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Saladino

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alā ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb
Sultán de Egipto y Siria
Archivo:Standbeeld Saladin Damascus.JPG
Estatua de Saladino en Damasco.
Reinado
1174–1193
Predecesor Nur ad-Din
Sucesor Al-ˤAzīz ˤUthmān
Información personal
Nombre completo alā ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb
Coronación 1174, El Cairo
Nacimiento c. 1137–1138
Tikrit, Califato Abasí
Fallecimiento 4 de marzo de 1193 (edad 55-56)
Damasco, Siria
Sepultura Mezquita de los Omeyas, Damasco, Siria
Familia
Dinastía Ayubí
Padre Najm ad-Dīn Ayyūb

Al-Nāsir Salāh ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb (en kurdo, Selaheddîn Eyûbîen, y en árabe, صلاح الدين يوسف الأيوبي, que quiere decir Yusuf, hijo de Ayyub, "unificador de la fe", más conocido en occidente como Saladino, Saladín, Saladin o Saladine) (1138, Tikrit (Iraq) - 4 de marzo de 1193, Damasco),[1]​ fue uno de los grandes gobernantes del mundo islámico, siendo Sultán de Egipto, Siria y Palestina, así como de zonas de Arabia, Yemen, Libia y Mesopotamia.[2]​ En el momento más alto de su poder, la dinastía ayubí, que él fundó, gobernaba sobre Egipto, Siria, Iraq, Hiyaz y Yemen. Es conocido por haber dirigido la resistencia musulmana contra las Cruzadas europeas, logrando recapturar Palestina del Reino de Jerusalén. Sigue siendo una figura muy admirada en la cultura árabe, kurda y musulmana.

Defensor del Islam y particularmente de la ortodoxia religiosa representada por el sunismo, unificó política y religiosamente el Oriente Próximo, combatiendo a los cristianos y acabando con doctrinas alejadas del culto oficial representado por el Califato Abasí. Es particularmente conocido por haber vencido en la batalla de Hattin a los cruzados, devolviendo Jerusalén a los musulmanes. El impacto de este acontecimiento en Occidente provocó una nueva cruzada (la tercera) liderada por el famoso Ricardo I de Inglaterra, que se convirtió en mítica.

Biografía

Infancia y Juventud

Nació en 1138 en Tikrit, (en la provincia actualmente llamada Salah ad Din en su honor, en Iraq), donde su padre Ayyub, era gobernador. Su familia era kurda originaria de Dvin, en la Armenia Medieval.[3][4]​ Como muchos kurdos en aquella época, eran soldados al servicio de los gobernantes sirios y mesopotámicos.[5]​ Tras caer en desgracia y ser expulsados en 1139, su padre Najm ad-Din Ayyub y su tío Asad al-Din Shirkuh, se pusieron al servicio de Zengi, señor de Mosul y Alepo, que había unido bajo su mando la zona norte de Siria e Iraq. Fue el primero de los grandes líderes musulmanes que trató de expulsar a los cruzados de Oriente Próximo, logrando arrebatarles el Condado de Edesa. La familia de Saladino se unió pues a su ejército, siendo su padre recompensado con el gobierno de Baalbek. En aquella época los cristianos lanzarían la Segunda Cruzada, que fracasaría.

Archivo:Saladinstatue.JPG
Foto nocturna de la estatua de Saladino en Damasco.

La muerte en 1146 del caudillo Zengi, asesinado, abrió un periodo de guerra civil en Siria por la sucesión. La familia de Saladino se pondría de parte del heredero designado, el hijo menor de Zengi, Nur al-Din. Cuando tras diversas luchas éste se impuso en Siria, los parientes de Saladino fueron recompensados: su padre recibió el gobierno de Damasco, y su tío Shirkuh el mando del ejército.

La información sobre su infancia personal es escasa. Saladino escribió "los niños son criados en la forma en que lo fueron sus mayores". De acuerdo a su biógrafo, al-Wahrani, Saladino podía contestar preguntas sobre Euclides, el Almagesto, aritmética, derecho y otras materias académicas de su tiempo, pero se trata de un ideal y fue el estudio del Corán y la teología lo que lo acercaban más a sus contemporáneos.[6]​ Muchas fuentes afrirman que sus estudios fueron más próximos a la ley islámica y el corán, propios de un cadí, que propicios a la milicia[7]​ Se cree que la toma de Jerusalén por los cruzados en la Primera Cruzada, gran suceso social de la época, le pudo influir moralmente.[7]​ También se le reputa un gran conocimiento en genealogías, biografías e historias de los árabes, así como de los linajes de caballos árabes. Saladino sabía el Hamasah de Abu Tammam de memoria.[6]​. La carrera militar de Saladino comenzó bajo su tío Shirkuh, general de Nur al-Din, que le tomó a su cargo.

Egipto

Conquista de Egipto

Entre tanto, Egipto estaba en un periodo de inestabilidad. En los momentos finales del Califato Fatimí el país estaba en crisis, amenazado por los cruzados, que habían ocupado Ascalón y amenazaban la frontera aliados con los bizantinos, así como en guerra civil por los diversos aspirantes al cargo de visir.

