Guerra de la Independencia Española
La Guerra de la Independencia española fue el conflicto armado que opuso a España con las fuerzas del Primer Imperio Francés entre 1808 y 1814, surgido en el contexto del enfrentamiento precedente francés con Portugal y el Reino Unido, este enmarcado en el amplio conflicto de las Guerras Napoleónicas, y la crisis de la monarquía española de Carlos IV. Estalló tras las maniobras de ocupación furtiva de importantes ciudades españolas por las tropas napoleonicas, siguiendo un plan de apoyo a la invasión conjunta de Portugal, acordada en el Tratado de Fontainebleau y de secreto derrocamiento del rey, que provocaron en todo el país un levantamiento espontáneo y popular conocido como el Dos de mayo de 1808.
La consecutiva guerra se caracterizó en el plano militar por el original fenómeno de las acciones conjuntas de guerrilleros y ejércitos regulares aliados dirigidos por Wellington que provocaron el desgaste de las fuerzas bonapartistas y su progresivo repliegue hasta las fronteras pirenaicas. La posterior invasión del territorio francés, llevó la derrota definitiva en la batalla de Toulouse del 10 de abril de 1814, provocando la abdicación de Napoleón I.
El conflicto permitió la explosión del sentimiento nacional, aunque dividió a la sociedad enfrentando a patriotas y la élite de los afrancesados. La guerra dañó gravemente la estructura industrial y devastó la agricultura, provocando el retraso posterior en la modernización de las economías peninsulares.
En el plano político, se aceleró el proceso de emancipación de las colonias de América que accederían a la independencia tras la Guerra de Independencia Hispanoamericana, mientras que la reinstauración de la dinastía borbónica y el reforzamiento de la Iglesia Católica abrió en España una era de luchas civiles entre absolutistas y liberales hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Antecedentes: expansionismo francés y crisis de la monarquía española (1795-1807)
Expansionismo francés
Los tratados de San Ildefonso de 1795, firmados por Manuel Godoy en nombre de Carlos IV y la Convención Francesa, así como el posterior de 1801 con el consulado de Napoleón Bonaparte, restablecieron la alianza tradicional que durante el siglo XVIII había regido las relaciones entre la corona de España y Francia.
En mayo de 1801, el consulado pudo contar con el apoyo militar español para forzar la neutralidad de Portugal, que se negó a romper su alianza con la corona británica, mediante la Guerra de las Naranjas[1] y desde 1803 con el económico y la disposición de la Armada española para la guerra naval contra Inglaterra que culminaría en octubre de 1805 en la Batalla de Trafalgar.
Aunque la derrota de la armada hispanofrancesa en Trafalgar obligaría a Napoleón, proclamado en 1804 empereur des Français, a renunciar entonces a la invasión inmediata por vía marítima de Gran Bretaña, los triunfos militares en Austerlitz[2], el 2 de diciembre de 1805, de Jena, el 14 de octubre de 1806, y el fracaso de las negociaciones con el gobierno británico del primer ministro Lord Grenville indujeron a Napoleón mediante el Decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806 a relanzar el enfrentamiento directo con los británicos mediante la práctica de la guerra económica total del Bloqueo Continental, que ya se venía aplicando de facto tras el aumento de las tasas aduaneras, el cierre de los puertos del norte de Francia y de las desembocaduras del Elba y el Weser en la primavera de 1806[3].
La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la península ibérica y el Mediterráneo occidental [4], aumentando la presión sobre la corte de Portugal, al que se le advirtió para que adoptase medidas para el cierre al comercio con los británicos desde sus puertos y la confiscación de los bienes y emprisionamiento de los residentes en el país. Ante la inacción portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30.000 soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte española que, con este fin, envió a través del marqués de Campo Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de 1807. A partir del 25 de septiembre de 1807, los portugueses ejecutaron la expulsión de los navíos ingleses pero, anteriormente notificados de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción en este sentido [5].
El 18 de octubre de 1807, Junot atraviesa la frontera y pocos días después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el Tratado de Fontainebleau en el que se estipula la invasión militar conjunta, la cesión a la corona de los nuevos reinos de Lusitania y Algarves, así como el reparto de las colonias [6].
A finales de 1807, Napoleón decidió que la débil monarquía de Carlos IV era ya de muy escasa utilidad y que sería mucho más conveniente para sus designios la creación de un estado satélite. Aprovechando los sucesos derivados del motín de Aranjuez y el hecho de que tropas francesas al mando de Murat habían ya ocupado el norte de España (amparándose en el Tratado de Fontainebleau), Napoleón forzó la cesión de la corona española a su hermano, José Bonaparte, como José I en las Abdicaciones de Bayona.
