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Democracia liberal

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La democracia liberal es una forma de gobierno que consiste en una democracia representativa donde la capacidad de los representantes electos para la toma de decisiones políticas, se encuentra sujeta al Estado de derecho y normalmente moderada por una Constitución que la regula en la protección de los derechos, libertades individuales y colectivas. Estableciendo esta Constitución restricciones tanto a los líderes demócratas como a la ejecución de las voluntades de una determinada mayoría social dentro de esa democracia liberal.

Los derechos y libertades garantizados por las constituciones de las democracias liberales son variados, pero normalmente incluyen gran parte de los siguientes derechos: a un debido proceso, a la intimidad, a la propiedad privada y a la igualdad ante la ley, así como las libertades de expresión, asociación y culto. En las democracias liberales esos derechos (a veces conocidos como "derechos fundamentales") suelen estar regulados bien constitucionalmente o bien mediante ley. Además generalmente existen instituciones civiles con la capacidad de administrar o reforzar dichos derechos.

Las democracias liberales se suelen caracterizar por la tolerancia y el pluralismo político; las ideas sociales y políticas diferenciadas, incluso las más extremas, pueden coexistir y competir por el poder político siempre sobre una base democrática. Las democracias liberales celebran periódicamente elecciones donde los distintos grupos políticos compiten para alcanzar el poder. En la práctica, estas elecciones las ganan los grupos que defienden la democracia liberal, de modo que el sistema se perpetua a sí mismo.

El término "liberal" dentro de la expresión "democracia liberal" no implica que el gobierno de una democracia de este tipo deba seguir estrictamente la ideología política del liberalismo, si bien el concepto puro de "democracia liberal" nace de la corriente del liberalismo político.

Estructura

Eduskunta. Existen varias naciones y territorios que afirman ser los primeros en establecer el sufragio universal. El Gran Ducado de Finlandia tenía sufragio universal completo en 1906.

Las democracias liberales actuales suelen basarse en el sufragio universal, concediendo a todos los ciudadanos adultos el derecho al voto sin tener en cuenta su etnia, sexo o riqueza. Sin embargo, y en especial históricamente, algunos países considerados democracias liberales han tenido un sufragio limitado. En algunos lugares es necesario registrarse para poder votar. Las decisiones tomadas mediante procesos electorales no son tomadas por todos los ciudadanos, sino sólo por aquellos que se han decidido a votar.

Las elecciones deberían ser libres y justas y el proceso político, competitivo. El pluralismo político se suele definir como la presencia de varios partidos políticos.

Toda Constitución democrática liberal define el carácter democrático del Estado. El objetivo de una Constitución es frecuentemente el de fijar límites en la autoridad del gobierno. La tradición política americana enfatiza la separación de poderes, la judicatura independiente y un sistema de observación y control entre los distintos poderes. Muchas de las democracias europeas se centran más en la importancia de constituirse en un Estado de Derecho. La autoridad gubernamental es ejercida de forma legítima solamente en armonía con las leyes escritas y promulgadas de acuerdo con los procedimientos establecidos. Muchas democracias utilizan el federalismo (también conocido como separación vertical de poderes) que reparte el poder entre los gobiernos municipales, regionales y nacionales, para prevenir la concentración del poder e incrementar la participación ciudadana.

Derechos y libertades

Los criterios más frecuentes para distinguir las democracias liberales toman la forma de derechos y libertades específicos. Los más claros ejemplos son:

En la práctica, las libertades democráticas están limitadas. Hay limitaciones legales como el copyright o las leyes contra la difamación. Hay también limitaciones a los discursos antidemocráticos, contra los discursos en contra de los derechos humanos o aquellos que hacen apología del terrorismo. En los Estados Unidos, durante la Guerra Fría, restricciones de este tipo fueron aplicadas a los simpatizantes del comunismo. Actualmente esto se aplica a las organizaciones que promueven el terrorismo o la incitación al odio racial o religioso. Ejemplos de ello son las leyes antiterroristas, la ilegalización de ciertos partidos políticos o la clausura de las emisiones por satélite de Hezbolá. Los críticos claman en contra de estas limitaciones pues opinan que pueden ir demasiado lejos y provocar que los procesos judiciales dejen de ser justos y correctos.

La justificación común para estos límites es que es necesario garantizar la existencia de la democracia, o la existencia de las libertades por sí mismas. Por ejemplo, el permitir la libertad de expresión para los defensores del genocidio mina el derecho a la vida y la seguridad. Existe división de opiniones en relación a hasta cuanto se puede extender la democracia, en incluir en ella a sus enemigos. Si los grupos que se excluyen por estas razones representan una parte relativamente pequeña de la población, ese país puede seguir siendo considerado una democracia liberal. Algunos argumentan que esto no difiere mucho de los regímenes personales en que se persigue a la oposición, si bien estas restricciones no son tan severas y afectan a un número reducido de personas. Otros remarcan que las democracias son diferentes. Al menos en teoría, también los opositores a la democracia tienen derecho al debido proceso. En principio, las democracias permiten críticas y cambios en los líderes de la política y la economía; lo que está prohibido es realizarlos de forma violenta o promover alcanzarlos de ese modo.

