Terror Blanco en Hungría
El Terror Blanco en Hungría consistió en un periodo de dos años (1919-1921) de violenta represión contrarrevolucionaria por parte de bandas reaccionarias que intentaban borrar todo vestigio de la breve república comunista. El número de víctimas y su composición social, religiosa o nacional de esta fase de la contrarrevolución húngara no se conoce con certeza.[1]
Antecedentes
Al final de la Primera Guerra Mundial el orden político húngaro sufrió un vuelco radical.
El Imperio austrohúngaro del que Hungría era una parte muy destacada, se disolvió. Las potencias vencedoras comenzaron el proceso de desmembración de las zonas fronterizas de Hungría, pobladas por minorías muy mezcladas con magiares. Estas zonas fueron cedidas a los países vecinos: Serbia, Checoslovaquia, Rumanía y Austria. Hungría perdió dos tercios de su territorio y un tercio de los habitantes magiares (identificados por lengua).[2] Estas pérdidas causaron gran humillación y resentimiento entre muchos húngaros.
En esta situación tan inestable los esfuerzos por instaurar un régimen democrático fracasaron. En marzo de 1919 se estableció un gobierno de coalición entre los socialdemócratas y los comunistas, con Béla Kun como primer ministro de la nueva República Soviética de Hungría.[3]
El régimen de Kun duró menos de cuatro meses. Gran parte del país se opuso a los métodos a veces brutales de algunos de sus partidarios (como los famosos «muchachos de Lenin»), dados a la intimidación y asesinato de sus rivales en lo que se conoce como Terror Rojo. Esta violencia, junto con la falta de una reforma agraria que se ganase a la mayoría de la población, campesina, hundió pronto la popularidad del régimen.[4]
Kun intentó recuperar por la fuerza los territorios perdidos en Eslovaquia y Transilvania, pero sus intentos sólo lograron desencadenar la contrarrevolución apoyada por las tropas rumanas, que ocuparon Budapest. A comienzos de agosto, justo antes de la ocupación de la capital por los rumanos, Kun y sus colaboradores huyeron[4] y la república soviética fue abolida.[5]
Comienza el terror
En el sur del país, se formó un Gobierno alternativo contrarrevolucionario. La sección militar del régimen reaccionario estaba en manos del antiguo almirante de la flota austrohúngara Miklós Horthy.[6] Horthy creó una unidad militar a la que llamó Ejército Nacional. Entre los oficiales que se alistaron en la fuerza formada por Horthy se encontraban algunos ultranacionalistas que pronto comenzaron una campaña de venganza contra los comunistas, sus partidarios y cualquiera sospechoso de serlo a sus ojos.[7] Durante los meses de agosto y septiembre cientos de sospechosos fueron ahorcados o ejecutados sin juicio.[8] Los destacamentos de oficiales, con notable cantidad de aristócratas, comenzó en esa época sus actividades de acoso a la población judía de Szeged y la ejecución de supuestos partidarios de la república popular.[9]
Estas unidades conocidas popularmente como «Guardia Blanca», desarrollaron una campaña de terror, incluyendo torturas y asesinatos. Fueron habituales las ejecuciones sumarias de sospechosos. A menudo se les colgaba en lugares públicos como ejemplo para la población. La variedad de víctimas era amplia: campesinos, políticos liberales y, muy a menudo judíos, a los que los reaccionarios culpaban de la revolución, escudándose en la gran proporción de miembros de esta religión entre los cargos más destacados del régimen soviético.[7][8]
El más famoso comandante de las unidades contrarrevolucionarias fue Pál Prónay, conocido por su sadismo. Su unidad fue la que causó mayor número de víctimas y, al tiempo, la que disfrutó de mayor influencia.[4] Al comienzo una compañía, más tarde se aumentó hasta convertirse en un batallón.[4] Otros destacados militares de la reacción fueron: Gyula Ostenberg, Anton Lehar y Ivan Hejjas. Este último operó en la llanura húngara, en los alrededores de la ciudad de Kecskemét. Aunque estos destacamentos eran teóricamente parte del Ejército Nacional, en la práctica funcionaban con gran autonomía y se debían principalmente a su caudillo.[7] Los aristócratas húngaros formaron además sus propias milicias independientes del Ejército Nacional en las zonas rurales con las que perseguían a supuestos partidarios de las repúblicas o a población judía.[10] Otros, sin ingresar en las unidades armadas, utilizaban a estas para intimidar a la población rural de sus dominios.[11]
