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Reino de Navarra

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El Reino de Navarra es uno de los reinos medievales que con el paso del tiempo dieron lugar al actual reino de España.

Al principio fue también conocido como Reino de los Pamploneses y Reino de Pamplona.

Navarra fue uno de los núcleos pirenaicos de resistencia cristiana frente a la dominación islámica de la península Ibérica, que se formaron en el norte, al igual que reino de Aragón y los Condados Catalanes, o el reino Astur en la cordillera Cantábrica.

El título del príncipe heredero era Príncipe de Viana.

Evolución histórica

El espacio navarro se estructuró de manera dual tras la invasión musulmana. El norte permaneció poco tiempo bajo dominio musulmán y pronto se organizó en un nucleo cristiano de fugaz sometimiento al Imperio Carolingio y con centro en la ciudad de Pamplona (población fundada en época romana como Pompaelo por Pompeyo sobre un asentamiento vascón preexistente denominado Iruña) Siendo su primer monarca conocido Íñigo Arista (Enneco Cognomento Aresta) cabeza conocida de la primera dinastía navarra. Parece ser que en el sur un conde hispanogodo oriundo de la zona (Casius) se puso a disposición del emir y se convirtió al islam consiguiendo así continuar señoreando esa zona del valle del Ebro y prolongando este poder entre los de su estirpe (los Banu Qasi) que durante generaciones afirmarán su poder en el sur del territorio navarro aliándose con los Arista en diversas ocasiones en contra del poder central del emirato cordobés, o del del Imperio Carolingio.

La primera dinastía navarra (los Arista) será reemplazada tras tres reinados y en un episodio todavía misterioso por la dinastía Jimena (que ampliará el solar del reino con la incorporación de las tierras riojanas y la Zona Media navarra) bajo la cual Navarra alcanzará la mayor extensión territorial a costa del Islam y de los señoríos cristianos vecinos. Justamente el apogeo se producirá con Sancho III el Mayor, incorporando extensos territorios a sus dominios entre los que se encontraba el condado de Aragón, el de Castilla además del solar tradicional del reino (Pamplona y Nájera). A su muerte se divide el reino entre sus hijos, naciendo así los reinos de Castilla y Aragón (hasta entonces meros condados).

En 1076, tras el asesinato de Sancho IV, el de Peñalén (arrojado a un precipicio en Funes) Navarra se incorpora al Reino de Aragón siendo en este perído cuando se consuma la reconquista de Tudela y su distrito. Tras la muerte sin descendencia del Alfonso I el Batallador (1134) ni aragoneses, ni navarros respetan su testamento (que dejaba los reinos a la orden del Temple y a otras) y cada reino escoge un rey diferente. A pesar de separarse de Aragón, Navarra es ya para entonces un reino sin posibilidad de expansión al no tener frontera con los territorios musulmanes y encontrarse encajonado entre los ahora mucho más poderosos Castilla y Aragón. El trabajo de los monarcas del siglo XII se basará en la reconstrucción y reorganización interior del reino y en hacer frente a las apetencias de reparto entre sus vecinos. Pese a todo participará en empresas como la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) en la que destacó el monarca navarro Sancho VII el Fuerte.

El expansionismo castellano y aragonés hizo menguar el territorio navarro. Así hacia 1200 y a pesar de un labor repobladora de la zona ("fundación" de Vitoria y San Sebastián), Castilla apoyada en la baja nobleza consigue Álava y por otros medios se apodera también de Guipúzcoa y el Durangesado. La muerte sin descendencia de Sancho VII el Fuerte, a pesar de haber dejado un pacto de prohijamiento con Jaime de Aragón, supone la entronización en Navarra durante casi dos siglos de dinastías francesas (la de Champaña, la Capeta y la de Evreux) que también dispondrán de territorios en Francia y descuidarán en diverso grado el gobierno del pequeño reino.

Tras la instauración de la Casa de Trastámara a mediados del siglo XV la crisis sociopolítica del reino fue paulatinamente polarizando a las fuerzas vivas de Navarra en torno a dos bandos los beaumonteses y los agramonteses. Es éste un conflicto complejo con posiciones y actitudes cambiantes que aparentemente es un conflicto entre facciones nobiliarias, pero que parece también evidenciar algún tipo de enfrentamiento socioeconómico montaña-ribera, cuya eclosión definitiva en forma de guerra civil tuvo lugar en 1451 cuando Juan II de Aragón (rey consorte de Navarra) encarcela a su hijo Carlos, Príncipe de Viana. Carlos había sido designado heredero del reino por el testamento de su madre la reina Blanca, aun prescribiendo dicho documento que no tomara posesión del reino sin el beneplácito de su padre Juan II.