Precondiciones

Aunque no son partes del gobierno como tales, la presencia de una clase media y de una tolerante y floreciente sociedad civil suelen ser vistas como precondiciones para la democracia liberal.

En países sin una fuerte tradición democrática, la simple introducción de las elecciones libres raramente ha bastado para alcanzar la transición de la dictadura a la democracia; es necesario un cambio mucho mayor en la cultura política así como la formación gradual de las instituciones democráticas. Hay varios ejemplos, como en América Latina, de países que sólo pudieron mantener la democracia de forma temporal o limitada hasta que sucedieron cambios culturales mayores que permitieron aplicar la voluntad de la mayoría.

Uno de los aspectos clave de la cultura democrática es el concepto de "oposición leal". Éste es un cambio cultural especialmente complicado de alcanzar en naciones donde las transiciones de poder se han hecho históricamente mediante la violencia. La expresión viene a significar que todas las partes comparten unos mismos valores democráticos, de manera que un grupo político puede no estar de acuerdo con otro, pero debe siempre tolerar sus ideas y nunca intentar imponerlas por la fuerza. Las reglas de juego de la sociedad deben animar a la tolerancia y civismo en los debates públicos. En una sociedad así, los perdedores aceptan la decisión de los votantes una vez finalizadas las elecciones, y permiten una transferencia pacífica de poder. Los perdedores están seguros de que no perderán ni su vida ni su libertad, y que podrán continuar participando en la vida pública. No son leales a la política específica del gobierno, pero sí lo son a la legitimidad fundamental del Estado y al proceso democrático.

Los orígenes de la democracia liberal

La democracia liberal toma sus orígenes (y su nombre) de la época de la Ilustración europea. En aquel momento casi todos los estados de Europa eran monarquías, con el poder político ostentado por el rey o por la aristocracia. La posibilidad de la democracia no había sido considerada de forma seria por la teoría política desde la época grecorromana, y la creencia inherente a ella era la de la inestabilidad y el caos debido a los caprichos de la gente. Más adelante llegó a creerse que la democracia era algo antinatural, pues los humanos eran vistos como malvados por naturaleza, violentos y necesitados de un líder fuerte que reprimiera sus impulsos destructivos. Muchos de los reyes europeos mantenían que su poder había sido inspirado por Dios, y que cuestionarlo era prácticamente una blasfemia.

Estas ideas convencionales fueron desafiadas en un primer momento por un pequeño grupo de intelecuales ilustrados, quienes creían que los problemas humanos deberían ser guiados por la razón y los principios de libertad e igualdad. Argumentaban que todos los hombres habían sido creados iguales y por tanto la autoridad política no podía justificarse basándose en la "sangre azul", una supuesta conexión privilegiada con Dios, o cualquier otra característica que fuese alegada para hacer a una persona superior a otras. Finalmente pensaban que el gobierno estaba para servir al pueblo y no al revés, y que las leyes habían de ser aplicadas tanto a quienes gobiernan como a los gobernados (Estado de Derecho).

A finales del Siglo XVIII, estas ideas inspiraron la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa, que dieron a luz a la ideología del liberalismo e instituyeron formas de gobierno que intentaron llevar a la práctica los principios de los filósofos ilustrados. Ninguna de estas formas de gobierno era precisamente la que hoy llamamos democracia liberal (la diferencia más significativa es que el derecho a voto estaba restringido a una minoría de la población) pero eran una especie de prototipos de la democracia liberal actual. Desde que los simpatizantes de estas formas de gobierno fuesen conocidos como liberales, los propios gobiernos comenzaron a ser llamados "democracias liberales".

Cuando fueron fundadas las primeras democracias liberales, sus simpatizantes eran vistos como un grupo extremista y peligroso que amenazaba la paz y estabilidad internacional. Los absolutistas que se oponían al liberalismo y a la democracia se consideraban los defensores de los valores tradicionales y del orden natural de las cosas, y su crítica a la democracia parecía justificada cuando Napoleón Bonaparte tomó el control de la joven Primera República Francesa, reorganizada como el Primer Imperio Francés y comenzó su proceso de conquista de Europa. Napoleón fue finalmente derrocado y se formó la Santa Alianza como medio de prevención de cualquer intento posterior de instaurar el liberalismo o la democracia en Europa. Sin embargo, los ideales liberales democráticos pronto se extenderían entre la población, y hacia el Siglo XIX la monarquía tradicional entró en un estado de defensa continuada. Las reformas y revoluciones ayudaron a que la mayoría de los países europeos se acercasen a la democracia liberal. El liberalismo dejó de ser una opción extrema y pasó a ser la corriente dominante en política. Al mismo tiempo, aparecieron ciertas ideologías no liberales que tomaron el concepto de democracia liberal y lo reformaron a su manera. El espectro político cambió: la monarquía tradicional se fue convirtiendo en una idea extremista mientras la democracia liberal fue calando en la gente hasta ocupar la posición dominante en la política. A finales del Siglo XIX, la democracia liberal ya no era solamente una idea "liberal", sino que era apoyada por diferentes ideologías. Tras la Primera Guerra Mundial y especialmente después de la Segunda, la democracia liberal alcanzó una posición dominante entre las teorías de gobierno y hoy en día es apoyada por la inmensa mayoría del espectro político.

