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Relaciones de clientela, séquito y vasallaje

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Relaciones de clientela, séquito y vasallaje

A finales del Imperio Romano, especialmente en la época de Diocleciano y Constantino, creció desmesuradamente la carga pecuniaria impuesta a los habitantes de las ciudades. Esto fomentó la migración desde las ciudades hacia las zonas rurales y el desarrollo de formas de eludir la explotación del Estado, las principales de las cuales fueron el precarium y la ‘’’relación de clientela’’’. Las relaciones de clientela (del latín ‘’cluere’’, acatar, obedecer) consistían en acuerdo privados, y por ello fuera del control estatal, por las que una persona ponía sus servicios a disposición de un patrón poderoso (usualmente un funcionario, obispo o senador) a cambio de su protección. Los pueblos germánicos tenía una institución parecida, la ‘’’relación de séquito’’’ o ‘’Gefolgschaft’’, vínculo personal de lealtad establecido entre un jefe y sus secuaces durante el tiempo de una campaña guerrera. Los celtas tenían, por su parte, la ‘’’relación de vasallaje’’’, que no era temporaria como la de séquito, sino permanente y por lo tanto presumiblemente no voluntaria. Las relaciones convivieron en porcentajes variables según la debilidad del ‘’cliente’’. Como el primer reino medieval, el Sacro Imperio Romano Germánico, nació en la Galia alta habitada por los celtas, el término ‘’vasallo’’ (en celta, escudero o paje) pasó a designar a la persona ligada a un patrón por una relación de clientela, séquito o vasallaje. Estas relaciones de dependencia constituyeron la base del orden feudal que surgió en Europa después de la caída del Imperio Romano de Occidente, y perduraron durante toda la época medieval y aún después. Su erradicación definitiva en Europa, al menos desde el punto de vista formal, recién se produciría a partir de la Revolución Francesa, pero todavía perduran en forma de clientelismo político en muchos (sino la totalidad) de los países del planeta.

Fuentes

  • Erich Kahler, ‘’Historia universal del hombre’’, Fondo de Cultura Económica, Méxido, 1946 (1ª. edición).

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