Ir al contenido

Reinado de Isabel II de España

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 16:33 9 dic 2005 por Petronas (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.

Plantilla:Isabel II A la muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, su esposa, María Cristina de Borbón asumió la Regencia con el apoyo de los liberales en nombre de su hija y futura reina Isabel II. El conflicto con su cuñado, Carlos María Isidro de Borbón que aspiraba al trono en virtud de una pretendida vigencia de la Ley Sálica (ya derogada por Carlos IV y el propio Fernando VII) llevarán al país a la Primera Guerra Carlista.

Al alcanzar la mayoría de edad por resolución de las Cortes Generales ante el fracaso de la Regencia de Espartero en 1843 se sucederán varios periodos que se catacterizan por un intento modernizador de España que se ve contenido, sin embargo, por las tensiones internas de los llamados "liberales" y la tensión que siguen ejerciendo lso partidarios del absolutismo más o menos moderado, los gobiernos totalmente influidos por el estamento militar y el fracaso final ante las tensiones económicas y la decadencia de la Unión Liberal que llevarán a España a la experiencia del Sexenio Democrático.

Isabel II

Las Regencias de María Cristina y Espartero

La Regencia de María Cristina estuvo marcada por la guerra y por el enfrentamiento entre los generales cuya voluntad y criterio dominaban la vida del país y el incipiente desarrollo de los partidos políticos. Francisco Cea Bermúdez, muy próximo a las tesis absolutistas del difunto Fernando VII será el primer Presidente del Consejo de Ministros. La falta de conquistas liberales forzará la salida de Cea y la llegada de Martínez de la Rosa quién convencerá a la Regente para promulgar el Estatuto Real de 1834, una Carta Otorgada que supone un retroceso frente a la Constitución de Cádiz.

El fracaso de los conservadores lleva al poder a los liberales en el verano de 1835. La figura más destacada de este periodo será Juan Álvarez Mendizábal, político y economista de grandes dotes que consiguió detener las sublevaciones liberales en todo el Estado e iniciar reformas económicas y políticas, las más importantes en el seno del ejército español y en la hacienda pública con el proceso de desamortización de los bienes de la Iglesia católica. Tras Mendizabal que dimite, acosado por multiples conflictos, llegará la Constitución de 1837 de la mano de José María Calatrava en un intento por conjugar el espíritu de la Constitución de Cádiz y las tensiones provocadas por los partidarios del Antiguo Régimen.

Archivo:Mariacristina-1-.jpg
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias

La Guerra Carlista genera graves problemas económicos y políticos. El ejército del carlista Tomás de Zumalacárregui, alzado en armas desde 1833, obliga a la Regente a depositar buena parte de su confianza en los militares cristinos que alcanzan gran renombre. Entre ellos destacará el general Espartero quién es el encargado de certificar la victoria final en el Convenio de Oñate. Esta situación en la que los militares sustituyen a los débiles partidos políticos provocarán una crisis gubernamental permanente donde los intereses de los distintos mandos militares van imponiendo sucesivos gobiernos carentes de autoridad.

En 1840, María Cristina es consciente de su debilidad y trata por todos los medios de llegar a un acuerdo con Espartero, pero éste no hará más que seguir intrigando hasta que el 1 de septiembre estalla la revolución liberal en Madrid. María Cristina se ve obligada a abandonar la Regencia en manos de Espartero y desterrarse en Francia.

El 12 de octubre de 1840, con un amplio apoyo popular, Espartero asume la Regencia. Sin embargo, el general no supo rodearse del espíritu liberal que le había llevado al poder, y prefirió confiar los asuntos más importantes y trascendentales a los compañeros de armas que le habían acompañado en la Guerra Carlista y en la Batalla de Ayacucho.