Tipos de democracias liberales

Monarquías parlamentarias

La democracia liberal es a veces el sistema de gobierno de facto aunque a veces se organice como monarquía parlamentaria. Tanto en las repúblicas democráticas como en las monarquías parlamentarias el soberano es el mismo sujeto: el pueblo, y es esto lo que permite caracterizar a ambas como democracias. Sin embargo, se diferencian en que la jefatura del Estado está ocupada en el caso de estas últimas por un monarca hereditario.: por ejemplo, con sus diferencias las monarquías de España o el Reino Unido.

Muchos discrepan de cualquier forma de privilegio hereditario, incluida la monarquía. Los monárquicos afirman que la monarquía en esos países no es más que algo ceremonial más que político.

Representación proporcional y plural

El sistema de escrutinio uninominal mayoritario asigna puestos según las mayorías dentro de una circunscripción. El partido político o candidato que recibe más votos gana el puesto por esa circunscripción. Hay otros sistemas democráticos, como las distintas formas de representación proporcional, que asignan puestos según la proporción de votos individuales que un partido recibe en todo el país o en una determinada región.

Uno de los puntos principales de conexión entre ambos sistemas es la existencia de representantes efectivos para cada región pero partiendo de la base de que el voto valga lo mismo independientemente de su región de procedencia.

Algunos países como Alemania y Nueva Zelanda resuelven el conflicto entre ambas formas de representación teniendo dos tipos de escaños en las cámaras bajas de sus parlanentos federales. Los escaños del primer tipo son asignados según la población de las regiones, y los restantes son asignados de acuerdo a la proporción de los votos obtenidos por los partidos en el país. Este sistema es conocido como representación proporcional mixta.

Sistemas presidencialistas y parlamentarios

Un sistema presidencialista es una forma de gobierno de una república donde el poder ejecutivo es elegido separadamente del legislativo. Un sistema parlamentario se distingue por que el poder ejecutivo depende de manera directa o indirecta del Parlamento, dependencia expresada por las mociones de confianza y de censura.

El sistema presidencialista democrático se ha hecho popular en América Latina, África y algunos lugares de la Unión Soviética, siendo el ejemplo más claro el de los Estados Unidos. Las monarquías constitucionales (controladas por parlamentos electos) son populares en algunos países europeos (Reino Unido, España, etc.) y en algunas antiguas colonias separadas de forma pacífica, como Australia y Canadá. Antiguos territorios británicos como Sudáfrica, India, Irlanda o los Estados Unidos optaron por otras formas de gobierno tras su independencia. El sistema parlamentario es popular en la Unión Europea y los países vecinos.

Características a la democracia liberal

Democracia directa

Algunas personas argumentan que la "democracia liberal" no respeta la voluntad de la mayoría (excepto en la elección de representantes). La "libertad" de la voluntad de la mayoría está restringida por la Constitución o leyes precedentes. Por otra parte, el poder es realmente ostentado por un grupo de representantes relativamente pequeño. Así, el argumento sigue con que la "democracia liberal" no es más que una oligarquía disfrazada, siendo lo preferible la democracia directa. Las nuevas tecnologías pueden permitir la implantación de sistemas como la democracia electrónica.

Otros dirían que sólo una democracia liberal puede garantizar las libertades individuales de sus ciudadanos y prevenir la conversión a una dictadura. La aplicación de la voluntad de la mayoría sin moderación alguna podría llevar a la opresión de las minorías. Un argumento utilizado en sentido contrario es que los líderes electos serían más capaces y estarían más interesados en los temas a tratar que el votante medio, que debería esforzarse mucho en recopilar la información necesaria para luego discutir y votar sobre ella.

Algunas democracias liberales tienen ciertos elementos de participación directa como pueden ser los referendos o plebiscitos. En países como Suiza o Uruguay se emplean para pulsar la opinión popular sobre infinidad de cuestiones legales, mientras que en otros quedan limitados a temas de extrema importancia como es, en España, la reforma de las llamadas "señas de identidad" de la Constitución de 1978, principios básicos en su elaboración (Título Preliminar; sección 1 del capítulo 2 del título I, referido a los derechos y libertades fundamentales; y el Título II, referido a la jefatura del Estado), así como algunos acuerdos de gran trascendencia en la vida pública (adhesión a tratados internacionales, por ejemplo).

Conflictos étnicos y religiosos

Por razones históricas, muchos estados no son homogéneos cultural ni étnicamente hablando, e incluso puede haber marcadas diferencias de raza, idioma, religión o cultura. De hecho, algunos grupos pueden ser activamente hostiles hacia otros. Una democracia, que por definición permite la participación masiva en la toma de decisiones teóricamente también permite el uso del proceso político contra los grupos "enemigos". Esto puede ser especialmente visible durante los procesos de democratización, si el gobierno autoritario anterior oprimió a ciertos colectivos. Esto es visible también en democracias ya establecidas, sobre todo en forma de populismo racista o contra la inmigración. Sin embargo, también es cierto que las peores represiones tuvieron lugar en estados en los que no estaba establecido el sufragio universal, como el apartheid en Sudáfrica o el caso de la Alemania Nazi.

