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Chueta

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Los juetas o chuetas (xuetes en catalán) son un grupo social de la isla de Mallorca (Baleares, España) conocido e históricamente estigmatizado por su origen judío. La consideración de chueta procede del hecho de tener alguno de los 15 apellidos considerados como tal, que son los de otros tantos presuntos criptojudíos (practicantes secretos de la religión judía) condenados por la Inquisición en 1691. Hoy en día son consideradas chuetas aproximadamente 30.000 personas.

El nombre catalán xueta procede, según algunos autores, de xulla ("tocino"), en clara referencia burlona a la abstinencia del consumo de carne de cerdo entre los judíos. También puede proceder de xuetó, forma mallorquina de juetó, diminutivo de jueu ("judío"). Xuetó es la forma más habitual de referirse a los chuetas en la ciudad de Palma de Mallorca. También se les solía llamar del carrer, esto es, "de la calle", en referencia a la calle de Argentería donde residían la mayor parte de los chuetas de la capital de la isla. Ellos mismos han utilizado esta denominación más que la de "chueta", y con frecuencia se han referido a sí mismos con un vago nosaltres (nosotros) opuesto a els altres (los otros).

Los judíos mallorquines

La comunidad judía de Mallorca se remonta a los tiempos romanos y probablemente aumentó en época andalusí. Tras la conquista de la isla por Jaime I en 1229, los judíos de la ciudad consiguieron residir en un barrio específico, el Call. En 1435, después de ser acusados de un crimen ritual y para evitar el ajusticiamiento de sus líderes religiosos, toda la comunidad judía de Mallorca se convirtió al cristianismo. Como en muchos otros casos, buena parte de los judíos mallorquines siguieron practicando en secreto su religión bajo la apariencia de fieles católicos, lo que les acarreó problemas, sobre todo a partir de 1478, fecha en que se establece la Inquisición en la isla. Entre 1545 y 1673 no se produce en la isla ningún proceso contra supuestos judíos, concentrándose la Inquisición más en reprimir las supervivencias del Islam primero y luego las simpatías protestantes, aparte de la llamada brujería y los pactos con el Diablo; a finales del siglo XVII, sin embargo, resurge con fuerza la presión antijudía y será en este momento cuando se origine la cuestión chueta.

Los quince apellidos

En 1675 empiezan las persecuciones. Más de doscientas personas acusadas de judaizantes fueron condenadas en 1679 a confiscación de bienes y otras penas. Atemorizados, sintiéndose objeto de constante vigilancia y temiendo perder la vida, muchos judaizantes intentaron huir de la isla, pero fueron descubiertos. En el año 1691 la Inquisición realiza un auto de fe a resultas del cual son relajadas cicuenta y seis personas, de las cuales 37 son efectivamente ajusticiadas y 3 quemadas vivas, acusadas de criptojudaísmo, es decir, de practicar el culto judío clandestinamente. A los reos, como era habitual, se les paseaba por la ciudad vestidos con un sambenito, un hábito infamante en el que aparecía escrito su nombre y que se les quitaba antes de que se ejecutara el suplicio a fin de poder exhibirlo públicamente durante un tiempo para perpetuar el recuerdo ejemplificador de la sentencia. Así, de la iglesia de Santo Domingo (los miembros del Santo Oficio solían ser dominicos) quedaron colgados varios sambenitos en los que figuraban los apellidos de los sentenciados: Aguiló, Bonnin, Cortès, Forteza, Fuster, Martí, Miró, Picó, Pinya, Pomar, Segura, Tarongí, Valentí, Valleriola y Valls.

A diferencia de otros sambenitos, que eran retirados pasado un tiempo, éstos estuvieron expuestos al público hasta 1813, perpetuando de este modo la acusación de criptojudaísmo sobre los portadores de alguno de esos apellidos. La publicación de un libro sobre la cuestión chueta en el siglo XVIII proporcionó nuevo material para la perpetuación de la marginación. Se trataba de La fe triunfante, escrito por el jesuíta padre Grau, que volvía sobre el auto de fe de finales del siglo anterior para recordar cuáles eran los linajes chuetas y sus implicaciones en lo que él llamaba la "gran conspiración". Dicho libro, reeditado muchas veces a lo largo de los siglos a modo de best-seller del prejuicio anti chueta, fue, para algunos autores, el auténtico motor de la marginación chueta, más que los sambenitos de Santo Domingo.

