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Carlomagno

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Plantilla:Infobox monarca

Carlos I el Grande, llamado Carlomagno (en alemán: Karl der Grosse, en latín: Carolus Magnus, en francés e inglés: Charlemagne; 2 de abril de 742[1]​ – 28 de enero de 814), fue rey de los francos (768814), rey nominal de los lombardos (774814) y Emperador de Occidente (800814).

Fundó el llamado Imperio Carolingio, que se transformaría en el llamado Sacro Imperio Romano Germánico en 962, con la ascensión a la dignidad imperial de Otón I.

Biografía

El sitio exacto de su nacimiento se desconoce, pero es muy probable que fuera en algún lugar de Renania tal vez en Aquisgrán.[2]​ Rey de los francos (768–814), hijo natural de Pipino el Breve y Bertrada de Laon, su madre, a quien Pipino el Breve hizo luego su esposa oficial legitimando así a Carlomagno, lo educó muy a su manera en la práctica de la misericordia cristiana.

Como rey de los francos, emprendió una política de integración y expansión territorial, que lo enfrentó a germanos, bizantinos y musulmanes. El día de Navidad del año 800, el papa León III reconoció el poder del rey de los francos, coronándole emperador, y a su hijo Carlos el Joven como rey de los francos.

Cronología

  • 754: Comienza a acompañar a su padre en diversas campañas militares, como la conquista de Aquitania y la invasión de Italia en apoyo del papa Esteban II frente a los lombardos.
  • 768: A la muerte de Pipino el Breve, el reino franco es repartido entre sus hijos: Carlomagno pasa a reinar sobre los territorios de Neustria, Austrasia y el occidente de Aquitania; en tanto que su hermano Carlomán lo hace sobre Borgoña, Provenza y el oriente de Aquitania.
  • 770: Se casa con la hija del rey lombardo Desiderio.
  • 771: Fallece Carlomán. Carlomagno se apodera de los dominios de aquél. Matrimonio conHildegard, luego de repudiar a la hija de Desiderio.
  • 772: El papa Adriano I solicita su ayuda frente a los lombardos.
  • 774: Derrota a Desiderio y se convierte en rey de los lombardos. El papa Adriano I lo declara «protector de Roma».
  • 775: Inicia la campaña para conquistar y cristianizar a los sajones.
  • 778: Combate a los musulmanes en la península Ibérica. En principio debe retirarse derrotado sin lograr tomar Zaragoza y con su retaguardia destruida en Roncesvalles pero años después gracias a su paladín Guillermo de Tolosa crea el territorio fronterizo denominado Marca Hispánica.
  • 796: Conquista el territorio ávaro, por medio de su hijo Pipino de Italia y del duque Eurico de Friul. Convierte a Aquisgrán en la capital de su Imperio y asienta definitivamente en ella a su corte, después de emplearla como tal desde dos años antes.
  • 800: El Papa León III lo corona en Roma emperador que gobierna el imperio romano.
  • 812: El Emperador romano (bizantino) Miguel I lo reconoce como basileus.
  • 813: Designa a su hijo Luis sucesor suyo y lo corona personalmente.

Política exterior

El emperador sólo dibujaba el cuadrado central, completando el resto sus secretarios]] En política exterior, Carlomagno emprendió una serie de agresivas campañas militares destinadas a expandir sus fronteras. De esta manera sometió a los lombardos, haciéndolos desaparecer de la Historia. En España, peleó contra los árabes e incluso intentó apoderarse de Zaragoza en 778, capital de la Marca Superior de Al-Ándalus, pero fracasó, tuvo que retirarse y su retaguardia fue atacada por vascones en Roncesvalles —donde perdió una pequeña parte de sus tropas pero justamente las que eran francas e incluían a varios paladines, por lo que fue un verdadero desastre que la mayoría de los cronistas francos de la época callaron— y debió conformarse con crear, años después, gracias al genio militar de Guillermo de Tolosa, la Marca Hispánica en el norte de Cataluña, Aragón y Navarra, llevando así la frontera sur hasta el Ebro. En Alemania, sometió a los sajones —tras enfrentarse a una difícil guerra de guerrillas que duró tres décadas en la que demostró su temple, persistencia y astucia política— y guerreó hasta en Hungría, donde su paladín Eric de Friuli aniquiló a los ávaros para siempre y tomó para Carlomagno el inmenso tesoro que habían acumulado durante dos siglos de correrías y saqueos.