A la caída de la Unión Soviética y democratización parcial de los estados del bloque soviético siguieron guerras y guerras civiles en la antigua Yugoslavia, en el Cáucaso y en Moldavia. Sin embargo, las estadísticas muestran que a la caída del comunismo y al aumento del número de estados democráticos acompañó un repentino aumento de las guerras entre estados, étnicas, revoluciones, pobreza... así como el número de refugiados y desplazados.[1]

Burocracia

Una crítica persistente que los liberales libertarios y de los monárquicos achacan a la democracia es que anima a los representantes electos a cambiar las leyes sin necesidad alguna para ir poco a poco cambiando todo el sistema legal. Esto es visto en cierto modo pernicioso. Las nuevas leyes recortan el alcance de las anteriores libertades privadas. Las leyes modificadas repetidamente dificultan a la gente respetuosa con las normas mantenerse al día. Esto puede incitar a las fuerzas del orden a hacer un uso incorrecto de su poder. La contestada complicación continua de las leyes puede ser contraria a la ley natural sencilla y eterna, aunque no hay un consenso sobre lo que esta "ley natural" es, incluso entre sus defensores. Aquellos que apoyan la democracia señalan que la burocracia compleja y las regulaciones eran propias de las dictaduras, como en muchos de los antiguos estados comunistas.

Las democracias liberales son también criticadas por la lentitud y complejidad en la toma de decisiones.

Estudio a corto plazo

Las democracias liberales modernas, por definición, permiten los cambios regulares de gobierno. Esto ha llevado a una crítica generalizada sobre su trabajo a corto plazo. En cuatro o cinco años los gobiernos deberán volver a afrontar unas elecciones, y deben pensar en como ganarlas. Este hecho hace que prefieran llevar a cabo políticas que les proporcionen beneficios a corto plazo al electorado (o a los propios políticos) antes de las siguientes elecciones, a otras acciones impopulares cuyos beneficios tarden más en ser apreciados. Esta crítica asume que es posible hacer predicciones a largo plazo acerca de la sociedad, algo que Karl Popper ha criticado con el nombre de historicismo.

Teoría de la elección pública

La teoría de la elección pública es una parte de la economía que estudia el comportamiento de los votantes, políticos y gobernantes durante la toma de decisiones desde la perspectiva de la teoría económica. Un problema estudiado es que cada votante por sí solo apenas tiene influencia y puede tener por tanto cierta "ignorancia racional" sobre temas políticos. Esto puede permitir a los lobbys conseguir subvenciones y cambios legales que les benefician pero que no son buenos para la sociedad en general. Sin embargo, estos grupos pueden tener la misma influencia o incluso más en sistemas no democráticos.

Plutocracia

Ver Plutocracia.

Oclocracia

Ver Oclocracia.

La "tiranía de la mayoría"

La "tiranía de la mayoría" es el miedo de que un gobierno democrático, reflejando el punto de vista de la mayoría, pueda tomar acciones que opriman a una minoría concreta. Teóricamente, la mayoría podría ser solamente una mayoría sobre los que votan y no una mayoría sobre los ciudadanos. En esos casos, una minoría tiraniza a otra en el nombre de la mayoría. Esto puede aplicarse tanto a la democracia directa como a la representativa.

Algunos ejemplos serían:

  • Las minorías pueden ser propensas a las conspiraciones.
  • Varios países europeos han prohibido portar símbolos religiosos en colegios públicos. Los opositores ven esto como una violación del derecho de libertad de culto. Sus defensores lo ven como consecuencia de la separación Iglesia-Estado.
  • La prohibición de la pornografía es típicamente determinada porque se supone que la mayoría está de acuerdo con ello.
  • El uso recreativo de las drogas está típicamente legalizado (o al menos tolerado) hasta el grado de que la mayoría lo encuentra aceptable. Los usuarios pueden verse a sí mismos como una minoría oprimida, víctima de una guerra injustificada contra la droga.
  • El tratamiento que la sociedad hace de la homosexualidad también puede incluirse. Hasta hace algunas décadas las acciones consideradas propias de homosexuales estaban duramente castigadas en las democracias, incluso aún lo están en algunas, reflejando la moral religiosa o sexual de la mayoría.
  • La democracia ateniense y la norteamericana en sus principios permitían la esclavitud.
  • La mayoría a menudo grava a las minorías más pudientes con tramos impositivos más elevados, con la intención de que esos impuestos se conviertan en una carga para ellos en favor de la sociedad. Sin embargo, esto normalmente queda contrarrestado hasta cierto punto por su más fácil acceso a consejeros expertos (asesores fiscales y abogados).
  • En las democracias occidentales desarrolladas, los pobres forman una minoría de la población que queda en desventaja respecto de una mayoría se queja cuando suben las comisiones bancarias. Más grave es el caso en que, cuando los pobres forman una clase baja diferenciada, la mayoría puede aprovecharse del proceso democrático para reducir o eliminar las ayudas sociales del estado.
  • [2]​Un ejemplo citado con frecuencia de "tiranía de la mayoría" es la llegada al poder de Adolf Hitler mediante procedimientos democráticos. El partido Nazi consiguió el mayor número de votos de las elecciones al Reichstag efectuadas durante la República de Weimar en 1932 y luego Hitler utilizó este factor como una de sus armas para presionar en la obtención de la Cancillería (Lo que obtuvo en 1933). Algunos consideran que esto es un ejemplo de "tiranía de la minoría", debido a que nunca consiguieron la mayoría absoluta, pero es muy común que quien ha obtenido la mayoría relativa ejerza el poder en las democracias, así que la subida al poder de Hitler no puede ser considerada irrelevante. Sin embargo, sus violaciones a gran escala de los derechos humanos tuvieron lugar tras la abolición del sistema democrático. Además, la Constitución de Weimar permitía en caso de "emergencia" que el canciller tomase el poder absoluto y cancelar los derechos fundamentales sin necesidad de aprobación alguna, algo que no es posible en las democracias liberales actuales.