Baldomero Espartero

]]De hecho, ejercerá la Regencia en forma de dictadura militar. Por su parte, los conservadores representados por Leopoldo O'Donnell y Narváez no cesarán en sus promunciamientos. En 1843 el deterioro político y económico era muy alto, y la impopularidad de Espartero había crecido de tal manera que hasta los liberales que le habían apoyado tres años antes, conspiraban contra él. El 11 de junio de 1843 la sublevación de moderados está tambien acompañada de hombres de la confianza de Espartero como Joaquín María López y Salustiano Olozaga, lo que obligará al general a abandonar el poder y marchar al exilio en Londres.

La mayoría de edad de la Reina Isabel

Con la caida de Espartero, el conjunto de la clase política y militar llegó al convencimiento de que no debía instarse una nueva Regencia, sino reconocer la mayoría de edad de la Reina Isabel, a pesar de que tan sólo contaba trece años. Así, hasta 1868 se desarrollará un reinado complejo y fecundo, no lleno de altibajos, que marcarán el resto de la situación política del siglo XIX y parte del siglo XX en España.

Durante este tiempo se sucederán distintos periodos identificables con cambios en la situación política, económica y social. De ellos destacarán tres: La década moderada hasta 1854, el Bienio Progresista hasta 1856 y el proceso de los gobiernos de la Unión Liberal hasta 1868.

Un inicio tormentoso

Isabel II jura la Constitución de 1837 el 10 de noviembre de 1843 ante las Cortes Generales. Inmediatamente, pide a Salustiano Olozaga, que había sido uno de sus más queridos instructores en su infancia, la formación de su primer gobierno. Sin embargo, las acusaciones contra su persona por parte del reaccionario Luis González Bravo, que lo había acusado sin fundamento de intrigar contra la reina, le hicieron perder la votación para la elección de Presidente del Congreso de los Diputados y solicitó la disolución de las Cortes, efectuada el 28 de noviembre.

González Bravo, que se muestra como títere de las intrigas del general Ramón María Narváez, es nombrado nuevo Presidente del Consejo de Ministros el 1 de diciembre e inmediatamente propuso discutir en la Cámara la acusación contra Olozaga. Durante las sesiones Olozaga evidenció la falsedad de las acusaciones, pero la mayoría de la que disponía González Bravo le permitió ordenar el destierro de Olozaga que marchó a Inglaterra.

La década moderada

Ramón María Narváez

Posteriormente, el liderazgo del Partido Moderado recae en Narváez, que asume la Presidencia del Gobierno dando con ello inicio a la que se ha denominado Década Moderada. Este será el tiempo en el que durante un cierto periodo de estabilidad los denominados moderados tratarán de dar un vuelco a los avances en las libertades de la Regencia de Espartero, dictándose una nueva constiución, la de 1845 que regresa al modelo de soberanía compartida entre el Rey y las Cortes y refuerza los poderes de la Corona.

La división del Partido Moderado fue evidente desde los primeros momentos y eso coadyuvó a la inestabilidad final que provocará el cese de Narvaez el 11 de febrero de 1846, asociado al conflictivo negocio matrimonial que se pactaba para la Reina. En efecto, esta se casará en dicho año con Francisco de Asís, primo suyo, el 10 de octubre. Antes, la madre de la Reina, la ex Regente María Cristina había urdido un plan matrimonial para casar a su hija con el heredero de la Corona francesa. Esto levantó las suspicacias de Inglaterra que a toda costa quería que se respetase el Tratado de Utrecht y evitar que las dos naciones estuvieran unidas bajo un solo rey. Tras los Acuerdos de Eu se limitó el número de candidatos para Isabel a poco más de seis, entre lo que finalmente se eligió a Francisco de Asís.

Sucesión de gobiernos

El gobierno de Francisco Javier de Istúriz consiguió mantenerse hasta el 28 de enero de 1847 donde un pulso por el control de las Cortes con Mendizábal y Olozaga, de retorno ya del destierro, le obligó a dimitir. De enero a octubre de ese año se sucedieron tres gobiernos sin rumbo mientras los carlistas seguían creando problemas y algunos emigrados españoles volvían del exilio.