El 25 de diciembre del año 800, el Papa León III coronó en Roma a Carlomagno Emperador, bajo la fórmula Romanum gubernans Imperium. Esto motivó el inmediato enfriamiento de sus relaciones con el Imperio Bizantino. En cambio, el Califato Abasida, enemigo mortal del Imperio Bizantino, le dio su amistad y envió una embajada a Aquisgrán, la capital de Carlomagno. Sin embargo, gracias a que Bizancio estaba pasando por un período de extrema debilidad por las interminables luchas intestinas entre iconoclastas e iconódulas y los ataques de los búlgaros y el Califato de Bagdad, el emperador bizantino Miguel I Rangabé reconoció en 812 a Carlomagno como basileus (que los occidentales tradujeron como emperador), mientras que los bizantinos se reservaron el de basileus ton Romaion como verdaderos herederos de los romanos y por tanto en una situación superior a los occidentales.

Política interior

Carlomagno según una ilustración de Alberto Durero (1511)

Carlomagno estableció el condado como unidad administrativa básica del imperio, a cargo de un conde, y fundó varias marcas (llamados burgos), cada una de las cuales estaba al mando de un marqués. Al mismo tiempo creó un cuerpo de inspectores, los missi dominici, encargados de inspeccionar y en lo posible someter a obediencia a los nobles y las autoridades locales.

Carlomagno fue un adalid de la cultura, creando la Escuela Palatina en Aquisgrán y llamando para dirigirla a Alcuino de York, uno de los más importantes eruditos de su tiempo. Uno de los logros más importantes por sus consecuencias fue la creación de la letra carolingia, una tipología clara y uniforme que permitió que varios libros fueran copiados en los monasterios de una manera sistemática y que así se hayan preservado importantes obras que de otra forma se hubieran perdido.

El sistema funcionó bien en vida de Carlomagno, gracias a su prestigio y su mano de hierro, pero una vez fallecido, su sucesor, el débil Ludovico Pío, fue incapaz de contener la desintegración del Imperio, que se dividiría definitivamente por el Tratado de Verdún en el año 843.

Relaciones con la Iglesia y el Papado

La coronación imperial de Carlomagno:
Entonces, el venerable y bienhechor pontífice lo coronó con sus propias manos con la muy preciosa corona y todos los fieles romanos, viendo su protección y amor por la santa Iglesia romana y su Vicario, exclamaron unánimes en alta voz, inspirados por Dios y por San Pedro, portero del reino de los cielos: «¡Vida y victoria a Carlos, muy poderoso Augusto, coronado por Dios!». Esto se dijo tres veces ante la confessio del bienaventurado San Pedro, apóstol, invocando a gran numero de santos, y fue instituido emperador de los romanos por todos, Inmediatamente, el muy santo presidente y pontífice ungió con el aceite santo a Carlos, su hijo muy excelente, como rey en el día mismo de Navidad.
Liber Pontificalis, París. 1892, II, p. 7.

Carlomagno continuó la política de su padre Pipino el Breve de alianza y defensa del Papado. En el caso de Carlomagno, a las razones políticas para ello se agregaba su auténtico convencimiento sobre las supuestas bondades de un Imperio cristiano en el cual el Emperador y el Papa colaboraban mutuamente. Todavía joven y algo inexperto en sus relaciones con el astuto Papa Adriano I, con su sucesor León III Carlomagno estableció la supremacía del Emperador sobre el Papa.

En el caso de Adriano I, Carlomagno lo sostuvo frente a los lombardos. Extasiado el Rey de los Francos con la contemplación de Roma y sus iglesias y reliquias, el habilísimo Adriano, haciendo uso del falso y famoso documento conocido como la Donación de Constantino, lo indujo a entregar en teoría al Papado dos tercios de Italia. No obstante, la entrega de todos los territorios supuestamente prometidos nunca se materializó y Adriano debió contentarse con una parte, la correspondiente a la Donación de Pipino que coincidiera con el nacimiento de los Estados Pontificios. Debe destacarse que las relaciones entre Carlomagno y Adriano I fueron siempre buenas y mutuamente provechosas pues se trataba de dos personalidades destacadas cuyos fines, en el fondo, eran complementarios y ellos supieron reconocerlo.