Recapitulando, los chuetas no son por tanto todas las familias mallorquinas descendientes de judíos, ni siquiera aquellas que descienden de judíos descubiertos y condenados por la Inquisición, sino las que portan alguno de estos quince apellidos que, por azar, fueron los que quedaron como testimonio de aquellos autos de fe. Hay que señalar que estos apellidos se consideran chuetas sólo cuando proceden de Mallorca, ya que por lo demás son comunes a todo el ámbito lingüístico catalán, y algunos de ellos son de origen italiano o castellano. Curiosamente, en Mallorca existen apellidos de origen netamente judío (como Jordà, Abraham, Maimó, Salom, Daviu, Vidal, Duran y otros) cuyos portadores no son considerados judíos.

La actitud de los inquisidores, que en principio apuntaba a la total desaparición de los judíos por vía de su integración forzosa en la comunidad cristiana, consiguió justamente lo opuesto: al perpetuar la memoria de las familias cuyos antecesores habían sido condenados por judíos, creó una comunidad que, aunque no fuera de hecho criptojudía, se ha visto obligada a mantener conciencia de sus orígenes hasta hoy en día. Por el contrario, los descendientes de los muchos otros criptojudíos que había en la isla y que no fueron objeto de la acción inquisitorial, o si lo fueron se olvidó, con el tiempo perdieron toda noción de sus orígenes.

La comunidad jueta

Las condenas dictadas por la Inquisición llevaban aparejadas otras penas que debían mantenerse durante dos generaciones: los familares directos de los condenados, así como sus hijos y nietos, no podían ocupar cargos públicos, ordenarse sacerdotes, casarse con personas que no fueran chuetas, portar joyas o montar a caballo. Estas dos últimas penas no parece que se aplicaran, pero las demás siguieron vigentes por la fuerza de la costumbre más allá de las dos generaciones estipuladas, hasta mediados del siglo XX.

Los juetas residían mayoritariamente en la calle Argenteria o Platería, dentro del casco antiguo de la ciudad (aunque fuera del Call o tradicional barrio judío), y en las manzanas adyacentes. La calle debe su nombre a la fabricación y comercio de joyas, oficio tradicionalmente reservado a los judíos en muchos lugares del Mediterráneo, y que en Mallorca ha sido patrimonio casi exclusivo de los chuetas hasta épocas muy recientes. Sólo los chuetas de posición social elevada (llamados de orella alta, o sea de "oreja alta") se establecían en otras zonas. Fuera de la ciudad, se encontraban en situaciones distintas según los lugares: había poblaciones que no toleraban siquiera el asentamiento de chuetas y otras, como Felanitx, donde los muchos chuetas residentes no eran objeto de más marginación que la derivada de ocasionales comentarios malévolos de sus vecinos. Muchos de los chuetas de Felanitx se dedicaban a la venta ambulante, dentro del pueblo o por los pueblos de los alrededores, razón por la cual durante mucho tiempo los campesinos han utilizado la palabra xueta para referirse a este tipo de oficio, aunque el que lo practicara no fuera chueta.

En 1808 y 1823 se registraron sendos feroces ataques contra las casas y comercios de la Argenteria.

En Palma, los juetas eran con frecuencia conocidos por sus apodos, algo inusual en la ciudad ya que el uso de apodos era una costumbre más bien campesina. Estos apodos eran con frecuencia desagradables, pero también con frecuencia los chuetas los aceptaban con tal de encubrir sus verdaderos nombres, considerados más ominosos ya que eran los que revelaban su condición de descendientes de judíos.

Fue Carlos III quien, por medio de varios decretos (reales cédulas), hizo un primer intento de rehabilitación de los chuetas en el terreno legal, prohibiendo cualquier discriminación y ordenando que se derribaran los muros del Call, que le daban un aspecto de gueto. Los chuetas tuvieron que dirigise posteriormente a Carlos IV para explicarle que, a pesar de su ascendencia judía, eran tan católicos como los demás y solicitaban que se hiciera lo posible para aliviar su marginación, lo que muestra que las disposiciones anteriores no debieron tener demasiado efecto. En general, las leyes mitigaron algunos aspectos de la marginación, pero no lograron acabar con la fuerza de la costumbre.