Ante la parálisis de la administración borbónica, descabezada y con órdenes de cooperar con los franceses, el pueblo se lanza a la lucha contra el invasor, siendo dirigido por notables locales cuyos intereses, más allá de la lucha por la "independencia", se encuentran en peligro por las medidas "revolucionarias" que podría emprender el nuevo rey, con su reducido núcleo de afrancesados. De esta forma, se unen en una extraña amalgama los exhortos a la "nación soberana", como forma de deslegitimar el cambio dinástico, y la lucha por la "independencia", con los temores de las clases pudientes a las clases populares en armas.
Con el levantamiento popular madrileño del Dos de Mayo de 1808, se pone de manifiesto la disociación entre la voluntad popular y el gobierno títere instaurado por Napoleón. Son la ausencia física del propio rey Fernando VII (a quien se le cree secuestrado), el resentimiento contra de la presencia militar francesa, rechazada por el pueblo desde su inicio, y la brutal represión del 3 de mayo, las gotas que colman el vaso y que producen la pérdida de legitimidad del poder central y la asunción de la representatividad y la voluntad popular por las Juntas regionales.
Desarrollo de la guerra
Tras los sucesos del Levantamiento del 2 de Mayo, la Junta General del Principado de Asturias se proclama soberana, contra un poder central en principio legítimo (Fernando VII había exigido al abandonar España obediencia a la autoridad de los franceses), envía una embajada a Inglaterra y el 24 de mayo de 1808 declara formalmente la guerra a Francia. Como respuesta, las autoridades envían al Principado un batallón del Regimiento de Hibernia y un escuadrón de carabineros reales desde Bilbao y Valladolid, respectivamente, para apaciguar la rebelión, aunque sin éxito (nótese que aún son tropas españolas). A la sublevación se irán sumando sucesivamente el resto de las Juntas (Cantabria el día 27, Galicia el 30, León el 1 de junio, etc.) y significará un grave revés para los deseos de conquista pacífica (y con pocos costes) de Napoleón, puesto que aísla a los cuerpos expedicionarios de Portugal, Barcelona, Madrid o Vitoria. Para evitar ser copados, Napoleón exige a sus generales que eliminen la resistencia, pero los resultados no son los esperados. La victoria de Bessiers en Medina de Rioseco no acaba con la rebelión de Zaragoza, que pronto contagia a Logroño. En Cataluña, las tropas francesas son derrotadas dos veces en el Bruc, mientras que la sublevación de Gerona, liderada por Juan Clarós entre otros, corta las líneas de suministro con Francia. En Oporto, las tropas españolas devuelven la autoridad a las instituciones portuguesas y prenden a sus hasta entonces aliados franceses. En Andalucía, Dupont sufre la derrota de Bailén frente a las tropas del general Castaños, y Cádiz resiste al ataque inicial de los franceses, vencidos también en la Batalla de la Barrosa, en Chiclana de la Frontera.
Sin embargo, Napoleón interviene directamente al mando de un ejército de doscientos cincuenta mil hombres, la Grande Armée. Se trata de un ejército veterano, acostumbrado a los movimientos rápidos y a vivir sobre el terreno, que arrolla rápidamente la resistencia española y a los ejércitos ingleses desembarcados en la península, comandados por el general John Moore. Después de la entrada del emperador en Madrid, tras la batalla de Espinosa de los Monteros y la batalla de Somosierra (30 de noviembre de 1808) y las tremendas derrotas de Uclés (13 de enero de 1809) y Ocaña (noviembre de 1809), la Junta Central —al cargo del gobierno de la España no ocupada— abandona la Meseta para refugiarse, primero en Sevilla, y luego en Cádiz, la cual resiste a un largo y brutal asedio. Desde ahí, la Junta Central asiste indefensa a la capitulación de Andalucía.
Napoleón se disponía a partir en persecución del cuerpo expedicionario británico de Moore, cuando tuvo que salir hacia Francia con urgencia porque el Imperio Austríaco le había declarado la guerra (6 de enero de 1809). Dejó la misión de rematar la guerra en el noroeste en manos del mariscal Soult, que ocupó Galicia tras la batalla de Elviña y luego giró al sur para atacar Portugal desde el norte, dejando el cuerpo del Ney en su retaguardia con la misión de colaborar en la ocupación de Asturias. Sin embargo, la resistencia popular, apoyada por los suministros de armas de la flota inglesa, hizo imposible la pacificación de Galicia, que tuvo que ser evacuada tras la derrota de Ney en batalla de Puentesampayo (junio de 1809). Galicia y Valencia permanecieron libres de tropas francesas, aunque Valencia terminó capitulando en enero de 1812.