En 1163, el visir del califa fatimí al-Adid de Egipto, Shawar, había sido expulsado del país por su rival Dirgham, de la poderosa tribu Banu Ruzzaik. Su petición de ayuda militar a Nur al-Din llevó a que en 1164 Shirkuh fuera enviado contra aquel. Saladino, un joven de 26 años, marchó con él.[8]​ Tras reponer a Shawar como visir, este reclamó la retirada del ejército de Shirkuh a cambio de 30.000 dinares, pero recibió una negativa ante el deseo del sultán sirio de que sus tropas permanecieran en el país. Shawar buscó entonces el apoyo del rey de Jerusalén, Amalarico I. El papel de Saladino en esta campaña fue menor pero se sabe que recibió la misión de reunir provisiones para Bilbais antes de su sitio por una fuerza de cruzados y leales a Shawar.[9]

Tras el saqueo de Bilbais, la fuerza combinada y el ejército de Shirkuh se enfrentaron en una batalla en el desierto, junto al río Nilo, al este de Giza. Saladino fue aquí un destacado líder, comandando el ala derecha, mientras tropas kurdas componían la izquierda y Shirkuh personalmente dirigía el centro. Fuentes musulmanas, sin embargo, ponen a Saladino en el centro, con órdenes de atraer al enemigo a una trampa a través de un simulacro de retirada. De cualquier forma, el éxito inicial cruzado se estrelló contra el duro terreno, escarpado y arenoso para los caballos, y Hugo de Cesarea, comandante cristiano, fue capturado atacando a la unidad de Saladino. Tras una lucha en los estrechos valles al sur, el ejército zenguida volvió a la ofensiva y Saladino se unió desde la retaguardia.[10]

Mapa con las diversas campañas de Saladino y su tío en Egipto

La batalla terminó en un a victoria para las tropas de Nur al-Din, y Saladino se ganó la fama de haber asistido al veterano geneal Shirkuh en una de sus "más memorables victorias en la historia escrita", de acuerdo a Ibn al-Athir, a pesar de que sus propias tropas habían sufrido graves bajas y no era una clara victoria. Shirkuh y Saladino subieron a Alejandría, donde fueron recibidos con entusiasmo y obtuvieron dinero, armas y una base.[11]​ Enfrentados a una fuerza superior cruzado-egipcia que trataba de sitiar la ciudad, Shirkuh dividió a sus tropas, replegándose de Alejandría que dejó en manos de su sobrino.[12]​ Un ataque de Nur al-Din desde Siria contra los cruzados obligó a Amalarico a levantar el sitio para defender su dominios en el norte, llegándose a una paz a cambio de la retirada de Shirkuh y Saladino de Egipto.

Shirkuh, decepcionado con este resultado, siguió preparando la conquista de Egipto, con Shawar recelando de las intenciones sirias y renovando sus alianzas con Amalarico. A finales de 1166 y principios de 1167 Shirkuh, de nuevo acompañado por Saladino, volvió a invadir Egipto con el beneplácito de Nur al-Din y la oposición de leales a Shawar y Amalarico. Shirkuh logró evitar la confrontación con los cruzados en su trayecto al sur. En marzo de 1167, finalmente, los coaligados lograron forzar una batalla que Shirkuh ganó, aunque con grandes perdidas en ambos bandos. Shirkuh marchó a Alejandría, de mayoría sunní y donde gozaban de amplios apoyos. Como en 1163, Shirkuh se machó dejando a Saladino a cargotratando de evitar ser atrapado con el grueso de su ejército. Saladino pronto se vió involucrado en otro duro asedio mientras Shirkuh permanecia inactivo sin atacar ni a los sitiadores ni a su base en El Cairo. Parece que al final se negoció un tratado entre Shirkuh y los aliados donde de nuevo Amalarico y Shikuh abandonarían el país a cambió de indemnizaciones y con garantías de amnistía para la población de Alejandría que se habñia puesto de lado de Saladino. Saladino personalmente permaneció en el campamento cruzado durante las negociaciones para asegurar las garantías a Alejandría.[13][14]

Acosado por problemas internos ante la impopularidad de su alianza con los cristianos, Shawar pasó con negociar con Nur al-Din para evitar que Shirkuh volviera a atacar Egipto. Sin embargo el mismo se vio traicionado cuando Amalarico atacó Egipto en 1168. Pronto capturó Bilbais, que se le había resistido en 1163 y destruyó la población en noviembre[15]​ Pronto marchó cintra Fustat, capital oficial, sin dar tiempo a Shawar a reunir sus fuerza. El visir decidió entonces quemar la ciudad, en una estrategia de tierra quemada antes de que pueiera ser usada como base con El Cairo, residencia califal y capital de facto. Amalarico la sitió de todas formas[16]​. Con el enemigo a las puertas, al-Adid pidió ayuda al sultán de Siria, que de nuevo envió a Shirkuh. Parece ser que le costó convencer esta vez a Saladino de que le acompañara por el mal recuerdo de los sitios de Alejandría y Bilbais. En diciembre de 1168, sin embargo, Saladino estaba con el resto del ejército en Egipto. La noticia de su llegada forzó una tregua con Amalarico en enero de 1169, donde nuevo los egipcios pagaban por su retirada a Jerusalén. Con el beneplácito de al-Adid, Shirkuh y Saladino entraron en El Cairo sin oposiciones. Saladino personalmente arrestó a Shawar, que fue condenado a muerte por el califa.[17]​ Shirkuh recibió el título de visir y Saladino recibió un cargo en su gobierno.

Señor de Egipto

"Saladin rex Aegypti" de un manuscrito del siglo XV.

