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Diferencia entre revisiones de «Distrito de Miraflores (Lima)»

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==Curiosidades==
Se llama Miraflores porque hay muchas flores

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Plantilla:Distrito del Perú

Archivo:ACANTILADOS-1-.JPG
Skyline de Miraflores sobre el acantilado de la Costa Verde
Playa de Miraflores.
Torres Telmex y Marriott en Miraflores.
Iglesia de la Medalla Milagrosa.
Ventiladeros de los Sótanos de Larcomar.

El distrito metropolitano de Miraflores es uno de los 43 distritos de la provincia de Lima, ubicada en el departamento de Lima. Limita al norte con el distrito de San Isidro, al este con el distrito de Surquillo y el distrito de Santiago de Surco, al sur con el distrito de Barranco y al oeste con el océano Pacífico.

Se encuentra dentro del cono urbano de la ciudad de Lima, con una extensión de 9,62 kilómetros cuadrados y una población aproximada de 81.000 habitantes. Este distrito ocupa el puesto 2 en el Índice de Desarrollo Humano de los distritos del Perú, superado solo por el distrito de San Isidro.

Breve historia de Miraflores

Primeros pobladores

La persistente importancia de la fauna marina en el sustento de los antiguos limeños está evidenciada por los conchales o Kiokenmoedings, como los califica Max Uhle (1913), esto es, los montículos de desperdicios de alimentos provenientes del mar. Federico Engel menciona como fuente alimenticia suplementaria la caza de lobos marinos.

El algodón desempeñó una función alimentaria indirecta, al ser empleada su fibra en la confección de redes de pesca. La calabaza, además de su condición de recipiente y de fuente alimenticia, contribuyó también de modo indirecto al sustento al ser usada su corteza en la confección de flotadores para las redes de pesca.

Restos de numerosos villorrios de pescadores sedentarios fueron identificados por Federico Engel a lo largo de prácticamente toda la costa limeña. Señala Engel que con anterioridad a los 3.000 años antes de nuestra era no se construían poblados extensos, salvo excepciones, como el caso de río Seco, 90 kilómetros al norte de Lima, pueblo típico de la “fase con algodón”, o sea, posterior a los 2.500 años antes de nuestra era. A partir de entonces fueron numerosas las aldeas costeras, llegando algunas a alcanzar superficies de hasta 10 hectáreas.

Los centros de administración y culto de mayor magnitud aparecen en los valles de Supe, Chancay, Chillón, Rímac y Lurín. En áreas de la cordillera de los Andes, son contemporáneos los restos de Cotosh/Manos Cruzadas y La Galgada.-HHJJHJHJ

Cultura Lima

La antigua cultura llamada Lima, surgida hacia los siglos II y III de nuestra era, centró su desarrollo en el valle del Rímac, donde se levanta el conjunto arquitectónico de Maranga, y en el de Lurín, donde le corresponde la fase más temprana del santuario de Pachacámac. También le corresponden manifestaciones presentes en los valles de Supe, Paramonga y Huarmey, por el norte y Asia, Omas y Mala, por el sur.

El estilo Lima se manifiesta en una cerámica que se distingue por su decoración geométrica y su color blanco sobre superficie roja oscura y otras veces anaranjada. El monumental complejo de Maranga es, definitivamente, el mayor exponente arquitectónico de la cultura Lima.

Los monumentos de Maranga son piramidales, con rampas y gradas, recintos y almacenes levantados con adobes pequeños. Una de las edificaciones más notables es la huaca Aramburú, ubicada en Lima, en la avenida Venezuela, en terrenos de la ciudad universitaria de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estos centros siguieron vigentes durante la expansión de los waris y luego durante la ocupación inca.

Se inscriben también dentro de este fenómeno cultural, Armatambo, al pie del Morro Solar; Mangomarca, entre el cerro San Cristóbal y Lurigancho; las estructuras de Carabayllo, en el valle del Chillón; la Huaca Pucllana (Juliana), en el distrito de Miraflores, y la de Huallamarca (llamada también Pan de Azúcar), en San Isidro.

El primigenio templo de Pachacámac ofrece el estilo arquitectónico típico de esta cultura, caracterizado por el uso de adobes pequeños, que posiblemente representan granos de maíz.