Los defensores de la democracia presentan diversos argumentos en favor de la "tiranía de la mayoría". Uno es que la presencia de una Constitución que protege los derechos de todos los ciudadanos en la mayoría de los países democráticos funciona como salvaguarda. Generalmente, los cambios en estas constituciones requieren la aprobación por parte de una mayoría cualificada de los representantes electos, de un juez y un jurado que opinen que se han seguido de forma evidente los procesos correctos, o la opinión de la cámara de representantes antes y después de unas elecciones o incluso un referéndum. Estos requisitos a menudo están combinados. La separación de poderes en poder legislativo, ejecutivo y judicial también dificulta a una pequeña mayoría imponer su voluntad. Esto significa que una mayoría puede coaccionar legalmente a una minoría (si bien es éticamente cuestionable), pero una minoría sería muy pequeña y, en la práctica, es más difícil obtener una mayor proporción de gente que aprueba tales acciones.

Otro argumento es que las mayorías y las minorías pueden tomar posiciones marcadamente diferentes en diferentes temas. La gente a menudo está de acuerdo con la mayoría en algunas cosas y con la minoría en otras, pues la opinión de las personas varía. Así, los miembros de una mayoría pueden limitar la opresión de una minoría puesto que en el futuro ellos mismos pueden convertirse en minoría.

Un tercer argumento muy empleado es que, a pesar de los riesgos, el uso de la voluntad de la mayoría es preferible a otros sistemas, y la tiranía de la mayoría es en todo caso mejor que la de la minoría. Todos los posibles problemas mencionados hasta ahora pueden tener también lugar en sistemas no democráticos con el problema añadido de que la minoría en el poder puede oprimir a la mayoría. Los defensores de la democracia sostienen que las estadísticas afirman de forma concluyente que un mayor grado de democracia lleva a experimentar menos problemas internos. Esto es formulado a veces como la Ley de Rummel, que afirma que cuanta menos libertad democrática tiene un pueblo, más probable es que se produzcan genocidios por parte de los poderosos.

Dictadura de la burguesía

Algunos marxistas, comunistas, socialistas y anarquistas de izquierda, argumentan que la democracia liberal, es constitutivamente basada en clases, por lo que nunca puede ser democrática ni participativa. Se la conoce como democracia burguesa porque en última instancia los políticos luchan sólo por los derechos de la burguesía. De acuerdo con Marx, la representación de los intereses de las diferentes clases es proporcional a la influencia que la influencia económica que una clase particular puede comprar (a través de sobornos, la transmisión de la propaganda, el chantaje económico, la campaña "donaciones", etc.) Por lo tanto, el interés público, en las llamadas democracias liberales, está dañado sistemáticamente por la riqueza de las clases lo suficientemente ricos para ganar (la aparición de) la representación. Debido a esto, las democracias multipartidistas bajo la ideología capitalista siempre se distorsionan y antidemocrático, su funcionamiento sólo la promoción de los intereses de clase de los propietarios de los medios de producción.

De acuerdo con Marx, la clase burguesa se ​​convierte en ricos a través de una unidad de apropiarse de la plusvalía de las labores creativas de la clase obrera. Esta unidad obliga a la clase burguesa para amasar fortunas cada vez mayores al aumentar la proporción de la plusvalía mediante la explotación de la clase obrera a través de la limitación términos y condiciones lo más parecidas a los niveles de pobreza como sea posible de los trabajadores. (Por cierto, esta obligación demuestra el claro límite a la libertad burguesa, incluso para la propia burguesía.)

Así, según Marx, las elecciones parlamentarias no son más que un cínico intento sistemático de engañar a las personas al permitirles, de vez en cuando, para apoyar una u otra de las opciones predeterminadas de la burguesía de qué partido político puede defender mejor los intereses de los capital. Una vez elegido, este parlamento, como una dictadura de la burguesía, promulga reglamentos que apoyen activamente los intereses de su verdadera circunscripción, la burguesía.