Hacia 1169 Shirkuh controlaba el país, actuando en parte como primer ministro del califa fatimita de Egipto, en parte como gobernador y representante del Sultán sirio. En marzo se ese mismo año moría sin embargo, siendo elegido Saladino como su sucesor. Es incierta la causa de su nombramiento: las hipótesis varían de una elección de los emires sirios a una elección del califa para dividir a los ocupantes entre kurdos y turcos.[18][19]​ Nur al-Din había escogido un sustituto, pero al-Adid y los emires locales lograron imponer a Saladino como visir[20]​ Las razones para que un claifa chií como al-Adid apoyara a un sunní son inciertas. De acuerdo a Ibn al-Athir, sus consejeros le dijeron al califa que "no había ninguno más débil o joven" entre los candidatos y que "ningún emir le obedecería", pero según esa misma versión fue aceptado por la mayoría de emires tras un poco de negociación. Al-Wahrani escribió que fue elegido por la reputación de su familia, considerada generosa y valiente. Imad ad-Din dijo que tras un breve periodo de duelo con "opiniones enfrentadas", os emires zénguidas le eligieron y forzaron al califa a designarle. Aunque su posición fue probablemente discutida, se suele concordar en que su historial en las campañas precedentes con su tío le daban un currículim impecable entre los emires.[21]

Investido como visir el 26 de marzo, Saladino se transformó. Abandonó la bebida de alcohol, que pese a tabúes religiosos era común en la milicia[22]​ y se volvió más religioso. Habiendo ganado más poder que nunca en su carrera, se enfrentó al dilema de la división de lealtades entre sus dos señores, al-Adid y Nur al-Din. Se rumoreaba que el segundo le era secretamente hostil. Nur al-Din sabia poco del sobrino de su general, más allá de que era de la ambiciosa familia ayubí y llegó a afirmar "¿como hará algo sin mis órdenes?". Saladino ignoró diversas cartas del sultán sirio sin embargo rechazó su autoridad.[23]

Como gobernante se enfrentó a un estado tan inestable como en tiempos de Shawar, con el añadido de ser un regente extranjero y la división entre el califa chií y su sunnismo personal. El reto empeoraba al tener que enfrentarse a la delicada situación bajo el escrutinio del sultán sirio, que ansiaba el control directo de Egipto, y la amenaza cruzada.

Saladino se enfrentó desde el primer momento a las élites fatimís, que temían que el visir sunní acabara con el califato como efectivamente pasó. Una conjura contra Saladino tuvo lugar casi inmediatamente, en 1169, centrada en el eunuco negro que servía como mayordomo del califa. Saladino tuvo noticias del complot y ejecutó al eunuco mientras se hallaba fuera de la ciudad inspeccionando sus propiedades.[24]​ Esta ejecución desencadenó la rebelión al día siguiente de unidades militares formadas por negros con cerca de 50.000 efectivos, que eran la espina dorsal del ejército egipcio y las más leales a los fatimís. Saladino sofocó la revuelta y reestructuró el ejército basándose en sus tropas sirias (kurdas y turcas, primordialmente) en vez de los mercenarios del Magreb que era lo nromal en el país. Así no solo creó un ejército más experimentado y preparado, sino que se garantizó un control personal sobre el mismo.[25]​ Nunca más tuvo que afrontar una revuelta contra El Cairo. [26]​ No fue el único desafío que tuvo que superar en 1169. Amalarico regresó apoyado por la armada bizantina, que asaltó Damieta. Para suerte de Saladino, la división entre los atacantes fue patente y se tuvieron que retirar.

Aunque no erradicó el califato fatimí hasta 1171, Saladino activamente trató de potenciar el sunnismo como visir. Estableció numerosas mezquitas y madrasas para expandir el ideario sunní, lo que fue muy popular dado que era la corriente mayoritaria en el país a pesar de no ser la oficial. El nombramiento sistemático de juristas sunnis para la judicatura garantizó su control de la administración y el estado.[27]​ En El Cairo ordenó la construcción de una universidad de la rama Maliki y otra para la Shafi'i (a la que el mismo pertenecía) en Fustat.[28]​ Otro rasgo de su gobierno fue la incorporación de parte de la élite egipcia en su administración. Destaca por encima de todos Qadi al-Fadil, un brillante jurista de Ascalón que había servido a Shawar y Shirkuh. Esa clase de hombres le dieron a Saladino contacto con los complejos círculos de poder económico y social del imperio fatimí. Más aún, su tolerancia y pragmatismo le granjeó el apoyo de judíos y copto, claves en el sistema bancario y vitales para la economía egipcia.[29]

Para 1170, Saladino había asegurado una posición segura en el país. Le fue de gran ayuda el haber logrado que su familia se reuniera con el (principalmente su padre, Ayub), con los que creó una administración vinculada a él. Mientras, Nur al-Din fue presionando para que depusiera al califa[30]​ Saladino puso a prueba al califa con actos como entrar a caballo en su corte (lo que solo podía hacer el califa).

Sin oposición interna, Saladino se vió libre para llevar a cabo ataques contra el Reino de Jerusalén en 1170. Sitió la ciudad de Darum[31]​, sin éxito, haciendo a Amalarico retirar la guarnición templaria de Gaza para defenderlo. Saladino los evadió y asoló Gaza, destruyendo la ciudad con la excepción de la fortaleza y masacrando a los habitantes que no se habían refugiado en ella.[32]​ El mismo año logro tomar la ciudad de Eilat, en el Mar Rojo], que sin ser una gran amenaza permitía a los cruzados hostigar la navegación cerca del Sinaí.[31]

Se retiró pronto de la campaña de 1171, donde se suponía que debía participar en un asalto conjunto con Nur al-Din al Kerak de los Caballeros, en parte por evitar enfrentarse a su señor y en parte por la pena de la muerte de su padre. Nur al-Din se enojó con Saladino por ello. Para ponerle a prueba y complacer al Califato Abbasí le ordenó disolver el Califato Fatimí en junio de 1171.[33]​ Saladino se vio entonces en la tesitura de arriesgarse a mas revueltas, por lo que esperó a la muerte de al-Adid, que parecía inminente (de hecho, se sospecha que pudo ser envenenado) para terminar oficialmente con el califato. Su muerte en el 17 de junio de 1171 supuso la reintegración definitiva del culto en Egipto a la corriente suní, mayoritaria en el islam, durante la ocupación y mando de Saladino. El mayor signo de esto fue cinco días después la oración de los viernes se realizó en nombre del califa de Bagdad, al-Mustadi.[34]​ Esto realzó su prestigio dentro de la comunidad islámica, que estaba aún muy afectada por la caída de la ciudad santa de Jerusalén en poder de los cruzados en 1099.