Llegada de los españoles al valle del Rímac

Los conquistadores llegaron por primera vez a la zona de Lima luego de que Francisco Pizarro dispusiera que una expedición, al mando de Hernando Pizarro, acudiese a ver esa afamada “mezquita” de Pachacámac, considerada por los indios, según el entender de los hispanos, “como la Meca entre los moros”.

Partieron de Cajamarca, el 5 de enero de 1533, 14 jinetes, 9 peones y un número indeterminado de indios cargueros. Iban de guía cuatro orejones. La tropilla pasó por Huamachuco y Antamarca, luego por el callejón de Huaylas y Corongo, siguiendo por Pachacoto hacia la costa. Llegaron el 26 de enero a Paramonga. Según anota José Antonio del Busto (1984), luego estuvieron en Huaura (29 de enero), Lachay o Tambo de las Perdices (30 de enero) y Chancay o Suculachumba (31 de enero), donde los sorprendió un violento sismo. La tarde del sábado 1 de febrero de 1533 avizoraron el gran santuario de Pachacámac.

La expedición de Hernando Pizarro, esperaba encontrar deslumbrantes tesoros. Encontraron, en cambio, según describe el escribano de la expedición, Miguel de Estete (1533), “un feo y maloliente ídolo de palo”, esto es, “un madero hincado en la tierra con una figura de hombre hecha en la cabeza de él, mal tallada y mal formada”. En tanto el sitio era afamado por tener la presencia de un oráculo, pareciera que los españoles confundieron, o fueron inducidos a confundir, una imagen votiva común con lo que creían una suprema deidad. No es casual que el propio Estete agregase que en Pachacámac, “todas las calles de este pueblo, y las puertas principales (…) tienen muchos ídolos de palo, y los adoran a imitación de su diablo”.

Hernando Pizarro estuvo merodeando los valles vecinos hasta el 26 de febrero. Convocó a los curacas de Lima, Yauyos, Huarochirí, Mala y otros señoríos menores, conminándolos a contribuir al rescate del que creían Sapa Inca (Atahualpa, no fue Sapa Inca; para ello se requería la aprobación de las panacas reales del Cusco, que nunca la tuvo. Fue un usurpador y el conquistador español, al reconocerlo, creó la confusión histórica de creer que fue el último Sapa Inca), preso en Cajamarca. Logró reunir, según el cronista, el valor de unos 90.000 pesos en oro. El conquistador tuvo oportunidad de admirar la buena irrigación de los valles del Chillón y del Rímac y comprobar la nutrida y laboriosa población de Maranga, Armatambo y Carabayllo.

Llegada de Francisco Pizarro al valle del Rímac

Francisco Pizarro llega a Pachacámac el 29 de diciembre de 1534, decidido a fundar en esa región la capital de la conquista, luego de haber cambiado de opinión respecto a Jauja, por su lejanía del mar. Envió desde Pachacámac tres jinetes a hacer una inspección: Ruy Díaz, Juan Tello y Alonso Martín, quienes luego de vencer con gran dificultad el gran arenal de la cuesta del Hambre (hoy Lomo de Corvina), quedaron deslumbrados con el verdor del “valle de las pirámides” que vieron a sus pies. El cacique local, Taulichusco, se mostró amigable y hospitalario.

Nicolás de Ribera el Viejo había propuesto a Pizarro fundar la capital en tierras de Ica, pero el capitán general gustó más del valle de Lima por las noticias sobre su fertilidad y por la bahía apropiada para puerto ubicada a pocas leguas. Luego de fundar la Ciudad de los Reyes el 18 de enero de 1535, nombró cabildo el 22 de enero y partió al norte, a fundar la ciudad de Trujillo. Antes de concluir ese año, Lima ya contaba con un activo puerto y tenía hospedaje, zapatería, carpintería, herrería, espadería, cerrajería y carnicería. Pronto hubo iglesias y monasterios. Una bula del papa Paulo III, del 14 de mayo de 1541, dio origen a la diócesis de la Ciudad de los Reyes desmembrándola de la del Cusco y sujetándola a la de Sevilla.