El 4 de octubre es nombrado Presidente Narvaez de nuevo, que nombra como mano derecha y Ministro de Fomento al reaccionario Bravo Murillo. El periodo de gobierno fue en principio tranquilo hasta que la Revolución de 1848 que recorría toda Europa patrocinada por el movimiento obrero y la burguesía más liberal provocó insurrecciones en el interiuor de España, dúramente reprimidas, con la ruptura de relaciones diplomáticas con Gran Bretaña al considerarla partícipe e instigadora de los movimientos carlistas en la denominada Guerra de los Matiners. Narváez actúa como un auténtico dictador enfrentándose a la Reina, al Rey consorte, a los liberales y a los absolutistas. La situación dura hasta el 10 de enero de 1851 en el que se ve obligado a dimitir para ser sustituido por Bravo Murillo que aprovecahrá para la firma del Concordato y cierta mejora de la Hacienda pública gracias al proceso de industrialización y desarrollo de los ferrocarriles.

En el gobierno conservador de Bravo Murillo se aprecia un alto grado de corrupción pública fruto de un gran crecimiento económico y de intrigas internas por obtener ventajas en las concesiones, situacíón en la que está implicada la propia familia real al completo. Bravo Murillo, al que muchos consideran un servidor público honrado, cesa en 1852, sucediéndole tres gobiernos hasta julio de 1854. Mientras tanto, Leopoldo O'Donnell, antiguo colaborador de la ex Regente María Cristina, se une a aquellos moderados más liberales y trata de organizar una sublevación, contando con un buen número de oficiales y algunas de las figuras que serán destacadas años más tarde como Antonio Cánovas del Castillo. El 28 de junio O'Donnell, que se había ocultado en Madrid, se une a diversas fuerzas y se enfrenta con las tropas leales al gobierno en Vicálvaro, en lo que se conoce como La Vicalvarada, sin que resultara un vencedor claro. A lo largo de junio y julio se unen al alzamieno otras tropas en Barcelona. El 17 de julio en Madrid civiles y militares salen a la calle, poniendo en peligro la vida misma de la madre de la Reina, María Cristina, que debe buscar refugio. Las barricadas y el reparto de armas dió la vitoria a un pueblo cansado de la situación corrupta.

Las acciones más destacadas de la década moderada

Se tratará de apaciguar el enfrentamiento con la Santa Sede como consecuencia de los procesos de desamortización llevados a cabo por Mendizábal en el periodo anterior mediante la firma de un Concordato en 1851 con el Papa Pío IX, el primero de la historia de España, que en síntesis venía a establecer una política de protección de los bienes de la Iglesia católica ante posibles nuevos procesos de incautación de los mismos, especialmente los civiles, se frena la venta de los que todavía están en poder del Estado y la Iglesia obtiene compensaciones económicas, y que en su artículo primero establecía

La religión católica, apostólica, romana, que con exclusión de cualquiera otro culto continúa siendo la única de la nación española, se conservará siempre en los dominios de S. M. Católica con todos los derechos y prerrogativas de que debe gozar según la ley de Dios y lo dispuesto por los sagrados cánones (...)

En el plano legislativo, se aprueban diversas leyes orgánicas que buscan la centralización de la administración pública mediante el control del poder político de los ayuntamientos y las universidades.

El Bienio Progresista

Tras algunos intentos desesperados de la Reina por nombrar un Presidente del Consejo que contuviera las algaradas, finalmente se rinde a la evidencia y, siguiendo el dictado de su madre, antes de ver al traidor O'Donnell en el poder, nombra a Espartero Presidente. Con él se inicia el llamado Bienio Progresista.

El 28 de julio de 1854 entran en Madrid Espartero y O'Donnell aclamados por la multitud. La Reina encarga formar gobierno a Espartero que se ve obligado a nombrar Minisro de la Guerra a O´Donnell. Esta comunión entre ambos, aparéntemente fieles uno al otro, no estará exenta de problemas. Mientras que O´Donnell tratará de contrarestar las prácticas liberales de Espartero en cuanto a su posición sobre la Iglesia y la desamortización, éste buscará un camino hacia el liberalismo de España muy influido por su propia personalidad y los cambios que se operan en Europa.