Vladimir Lenin afirmó que la democracia liberal, simplemente se había utilizado para dar una ilusión de la democracia, mientras manteniendo la dictadura de la burguesía. En resumen, las elecciones populares no son más que la apariencia de tener el poder de decisión de quién de los de la clase dominante, es lo tergiversador del pueblo en el parlamento.

Estabilidad política

Un argumento en favor de la democracia es que creando un sistema donde el pueblo pueda cambiar gobiernos sin cambiar la bases legales, se reduce la incertidumbre e inestabilidad políticas y se asegura que si los ciudadanos no están de acuerdo con la política del gobierno de turno, podrán cambiarlo en las próximas elecciones o utilizar mecanimos como la revocatoria del mandato para terminar con ellos antes del periodo establecido. Esto es preferible a un sistema en que los cambios políticos tengan lugar a través de la violencia.

Algunos piensan que la estabilidad política puede ser considerada como excesiva cuando el partido en el poder es el mismo durante mucho tiempo. Por otra parte, esto es algo más común en los sistemas no democráticos, aunque existen excepciones notables como el caso del PRI en México.

Una característica notable de las democracias liberales es que sus oponentes (aquellos que buscan su abolición) rara vez ganan unas elecciones. Los defensores emplean esto como argumento para sostener su idea de que la democracia liberal es estable de forma inherente y que sólo puede ser derrocada por la fuerza, mientras que sus oponentes argumentan que el sistema está en su contra por naturaleza pese a la supuesta imparcialidad. En el pasado, se temía que la democracia pudiese ser fácilmente aprovechada por líderes con aspiraciones dictatoriales que alcanzasen el poder en unas elecciones. Sin embargo, el número de democracias liberales que han elegido como gobernantes a futuros dictadores es bajo. Cuando esto ocurre, suele ser tras una gran crisis que ha provocado que el pueblo no confíe en el sistema o bien en democracias jóvenes o mal establecidas. Algunos ejemplos serían el ascenso al poder de Adolf Hitler en Alemania tras unas elecciones o cómo Napoleón III se convirtió en el primer Presidente de la Segunda República Francesa para luego proclamarse Emperador.

Respuesta eficaz en tiempo de guerra

En una democracia liberal, por definición, los poderes no están concentrados. Una crítica a esto es que podría suponer una desventaja para un estado en tiempo de guerra, cuando se necesita una respuesta rápida y unificada. Normalmente los Parlamentos deben dar su consentimiento antes de comenzar una ofensiva militar, aunque a veces el Gobierno puede ordenarlo por sí solo mientras mantenga informado a la cámara o cámaras. Sin embargo, en caso de ataque contra el país, no se necesita consentimiento para las operaciones defensivas. La gente puede votar en contra de un ejército popular. Los ejércitos de las monarquías y dictaduras pueden, en teoría, actuar de forma inmediata.

Sin embargo, actuales estudios muestran que las democracias tienen más posibilidades de ganar las guerras que los países no democráticos. Una explicación lo atribuye en principio a la "transparencia de las políticas aplicadas y a la estabilidad de las preferencias de los gobernantes, de manera que una vez determinadas éstas, son más capaces de colaborar con sus aliados en el manejo de la situación de guerra". Otras investigaciones lo atribuyen a la superior movilización de recursos o que las democracias suelen entrar únicamente en guerras en que tengan altas probabilidades de ganar.[3]

Stam and Reiter (2002, p. 64-70) también destacan que el énfasis en la individualidad propio de las sociedades democráticas lleva a que sus soldados luchen con más iniciativa y guiados por un fuerte liderazgo. Los oficiales en las dictaduras son a menudo seleccionados por su lealtad política más que por su capacidad militar, aparte de poder ser escogidos únicamente de entre una reducida clase poderosa o grupo religioso o étnico que apoye al régimen. Esto suele excluir a buena parte de los oficiales más capacitados. Los líderes no democráticos pueden responder de forma violenta a cualquier tipo de crítica o desobediencia. Esto puede hacer que soldados y oficiales teman alzar cualquier objeción o hacer algo sin autorización explícita. La falta de iniciativa puede ser particularmente negativa en las formas modernas de guerra. Los soldados enemigos pueden rendirse de modo más fácil a los ejércitos de las democracias puesto que esperan un buen trato como prisioneros de guerra. La Alemania Nazi mató a casi 2/3 de los soldados soviéticos capturados. El 38% de los soldados americanos apresados por Corea del Norte en la Guerra de Corea fueron asesinados.