Debemos añadir que la relación entre el Papa y el Emperador contribuyó a acrecentar grandemente el prestigio del Papado. En efecto, esta relación fue clave para acelerar enormemente el lento proceso —duró siglos— que paulatinamente fue convirtiendo al Papa, de su rol original de Obispo de Roma casi en igualdad de condiciones con los obispos de otras diócesis importantes e incluso inferior —en la práctica— al Patriarca de Constantinopla, en cabeza de la Cristiandad. A este proceso también contribuyó mucho el debilitamiento de Bizancio que fue perdiendo sus posesiones e influencia en la península italiana.

A la muerte de Adriano I, su sucesor, León III, enfrentó una rebelión de las familias aristocráticas de Roma y fue depuesto. Apeló a Carlomagno, quien se apersonó en Roma con un ejército y presidió un sínodo que actuó como Juez del Papa, ya que sus detractores acusaban a León III de adulterio y de perjurio. El sínodo dio por bueno el juramento de León III de que era inocente de los cargos y lo absolvió, devolviéndole la tiara pontificia.

Lo importante de este hecho más allá de lo anecdótico es su simbología: Carlomagno actuó como juez del Papa. Con ello, estableció la supremacía del Emperador. No obstante, al recibir la corona del Imperio de manos del Pontífice —Eginardo consignó después que Carlomagno no hubiera concurrido ese día a la basílica de San Pedro de haber sabido lo que se proponía a hacer León III; es obvio que Carlomagno estaba de acuerdo con su coronación como Emperador pero tal vez hubiera objetado la fórmula de coronación y que fuera el Papa y no él mismo quien pusiera la corona sobre su cabeza— se generó un peligroso antecedente que más adelante tendría consecuencias catastróficas para la dignidad imperial, entregada como fue tiempo después a meros reyezuelos por una serie de débiles y corruptos papas, hasta que Otón I la rescató bajo el nombre de Sacro Imperio Romano Germánico de la ignominia en que había caído.

Carlomagno sentía verdadero interés por los temas religiosos y hasta se permitió intervenir y —más aún— decidir sobre ellos. Frente al movimiento iconoclasta que dividía a los teólogos, Carlomagno sostuvo la veneración de las imágenes. Pero cuando por un error de traducción Carlomagno interpretó que el Concilio de Nicea aprobaba la «adoración» de las imágenes, convocó a un concilio en Frankfurt (794), cuyas conclusiones condenaron la adoración de las imágenes, a resultas de lo cual Carlomagno hizo poner por escrito las conclusiones de su concilio en los Libros Carolingios. Allí, como consecuencia de la mala traducción de una palabra, Carlomagno hizo constar lo que él consideraba su obligación: «Habiendo recibido del Señor en el seno de la Iglesia, el gobierno de nuestro reino...».

También por aquel entonces Carlomagno intervino a favor de establecer que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, a cuyos efectos hizo celebrar un concilio en Aquisgrán en 809–810, el cual fue determinante en la introducción del Filioque en el Credo. A la larga esto llevará al posterior cisma con la Iglesia de Oriente la cual interpretó que el Filioque introducía dos causas en la Trinidad.

En conclusión, Carlomagno impuso su autoridad protectora sobre el Papado en una relación que en la práctica fue mutuamente beneficiosa. Pero tras su muerte, el Papado no aceptará ser dominado por emperadores que no tenían la fuerza y las virtudes de Carlomagno. Imperio y Papado, dejando a un lado su mutua colaboración, iniciarán —tímidamente al principio, abiertamente después— una lucha, con treguas intermedias, que consumirá las energías de ambos y culminará en el agotamiento del Imperio y el debilitamiento del poder temporal del Papado.

Muerte

En sus últimos años, Carlomagno sufrió una cojera producto de una caída desde su caballo pero se sobrepuso a ella y la sobrellevó con dignidad.

A fines de 813 sufrió fiebres. A pesar de ello se empeñó en salir de caza en contra de los consejos de sus médicos. A su regreso, su salud estaba más deteriorada, la fiebre se incrementó y él —como acostumbraba en estos casos— se autoprescribió un ayuno. Murió de pleuresía en Aquisgrán el 28 de enero de 814, siendo enterrado en la Catedral de esa ciudad.