Los juetas no fueron admitidos en las escuelas públicas hasta 1873, y en las escuelas religiosas hasta mediados del siglo XX, alegando cuestiones de "limpieza de sangre". También tenían problemas los juetas que quisieran oficiar de sacerdotes, aun cuando no había ya ninguna restricción legal que se lo prohibiera. Un caso famoso de discriminación todavía a finales del siglo XIX fue el de Josep Tarongí, que tuvo que salir de la ciudad para ordenarse sacerdote y a su regreso se le prohibió oficiar misa en la iglesia de Santo Domingo por ser cristiano nuevo. En la misma época otro sacerdote chueta fue invitado por el párroco a dar el sermón en su iglesia. Lo hizo, y después los feligreses quemaron el púlpito contaminado por el judío. Otro sacerdote más, chueta también, al ir a dar comienzo a la misa en la catedral, se encontró un trozo de tocino (xulla) entre las páginas del misal.

Los juetas desde mediados del siglo XX hasta hoy

El prejuicio antichueta empezó a mermar con la apertura de la isla al turismo en las primeras décadas del siglo XX, así como con el desarrollo económico que se había venido propiciando desde finales del siglo anterior. El breve periodo de la República tuvo también importancia debido a su laicismo oficial y al hecho de que buena parte de los chuetas simpatizaran con el nuevo modelo de Estado, igual que anteriormente lo habían hecho con las ideas ilustradas y liberales. Es durante la época republicana cuando un sacerdote chueta oficia por primera vez el sermón en la catedral de Palma, hecho que tuvo gran importancia simbólica.

En 1942, a instancias del gobierno de la Alemania nazi, se realizó un estudio oficial sobre los mallorquines "de origen judío" con el objeto de estudiar posibles conexiones entre éstos y las organizaciones judías de varios países. La iniciativa creó inquietud entre los juetas, temerosos de correr la misma suerte que los judíos del Reich y los territorios ocupados si por los avatares de la guerra España entraba en la contienda o Mallorca era de algún modo ocupada por los nazis. La responsabilidad de la investigación recayó finalmente en un historiador local, cuyas conclusiones, magnificadas y falseadas sin duda para dificultar una posible acción contra los descendientes de los judíos, daban como resultado que un 35% de los mallorquines tenía ese origen, entre los cuales se encontraban algunas de las familias más poderosas de la isla (el porcentaje real de juetas no llega al 5%).

El turismo masivo que se inicia en los años 50, que supone la presencia y en muchos casos la instalación definitiva en la isla de forasteros (españoles o extranjeros) para los que la condición de chueta no significa nada, marca el punto de inflexión definitivo en la historia de esta comunidad.

En la evolución positiva del fenómeno ha influido también el retroceso de la práctica católica entre la población española en general y la tendencia a la aconfesionalidad de las instituciones desde 1978.

El contacto con el judaísmo así como la libertad de culto privado establecida por las Leyes Fundamentales del Estado franquista propiciaron en los años 60 ciertos movimientos de retorno a la práctica judía entre algunos juetas, sobre todo los de posición económica más elevada, así como el surgimiento de un culto sincrético judeocristiano llamado cristianismo chueta. Este último ha sido predicado por Cayetano Martí Valls, yesero del pueblo de Inca, que dice basarse en las tradiciones religiosas transmitidas oralmente de generación en generación en algunas familias, y que apuntarían a una práctica cristiana más cercana al cristianismo primitivo (y por tanto al judaísmo) y alejadas del culto católico oficial. Martí se interesó porque los juetas pudieran conocer y reivindicar sus orígenes e incluso regresar a ellos si lo deseaban. Por mediación suya, en colaboración con la comunidad judía de Barcelona, treinta familias salieron de la isla en 1959, con la excusa de hacer un crucero por el Mediterráneo, para instalarse en Israel y recuperar la condición de judíos. Las autoridades religiosas judías, de todas maneras, no reconocen la condición de judíos a los juetas, que son definidos como "rama muerta del judaísmo".

El prejucio, sin embargo, no ha desaparecido del todo. Ramón Aguiló, alcalde socialista de Palma entre 1979 y 1991 y jueta, se vio llamado despectivamente "judío" en más de una ocasión por sus adversarios políticos. Por otro lado, según una encuesta realizada por la Universidad de las Islas Baleares en fecha tan reciente como [[2001], un 5% declara que no desea ni siquiera tener amigos juetas.

En 1977, un joven jueta de 19 años llamado Nicolau Aguiló emigró a Israel y regresó oficialmente al Judaísmo tomando el nombre de Nissan ben-Avraham. Cursó durante diez años los estudios para Rabinato en la Yeshivá de Shiló, recibiendo el título de Rabino en el año 1991, convirtiéndose así en el primer chueta que recibe dicho título en los últimos 600 años.