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Cristóbal Pérez de Herrera

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Nació en Salamanca, 1558, en seno de una familia de militares que había luchado en Europa con las tropas de los Reyes Católicos y de Carlos V. Este personaje, médico, político y poeta, había sido anteriormente Protomédico de las Galeras de España; se preocupó de atender a los pobres y mendigos que abundaban en la mayoría de las grandes ciudades y de diferenciar los verdaderos de los falsos.

Fue un personaje muy interesante. Durante su época de Protomédico de Galeras, 12 años, cuenta él mismo que llegó a conquistar siete banderas a turcos, ingleses y franceses. Durante este periodo de médico militar, un disparo de arcabuz le atravesó un hombro y estuvo muy grave, pero gracias a su gran fortaleza, sobrevivió. Protagonizó hechos heroicos y pintorescos, que han sido narrados primorosamente por Marañón.

Más tarde, dio un cambio radical a su vida. Su preocupación caritativa le surgió después de haber ejercido de médico en esos barcos. Las calamidades y desgracias que sufrían los condenados a galeras le cambiaron la actitud ante la vida.

Se le debe considerar como uno de los hombres más interesantes de la medicina madrileña de aquella época.

Escribió cerca de 40 libros, algunos muy importantes. Destaca entre ellos uno que fue un resumen de los conocimientos médicos de aquella época: Compendivm totivs Medicinae ad tyrones, eis magna distinctione, & claritate modum discendi & prouectoribus reminiscendi insinuans, in tres libros diuisum...(Matriti 1614).

Murió en la pobreza en Madrid, en 1620, pues no le reconocieron los servicios prestados a la Nación. Además de sus gestas militares heroicas, el haber sido el principal fundador y primer director médico del Hospital General de Madrid.

En su libro, "Discurso del amparo de los legítimos pobres"(1598), Pérez de Herrera describe que había encontrado el sitio idóneo para edificar un albergue para los pobres. Era en el camino que iba a la iglesia de Nuestra Señora de Atocha, “azotada por vientos saludables y con un arroyo cercano de aguas puras”. Consideraba, además, que había la posibilidad de trasladar el Hospital General a dicho Albergue, pues había sitio suficiente.

Opinaba en su libro "... en el albergue de Madrid espero en Nuestro Señor se fabricará dentro dél, en la mitad del sitio, el Hospital General, que con por favor divino se ha de acomodar y trasladar dentro, por ser el sitio muy capaz desta gran fábrica".

Varias veces se refiere a lo mismo: "...y en otros dos patios a las espaldas desta casa, que confinan con estos, se podrá trasladar el Hospital General desta Corte porque al presente esta en sitio muy estrecho y poco airoso, y más metido en la Villa de lo que conviene para la salud della”.

La primera aportación de dinero: 9.000 ducados, la recibió de la herencia del Cardenal don Gaspar de Quiroga, pues de los 1.900.000 ducados que dejó al morir, un tercio lo recibió el Papa, otro el Rey y el tercero lo dejó para sufragios y obras pías. Recibió, además, de la Junta de Policía, otros 7.000 ducados de la renta de sisa de Madrid. Como no fue suficiente esta cantidad para realizar su proyecto, pues necesitaba más de 50.000 ducados, tuvo que pedir limosna de puerta en puerta y hacer múltiples gestiones.

En sus escritos expone, claramente, el funcionamiento y la economía de estos albergues. Distingue en ellos un sitio para los enfermos y ancianos, donde serían atendidos debidamente, y otro para los pobres. Sobre estos últimos era necesario, en primer lugar, separar los simuladores, de los pobres verdaderos pues hasta había espías de otros países extranjeros, que se camuflaban, disfrazados de menesterosos, y, lo que es peor, había quienes para mover a la caridad, y sacar más dinero, se producían autolesiones y hasta infligían heridas a sus propios hijos. A estos, hay que añadir los mutilados de las frecuentes guerras, la mayoría sin oficio ni beneficio.

Se preocupó también del amparo y formación de los niños abandonados o huérfanos; de la necesidad de obligar a los pobres que estaban sanos a trabajar en talleres; también dedica páginas a los pobres encarcelados; a los clérigos presos; a la redención de los cautivos; a los estudiantes pobres; así como "poner el remedio para corregir las vagabundas y delincuentes" (hubo un reformatorio de mujeres, en 1605-1606, con esta finalidad en un edificio anejo al Hospital General de Atocha de Madrid: se llamaba "Galera Real").

Aunque el proyecto tenía enfoque nacional, se centró sobre todo en Madrid.

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