Características de los batallones paramilitares
Las unidades de oficiales principalmente responsables del terror contrarrevolucionario tenían ciertas características que las diferenciaban de las unidades tradicionales del Ejército: atraían a individuos de carácter cruel, su sistema de ascensos se basaba en la lealtad política y personal a sus comandantes y su personal cambiaba a menudo.[12] Su disciplina se basaba en el carisma de su comandante, no en las graduaciones y disfrutaban de privilegios excepcionales que las unidades normales no tenían.[13]
Su relación con la población civil se basaba en la desconfianza, la violencia y la explotación.[13] Los miembros de estas unidades tenían una acentuada tendencia a responder violentamente a cualquier provocación, real o imaginada, de los civiles.[14] Su actitud era de desprecio por las convenciones sociales o los códigos de conducta tradicionales en el Ejército.[14] En parte su actitud se basaba en un desprecio de clase: numerosos abusos los cometieron contra campesinos pobres u obreros.[15] Las clases más adineradas, sin embargo, tampoco se libraban de los desmanes de los batallones, que incluían entre sus actividades el robo para enriquecimiento personal.[16]
Estas unidades tuvieron estrechas relaciones con las organizaciones radicales que aparecieron en la época, de las que algunos oficiales eran miembros.[17] Sus relaciones con la Gendarmería real húngara, la policía y las unidades clásicas del ejército era compleja: mientras muchas de estas permitían con pasividad los abusos de los batallones de oficiales, en ocasiones las relaciones fueron tensas.[18]
El Terror después de 1919
El Ejército Nacional entró en Budapest el 16 de noviembre de 1919, tras la retirada rumana.[19] Cuatro meses más tarde, el 1 de marzo de 1920, Horthy fue nombrado regente del reino reconstituido.[19] Las unidades contrarrevolucionarias, empero, no se disolvieron ni abandonaron sus actividades, sino que crecieron y perseveraron durante unos dos años más. Lo que comenzó como asesinatos por razones políticas se convirtió en asesinatos más o menos aleatorios y secuestros por motivos económicos. Surgieron asimismo rencillas entre los diversos comandantes de las bandas, llegándose incluso a planear el asesinato de unos por los otros.[7] Las unidades, sin embargo, compartían su respaldo a Horthy y al Ejército Nacional frente a sus rivales socialcristianos, que representaban la alternativa derechista más tradicional y que controlaron los Gobiernos tras la caída de la república soviética.[20]
Aunque, como afirma el biógrafo de Horthy Thomas Sakmyster, Horthy hizo la vista gorda ante los crímenes de sus oficiales en 1919,[21] era, sin embargo, consciente del peligro que estas unidades descontroladas podían tener para el nuevo régimen una vez establecido su control en el país a partir de 1920.[22] Procedió a partir de entonces a tratar de controlar a sus partidarios.[7] Los miembros de las unidades paramilitares pudieron contar no obstante con su respaldo personal y su intervención a su favor ante las autoridades civiles y militares, a pesar de su paulatina moderación e intención de desbandarlas.[23] Las unidades perdían poco a poco su utilidad contra los enemigos del nuevo régimen y podían suponer un riesgo político, además de entorpecer las relaciones del país con las potencias y empañar la imagen exterior del país.[24]