La guerra civil alimentó la inestabilidad del reino hasta convertirlo en un virtual protectorado castellano en las décadas finales del XV y primeros años del XVI, dando Fernando el Católico el golpe de mano definitivo en 1512. En ese año un ejército entra en Navarra por el oeste al mando de Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba sin intención de ocupar todo el reino. El hecho de que Pamplona, la capital, (dominada por el bando beaumontés, más proclive a Castilla que el agramontés) se rindiera en tres días determinó una operación total de conquista del reino finalizada en tres meses escasos con la toma del Castillo de Maya (Amayur) y Tudela en septiembre de ese año y la huida de los reyes navarros Juan y Catalina a Ultrapuertos.

Despues de eso, las cortes navarras aceptan lo acaecido y nombran a Fernando el Católico rey de Navarra y éste une el reino a la corona de Castilla, comprometiéndose a respetar los fueros del viejo reino (como así queda de manifiesto en la reunión cortesana de Burgos donde se trata el asunto de la anexión de Navarra). Como justificación ideológica Fernando el Católico instrumentalizó a su favor el hecho de que el papa Julio II excomulgara a los reyes de Navarra y les desposeyera del reino alegando connivencias de la casa real navarra con las herejías extendidas en el sur de Francia y su complicidad con el monarca francés.

Los legítimos reyes de Navarra, realizaron varios intentos de recuperar el reino desde sus posesiones en Gascuña y Bearn en 1516 y en 1521, pero fracasando (en parte por la inexistencia de un ejército propio de la dinastía Albret-Foix, y también debido a estrategias erradas y al hecho de que la población no se alzara de manera generalizada en favor de sus antiguos reyes más que en áreas determinadas).

Tras una breve ocupación de las inmediaciones de San Juan de Pie de Puerto por parte de Castilla, en 1530 Carlos I decide abandonar Ultrapuertos por su difícil defensa desde la península, y la Baja Navarra es recuperada por la dinastía Albret-Foix cuyos posteriores avatares dinásticos harán incorporar esta tierra a la monarquía francesa.

Desde ese momento la actual Navarra peninsular quedará integrada en la Monarquía Hispánica no presentando inestabilidad de calado y permaneciendo leal a la corona castellana cuando hacia [[1640] el sistema territorial de la monarquía Habsburgo entra en crisis con la separación de Portugal y la revuelta de Cataluña. Pese a todo, y de manera paulatina, conforme la rivalidad francoespañola se traslade a otros ámbitos Navarra se convertirá en un reino olvidado y cada vez más marginado de los focos de poder político y económico. La dinastía Habsburgo establecerá en Pamplona (como en Valencia, Zaragoza, Nápoles, Ciudad de México, Lima...) la figura de un virrey, permaneciendo con gran actividad las cortes autóctonas del reino.

Durante la guerra de secesión española, Navarra (a pesar del fiero sentimiento antifránces del pueblo) se posicionará a favor del Duque de Anjou (futuro Felipe V) en lugar de por el archiduque Carlos de Austria (como lo hicieron los reinos de la Corona de Aragón). Es por ello que tanto Tudela como Sangüesa fueron ocupadas por las tropas austríacas. A la finalización del conflicto Navarra, al igual que las provincias vascas conservaron sus fueros frente a los reinos de la Corona de Aragón, declarados traidores por Felipe V y despojados de sus prerrogativas forales por los Decretos de Nueva Planta. Paradójicamente, la nueva dinastía reinante en Madrid se mostró mucho más centralista y menos pactista que la Habsburgo y en diversas ocasiones el régimen foral fue puesto en entredicho desde el gobierno de la monaquía. Ya en el siglo XIX y tras la derrota de las armas carlistas en la primera de las guerras de ese nombre, la élite política del reino (de caracter liberal, pero fuerista) imbuida de la llamada ideología del fuerismo liberal iniciará negociaciones con el gobierno de la corona para modificar el régimen foral siguiendo lo dispuesto en el Decreto de Confirmación de Fueros de 1839 (compromiso de respetar los fueros "sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía", con el que había finalizado la guerra). De esta manera en 1841 y mediante la Ley Paccionada Navarra pierde la condición de reino y pasa a ser considerada como un provincia foral. Con ello pierde prerrogativas como la exención del servicio militar, y la acuñación de moneda propia, así como viendo el traslado de las aduanas del Ebro a los Pirineos. Sin embargo, la provincia seguía reteniendo amplia autonomía fiscal, administrativa y tributaria. consignada en la Ley Paccionada de 1841.

Véase también