O'Donnell va pergeñando la Unión Liberal mientras convive con Espartero en el Gobierno. Las propias elecciones a Cortes Constituyentes de 1854 darán un mayor número de escaños a los partidarios del primero que del segundo. Así las cosas no es de extrañar que los intentos de convivencia naufragasen al tiempo de la desamortización de Madoz y la cuestión religiosa al presentarse ante las Cortes un proyecto que declaraba que nadie podía ser molestado por sus opiniones en este sentido. La propuesta fue aprobada y se rompieron las relaciones con la Santa Sede, decayendo el Concordato de 1851. Pero O'Donnell no estaba dispuesto a que esta situación se perpetuase. Espartero, consciente de la situación, activó sus resortes en defensa del liberalismo movilizando a la Milicia Nacional y a la prensa en contra de los ministros moderados, pero la Reina prefirió conceder la jefatura del Gobierno a O'Donnell ante una situación tan tensa, a la que se añadían las sublevaciones carlistas en Valencia y una grave situación económica. Ambos bandos se enfrentaron el accciones militares en las calles los días 14 y 15 de julio de 1856, donde Espartero prefirió retirarse.

Los gobiernos de la Unión liberal

El General O'Donnell protagonizó la Vicalvarada que dió inicio al Bienio Progresista y que fue el artífice de los gobiernos de la Unión Liberal

Una vez O'Donnell es nombrado Presidente del Consejo de Minisros, restaura la Constitución de 1845 con un Acta Adicional que trata de atraerse a sectores liberales. Las luchas entre las distintas facciones moderadas y liberales, y entre ellas mismas, continuarán a pesar de todo. Tras los sucesos de julio, la debilidad de O'Donnell lleva a la Reina a cambiar de nuevo de Gobierno con Narváez. Hasta 1857 la inestabilidad se mantendrá. Con el regreso de O'Donnell de nuevo se iniciará la larga andadura de los gobiernos de la Unión Liberal.

El 30 de junio de 1858, O'Donnell forma un gobierno, en el que se reserva el Ministerio de la Guerra, que durará hasta el 17 de enero de 1863, cuatro años y medio. El gobierno más estable del peirodo que, aunque con cambios puntuales en su gabinete, contará con no más de una docena de Ministros, de los que serán claves el de Hacienda, Pedro Salaverría, para mantener la recuperación económica y el de Gobernación, José Posada Herrera, que controlaría desde el gobierno las listas electorales y cualquier salida de tono del nuevo partido: la Unión Liberal.

Se restableció nuevamente la Constitución de 1845 y las elecciones a Cortes del 20 de septiembre de 1858 otorgaron a la Unión Liberal un absoluto control del poder legislativo. Las más destacadas actuaciones fueron las grandes inversiones en obras públicas, con la aprobación incluso de créditos extraordinarios, que permnitieron el desarrollo del ferrocarril y la mejora del ejército; se continuaron las desamortizaciones si bien el Estado entregó a cambio deuda pública a la Iglesia y repuso el Concordato de 1851; se aprobaron distintas leyes que serían claves posteriormente y cuya vigencia alcanzó el siglo XX: Ley Hipotecaria, reforma administriva interna de la administración central y de los municipios y primer Plan de Carreteras. En su contra, el Gobierno no consiguió desterrar la corrupción política y económica que alcanzaba a la propia Casa Real, no aprobó la anunciada ley de prensa y, a partir de 1861, vió decaer los apoyos parlamentarios. Plantilla:Wikisourcepar

Sublevaciones carlistas y campesinas

En 1860 se produjo el Alzamiento carlista de San Carlos de la Rápita, dirigido por el pretendiente al trono Carlos Luis de Borbón en un intento por desembarcar desde Baleares cerca de Tarragona el equivalente a un regimiento de fieles para iniciar una nueva guerra carlista y que acabó en un estrepitoso fracaso. Igualmente se produjo la Sublevación campesina de Loja a cargo de Rafael Pérez del Álamo, el que sería el primer gran movimiento campesino en defensa de la tierra y el trabajo y que fue reprimida y aplastada con seis condenas a muerte.