La guerra de "guerrillas"
Sin un ejército digno de ese nombre con el que combatir a los franceses, los españoles de las zonas ocupadas inventan un sistema nuevo para luchar, utilizado por vez primera en el mundo: la guerra de guerrillas, como único modo de desgastar y estorbar el esfuerzo de guerra francés. Se trata de lo que hoy se denomina guerra asimétrica, en la cual grupos de poca gente, conocedores del terreno que pisan, hostigan con rápidos golpes de mano a las tropas enemigas, para disolverse inmediatamente y desaparecer en los montes.
Como consecuencia de estas tácticas, el dominio francés no pasa de las ciudades, quedando el campo bajo el control de las partidas guerrilleras de líderes como Vicente Moreno Baptista, Espoz y Mina, Jerónimo Merino, Julián Sánchez, "el Charro" o Juan Martín "el Empecinado". El propio Napoleón reconoce esta inestabilidad cuando, en contra de los deseos de su hermano, teórico rey de España, pone bajo gobierno militar (francés) los territorios desde la margen izquierda del Ebro, en una suerte de nueva marca hispánica.
La guerra en España tendrá importantes repercusiones en el esfuerzo de guerra de Napoleón. Un aparente paseo militar se había transformado en un atolladero que absorbía unos contingentes elevados, preciosos para su campaña contra Rusia. La situación era, en cualquier caso, tan inestable que cualquier retirada de tropas podía conducir al desastre, como efectivamente ocurrió en julio de 1812. En esta fecha, Wellington, al frente de un ejército angloportugués y operando desde Portugal, derrota a los franceses primero en Ciudad Rodrigo y luego en los Arapiles, expulsándoles del Oeste y amenazando Madrid: José Bonaparte se retira a Valencia. Si bien los franceses contraatacan y el rey puede entrar de nuevo en Madrid en noviembre, una nueva retirada de tropas por parte de Napoleón tras su catastrófica campaña de Rusia a comienzos de 1813 permite a las tropas aliadas expulsar ya definitivamente a José Bonaparte de Madrid y derrotar a los franceses en Vitoria y San Marcial. Entre las dos batallas queda la de San Sebastián en la que las tropas "liberadoras", bajo consigna del general Castaños, pasaron a cuchillo a la capital de la "traidora" provincia de Guipúzcoa que trató con los franceses independientemente de Madrid en 1795. Al mismo tiempo Napoleón se apresta a defender su frontera hasta poder negociar con Fernando VII una salida. A cambio de su neutralidad en lo que quedaba de guerra, aquél recupera su corona (comienzos de 1814) y pacta la paz con Francia, permitiendo así al emperador proteger su flanco sur. Ni los deseos de los españoles, verdaderos protagonistas de la liberación, ni los intereses de los afrancesados que habían seguido al exilio al rey José, son tenidos en cuenta.
Consecuencias
La firma del tratado de Valençay por el que se restituía en el trono a Fernando VII, el deseado, como monarca absoluto, fue el comienzo de un tiempo de desilusiones para todos aquellos que, como los diputados reunidos en las Cortes de Cádiz, habían creído que la lucha contra los franceses era el comienzo de la revolución española y también el inicio de la Guerra de Independencia Hispanoamericana.
Referencias
Bibliografía
- Breve Historia de España, de Fernando García de Cortázar y José Manuel González Vesga. ISBN 84-206-0666-9
- Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, del Conde de Toreno. París, 1851.
- Navarra en la Guerra de la Independencia. Biografía del Guerrillero D. Francisco (Espoz y Mina) (sic), de Hermilio de Olóriz. Pamplona, 1910.
- Memorias de la Guerra de la Independencia escritas por soldados franceses, de Rafael Farias. Madrid, 1920.
- ESPAÑA, EL INFIERNO DE NAPOLEÓN"", de Emilio de Diego. Madrid, 2008 ISBN 9788497346917
Véase también
- Orden DEF/3183/2005 — Comisión Ministerial para la conmemoración del bicentenario de la Guerra de la Independencia
- La guerra de la Independencia en Valladolid
- Batallón Literario
Literatura
- Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós.
- Guerra de la independencia: Proclamas, bandos y combatientes, de Sabino Delgado
- Un día de cólera - Arturo Pérez Reverte.
Enlaces externos
- Página dedicada al Bicentenario de la Guerra de Independencia Española www.peninsularwar.es
- Página dedicada a la Guerra de Independencia Española
- Bicentenario de la Batalla de Bailén
- Carta del Marqués de Noblecilla al Conde de la Montería Palacio del Ayuntamiento Badajoz (1808), relatando la revuelta de un pueblo de Jaén.
- Liberación de Soria y destrucción del Castillo y Murallas
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