El 13 de junio de 1920, se ordenó la disolución de todas las unidades[8] menos los batallones de Pronay y Osztenburg, que quedaban bajo control militar teórico.[25] Parte de las unidades en las provincias se integraron en la gendarmería real,[25] que, junto con la policía, se hizo cargo de sus funciones de investigación policial.[8] En enero las dos unidades mencionadas se convirtieron en batallones de la gendarmería.[25] El terror comenzó a menguar lentamente a finales de 1920, aunque continuaron los ataques esporádicos a sinagogas y asociaciones judías hasta mediados de la década.[4]
En 1921 Prónay fue juzgado por amenazar al presidente del Parlamento, caso que el Gobierno utilizó para privarle del mando de su unidad y acabar con su poder.[26] Tras la neutralidad de Prónay en el intento de restauración monárquica del antiguo rey-emperador, Horthy se decidió por fin a disolver su unidad.[27][28] Durante el fallido segundo intento de Carlos, las unidades legitimistas habían quedado desbandadas.[28] Como gesto hacia Pronay, Horthy le ofreció un puesto en ejército regular y promulgó una amnistía por los crímenes de las unidades paramilitares cometidos desde agosto de 1919.[27]
En el otoño de 1921, el Gobierno, fiando en su fuerza gracias a las unidades militares regulares y en la policía, decidió enfrentarse por fin a las unidades paramilitares.[24] La disolución del Batallón Prónay en enero de 1922[27] se considera el hito que marca el final del Terror en Hungría.[29]
Consecuencias del terror
Aunque se desconoce el número exacto de víctimas, se calcula que hubo al menos tres mil muertes a manos de los destacamentos de oficiales, [a] las milicias civiles y las organizaciones patrióticas entre agosto de 1919 y finales de 1921.[4] De ellas alrededor de un tercio, entre mil y mil trescientas, eran judías, la mayoría sin relación alguna con la república soviética.[4] El grueso se produjo en las regiones occidentales del país y en la capital.[4]
Se envió a alrededor de setenta mil a cárceles y campos de prisioneros, acusadas de relación con el régimen comunista.[4] Decenas de miles, principalmente judíos, fueron deportados.[4] Al menos cien mil más abandonaron el país por miedo a represalias.[4] Varias decenas de miles más perdieron sus empleos acusados de colaboración con las dos repúblicas.[4]
Notas
- ↑ Otras estimaciones en Bodo (2010), p. 704.
Referencias
- ↑ Bodo (2006), p. 121
- ↑ Szilassy (1971), p. 73
- ↑ Balogh, Eva, Istvan Friedrich and the Hungarian Coup d'Etat of 1919: A Reevaluation, Slavic Review, Vol. 35, No. 2 (Jun., 1976), pp. 269-286
- ↑ a b c d e f g h i j k l Bodo, 2010, p. 704.
- ↑ Szilassy (1971), p. 49
- ↑ Bodo, Bela, Paramilitary Violence in Hungary After the First World War, East European Quarterly, June 22, 2004
- ↑ a b c d e Bodo, Paramilitary Violence
- ↑ a b c d Szilassy (1971), p. 68
- ↑ Bodo, 2010, p. 711.
- ↑ Bodo, 2010, p. 712.
- ↑ Bodo, 2010, p. 713.
- ↑ Bodo (2006), p. 123
- ↑ a b Bodo (2006), p. 124
- ↑ a b Bodo (2006), p. 125
- ↑ Bodo (2006), p. 126
- ↑ Bodo (2006), p. 127
- ↑ Bodo (2006), p. 135
- ↑ Bodo (2006), p. 137
- ↑ a b Szilassy (1971), p. 69
- ↑ Bodo (2006), p. 141
- ↑ Sakmyster, Thomas, Miklos Horthy: Hungary’s Admiral on Horseback, Columbia University Press, 2000
- ↑ Bodo (2006), p. 122
- ↑ Bodo (2006), p. 142
- ↑ a b Bodo (2006), p. 143
- ↑ a b c Bodo (2006), p. 145
- ↑ Bodo (2006), p. 147
- ↑ a b c Bodo (2006), p. 148
- ↑ a b Bodo, 2010, p. 717.
- ↑ Bodo, Political Violence
Bibliografía
- Bodo, Bela (2004). «Paramilitary Violence in Hungary After the First World War». East European Quarterly 38 (2): 129-172.
- Bodo, Bela (2010). «Hungarian Aristocracy and the White Terror». Journal of Contemporary History (en francés) 45 (4): 703-724.
- Bodo, Bela (2006). «Militia Violence and State Power in Hungary, 1919-1922». Hungarian Studies Review 36 (2): 121-156.
- Mocsy, Istvan I. (1983). The Uprooted: Hungarian Refugees and Their Impact on Hungary's Domestic Politics, 1918-1921 (en inglés). East European Monographs. p. 252. ISBN 9780880330398.
- Szilassy, Sándor (1971). Revolutionary Hungary 1918-1921 (en inglés). Danubian Press. p. 141. ISBN 9780879340056.