Aventuras en el exterior

España había sufrido, tras la independencia de los paises sudamericanos y la derrota en Trafalgar un imparable deterioro en su condición de potencia colonial, al tiempo que su papel en Europa había menguado considerablemente. Francia e Inglaterra habían ocupado el espacio europeo y sus respectivos imperios actuaban en América, Asia y África. Durante los gobiernos de la Unión Liberal, España se siente fuerte para tratar de recuperar parte de sus prestigio.

Así se explican la acciones llamadas "de prestigio" o de "exaltación patriótica" que tuvieron un amplio apoyo popular con la Expedición franco-española a Cochinchina desde 1857 a 1862, la Guerra de Marruecos de 1859, la coalición anglo-franco-española sobre México y la anexión de Santo Domingo en 1861, y la cuestionada, por incomprendida, intervención en la Guerra del Pacífico en 1863.

Deterioro y caída del gobierno de la Unión Liberal

En 1861 la política de acoso al gobierno de O'Donnell se multiplicó por parte del Partido Moderado y del Progresista. Abandonan la Unión Liberal por discrepancias con el gabinete personas tan influyentes como Cánovas, Antonio de los Ríos Rosas -uno de sus fundadores- y el propio general Prim entre otros. Las quejas más comunes eran la traición a las ideas que habían llevado al poder al prestigisoso general. A ellos se unieron miembros del ejército y la burguesía catalana. Las discrepancias del gabinete no se solventaron con la salida de Posada Herrera en enero de 1863 y el 2 de marzo la Reina acepta la renuncia de O'Donnell.

Decadencia y fin del reinado

La sustitución no era fácil. Los partidos tradicionales contaban con no pocos problemas en sus filas. La filas moderadas fueron las que, a través del general Fernando Fernández de Córdova, ofrecieron la posibilidad de formar gabinete. Los progresistas, con Pascual Madoz al frente, consideraban conveniente la disolución de las Cortes. Finalmente la Reina confió el gobierno a Manuel Pando Fernández de Pineda, conde de Miraflores, que apenas contaba con apoyos y cuyo gabinete no duró más que hasta enero de 1864. Otros siete gobiernos se sucederán hasta la revolución de 1868, destacando entre ellos el presidido por Alejandro Mon y Pidal que contó con Cánovas como ministro por vez primera en Gobernacón y Salaverría en Hacienda. Por su parte, los Progresistas daban por superado a Espartero y Olozaga junto a Prim parecían ir configurando una alternativa que no confiaba en la capacidad de Isabel II para salir de la crisis permanente.

Emilio Castelar, cuya expulsión de la Cátedra dió origen a la masacre de la Noche de San Daniel

Narváez formará gobierno el 16 de septiembre de 1864 con la intención de aglutinar fuerzas y recoger un espíritu unionista que permitiera la integración de los Progresistas en la política activa, temerosos de que el cuestionamiento del reinado fuera más alla. La negativa Progresista a participar en un sistema que consideraban corrupto y caducado llevó a Narváez al autoritarismo de nuevo y a una cascada de dimisiones en el seno del gabinete. A todo ello se sumará, para descrédito del gobierno, los sucesos de la Noche de San Daniel el 10 de abril de 1865 cuando se reprime a los universitarios duramente con la muerte de 93 de ellos -13 oficialmente- por las protestas contra las medidas de Antonio Alcalá Galiano que trataba de alejar el espíritu del racionalismo y el krausismo de las aulas por la vieja doctrina de la moral oficial de la Iglesia católica y la expulsión de la cátedra de Historia de Emilio Castelar por sus artículos en La Democracia donde denunciaba la venta del Patrimonio Real con apropiación por parte de la Reina del 25 por 100 de los ingresos.