Semblanza del Emperador

Estatua de Carlomagno (Museo Histórico de Fráncfort del Meno)

Gracias a su biógrafo Eginardo, tenemos un gran caudal de datos sobre las características personales del Emperador. Carlomagno fue famoso por su personalidad extrovertida y su buen humor. Un hombre carismático, con gran facilidad para imponer su autoridad y control. Medía más de seis pies (según una medición de su esqueleto en el siglo XVIII, aprox. 1,93 m), robusto y con tendencia a la obesidad, algo que se fue acentuando en la vejez. De cabeza redonda, pelo blanco y abundante, cuello grueso y corto, nariz muy alargada, barbilla afeitada y frondoso bigote al estilo de los reyes francos. Padecía insomnio; era extremadamente locuaz, aunque su voz débil resultaba incongruente en alguien tan corpulento. Ávido en el comer pero moderado en la bebida, no toleraba la embriaguez. Despreciaba los vestidos de seda, y siempre vestía con la mayor sencillez, aunque en sus últimos años accedió a vestir la clámide apropiada a su dignidad imperial, en parte para disimular la cojera que le produjo una caída de su caballo. Amaba el deporte, así como nadar, motivo por el cual convirtió la estación termal de Aquisgrán en su residencia predilecta y la convirtió en su capital. Era, además, un excelente jinete, entusiasta de la caza.

A pesar de que después llegó a ser uno de los grandes gobernantes europeos y hábil político y organizador, su padre Pipino no se interesó por su educación, sino por su entrenamiento militar y conocimiento político práctico. Debido a ello, Carlomagno no sabía leer ni escribir ni tampoco aritmética, por lo cual desde niño fue apodado «el Palurdo». Aunque era prácticamente iletrado, las personas ilustradas le merecían gran respeto, y se hacía leer libros, principalmente la Biblia e historias de la Antigüedad (Suetonio y Tito Livio). Con el correr de los años aprendió a leer y adquirió una considerable cultura, pero nunca fue capaz de escribir correctamente. Su lengua materna fue el franco, pero hablaba también el latín y entendía un poco de griego.

Consciente de que la ignorancia reinante en su corte era un obstáculo importante para la administración de sus dominios, fundó en Aquisgrán la primera escuela del Reino franco, con la intención de encender una pequeña luz de saber sobre la oscuridad que se cernía sobre la Europa de aquellos tiempos. Para ello importó profesores desde Inglaterra, especialmente a Alcuino de York.

Fue además el promotor del llamado renacimiento carolingio, un movimiento intelectual y literario surgido en la corte imperial e impulsado por sabios, como el ya nombrado Alcuino de York, Eginardo, Pablo el Diácono, Pablo de Pisa y Teodulfo, que promovió una profunda renovación cultural en el Occidente europeo. Su figura entrará en la literatura y la leyenda en toda Europa, en los cantares de gesta y también los romances, teniendo su manifestación más destacada en la Canción de Roldán.

Legado

Carlomagno fue uno de los mayores líderes políticos y organizadores de la Edad Media. En lo militar, si bien fue un guerrero poderoso, valiente e incansable que no temía marchar al frente de sus tropas, no destacó particularmente como estratega pero sí tuvo la inteligencia de delegar a menudo el mando en paladines como Guillermo de Tolosa, Erico y su propio hijo Carlos. También se mostró extraordinariamente previsor como lo demuestra su intento —aunque inútil por la falta de tradición marítima de los Francos— de crear una flota para defenderse de los incipientes ataques de los nórdicos. Como rey, revivió el espíritu político y cultural que había desaparecido con la caída del Imperio Romano de Occidente.

La fama de Carlomagno y los caballeros de su corte dio lugar a una serie de leyendas y mitos, muchos de los cuales se recogieron en poemas épicos y libros de caballerías, tanto en Alemania y Francia como en España, Italia y Portugal.

El Imperio, tras su muerte

Su hijo Luis el Piadoso heredó un imperio aparentemente consolidado, pero durante su mandato comenzaron las luchas internas por el poder y, con ellas, la decadencia del Imperio.

Tras su fallecimiento, los territorios del Imperio carolingio se repartieron entre sus hijos Carlos el Calvo, Lotario y Luis el Germánico en virtud del Tratado de Verdún. Se deshizo, así, el Imperio carolingio, que se disgregó aún más con la llegada, entre los siglos IX y X, de nuevas oleadas de pueblos invasores (normandos, húngaros y sarracenos) que devastaron Europa occidental.

