Mohamed VI de Marruecos
Uno de los más célebres humoristas marroquíes le ha cambiado el título. Mohamed VI ya no es Majestad, sino Majesquí. Este juego de palabras se debe a la afición del soberano a los deportes de nieve. Esta nota de frivolidad contrasta con la trayectoria de un príncipe, hoy rey, que ha estudiado a fondo, en la Escuela Coránica del Palacio Real, las raíces de las creencias de su pueblo, sin olvidarse ni un sólo instante de la realidad del mundo que le rodea.
El segundo hijo de Hassan II (su hermana Lalla Mariam le precede) comenzó bien joven a desempeñar labores de representación de su país. A los diez años acudió a los funerales de Georges Pompidou, en la catedral de Nôtre-Dame. Pero, tal vez, el bautizo de fuego en cuanto a actos oficiales como heredero del trono alauí se dio en 1995, cuando hubo de sustituir a su padre ante la Asamblea General de la ONU.
Cuando el 23 de julio de 1999, tras la muerte de su padre, fue proclamado rey de Marruecos, adoptó el nombre de su abuelo, convirtiéndose para la posteridad en Mohamed VI.
Cuando el pueblo alauita aún lloraba la muerte de Hassan II, él ya se había puesto manos a la obra para hacer de Marruecos un país moderno y muy atento a los más necesitados. Como declaró en numerosas ocasiones: "Otorgaremos también nuestra atención al problema de la pobreza que padece una parte de nuestro pueblo". Un pueblo que pronto confió en la mano joven, y vital, del hijo de su amado rey. Marruecos, según un estudio realizado bajo el auspicio del Banco Mundial, ha experimentado un importante retroceso en los noventa: en esta década el número de pobres aumentó en la escalofriante cifra de un 50 por ciento.
Éste es el gran reto del joven rey: reducir al máximo unas cifras visibles con sólo viajar a cualquiera de las ciudades de un reino tan bello como pobre. Y en eso está.
Mientras en cuestiones políticas su actividad ha sido trepidante (interrumpida en ocasiones por esos momentos de ocio que incluyen deporte y música), en el amor se ha mantenido extremadamente discreto y reservado. Eligió a su hermana mayor, por la que siente auténtica adoración, para hacer las veces de Primera Dama. En la actualidad, la rumorología parece haber encontrado un viso de realidad: el rey, con 38 años de edad, pudiera haber decidido al fin quién va a acompañarle en la ardua tarea de reinar. Se trata, al decir de los medios, de Salma Benani, una bella joven "muy preparada que trabaja como ingeniera", hija de uno de los más importantes ejecutivos del grupo bancario Wafabank.