el movimiento extático que realiza el anfitrión con respecto al huésped y que tiene como finalidad la superación de los prejuicios, la recepción y la escucha del otro y la metamorfosis del otro extraño en el tú familiar”.[7]

La finalidad de una institución o servicio hospitalario consiste en salir al paso y paliar las formas de vulnerabilidad del ser humano. Se trata de suplir el propio hogar cuando la vulnerabilidad impide estar en él. Por eso, la clave de control de calidad de la hospitalidad sería la pregunta: “¿Te has sentido como en casa?” Y la respuesta debería oscilar en dos enfoques de la pregunta: a nivel de atención personal y a nivel de disponibilidad del espacio.[8] La tradición y fundamentación cristiana de la hospitalidad del sufrimiento La tradición cristiana ha reclamado la acogida evocando textos fundamentales de la Sagrada Escritura que han fundamentado las convicciones de la espiritualidad de grandes personas referentes para la historia de la humanidad. La hospitalidad ha sido, en la tradición bíblica, una ley (contemplada en diferentes códigos), una práctica (ejercida de múltiples maneras), una costumbre (tradición viva), un deber (vivido como imperativo), un valor moral (como horizonte de sentido de la vida de muchas personas).[9] Desde los inicios, la hospitalidad está ligada a normas, pero normas que permiten la humanización de lo que, de otra manera, podrían ser intercambios hostiles o indiferentes. San Pablo, considerándola fundamental, la reclama con esta sentencia: “No olvidéis la hospitalidad” (Heb 13,2).

La tradición del Antiguo Testamento es muy rica de relatos en los que la acogida es reclamada como algo fundamental. Piénsese en el famoso texto de Sodoma y Gomorra (Gn 19-1-11). Donde se suele interpretar casi exclusivamente una reprobación de la conducta homosexual, lo que realmente se reprueba es una conducta de hostilidad frente a una esperable de hospitalidad. Es el colmo de una actitud que abusa del extranjero.

La tradición cristiana arrastra a muchas personas que atendían y atienden a enfermos “en el nombre del Señor”, y convencidos de que así “atienden al mismo Señor” (Mt 25,31ss). La afirmación de la presencia del Señor en el que sufre es una potente fuente de espiritualidad. Una espiritualidad, obviamente encarnada. En el precioso texto de Mt 25, conocido como el juicio final, podríamos decir que se nos presenta la profecía ética[10] (más que la parábola, en términos de género literario) cuyo contenido fundamental es: “el juicio es hoy”. El hombre tiene que vérselas con el juez celestial cada vez que está delante de su prójimo. Lo que es decisivo realmente es el instante presente, en su vulgaridad aparente. No se citan obras que sean habitualmente consideradas necesarias u obligatorias; se juzga al hombre a propósito de cosas que no está habituado a considerar obligatorias: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, visitar al enfermo, etc.[11]

Dios no quiere ser servido más que en los hermanos, en aquellos que nada tienen que ofrecer, que simplemente son (Fil 2, 5-11). Dios es reconocido y hospedado en su debilidad histórica

Sociedad clinica de la hospitalidad

Los seres humanos disponemos de dos hermosas antenas parabólicas llamadas orejas (patenas me gusta a mí llamarlas), para disponernos a recibir la experiencia única de quien llega. Así, ser escuchado es sentir una entrañable acogida para el mundo más íntimo y personal, ser comprendido en la especificidad de la propia experiencia, hacer experiencia de la terapia de la solidaridad emocional. No se consigue con la frase hecha, por muy cariñosamente que se pronuncie o estudiada y dibujada de sonrisa que esté. El interés de una persona por otra se percibe por la autenticidad de los modos.

Es la escucha la herramienta fundamental del counselling[17], la que nos permite acoger las situaciones específicas que piden ser acompañadas sanamente, como la conspiración de silencio, el síndrome del hijo de Bilbao, la claudicación familiar, la codependencia, el burn-out, el duelo anticipado y el pos-mortem[18], etc. El hospedaje de estas y otras situaciones complejas, alivia sufrimiento, aligera la carga, sana corazones.

La empatía clínica

La empatía es una de las expresiones más claras de la hospitalidad. Por empatía entendemos, por tanto, la capacidad de comprender los pensamientos, emociones, significados, del otro. Pero no basta con comprender al otro si uno no es capaz de transmitírselo. Por consiguiente, como dice Borrell i Carrió, “hay dos momentos inseparables: un primer instante en el que el entrevistador es capaz de interiorizar la situación emocional del paciente y un segundo instante en el que el entrevistador le da a entender al paciente esta comprensión. (¼) El paciente nos juzgará empáticos por lo que le diremos, pero más por lo que observe, pero aún más porque, en efecto seamos comprensivos y tolerantes”[19].