Mejor información sobre y corrección de los problemas

Un sistema democrático puede proveer mejor información para las decisiones políticas. La información que refute las ideas a estudiar puede ser más fácilmente ignorada en las dictaduras, incluso si advierte de problemas graves o a muy corto plazo. Además las democracias poseen medios para reemplazar a los líderes ineficientes. Por ello los problemas de larga duración y las crisis de todo tipo son más comunes en los regímenes autoritarios.[4]

Corrupción

Investigaciones del Banco Mundial sugieren que las instituciones políticas son extremadamente importantes a la hora de determinar la prevalencia de la corrupción: la democracia, los sistemas parlamentarios, la estabilidad política y la libertad de prensa están asociadas a la baja corrupción.[5]

Crecimiento económico y crisis financieras

Estadísticamente, un alto grado de democracia y el crecimiento del PIB per cápita están relacionados. Sin embargo, existe cierto desacuerdo sobre cuánto de cierto es esto. Una observación al respecto es que la democracia sólo pudo extenderse por el mundo tras la revolución industrial y la introducción del capitalismo. Por otro lado, comentar que la revolución industrial se inició en Inglaterra, uno de los países más democráticos de la época.

Varios estudios estadísticos apoyan la teoría de que cuanto más arraigado está el capitalismo (algo que se puede medir mediante los Índices de Libertad Económica empleados en ciertos de estudios por investigadores independientes)[6]​ mayor es el crecimiento económico y por tanto se incrementa la prosperidad general, se reduce la pobreza y se favorece la democratización. Ésta es una tendencia estacional, y hay excepciones individuales como la India, país democrático pero que no podría decirse próspero económicamente, o Brunéi, que tiene un elevado PIB pero nunca ha sido democrático. Hay otros estudios que sugieren que la democracia hace aumentar la libertad económica aunque unos pocos encuentren pequeños efectos negativos.[7][8][9][10][11][12]​ Una objeción puede ser que países como Suecia o Canadá quedan encuadrados por debajo de otros como Chile y Estonia en los Índices de Libertad Económica, aún teniendo Suecia y Canadá mayor renta per cápita. Sin embargo, esto es un error de comprensión, los que los estudios indican son los efectos sobre el crecimiento económico y así esa futura renta per cápita será mayor con una mayor libertad económica. También debería tenerse en cuenta que según los índices Suecia y Canadá están entre los países más capitalistas del mundo gracias a factores como un consolidado Estado de derecho, un fuerte derecho a la propiedad y pocas restricciones al libre comercio. Los críticos afirman que el Índice de Libertad Económica y otros métodos empleados no miden el grado de capitalismo, prefiriendo otra definición.

Algunos sostienen que el crecimiento económico asegura automáticamente la transición hacia la democracia, en países tales como China. Sin embargo, otros rechazan esta idea. Aunque el crecimiento económico ha sido en el pasado causa de procesos de democratización, puede que no sea así en el futuro. Además los dictadores saben como controlar sus países de modo que se produzca crecimiento económico sin apenas conceder libertades políticas.[13]

Un alto nivel de exportaciones de petróleo y minerales está fuertemente asociado a regímenes no democráticos, algo que se aplica no sólo a Oriente Medio si no a todo el mundo. Los dictadores cuyos países viven de estas industrias pueden gastar más en sus dispositivos de seguridad y proporcionar beneficios que disminuyen el malestar social. Además, esta bonanza económica no va seguida de los cambios sociales y culturales que posibilitan la transformación de las sociedades en crecimiento económico.[14]

Un reciente meta-análisis concluye que la democracia no tiene efectos directos sobre el crecimiento económico. Sin embargo, sí que produce de forma indirecta efectos que contribuyen al desarrollo. La democracia está asociada con una mayor acumulación de capital humano, menor inflación, menor inestabilidad política y mayor Índice de Libertad Económica.[15]

Dejando el Lejano Oriente, durante los últimos 40 años las democracias pobres han visto crecer sus economías un 50% más rápido que los países autoritarios. La economía de democracias como las de los Países Bálticos, Botsuana, Costa Rica, Ghana o Senegal han crecido más rápidamente que las de otros países no democráticos como Angola, Siria, Uzbekistán o Zimbabue.[4]

De las 80 peores catástrofes financieras de las últimas cuatro décadas, sólo 5 ocurrieron en democracias. De forma similar, las democracias pobres tienen la mitad de probabilidades que un régimen no democrático de sufrir una caída del 10% en el PIB en un sólo año.[4]

Hambrunas y refugiados

Un importante economista, Amartya Sen, advirtió que las democracias ineficaces incluso han sufrido hambrunas a gran escala.[16]​ Esto incluye a las democracias que no han sido muy prósperas a lo largo de la historia, como la India, cuya última gran hambruna tuvo lugar en 1943 y fue precedida de muchas otras durante el dominio británico del siglo XIX. Sin embargo, otros defienden que la hambruna de Bengala de 1943 fue consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.

Las crisis humanitarias suelen ocurrir en países no democráticos. Analizando el flujo de refugiados en los últimos veinte años, se puede ver que casi 90 sucesos tuvieron lugar en regímenes autoritarios.[17]

Desarrollo humano

La democracia está correlacionada con una mayor puntuación en el índice de desarrollo humano y una menor relevancia en el índice de pobreza.