En busca del lugar propicio

Como se dijo, dispuestos a fundar la definitiva capital del Perú, Francisco Pizarro comisionó tres jinetes para que recorriesen la costa hasta la tierra de los Huaylas y eligiesen un buen sitio para edificarla. Los tres jinetes, se dijo que fueron, Ruy Díaz, Juan Tello de Guzmán y Alonso Martín de Don Benito. Éstos partieron de Pachacámac, dispuestos a remontar los arenales del litoral. Pasada la que después se llamó “Cuesta de la Sed” (hoy Lomo de Corvina) y traspuesto el adoratorio de Armatampu, surgió a sus ojos el Valle de las Pirámides, el mayor de todos los conocidos en la costa. El río que lo regaba se llamaba Rímac, es decir “el hablador”, y en sus proximidades, por Rímac-Tampu, estaba una huaca nombrada Pugliana donde residía un “demonio” que daba oráculo a los indios.

El valle tenía buen clima, mucha agua y leña, tierras para sementeras y estaba cerca de un puerto natural propicio para el surgir de las naves.

El curaca del lugar se llamaba Taulichusco y los recibió con muestras de paz; tenía muchos sembríos y eso anunciaba comidas. Sin más que averiguar, los comisionados volvieron a Pachacámac, donde Alonso Martín de Don Benito informó: “que él fue por mandado de su señoría juntamente con los susodichos Ruy Díaz y Juan Tello a ver y buscar el asiento para el pueblo que se quiere fundar… y que ha seis días que lo andan buscando y mirando el mejor sitio y que habiendo paseado todo el cacique de Lima y la comarca dél le parecía que en dicho asiento de Lima que ellos vieron, es el mejor asiento que hay en toda la tierra que vieron”. Opinión similar dieron sus dos compañeros, si bien los tres se conformaron con lo que vieron y nada hicieron por llegar hasta los Huaylas.

Es decir, los comisionados quedaron maravillados por el valle que se extendía ante ellos y ya no buscaron otro sitio que pudiera ser mejor.

Fundación de Lima

Pizarro escuchó atento ese 12 de enero de 1535, el parecer de los veteranos soldados, y teniéndolo por favor de los Santos Reyes, en cuya fiesta salieron los tres jinetes a explorar, determinó poner a la nueva capital bajo la advocación de estos tres regios patrones.

En efecto, la Ciudad de los Reyes se fundó el 18 de enero de 1535, lunes por la mañana, en una ceremonia similar a la del Cusco y Jauja. El primer solar fue para el templo (dedicado por Pizarro a la Virgen de la Asunción), por lo que, después de señalada la plaza mayor, inició el gobernador la construcción de la iglesia “y puso por sus manos la primera piedra y los primeros maderos de ella”.

Acto continuo, repartió los solares de la nueva ciudad, “la cual, según Acta de Fundación escrita por el actuario Domingo de la Presa, espera en Nuestro Señor y en su bendita Madre que será tan grande y tan próspera cuanto conviene y la conservará y aumentará perpetuamente de su mano, pues es hecha y edificada para su santo servicio y para que nuestra santa fe católica sea ensalzada, aumentada y comunicada entre estas gentes bárbaras, que hasta ahora han estado desviadas de su conocimiento y verdadera doctrina y servicio, para que la guarde y conserve y libre de los peligros de sus enemigos y de los que mal y daño le quisiesen hacer. Y confío, continúa expresando Pizarro a través del Acta, en la grandeza de Su Majestad, que siendo informado de la fundación de la dicha ciudad, confirmará y aprobará la dicha población por mí y le hará muchas mercedes para que sea ennoblecida y se conserve en su servicio”. Estampó el gobernador Pizarro un garabato que acostumbraba hacer por firma, “su señal”, como dicen los escritos, y después de él firmaron el escribano y los oficiales reales, también Rodrigo de Mazuelas, siendo testigos del hecho Ruy Díaz y Juan Tello, dos de los que eligieron el lugar.

El gobernador Pizarro nombró luego al primer Cabildo. Las varas de los alcaldes dio a Nicolás de Ribera el Viejo y a Juan Tello de Guzmán; las de regidores a Alonso de Riquelme, García de Salcedo, Rodrigo de Mazuelas, Cristóbal de Peralta, Alonso Palomino, Diego de Agüero, Nicolás de Ribera el Mozo y Diego Gavilán. Posteriormente se incorporaron en calidad de nuevos regidores Juan de Quiñonez y Diego de Arbieto; Martín Pizarro, por alguacil mayor; Hernán Pinto, por fiel ejecutor; Francisco de Herrera, por mayordomo de la ciudad; y Gregorio de Sotelo, por mayordomo de la iglesia.