Sultán de Egipto

Tras la muerte de Al-Adid era en teoría un vasallo de Nur al-Din pero en la práctica era el gobernador de facto de Egipto: reconocía la autoridad del sultán de Siria, pero gozaba de total independencia en su gobierno de Egipto, debido a la lejanía entre Damasco y El Cairo, separadas por estados gobernados por los cruzados europeos. La retirada de la campaña contra Karak es normalmente vista como una muestra de independencia. Probablemente Saladino temía que de ver a Nur al-Din este le impediría regresar a Egipto, temeroso del control que ya tenía del país. También era posible que de atacar entonces al Reino de Jerusalén, que actuaba de estado colchón, este hubiera desaparecido dejando a Saladino solo frente al sirio, que hubiera tenido entonces el pretexto para tomar el poder sobre Egipto. Saladino alegó conjuras fatimís en su retaguardia, pero Nur ad-Din no aceptó "la excusa"[34]

Durante el verano de 1172, un ejército nubio, acompañado de refugiados armenios fue avistado en la frontera, preparando un sitio contra Asuan. El emir de la ciudad pidió refuerzos a Saladino, que envió a su hermano Turan-Shah. Las fuerzas egipcias se impusieron, pero los nubios regresaron en 1173. Esta vez los egipcios lanzaron un contraatque que llevó a la toma de Ibrim y la conquista del norte de Nubia.

Mientras, Nur al-Din exigió el retorno de los 200.000 dinares gastados en el ejército de Shirkuh. Saladino envió 60.000 dinares, "maravillosas manufacturas egipcias" joyas, un burro de gran calidad y un elefante. Durante el viaje a Damasco a entregar los presentes, marchó por tierras cruzadas. No tomó los castillos en el desierto, pero atacó a los beduinos musulmanes que les servían de guías.[35]

Saladino amplió también sus fronteras, conquistando la costa libia. El 31 de julio de 1173, su padre, Ayub, fue herido tras una caída del caballo. causando su muerte el 9 de agosto.[36]​ La pérdida de su fiel vasallo contribuyó a aumentar los recelos de Nur al-Din. En 1174, Saladino envió a Turan-Shah a conquistar Yemen y tomar su principal puerto y ciudad, Aden. La escusa era que dichos territorios no reconocían al califa de Bagdad, siendo para la mayoría de musulmanes herejes, pero se suele considerar que Saladino preparaba un lugar seguro al que huir con su familia de producirse un ataque de Nur al-Din.

Sultán de Siria

Conquista de Damasco y el sur de Siria

A comienzos de verano de 1174, Nur al-Din se hallaba aparentemente preparando un ataque a Egipto, habiendo enviado peticiones de tropas a Mosul, Diyarbakir, y al-Jazira. La familia ayubí mantuvo un concilio sobre como afrontar esta posible amenaza y Saladino congregó a sus tropas a las afueras de El Cairo. Sin embargo, el 15 de mayo moría Nur al-Din, dejando el poder a su hijo de once años as-Salih Ismail al-Malik. Con ello Saladino obtenía de facto total independencia. en una carta al heredor prometía "actuar como una espada contra sus enemigos" y definía la muerte de su padre como "el shock tras un terremoto".[37]

La muerte de Nur al-Din dejó ante Saladino una difícil decisión. Podía atacar a los cruzados desde Egipto o esperar hasta ser invitado por as-Salih en Siria para atacar desde ahí. Podía también ocupar Siria antes de que, como parecía, cayera en manos de un rival, pero temía la hipocresía moral de atacar las tierras del que había sido su señor, algo detestable por su moral islámica y que le invalidaba para encabezar la guerra contra los cruzados. Para anexionarse Siria necesitaba una invitación se as-Salih o una excusa como el potencial peligro cruzado en un caso de desgobierno.[38]

Cuando as-Salih fue llevado a Alepo en agosto, Gumushtigin, emir de la ciudad y capitán de Nur al-Din asumió la regencia. El emir se preparó para desbancar a sus rivales, empezando con Damasco. Ante estas perspectivas, el emir de la ciudad, acudió a Saif al-Din (primo de Gumushtigin) de Mosul en busca de apoyo, siendo rechazado y obligado a acudir a Saladino.[39]​ Saladino cruzó el desierto con 700 jinetes, pasando por Kerak y alcanzando Bosra, y siendo seguido por "emires, soldados, turcos, kurdos y beduinos en cuyo rostro se veían las emociones de sus corazones".[40]​ El 23 de noviembre llegó a Damasco entre vítores y descansó en la antigua casa de su padre en la ciudad, hasta que se le abrieron las puertas de la Ciudadela de Damasco, donde se estableció y recibió el homenaje de los ciudadanos.[39]

