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Arquíloco

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Arquíloco fue un lírico griego arcaico (Paros, 712- ca. 664 a.C.).

Poeta y mercenario, sus escritos nos han llegado de forma fragmentada, y no existe consenso respecto a las fechas exactas en las que vivió y la autoría de algunas de las obras que se le atribuyen. Su vida se desarrolla a lo largo de la primera mitad del siglo VII a.C. Nació en Paros, una pequeña isla jonia del mar Egeo, famosa por su mármol, y donde el culto a Deméter, relacionado con la poesía yámbica, era muy importante. Nuestro poeta, además de cantar a Dioniso, está ligado a la introducción de su culto en su isla. Participó en la colonización de Tasos, en busca de territorio agrícola, una localización muy próxima a las minas auríferas del litoral de Tracia.

Arquíloco se nos presenta como poeta soldado, alguien que vivía de la guerra mientras cultivaba la poesía. Pasó su vida entre las luchas políticas y las rivalidades de Paros. Según Critias por ese motivo se arruinó económicamente, contrajo numerosas enemistades, y empobrecido marchó a Tasos. Terminó sus días durante la defensa de Paros en la guerra contra Naxos, isla cercana. Tras su muerte disfrutó en Paros de gran popularidad y se erigió en su honor un monumento funerario (o una especie de templo, el Archilocheion) en el que se ha encontardo una larga inscripción perteneciente al s.IV a.C. en la que, a modo de cuento popular, se explica la iniciación del poeta en los ritos dionisiacos, y la profecía que presenció su padre anunciando la posterior fama de su hijo.

Se hizo famoso en la Antigüedad y pasó a la posteridad como personaje polémico a través de Plutarco. Sus obras fueron igualmente polémicas, tanto por sus ataques virulentos contra variados personajes y su habilidad para crearse enemistades, como por contradecir con algunos de sus versos los valores bélicos de la época. Prometido con Neobula, el padre de aquélla, Licambes, otorga a su hija a alguien que supone un mejor partido, a lo que Arquíloco responderá con composiciones ofensivas que se recogen en el llamado Papiro de Colonia, en el que acusa a Neobula de ser una mujer sin moral y relata con detalles un encuentro sexual con su hermana menor. Cínico, descreído, violento, lúcido y dionisiaco, llega hasta nosotros en versos como éstos:

Los dos primeros fragmentos son lo que podrían considerarse como su "carta de presentación": en el primero, el poeta se define como poeta y soldado a la vez, mientras que en el segundo hace alusión a su modo de vida:


Soy un servidor del soberano Enialio
conocedor del amable don de las Musas

De mi lanza depende el pan que como, de mi lanza
el vino de Ismaro. Apoyado en mi lanza bebo.

No me gustan los jefes altos de paso ágil
orgullosos de sus bucles y su afeitada a contrapelo.
Prefiero uno bajito, chueco, pero bien plantado
y lleno de coraje.

Siete cayeron muertos, que alcanzamos a la carrera,
éramos mil los asesinos.

Un sayo se jacta hoy con mi escudo perfecto
que abandoné junto a un arbusto, apenado
. Pero salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor para él. Uno mejor me consigo.

Todo depende de los dioses: muchas veces
levantan al hombre caído en la negra tierra,
muchas veces lo voltean y hasta al mejor parado
lo tumban boca arriba: y sobrevienen entonces
las desgracias y el errar sin medios y extraviado.

Corazón, corazón, agitado por penas sin remedio,
¡resurge!, defiéndete de los malvados con tu pecho
plántate firmemente ante la emboscada de tus enemigos,
y ni, venciendo, te jactes ostentoso,
ni vencido, gimas postrado en tu morada.
Alégrate en la dicha y enójate en la desgracia,
no en exceso. Conoce el curso de la vida humana.(67 D)