Las democracias pobres tienen mejor educación, mayor esperanza de vida, menor mortalidad infantil, más fácil acceso al agua potable y mejor sanidad que las dictaduras pobres. Esto no es debido a mayores niveles de ayuda exterior o a mayores gastos sobre el PIB en educación o salud. Lo que realmente ocurre es que se gestionan mejor los recursos disponibles.[17]

Ciertos indicadores de sanidad (esperanza de vida, mortalidades infantil y maternal) están más fuertemente relacionados con la democracia que otros económicos como el PIB per cápita, el porcentaje de sector servicios o la balanza de pagos.[18]

En las democracias post-comunistas, tras su declive inicial, se experimentó un importante aumento en su esperanza de vida.[19]

Teoría de la paz democrática

Numerosos estudios basados en diferentes tipos de datos, definiciones y análisis estadísticos han dado soporte a la teoría de la paz democrática. La idea original es que las democracias liberales nunca han entrado en guerra con otras democracias liberales. Investigaciones más recientes han extendido la teoría y concluyen que las democracias tienen menos disputas militares internacionales (conflictos con menos de 1000 bajas en combate) con otras, que esos conflictos cuando han ocurrido entre democracias han causado menos muertos, y que las democracias sufren menos guerras civiles.[20]

Hay varias críticas a esta teoría, incluyendo guerras históricas específicas y que la correlación no es lo mismo que la causa.

Derechos y libertades

Los derechos y libertades de los ciudadanos de las democracias liberales suelen verse como algo beneficioso.

Referencias

  1. "Tendencias sobre conflictos globales - Midiendo la paz sistemática". Center for Systemic Peace. Obtenido el 19 de febrero de 2006. En inglés.
  2. Evans, Richard J. La llegada del Tercer Reich. Barcelona. Ediciones Península, 2005. pp. 329-348.
  3. "Sinergia democrática y victorias bélicas, 1816–1992". Ajin Choi (2004). International Studies Quarterly, Volume 48, Number 3, September 2004, págs. 663-682(20). En inglés.
  4. a b c «La ventaja de la democracia: Cómo las democracias promueven la prosperidad y la paz». Carnegie Council. Archivado desde el original el 27 de noviembre de 2015. 
  5. "Contabilidad y corrupción: el problema de las instituciones políticas". Daniel Lederman, Normal Loaza, Rodrigo Res Soares. Noviembre de 2001. World Bank Policy Research Working Paper No. 2708. SSRN 632777. En inglés.
  6. Liberad el mundo. Trabajo publicado empleando las investigaciones económicas de Freedom of the World, obtenido el 19 de febrero de 2006.
  7. "Los beneficios de la libertad económica: un sondeo". Nicclas Bergren, 2002. Obtenido el 19 de febrero de 2006. En inglés.
  8. "Revisión de la obra de Robert J. Barro, Determinantes del crecimiento económico: un estudio empírico de campo". John W. Dawson, 1998. Economic History Services. Obtenido el 19 de febrero de 2006. En inglés.
  9. "Libertad económica y política y progreso económico: un análisis causal". W. Ken Farr, Richard A. Lord, J. Larry Wolfenbarger, 1998. Cato Journal, Vol 18, No 2.
  10. "Libertad política y económica". Wenbo Wu, Otto A. Davis, 2003. Encyclopedia of Public Choice. Carnegie Mellon University, National University of Singapore.
  11. "Terminando con la pobreza masiva". Ian Vásquez, 2001. Cato Institute. Obtenido el 19 de febrero de 2006.
  12. Susanna Lundström, (April 2002). "Los efectos de la democracia en diferentes categorías de la libertad económica". Obtenido el 19 de febrero de 2006.
  13. "Desarrollo y democracia". Bruce Bueno de Mesquita, George W. Downs, 2005. Foreign Affairs, Septiembre/octubre de 2005. En inglés.
    "Por qué las democracias sobresalen". Joseph T. Single, Michael M. Weinstein, Morton H. Halperin, 2004. Foreign Affairs, Septiembre/octubre de 2004. En inglés.
  14. Ross, Michael Lewin (2001). «¿El petróleo entorpece la democracia?». World Politics 53 (3): 325-361. 
  15. Doucouliagos, H., Ulubasoglu, M (2006). «Democracia y crecimiento económico. Un metaanálisis». School of Accounting, Economics and Finance Deakin University Australia. 
  16. Amartya Sen, 1999. "La democracia como valor universal". Journal of Democracy, 10.3, 3-17. Johns Hopkins University Press.
  17. a b «La ventaja de la democracia: Cómo las democracias promueven la prosperidad y la paz». Carnegie Council. Archivado desde el original el 27 de noviembre de 2015. 
  18. Franco, Álvaro, Carlos Álvarez-Dardet y Maria Teresa Ruiz (2004). «Efectos de la democracia en la sanidad». BMJ (British Medical Journal) 329 (7480): 1421-1423. 
  19. Marin McKee y Ellen Nolte (2004). «Lecciones sobre sanidad durante la transición al comunismo». BMJ (British Medical Journal) 329 (7480): 1428-1429. 
  20. Håvard Hegre, Tanja Ellington, Scott Gates y Nils Petter Gleditsch (2001). «¿Hacia una paz civil y democrática? Oportunidades, quejas y Guerras Civiles (1816-1992)». American Political Science Review 95: 33-48. 

Véase también