Alepo y el norte de Siria

Dejando a su hermano Tughtigin como gobernador de Damasco, Saladino avanzó al norte con ánimo de someter otras ciudades que antaño pertenecieron al imperio de Nur al-Din pero que tras su muerte habían devenido en casi independientes. Tomó Hama sin muchos problemas, pero evitó la pòderosa fortaleza de Homs.[41]​ Se movió luego hacia Alepo, que sitió el 30 de diciembre de 1174 después de que Gumushtigin se negara a abandonar el trono.[42]​ Pero as-Salih, que temía a Saladino, dejó el palacio y pidió a la poblaci´n que no se rindieran. Uno de los cronistas de Saladino dijo que "la gente cayó bajo su embrujo".[43]

Gumushtigin pidió ayuda a Rashid ad-Din Sinan, gran maestro de los asesinos, secta que estaba enemistada con Saladino (se trata de una corriente fatimí, que había visto con gran enojo el fin del califato egipcio). Estos planearon asesinar a Saladino en su campamento.[44]​ Un grupo de 13 asesinos entró facilmente en el mismo, pero fueron detectados antes de haber cometido el crimen. Uno cayó ante un general de Saladino y los otros fueron reducidos mientras trataban de huir.[45][43]​ Para complicarlo todo aún más, Raimundo de Trípoli congregó a sus fuerzas en Nahr al-Kabir cerca del territorio musulmán. Amagó un ataque contra Homs, pero se replegó después de oír que Saif al-Din enviaba refuerzos.[46]

Mientras, los enemigos de Saladino en Siria y Mesopotamia llevaron a cabo una guerra de propaganda, basándose en la idea de que "habñia olvidado su condición de vasallo" y no mostraba gratitud por su antiguo señor sitiando a su hijo "en rebelión contra su señor". Saladino intentó contrarrestar esta propaganda levantando el sitio y afirmando que estaba defendiendo el Islam contra los cruzados. Regresó con sus tropas a Hama a enfrentar un ejército cruzado, que se retiró permitiendo a Saladino proclamar "una victoria que abría las puertas de los corazones de los hombres".[46]​ Poco después lograba entrar en Homs y tomar su ciudadela (marzo de 1175) a pesar de una terca resistencia de los defensores.[47]

Los éxitos de Saadino alarmaron a Saif al-Din. Cabeza de los zénguidas, incluyendo a Gumushtigin, veía Siria y Mesopotamia como sus tierras y se enojó ante "la usurpación de Saladino". Saif al-Din reunió un gran ejército y marchó con él a Alepo, donde los defensores le esperaban ansiosamente. Las fuerzas combinadas de Alepo y Mosul marcharon contra Saladino en Hama. Severamente sobrepasados en números, Saladino negoció abandonar las tierras al norte de Damasco, pero no se llegó a ningún acuerdo. Los zénguidas querían su retorno a Egipto. Siendo inevitable la confrontación, Saladino tomó posiciones ventajosas en las colinas del río Orontes. El 13 de abril de 1175, los zénguidas marcharon contra él, pero pronto se vieron envueltos por tropas más veteranas y mejor posicionadas, que los aniquilaron. La batalla fue una victoria decisiva par Saladino que persiguió al ejército en fuga hasta las puertas de Alepo, forzando a los consejeros de as-Salih a reconocerle su dominio no solo de Damasco, sino de Homs, Hama y ciudades más cercanas a Alepo como Maarat an-Numan.[48]

Moneda con la efigie de Saladino.

Tras su victoria, Saladino se proclamó rey y eliminó el nombre de as-Salih de la oración del viernes y de las monedas. Desde entones, se debía orar por el en todas las mezquitas de Egipto y Siria y acuñar moneda en El Cairo con su nombre, al-Malik an-Nasir Yusuf Ayyub, ala ghaya "el rey fuerte en la ayuda, José hijo de Job, alabado sea". El Califato Abbasí le reconoció la autoridad y le declaró "Sultán de Egipto y Siria".[49]

Esta Batalla de Hama no terminó sin embargo con las luchas de poder entre ayubís y zénguidas. La confrontación final se prolongó hasta la primavera de 1176. Saladino trajo tropas de Egipto mientras Saif al-Din realizaba levas entre los estados vasallos de Diyarbakir y al-Jazira.[50]​ Cuando Saladino cruzó el Orontes, dejando Hama, hubo un eclipse de sol. A pesar de verlo como un presagio, continó la marcha, alcanzando el Túmulo del Sultán, a 24 km de Alepo. Ahí sus fuerzas encontraron al ejército de Saif al-Din. Una lucha mano a mano se inició, donde los zénguidas lograron sobrepasar el ala izquierda de Saladino antes de que el personalmente cargara contra la guardia zénguida. Ante este ataque los zénguidas rompieron en pánico, siendo muertos la mayoria de los oficiales y escapando por los pelos Saif al-Din. El campamento zénguida con sus caballos, bagaje, tiendas y provisiones fueron capturados. Saladino sin embargo liberó con regalos a sus prisioneros y repartió el botín entre su ejército sin quedarse nada para él.[51]

Continuó contra Alepo, que le recibió con las puertas cerradas. Por el camino había tomado Buza'a y Manbij. Desde ahñi se dirigió al este para sitiar la fortaleza de A'zaz el 15 de mayo de 1176. Unos pocos días después, con Saladino descansando en una tienda, un asesino entró, golpendole en la cabeza con un cuchillo. El casco de su armadura le salvó y logró agarrar al asesino por la mano gracias a llevar su gambesón. El asesino fue ejecutado y Gumushtugin y los nizaríes acusados del atentado, reforzándose el sitio de la ciudad.[52]

A'zaz se rindió el 21 de junio de 1176, y Saladino se apresuró con sus tropas a Alepo para castigar a Gumushtigin. Sus asaltos fueron rechazados pero no solo logró firmar una trgua sino incluso un pacto de alianza con Gumushtigin y as-Salih que a cambio de mantener la ciudad reconocía a Saladino todo lo que había conquistado. Los emires de Mardin y Keyfa, aliados con Alepo, también reconocieron a Saladino como señor. Tras la firma del tratado, la hermana pequeña de as-Salih acudió a Saladino reclamando el retorno de la fortaleza de A'zaz. Saladino accedió y la escoltó de vuelta a Alepo con numerosos regalos.[52]

Campaña contra los asesinos

Aprovechando sus treguas con los zénguidas y con los cruzados, Saladino se embarcó en el verano de 1175 en una campaña contra los asesinos de Sinan. En cuanto recibió tropas de Egipto, Saladino se dirigió contra sus fortalezas en el Líbano, pero se retiró ese mismo mes sin haber conquistado ninguna. Muchos historiadores musulmanes afirman que el tío de Saladino medió en un tratado de paz entre él y Sinan.[53]​ Sin embargo, los propagandistas de los asesinos afirman que Saladino renunció debido a temores sobre su propia vida. Había ordenado dejar tiza y arena alrededor de su tienda en el sitio de Masyaf para poder ver las huellas de posibles asesinos y dado antorchas a sus guardias.[54]

De acuerdo a esta versión, una noche los guardias vieron un estallido y algo desapareciendo entre las tiendas. Saladino desperto de su sueño a tiempo de ver una figura abandonando su tienda. Observó que las lámparas estaban desplazadas y que la cama tenía marcas como las de las peculiares armas de los asesinos con una nota pinchada en una daga envenenada que le advertía de que sería asesinado si no se retiraba del asalto. Saladió gritó, afirmandoq ue la figura había sido el mismísimo Sinan y ordenó a sus guardias llegar a un acuerdo.[54]​ Dandose cuenta de la imposibilidad de tomar sus fortalezas excavadas en las montañas, prefirió llegar a un acuero y evitar que los cruzados los usaran como arma secreta.[55]

Lucha con los cristianos

Mientras tanto, mantuvo una actitud agresiva contra los estados cruzados, realizándose como era habitual desde la Primera Cruzada, incursiones y asaltos. Sin embargo fue incapaz de obtener ninguna victoria decisiva. En 1177, una invasión de Saladino, que atacaba desde el sur, fue desarticulada en la batalla de Montgisard. No fue hasta dos años después cuando un ataque a una fortaleza que los cristianos estaban construyendo en la ribera del río Jordán le dio la primera gran victoria (batalla del vado de Jacob) en su campaña por expulsar a los francos de ultramar.

Tras morir el heredero de Nur al-Din sin descendencia en 1181, Saladino fue nombrado nominalmente (ya lo era de facto) sultán de Siria y Egipto.

Líder del Islam

Tras afianzarse como señor de Siria, Saladino maniobró contra los príncipes de la dinastía Zengida que gobernaban en Mesopotamia (el norte del actual Iraq). Estos eran descendientes de Zengi y sobrinos de Nur al-Din, cuyo imperio había abarcado algunas provincias fronterizas en la región.

Saladino recuperó las tierras fronterizas que bajo Nur al-Din habían pertenecido a Siria y expandió su dominio más allá aún. Es de destacar la anexión de Edesa. Tras varias campañas en Mesopotamia consiguió la sumisión del príncipe de Mosul en 1186, tras haber sitiado sin éxito la ciudad en 1182, que se convirtió en su vasallo y se comprometió a colaborar en su yihad.

No fue el único Estado en hacerlo, pues Saladino llevó sus fronteras al Kurdistán y a Armenia, tratando (con cierto éxito) de someter los pequeños principados de la región. También mantuvo una actitud intervencionista en lo relativo al Sultanato de Konya.

La Yihad

El comienzo y la batalla de Hattin

Representación artística de Saladino.

La guerra que acabaría con los cristianos de ultramar fue provocada por Reinaldo de Châtillon, noble que ha llegado hasta nuestros días con la imagen de señor de tierras en la frontera y famoso por practicar el bandidaje y el saqueo. Había ya violado treguas anteriormente para atacar caravanas, capturado peregrinos en dirección a La Meca, tratado de profanar los lugares santos musulmanes y saqueado la isla cristiana de Chipre, amén de ser frecuente protagonista de las intrigas por el poder en la corte de Jerusalén. Los cronistas modernos suelen presentarlo como un extremista que forzó la guerra aun cuando no tenía forma posible de ganarla. Sin embargo, había sido uno de los pocos que habían causado serios problemas a Saladino: al atacarle en su propia tierra poniendo en peligro los lugares santos musulmanes, dañó su imagen de Sultán y líder moral de los musulmanes, resistió un asedio de Saladino en la fortaleza del Krak de los Caballeros y era veterano de las batallas de Montgisard y Le Forbelet, las últimas grandes derrotas musulmanas en Tierra Santa.

Reinaldo atacó una gran caravana musulmana en la que se llegó a decir que viajaba la misma hermana de Saladino, cosa incierta. Ante las previsibles represalias del entonces principal líder de los musulmanes, el rey de Jerusalén Guido de Lusignan realizó levas reuniendo a todas las fuerzas del reino, con las que se dirigió contra Saladino. El enfrentamiento final se produjo en 1187, junto a unas colinas llamadas los cuernos de Hattin. Los ataques de la caballería ligera y los arqueros sarracenos hicieron que el ejército cruzado se retrasara en su idea de llegar al lago Tiberíades y hubo de acampar en la llanura de Maskana. Finalmente sedientos y sin fuerzas, fueron derrotados por Saladino.

La victoria fue total para Saladino: había destruido casi la totalidad de las fuerzas enemigas, había capturado a los principales caudillos (el rey Guido de Lusignan, Reinaldo de Châtillon, los grandes maestres de la Orden del Temple y del Hospital, etc.), había capturado o eliminado a la mayoría de los caballeros de las órdenes religiosas y había arrebatado a los cristianos la Vera Cruz, su más preciada reliquia.

El conde Raimundo III de Trípoli, que comandaba la vanguardia pudo escapar de la captura al abrir el cerco los musulmanes y sorpresivamente no importunarle en su carga. No volvió grupas para ayudar al resto del ejército cristiano. Joscelyn de Edesa, Balian de Ibelin y Reinaldo de Sidón, que comandaban la retaguardia, pudieron romper la defensa musulmana y escapar igualmente. Los prisioneros ilustres fueron bien tratados, de hecho se cuenta la anécdota de como Saladino ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, sediento por la travesía en el desierto. La única excepción fue Reinaldo que fue ejecutado por el mismo Saladino, según se cuenta, cuando trató de coger la copa que había dado a Guido de Lusignan como muestra de hospitalidad pero principalmente por la crueldad que había mostrado en contra, incluso, de civiles indefensos ya que Saladino había prometido matarlo con sus propias manos. Los caballeros templarios y hospitalarios capturados sólo tuvieron dos opciones: abrazar el Islam, vivir bajo el gobierno musulmán y practicar su religión o emigrar.[cita requerida]

La conquista de Jerusalén

Tras su victoria en Hattin, Saladino ocupó el norte del Reino de Jerusalén, conquistando Galilea y Samaria sin demasiada dificultad aprovechándose tanto de la falta de un ejército cristiano con casi todas las fuerzas militares cristianas eliminadas o capturadas en Hattin y la confusión y falta de un mando organizado con el rey, los principales gobernantes y los maestres de las órdenes religiosas prisioneros.

Posteriormente, se dirigió a la costa tomando uno tras otro los puertos con la única excepción de Tiro, plaza situada en un cabo de fácil defensa que comandada por el Marqués Conrado de Montferrato ofreció una resistencia ordenada. Saladino dejó frente a Tiro a un ejército, y marchó hacia el sur, con el objetivo de conquistar Ascalón, plaza vital para la defensa de Egipto. Saladino liberó al gran maestre del Temple, Gérard de Ridefort, a cambio de la fortaleza templaria de Gaza y al rey Guido de Lusignan a cambio de Ascalón, que, sin embargo, se negó a rendirse. A pesar de todo, fue tomada poco después por Saladino.

Finalmente puso sitio a Jerusalén. En aquel momento, Balián de Ibelín, miembro de una de las principales familias nobles, pidió a Saladino, poder ir de Tiro, donde estaba luchando, a Jerusalén, para sacar de ahí a su mujer e hijos a cambio de no colaborar en la defensa de esta ciudad. Sin embargo, fue reconocido, y se le pidió que comandara la resistencia de la ciudad por lo que mandó a Saladino un mensaje pidiéndole que le eximiera de cumplir su palabra de no luchar contra él, a lo que Saladino accedió.

Inicialmente se rechazó toda propuesta de capitulación, pues ningún cristiano quería ceder la ciudad, que consideraban santa al igual que los musulmanes. Saladino se decidió, pues, a tomar la ciudad por la fuerza. En octubre de 1187 la situación de los defensores era ya desesperada, y Balián trató de negociar la rendición. Saladino se negó pues había jurado tomar la ciudad por la fuerza al rechazarse sus ofrecimientos iniciales y ya no tenía razón para ceder en nada (se cuenta que mientras Balián explicaba sus condiciones de repente un estandarte sarraceno se izó en un baluarte, muestra de que las tropas de Saladino ya habían entrado). Sin embargo, cuando Balián amenazó con destruir completamente la ciudad antes que entregarla sin condiciones, Saladino consultó con sus emires y decidió acceder a las negociaciones que incluían perdonar la vida a todos los habitantes a cambio de la rendición, aunque sus emires exigieron que pagaran un impuesto por cabeza.

Una vez en posesión de la ciudad entregó los lugares sagrados cristianos a sacerdotes ortodoxos. Aunque convirtió las iglesias en mezquitas, Saladino tomó medidas para evitar que sus soldados exaltaran los ánimos cristianos. Balián y el patriarca Heraclio pagaron la compra de casi diez mil pobres y muchos que no pudieron pagar el impuesto para salir de Jerusalén aun tuvieron una relativa suerte: el hermano de Saladino, Saif ed-Din (Al-Adil), pagó por un buen número de ellos, como limosna a Alá por la victoria. No fue el único, siendo seguido por varios miembros de la corte. El mismo Saladino, en un acto de generosidad, perdonó a todos los ancianos de la ciudad.

Finalmente Saladino pudo entrar en la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar sagrado para los musulmanes después de La Meca y Medina.

La Tercera cruzada

Las consecuencias de la caída de Jerusalén no se hicieron esperar: el papa Urbano III convocó una nueva cruzada, la tercera, a la que acudieron los principales reyes cristianos. Se organizaron dos expediciones cristianas a esta llamada.

La primera de ellas, liderada por el emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja atravesó a pie los Balcanes y Anatolia, donde, para suerte de los musulmanes, murió ahogado al cruzar un río. Sin él, su ejército se disgregó, desapareciendo providencialmente la mayor amenaza para Saladino.