Causas de la rápida disgregación del Imperio a su muerte

A pesar de sus esfuerzos y su empeño, Carlomagno no logró dotar a su Imperio de una organización política que pudiera subsistir por sí misma a las amenazas que se cernían sobre él. Toda la organización del Imperio descansaba sobre una condición necesaria: la fidelidad de los nobles al Emperador y Rey de los Francos y de los Lombardos. Todo ello en un contexto económico y social en el cual los condados se volvían cada vez más autónomos: en principio, como resultaba muy costoso mantener a un guerrero a caballo con todo su equipamiento, sólo los grandes propietarios podían permitírselo y los restantes guerreros no tenían otra alternativa que encomendarse a un señor como vasallos. Y cada vez con más frecuencia, este vasallaje comenzó a ser recompensado por los señores con la entrega de un feudo, es decir, comienza a darse una fusión de las preexistentes instituciones de vasallaje y beneficio. Hay que destacar que no existía un ejército permanente en el Reino de los Francos sino que se realizaban levas de armas y cada guerrero debía equiparse por su cuenta. Se vivía en una sociedad rural cuya economía era la agricultura de subsistencia, las ciudades estaban casi despobladas y reducidas a su mínima expresión. La burguesía aún no había surgido como clase social, el comercio estaba paralizado y las provincias tenían que subsistir con sus propios recursos.

Así, entre el Emperador y los hombres libres cada vez cobró más fuerza la casta intermediaria de los nobles a quienes sus vasallos debían responder. Era sólo cuestión de tiempo que en un tan extenso Imperio en el cual las comunicaciones eran tan escasas y deficientes, los vasallos respondieran más a sus señores locales que al Emperador.

Mientras Carlomagno vivió, su extraordinario prestigio, su mano firme y su férrea voluntad hicieron que se le obedeciera por encima de la desintegración que estaba en ciernes. Pero su hijo Carlos, quien tenía un gran talento militar y a quien Carlomagno había confiado algunas de sus misiones más difíciles, no le sobrevivió.

Ya en vida de Carlomagno se había producido un hecho que habitualmente la mayoría de los historiadores no menciona pero que permite inferir que algo malo estaba pasando con la fidelidad sobre la base de la cual estaba erigido el esqueleto del Imperio. En el verano del año 807, muy pocos de los señores y guerreros convocados a la asamblea anual se presentaron y, por primera vez, la asamblea no pudo realizarse. Fue un hecho sin precedentes. Carlomagno lo interpretó como una rebelión a su autoridad, envió a sus missi a investigar cada condado y castigó con edictos esa creciente deserción.

Muerto Carlomagno y dadas las pocas luces de su hijo y sucesor Luis el Piadoso, los hechos se precipitaron. Las guerras civiles entre el monarca y sus hijos acabaron con el prestigio del Emperador. La mágica fidelidad que sólo se mantenía por la prestigiosa figura de Carlomagno desapareció y el Imperio, ya herido de muerte, terminó de naufragar merced a la exacerbación de los ataques de los nórdicos, dando paso al pleno auge del Feudalismo.

Pero no conviene engañarse: el Imperio era inviable dadas las condiciones económicas, políticas y sociales de la época y sólo la fortísima personalidad y el talento de Carlomagno habían podido sostenerlo. Sus sucesores iban a sufrir, a su turno, el mismo destino que sus antepasados le habían prodigado a los reyes merovingios[3]​.

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Predecesor:
Pipino el Breve
Rey de los francos
768814
con Carlomán I (768–771)
y Carlos el Joven (800–811)
Sucesor:
Ludovico Pío


Predecesor:
Desiderio
Rey de los lombardos
774814
con Pipino (781–810)
y Bernardo (810–814)
Sucesor:
Bernardo


Predecesor:
nueva creación
Emperador carolingio
800814
Sucesor:
Luis I (Ludovico Pío)

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Referencias

  1. 747/748, según algunas fuentes.
  2. Es posible que fuera Prüm, lugar en que solía estar Bertrada con frecuencia. También se barajan como posibles lugares de nacimiento: Aquisgrán, Düren, Quierzy-sur-Oise, Jupille (donde nació su padre) y Herstal cerca de Lieja en Bélgica, la región de la que procedían las familias de los merovingios y los carolingios.
  3. Para el contenido de este apartado, véanse los títulos de Asimov, Ariés y Duby, Lamb y Pirenne citados en la bibliografía.

Bibliografía

  • La Alta Edad Media, de Isaac Asimov.
  • Historia de la Vida Privada, Volumen II, La Alta Edad Media, de Philippe Ariés y Georges Duby.
  • Carlomagno, de Harold Lamb
  • Historia de Europa, desde las Invasiones al Siglo XVI, de Henry Pirenne.
  • Halphen, Louis (1991). «Carlomagno y el imperio carolingio». Ediciones Akal. ISBN 978-84-7600-678-8. 

Véase también

Enlaces externos

En español:

En inglés: