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Conspiración judeo-masónico-comunista-internacional

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La conspiración Judeo-Masónico-Comunista-Internacional es el nombre que se da a la imaginada coalición secreta de la que formarían parte todos esos elementos: los judíos, la masonería, el comunismo... que pretenderían un fin oscuro (de una u otra forma, el dominio del mundo).

Desde la Edad Media, se puede rastrear la existencia de antisemitismo, un mecanismo útil para desviar los conflictos sociales utilizando como chivo expiatorio a los judíos, a los que se atribuyen todo tipo de malas intenciones (originar la peste, secuestrar y matar ritualmente niños, profanar los sacramentos); pero desde la divulgación de los presuntos Protocolos de los Sabios de Sión, estas conspiraciones imaginadas se fueron haciendo cada vez más complejas.

La obsesión de Franco

En particular, en la España de la primera mitad del siglo XX era un lugar común del pensamiento reaccionario referirse a esa conspiración como la responsable de la decadencia española desde, al menos, el tiempo de Felipe II. La Monarquía católica de los Habsburgo sería el enemigo a batir por parte de elementos de muy diversa procedencia, algunos de ellos los judíos sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos y sus descendientes, enriquecidos por la usura, que habrían conectado con los rebeldes holandeses (Guillermo de Orange) y otros enemigos del catolicismo y del Imperio Español, que sería su más firme defensor (Luz de Trento, martillo de herejes). Tales habrían sido los responsables del aparato de propaganda antiespañola que se denominó Leyenda Negra.

En ese ambiente intelectal se formó el general Francisco Franco, al que algunas fuentes atribuyen un odio especial a la masonería, en la que habría intentado ingresar sin conseguirlo. Esas y otras fuentes también destacan la situación familiar de Franco, hijo de un militar de la Marina Española que no puede continuar esa tradición por culpa de la reducción de efectivos debida a la desaparición del Imperio en el Desastre de 1898. Los vencedores, Estados Unidos (que más tarde serían paradójicamente el principal sostén de Franco), son vistos como una potencia infernal, protectora de toda clase de sectas heréticas, dominada por la avaricia del capitalismo de origen judío, y por los periódicos manipulados por los judíos. El éxito de su hermano Ramón Franco, el aviador que consiguió cruzar el Atlántico, conocido por su ideología progresista y pertenencia a la masonería, habría acentuado en Francisco Franco, según estas fuentes, la sensación de inferioridad. Obligado a conformarse con ingresar en el Ejército de Tierra (donde fue objeto de burlas en la academia por su baja estatura y voz aguda: le llamaban Franquito), logró una brillante carrera en el ejército colonial de África, donde fue herido. En el ambiente militar se acerca a las publicaciones anticomunistas que se editaban en Francia (por grupos influidos por el antisemitismo de los exiliados rusos).

Su ascenso hasta la jefatura del bando sublevado en la Guerra Civil le permitió concentrar la represión en los elementos que percibía como antiespañoles: masones e izquierdistas, rasgos que veía en la totalidad de los defensores de la República. La reconstrucción que ordenó hacer el propio Franco en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca, junto a los papeles incautados, de una sala donde se reprodujera toda la parafernalia decorativa de una logia masónica, acumulando toda clase de elementos truculentos; da una buena muestra de su obsesión.

Los difíciles años cuarenta, primero con la Segunda Guerra Mundial en la que las simpatías del régimen franquista por Alemania eran claras (pero el equilibrio necesario ante los aliados que desde 1942 se ven como vencedores), y luego con el aislamiento internacional de la posguerra, produjeron unos memorables discursos públicos de Franco, en los que, además de referirse a la pertinaz sequía, se prodigaba en referencias a la conspiración judeomasónica como culpable de todos los males de España. No obstante, algunas actuaciones en favor de judíos de origen sefardí durante la guerra (diplomático Ángel Sanz Briz) permitía al Régimen no presentarse como racista. De hecho, ese extremo fue importante para que el nacionalcatolicismo dominante integrara el discurso de la conspiración sin mayores problemas. La raza española no pasará de ser un concepto retórico, que se definía precisamente por la extensión de la fe católica que favoreció el mestizaje en América.

El posterior acercamiento a los Estados Unidos puso en sordina toda esa retórica junto con el resto de referencias fascistas demasiado explícitas, que a pesar de todo no desaparecieron del todo hasta el final del franquismo.

Bibliografía

WALSH, William Thomas: Felipe II (1937-1943), Madrid: Espasa Calpe

Enlaces externos

Artículo de Manuel Vázquez Montalbán sobre Franco y sus obsesiones:[1]

Véase también