Nominalismo
El nominalismo es una postura filosófica, crítica ante el platonismo, que se desarrolló en la Edad Media. Los universales (hombre, nación, planta, bondad) eran considerados sólo nombres sin sustancia por los nominalistas. Esta corriente de pensamiento afirmaba que no son seres ni entidades concretos, sino meras abstracciones, sonidos de la voz ("flatus vocis"), palabras que pueden denominar a varios individuos indistintamente y por lo tanto existen únicamente en el campo intelectual, no en la realidad. Los universales tenían, según los nominalistas, una realidad lógica, no ontológica, como pretendían los universalistas, que eran llamados realistas, pues otorgaban a los universales existencia real. Los universales, según los realistas, son anteriores y están fuera de las cosas.
Con esto, los realistas seguían a Platón y su doctrina de las ideas arquetípicas. Para los nominalistas, suponer la existencia de esos universales significaba limitar el pensamiento y el poder de Dios. Según su doctrina, sólo tenían existencia real los individuos o las entidades particulares. Esto planteaba un dilema teológico serio, pues, para el dogma cristiano, Padre, Hijo y Espíritu Santo constituyen una unidad indivisible. De acuerdo con los nominalistas -argumentaban sus opositores- habría que concebir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como tres divinidades distintas. La ortodoxia se opuso pues vivamente al nominalismo. Por otro lado, la argumentación realista comentaba que si los universales no tenían existencia real, tampoco era posible imponer leyes generales a los hombres, y sobre todo, la ley divina.
Filósofos nominalistas fueron Roscelino de Compiègne (s. XI) y Guillermo de Ockham (s. XIV). Juan Duns Escoto (s. XIII), Guillermo Champeaux (ss. XI-XII ) y Bernard de Chartres (s. XII) defendieron el antecedente del realismo. En términos muy generales, puede decirse que el pragmatismo y el positivismo lógico de la modernidad derivan del nominalismo medieval.