Algunas reflexiones hechas en el campo de la medicina[20] nos ayudan a tomar conciencia de la disposición que todos tenemos para ser empáticos y que se pierde, en parte con la formación de la propia identidad -distinta de la de los demás- y en parte -sobre todo en medicina- por el ambiente de la facultad o el contagio de quien lleva años en la profesión y puede estar quemado, pero puede recuperarse gracias a la formación y al cultivo de las habilidades sociales propias de la empatía.[21]

Cada vez más se va matizando el concepto de empatía, subrayando la diferencia con la simpatía, con la que frecuentemente se confunde. El mismo Max Sheler distingue entre simpatía o “compasión en general”, identificación afectiva e identificación vital[22]. Se distingue también entre empatía y simpatía o compasión y entre empatía e intuición. Mientras que la empatía es la capacidad de entrar en la experiencia de otra persona y comprender cogniciones, significados y emociones y transmitir comprensión, la simpatía o compasión es la capacidad de compartir los sentimientos de otro y ser afectado por ellos (experimentándolos también), y la intuición es la capacidad de entender un tema entrando en el otro.[23]

Algunos autores consideran que la empatía sea innata, pero otros insisten en que se puede desarrollar, entre los cuales Carkhuff.[24]. El concepto de Truax de “agudeza empática” permite responder a la cuestión distinguiendo, entre aptitud, actitud, dimensión conductual y “flash” empático.[25]

Quien es acogido nunca viene con “las manos vacías”. El que pide posada –de cualquier tipo que sea- nos regala la posibilidad de desarrollar nuestra humanidad. Acoger ayuda a crecer al posadero. Escuchar ayuda a humanizarse al que escucha. Mirar bien sana la vista del que mira. Aliviar al prójimo ennoblece al galeno. Cuidar nos hace humanos. Y esta oportunidad la da el huésped que, con su vulnerabilidad, se hace fuerte ante la aparente fuerza del posadero. Somos todos sanadores heridos que, en el encuentro, tenemos la posibilidad de crecer.

La hospitalidad del sufrimiento

Consideramos el sufrimiento como la “respuesta negativa inducida por el dolor y también por el miedo, la ansiedad, el estrés, la pérdida de objetos afectivos y otros estados psicológicos”. Cassell lo define como  “el estado de malestar inducido por la amenaza de la pérdida de la integridad o desintegración de la persona, con independencia de su causa”. Las personas que padecen dolor declaran con frecuencia que únicamente sufren cuando su origen es desconocido, cuando creen que no puede ser aliviado, cuando su significado es funesto, cuando lo perciben como una amenaza.” Como afirma Bayés, “el dolor se transforma en sufrimiento cuando se teme su prolongación, reaparición o intensificación en el futuro sin posibilidad de control.” Pues bien, la hospitalidad genuina de la persona que sufre, es fármaco en sí misma. La persona es terapia, diría el Dr. Ballint.[26]

Chapman y Gravin (1993) definen el sufrimiento como el “estado afectivo, cognitivo y negativo complejo caracterizado por la sensación que experimenta la persona de encontrarse amenazada en su integridad, por su sentimiento de impotencia para hacer frente a esta amenaza y por el agotamiento de los recursos personales y psicosociales que le permitirían afrontarla”. Por tanto, la naturaleza multidimensional del sufrimiento en Cuidados Paliativos requiere un modelo de intervención multifactorial que comprenda medidas farmacológicas, relacionales, psicoterapéuticas, rehabilitadoras, espirituales, de confort espacial, entre otras. Es decir, reclama una hospitalidad personal, no solo un tratamiento farmacológico.

Para intervenir proporcionando seguridad, alivio, hospitalidad, los profesionales sanitarios podrían tener en cuenta los elementos propuestos por Bayés[27]: a) Identificar, en cada momento, aquellos síntomas -biológicos, cognitivos o ambientales- que son valorados por el paciente como una amenaza importante, estableciendo su grado de priorización amenazadora desde su punto de vista. b) Compensar, eliminar o atenuar dichos síntomas. Se trata, en gran parte, del clásico control de síntomas paliativo. c) Descubrir y potenciar los propios recursos del enfermo, con el fin de disminuir, eliminar o prevenir su sensación de impotencia e incrementar su percepción de control sobre la situación. d) En el caso de que el estado de ánimo del enfermo presente características ansiosas o depresivas, habrá que utilizar las técnicas específicas adecuadas -farmacológicas y/o psicológicas- para modificarlo o compensarlo. e) Siempre que sea posible, no se tratará solo de eliminar o paliar el sufrimiento sino de aumentar la gama de satisfactores proporcionando, en la medida de lo posible, alegría y gusto por vivir con intensidad el presente.

Inteligencia espiritual

En estos últimos años, de la mano de varios autores,[28] se está reclamando la atención sobre la inteligencia espiritual, quizás aprovechando el tirón del impacto de la expresión inteligencia emocional[29] introducida por Daniel Goleman y en el marco de la teoría de las diferentes inteligencias múltiples de Gardner.

En efecto, la capacidad de silencio, de asombro y admiración, de contemplar y de discernir, de profundidad, de trascender, de conciencia de lo sagrado y de comportamientos virtuosos como el perdón, la gratitud, la humildad o la compasión son elementos propios de lo que entendemos por inteligencia espiritual.

Todos estos aspectos reflejan sabiduría del corazón, de ese corazón que tiene razones que a veces la razón no entiende. La formación del corazón constituye un reto universal para humanizar nuestra vida y, de manera muy especial, el acompañamiento al final de la misma.

Así también, y sobre todo en el ámbito educativo, se habla de competencia espiritual para referirnos con ella no solo al conocimiento, sino a la capacidad efectiva de desplegar las siguientes cinco tareas en el momento necesario:

La conciencia del mundo interior, es decir, la capacidad de hacer conscientemente consciente los procesos interiores, ser capaces de verbalizarlos, conocer el mundo interior, visualizar el propio futuro, etc. La apertura al misterio, es decir, la experiencia de hambre de silencio y soledad, de ver más allá de lo que vemos, de interpretar la profunda insatisfacción personal, de leer el tiempo subjetivo, etc. El reconocimiento de lo sagrado y valioso, es decir, la capacidad de comprender las cuestiones últimas, descubrir los valores (justicia, verdad, dignidad, vida…), generar escalas de valores, renunciar a uno mismo en función de los mismos, responder a los misterios de la vida tales como la belleza, el sufrimiento, la muerte, el amor, etc. La construcción de un sistema de creencias coherentes, es decir, la elaboración de lo que heredamos, de las creencias que todos tenemos, la capacidad de ayudar a identificarlas, tamizarlas, razonarlas, etc. La vinculación afectiva, es decir, el tejido profundo de comunicación verbal y no verbal, la intimidad emocional, las relaciones intensas consigo mismo y con los demás, la implicación emocional en la relación, el uso de los sentimientos como fuente de compromiso, la capacidad de enseñar a vivir rupturas sin destruir a los demás ni a uno mismo, el sentido de pertenencia que genera compromiso ético, etc.

           En el contexto educativo cristiano, especialmente en los centros confesionales católicos, se está dando hoy una relevancia a este tema, que bien podría alcanzar también los espacios de la salud humanizándolos. Hoy se habla de competencia espiritual con la metáfora de las matriuskas, para evocar diferentes niveles de competencia. La competencia espiritual general sería la dimensión profunda del ser humano, que trasciende las demás dimensiones superficiales y constituye el corazón de una vida humana con sentido, con pasión, con veneración de la realidad y de la Realidad:

Competencia espiritual religiosa cristiana: Comporta una propuesta cristiana, unos procesos de pastoral, unas acciones explícitas. Competencia espiritual religiosa: Hecha de habilidades y conocimiento de las diferentes respuestas y aportaciones de las diferentes religiones. Competencia espiritual trascendente: Aquella que reconoce las preguntas y respuestas en la dimensión trascendente, el Misterio. Competencia espiritual: La que identifica y gestiona las preguntas hondas, el compromiso con valores, y la búsqueda de sentido.

Y al hablar de la inteligencia y competencia espiritual, somos interpelados, cada vez más, a detectar con rigor las necesidades espirituales de los pacientes al final de la vida con herramientas especializadas, profesionalizando también el acompañamiento en esta dimensión.[30]

Somos invitados, al fin y al cabo, a humanizar el acompañamiento trascendiendo lo que nuestros sentidos ven, dando paso a la dimensión trascendente a la que K.G, Dürckheim nos dice que podemos acceder de manera privilegiada por la contemplación de la naturaleza, por el arte, por el culto y por el camino privilegiado, a mi juicio, del encuentro de calidad. Este último podemos cultivarlo especialmente desde la hospitalidad clínica.

No hay hospitalidad clínica, en conclusión, en el estilo relacional que se percibe en el siguiente fragmento de diálogo:

Una conversación con José

El siguiente encuentro tiene lugar en una unidad de Cuidados Paliativos y dura unos minutos. Es por la mañana. José tiene 30 años. Tiene mejor aspecto que los días anteriores, en que presentaba (también ahora en buena medida) aspecto descuidado –además de su delgadez-: le han afeitado la barba y cortado el pelo. Anteriormente no había mantenido ninguna conversación con él porque me había encargado de otros pacientes de la Unidad –escribe la enfermera-. La conversación se produce con ocasión de ponerle la medicación. Su mirada es fría y penetrante y reconozco que eso me incomoda bastante, pues me siento como controlada. Sus expresiones verbales parece que suenan a tono frío, duro, amargo y como resentido. Se encuentra en fase terminal debido a proceso oncológico.

Antecedentes

El desarrollo histórico de la industria de la hospitalidad se explora, desde las primeras civilizaciones en el Oriente Medio a través de Egipto, Grecia, Roma y Europa Occidental, con especial atención a la evolución en Inglaterra desde el siglo XV hasta el siglo XIX. Los vínculos económicos entre la hospitalidad y varias otras industrias se describen, y mejoran con los métodos de transporte y el desarrollo económico de los centros de población.[cita requerida]

Diversos tipos de empresas de hospitalidad se describen, junto con las características principales de los establecimientos y sus propietarios. El crecimiento de la industria a través de la caída de Roma, el papel de la iglesia en la prestación de servicios de hospitalidad durante las edades oscuras, y la importancia de los diferentes fenómenos sociales y económicos en el renacimiento de la industria de la hospitalidad durante el renacimiento han sido localizadas.[cita requerida]

Por último, hay varios elementos que han promovido el cambio dinámico de la industria durante el período moderno, incluyendo el desarrollo de las redes de carreteras, diligencias y las redes postales, la reinvención del restaurante en el siglo XVIII, Francia, y la extensión del derecho común a Inglés el negocio de la posada de mantenimiento.[cita requerida]

El crecimiento del negocio de la hospitalidad en la era industrial y la invención de la máquina de vapor, el desarrollo de las redes de ferrocarril y la aceptación de salir a cenar por el público en general se citan como principales determinantes del desarrollo de la industria.[cita requerida]

En los Estados Unidos, se identificaron los primeros tipos de establecimientos de hostelería. El impacto de los ferrocarriles y los ferrocarriles de viaje largo en el siglo XIX en el sector de la hostelería en general y en hoteles de la ciudad y hoteles resorts, en particular, se examina en la cola. Hoteles importantes del siglo XIX y se identifican las características que a continuación se describe única. Estos incluyen hoteles erigido en las principales ciudades, como Nueva York, Chicago, Boston y San Francisco, al igual que los principales hoteles resort en distintos lugares en el este y el Medio Oeste.[cita requerida]

Antecedentes antropológicos

La palabra deriva del término latino hospitium y existen indicios de rituales de hospitalidad en las tribus ibéricas, germánicas y célticas del siglo V A.C en adelante.[2]​ El filósofo Jacques Derrida establece en su modelo teórico dos tipos de hospitalidades, restringida la cual se confiere esperando algo a cambio, y generalizada, la cual aun cuando una utopía es la que buscan los migrantes y refugiados.[3]​ Daniel Innerarity Grau sugiere que la hospitalidad es como el riesgo, su naturaleza es intempestiva y sorpresiva. Cerrarse al extranjero se corresponde con el propio exterminio cultural.[4]​ Por su parte, Paul Lynch y colegas argumentan que la literatura especializada aún no ha consensuado cuál es la definición unívoca del término pero que se debate entre dos corrientes específicas. Un grupo apoya la idea que la hospitalidad sirve como instrumento ideológico de control al extranjero mientras otro grupo enfatiza en la hospitalidad como un sistema de intercambio de bienes, dones, favores los cuales fundamentan la autoridad y la legitimidad social.[5][6][7]

Véase también

Enlaces externos

Referencias

  1. Perspicacia para comprender las Escrituras, tomo I, encabezado Hospitalidad.
  2. Chamorro, P. B. (2006). Hospitalidad y patronato en la Península Ibérica durante la Antigüedad. Junta de Castilla y León Consejería de Cultura y Turismo.
  3. Derrida, J., Dufourmantelle, A., & Segoviano, M. (2000). La hospitalidad. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.
  4. Innerarity, D. (2001). Ética de la hospitalidad. Barcelona: Península.
  5. Lynch, P., Molz, J. G., Mcintosh, A., Lugosi, P., & Lashley, C. (2011). Theorizing hospitality. Hospitality & Society, 1(1), 3-24.
  6. Lashley, C., Lynch, P., & Morrison, A. J. (Eds.). (2007). Hospitality: A social lens. Elsevier.
  7. Lynch, P. A. (2005). Sociological impressionism in a hospitality context. Annals of Tourism Research, 32(3), 527-548.

Bibliografía

Dittmer, Paul. "Dimensions of the Hospitality Industry". third edition. 2002