La crisis llevó a formar un nuevo gobierno el 21 de junio con el regreso de O'Donnell, Cánovas y Manuel Alonso Martínez en el Ministerio de Hacienda además de otras figuras destacadas. Entre otras medidas se aprobó una nueva ley electoral que permitió incrementar el cuerpo electoral hasta los 400 mil votantes, casi dos veces el número anterior y se convocaron elecciones a Cortes. Sin embargo antes de celebrarse éstas los progresistas anunciaron que mantenían su retraimiento. Así las cosas, Prim se subleva en Villarejo de Salvanes pero la adecuada planificación no cuenta con la conveniente ejecución del golpe y fracasa. De nuevo, la actitud hostil de los progresistas enerva a O'Donnell que vuelve al autoritarismo, lo que provocará la sublevación del Cuartel de San Gil el 22 de junio, de nuevo organizada por Prim pero que, también de nuevo, fracasó y llenó de sangre las calles con más de 60 condenas a muerte.

O'Donnell se retira agotado de la vida política y le sustituirá Narváez en julio, que condona las penas no ejecutadas a los sublevados pero mantiene el rigor autoritario con expulsiones de las cátedras de los republicanos y krausistas, reforzamiento de la censura y el orden público. Con la muerte de Narváez le sucederá el 23 de abril de 1868 el autoriario Luis González Bravo pero la revolución está fraguada y el fin de la monarquía se acerca el 19 de septiembre con La Gloriosa al grito de "¡Abajo los Borbones! ¡Viva España!" al tiempo que Isabel II marchaba al exilio frances para dar inicio al Sexenio Democrático.

La sociedad isabelina

La España del reinado de Isabel II había sufrido una evolución con respecto a la heredada de su padre, Fernando VII, especialmente en el terreno económico y en las obras públicas, así como en la estructura social. Pero estos cambios, que en Europa operan a velocidad vertiginosa, en España son relativamente lentos e inconstantes. Por una parte, la población aumenta hasta que al final del reinado a pasado de 12 a 16 millones de habitantes aunque las tasas de mortalidad siguen siendo muy altas. El hambre y el cólera harán estragos en todo el periodo. Las tasas de urbanización son bajas y el nivel de instrucción mantiene aún a un 80% de la población analfabeta. Por su parte, la economía avanza muy lentamente. Mientras la revolución industrial cambia completamente la economía europea, en España la permanente guerra civil con los carlistas y la incapacidad de organizar un estado liberal impide que comience un proceso real de industrialización, que permanece muy centrado en puntos concretos de la geografía peninsular y con escasos apoyos públicos en infraestructuras.

Crecimiento y desarrollo de la población

En 1834, al comienzo del reinado, España contaba con aproximadamente 13.380.000 habitantes según los censos oficiales; hacia 1860 esta cifra había llegado a 15.674.000, con un crecimiento medio del 0,56 por 100, el más alto del siglo XIX. Las razones de este incremento demográfico se encuentran en la mejora de las condiciones sanitarias e higiénicas. Lejos de lo que pueda parecer sin embargo, la tasa de mortalidad seguía siendo muy alta -del 27 por 1000-. Por contraste, en Europa esta explosión demográfica es mucho mayor porque se reduce drásticamente el número de defunciones.

Salamanca en un plano de 1858

Las epidemias de cólera de 1834, 1855 y 1865, así como las de hambre de 1837, 1847, 1857 y 1867 (asociadas cada decenio a las pésimas cosechas) provocan una alta mortandad que frena el desarrollo.

Los flujos migratorios se resuelven desde las ciudades de tipo medio hacía las más grandes, especialmente aquellas que comienzan a despegar con la incipiente industrialización como Barcelona, Madrid, Valladolid, Bilbao, Zaragoza y Málaga, así como las más grandes áreas industriales del norte como el País Vasco y Asturias; también se aprecia un creciente incremento de la emigración hacia América y Francia.