La otra, liderada por Felipe Augusto de Francia, Ricardo Corazón de León de Inglaterra y el duque Leopoldo de Austria, marchó por mar. Tras desembarcar en marzo de 1191, pusieron sitio a San Juan de Acre, que Saladino trató de socorrer. Sin embargo no logró romper el sitio, recobrando los cristianos la ciudad. Afortunadamente para Saladino, los cruzados pronto discutirían entre sí. El rey de Francia abandonó la cruzada después de que el orgulloso Ricardo se quedara con el mejor palacio y no lo tratara como igual, y el duque de Austria tras ver ofendido su estandarte por Ricardo, que lo arrojó de un baluarte.

Saladino emprendió entonces una intensa actividad diplomática para liberar a los cautivos que habían hecho los cristianos. Sin embargo, cuando tras arduas negociaciones se había llegado a un acuerdo, Ricardo los hizo ejecutar ante las continuas postergaciones del pago por Saladino. En dicho acuerdo habían establecido que Saladino entregaría la Vera Cruz a cambio de los 3000 musulmanes que Ricardo mantenía en una celda como rehenes pero ante el incumplimiento de Saladino Ricardo creyó un gasto innecesario mantener a esos prisioneros. El acto fue un golpe para el prestigio de Saladino, que no pudo salvar a los que habían resistido en la ciudad.

Ricardo se distinguió a lo largo de ese año en combate, venciendo en Arsuf a Saladino y recobrando algunas posiciones en la costa (como Jaffa). Hubo contactos, aunque probablemente se tratara de un engaño de Ricardo, para concertar la boda de Saif ed-Din, el hermano de Saladino, con la hermana de Ricardo, que recibirían Jerusalén con la obligación de proteger a los peregrinos de todos los credos, pero fracasaron cuando la hermana de Ricardo se negó a casarse con un musulmán.

Saladino y Ricardo enfermaron, recuperándose ambos. Por fin, cuando el rey de Inglaterra oyó noticias de la turbulenta situación de su país, no tuvo más remedio que aceptar la paz y tres años de tregua, que, aunque no les devolvía Jerusalén a los cristianos, les aseguraba la costa entre Tiro y Jaffa.

Muerte y sucesión

Saladino murió en 1193 en Damasco y fue enterrado en un mausoleo en el exterior de la Mezquita Omeya de Damasco. El emperador alemán Guillermo II donó un sarcófago en mármol, en el que sin embargo no descansa su cuerpo. En su tumba se exhiben el original, de madera, en el que está el cuerpo, y el de mármol, vacío.

Le sucedió su hijo Al-Afdal en el trono de Siria, dando comienzo así a la dinastía ayubí.

Saladino para la posteridad

En Occidente

En Europa, los cruzados que regresaron a sus hogares trajeron consigo numerosas leyendas y anécdotas con Saladino como protagonista. Con ellas se difundió por el mundo cristiano la figura del Sultán Saladino.

De Saladino la tradición cristiana se quedó con su cortesía, sabiduría y caballerosidad, apareciendo en numerosos relatos como un gran señor que trataba con honor a sus cautivos. Se trata de algo inexacto para los cánones modernos pues los miembros de las órdenes militares que consideraba sus más acérrimos enemigos eran normalmente obligados a escoger entre una conversión forzosa o la muerte, si bien, en la moral de la época, su cumplimiento de las normas sociales de cortesía hacia los cautivos y su respeto a las pactos con el enemigo frente a la violación de treguas continuas por los cruzados ante su falta de un liderazgo sólido le hacían sorprendemente similar al concepto medieval de caballerosidad.

En varias narraciones aparece así como un ejemplo del perfecto caballero medieval, tanto por su honor como por su sabiduría y juicio. En la obra La Divina Comedia, Dante Alighieri ubicó a Saladino junto a personajes como Sócrates, Aristóteles, Homero y Ovidio, en el Limbo, un espacio destinado a personajes justos e ilustres, impedidos de entrar en el Paraíso sólo por no ser bautizados[56]​. Entre las obras que mencionan de esta manera a Saladino se puede nombrar en español El conde Lucanor en sus capítulos XXV y L, que describen respectivamente el ficticio cautiverio de un noble cristiano en manos de Saladino, tratado con una cortesía ejemplar, y a un Saladino a punto de caer en la tentación pero terminando por elegir sabiamente como ejemplo de buen gobernante.

Pero también fue mostrado muchas veces como el "temible líder infiel" que había expulsado a "la verdadera religión" de los Santos Lugares. En otras fuentes, especialmente las eclesiásticas, se le muestra como "el diablo sarraceno", asociándosele con el demonio.

En la actualidad, no siempre siendo históricamente exactos hay numerosas obras (tanto de investigación como de ficción) en donde se le suele mostrar como un líder íntegro y fiel a su religión, además de uno de los más grandes estrategas de su tiempo, frente a unos gobernantes cristianos incapaces y en muchas ocasiones liderados por fanáticos. Así cabe remarcar la película El reino de los cielos o el segundo libro de la trilogía templaria de Jan Guillou, que usan protagonistas pragmáticos y tolerantes que parecen más cercanos a Saladino, a pesar de ser su enemigo, que a los cortesanos de Jerusalén, que suelen ser descritos, con excepciones, como corruptos, fanáticos o meramente incompetentes.

Referencias

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  2. The Columbia Encyclopedia, 6ª edición. 2001-05 Columbia University Press. [1]
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  5. V. Minorsky, Studies in Caucasian history, Cambridge University Press, 1957, página 138. "The medieval historian Ibn Athir relates a passage from another commander: ...both you and Saladin are Kurds and you will not let power pass into the hands of..."
  6. a b Lyons and Jackson, 1984, p.3.
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  56. Inferno, Canto IV, verso 129

Véase también

Fuentes

En español

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En otros idiomas

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Enlaces externos