Las clases sociales

El fin del Antiguo Régimen es también el de los cambios en la estructura social desde la forma estamental a las clases sociales, pero España no sufre una revolución burguesa al modelo francés, por lo que no termina de estructurarse conforme las sociedades industriales del siglo XIX.. La nobleza y la aristocracia disminuyen su número e influencia, aunque de manera muy lenta, adaptándose parcialmente a los nuevos tiempos. Su papel en la política es menor que el que ejercen en la misma los militares, aunque la Corte seguirá siendo inagotable fuente de recursos y títulos nobiliarios. Muchos nobles acrecentarán sus bienes con las distintas desamortizaciones, si bien en algunos lugares eso servirá para convertir las tierras baldías en productivas.

La burguesía española se concentra sobre todo en Madrid y Barcelona. Su número se incrementa, pero sus aportaciones al crecimiento económico y la industrialización son pobres en el conjunto de España, donde las grandes empresas van a estar muy influidas por la inversión extranjera. No obstante, se aprecia un papel activo en la incipiente banca, en la obtención de contratos del Estado para el desarrollo de obras públicas, en la conversión de terrenos desamortizados para nuevos usos agrícolas, en las actividades de importación y exportación y en la inversión inmobiliaria.

Una clase social intermedia está formada por los eclesiásticos, los funcionarios, los militares, los abogados y los profesores. Excepto los primeros, que ven reducido su número a menos de la mitad -unos 63.000 en 1860-, el resto crece especialmente los vinculados a la administración pública. Su importancia social está vinculada a las catacterísticas del periodo isabelino: militares y funcionarios serán claves en el desarrollo de España.

Las denominadas "clases urbanas" estaban compuestas por artesanos, pequeños comerciantes y trabajadores. Las ciudades capitales de provincia, salvo algunas excepciones, habían visto incrementar su población, y en ello había un componente nuevo: la industrialización. La sociedad isabelina sigue teniendo un alto porcentaje de artesanos que ocupa a cerca de 670.000 ciudadanos en todos los sectores y oficios y unos 170.000 obreros que se emplean en las nuevas industrias. El ferrocarril alcanzará la cifra de 15.000 empleados. En total, el 24 por 100 de la población depende de la economía emergente.

Los trabajadores del campo se pueden establacer en dos tipos básicos: los jornaleros, sobre todo en la mitad sur peninsular, que permanencen en situaciones de profunda miseria y a quienes la desamortización les ha privado de los bienes comunales que antes explotaban y que ahora han perdido la oportunidad de adquirirlos; y los campesinos o labradores, titulares del dominio o de algún arrendamiento -alguno de ellos obtenido tras las desamortizaciones- y cuya situación económica es mejor. Ambos grupos representan, junto a los rentistas, pastores, ganaderos y pescadores, el 62 % de la población hacia el final del reinado.

Enlaces externos

Bibliografía

BiBliografía general

  • Carr, Raymond. Historia de España. Edit. Península-Atalaya. Madrid, 2001. ISBN 84-8307-337-4
  • VV.AA. Historia contemporánea de España. Siglo XIX. Edit. Ariel. Madrid, 2004. ISBN 84-344-6755-0
  • VV.AA.: Enciclopedia de Historia de España. Alianza Editorial. Madrid, 1991.

Bibliografía especializada

  • Comellas, José Luis. Historia de España Moderna y Contemporánea. Madrid, 1975. ISBN 84-321-0330-6
  • Javier de Burgos, F. Anales del Reinado de Isabel II. Madrid, 1850.
  • Llorca, Carmen. Isabel II y su tiempo. Alcoy, 1956.
  • Martínez Gallego, Francesc A. Conservar progresando: La Unión Liberal (1856-1868). Valencia, 2001. ISBN 84-95484-11-0
  • Rico, Eduardo G. La vida y la época de Isabel II. Edit. Planeta. Barcelona, 1999.
  • Suarez Cortina, Manuel. Las máscaras de la libertad. El liberalismo español, 1808-1950. Madrid, 2003. ISBN 84-95379-63-5