Lima, la Ciudad de los Reyes, representó para Pizarro la capital de su gobernación. Pronto se levantó la iglesia, y en torno a la plaza mayor, llamada después de armas por ser punto de reunión de los encomenderos armados, los soldados comenzaron a edificar sus moradas. La casa del gobernador también estaba en esta plaza, lo mismo que el Cabildo, institución que con acierto empezó a regir la población. Desde un principio, Lima se caracterizó por sus calles rectas y sus solares cuadrados: Cada solar se dio a un conquistador, cuatro solares hacían una isla cuadrada y los lados de ésta se denominaron cuadras, nombre que subsiste hasta hoy.

Con tardanza acudieron a la Ciudad de los Reyes los vecinos que habían quedado en Jauja y en el pueblo de Sangallán. La capital fue creciendo prestamente y antes de finalizar el año 1535, tenía sastrería, zapatería, carpintería, herrería, espadería, cerrajería y carnicería.

Lima, sede virreinal

Lima, la Ciudad de los Reyes, fue la capital del virreinato del Perú. El virreinato peruano nació en virtud de las llamadas Leyes Nuevas, en 1542, y abarcó en principio una jurisdicción que empezaba en Nicaragua y terminaba en el estrecho de Magallanes. Luego esta extensión se acortó, pero siempre fue Lima la cabeza del virreinato.

El primer virrey fue Blasco Núñez de Vela (1544-1546) durante el reinado de Carlos I de España de la Casa de Austria (1516-1556), quien entró a Lima, en 1544. El virrey, también llamado vice rey o vice soberano, representaba al monarca español y era escogido entre los integrantes de la nobleza. Entraba a Lima con un recibimiento apoteósico y traía consigo una Instrucción sobre lo que debería hacer y no hacer, estudiar e informar.

En Lima quedaba el palacio virreinal. Estaba en la Plaza Mayor o plaza de armas. El virrey venía por un tiempo de cuatro años, pero alguno, se quedó dieciséis. Con su presencia estable, Lima se convirtió en la capital de la metrópoli americana. Los virreyes fueron cuarenta y se desempeñaron, relativamente, bien. Tenían cinco atribuciones principales: políticas, con título de gobernador; militares, con grado de capitán general; judiciales, con cargo de presidente de la Real Audiencia; económicas, con funciones de superintendente de la Real Hacienda; y religiosas, con mención de vice patrono del Regio Patronato.

En América, con el correr de los tiempos, hubo hasta cuatro virreinatos bajo el cetro del rey de España: Perú, México o Nueva España, Colombia o Nueva Granada y Argentina o Río de la Plata. Siempre constituyó un ascenso para los virreyes de los últimos tres virreinatos el ser promovidos al virreinato del Perú. La verdad es que entonces el virreinato peruano era el más rico, el más extenso y el más afamado del mundo.

El virreinato del Perú se dividió en corregimientos desde 1550, división que originó las actuales provincias, y desde 1874 en intendencias, principio de los ex departamentos. Los corregimientos llegaron a sumar casi una centena; las intendencias sólo fueron ocho: Lima, Arequipa, Cusco, Trujillo, Tarma, Huamanga, Huancavelica y Puno.

Lima fue asiento también de la Real Audiencia, el más alto tribunal de justicia existente en el virreinato. El arzobispo de Lima, por su parte, era el primado del virreinato del Perú. Lima llegó a ser la ciudad más importante de la América española. Tenía una prestancia especial y personalidad muy propia. También estaba en Lima la Universidad de San Marcos, llamada hoy la Mayor, por ser la más antigua del continente (1551).

Hubo tres virreyes que tuvieron que ver con el engrandecimiento de la capital peruana: Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros ({1607-1615), que construyó el puente de Piedra y la alameda de los Descalzos; Manuel de Amat y Juniet (1761-1776), que edificó el Paseo de Aguas y la plaza de toros de Acho; y entre ambos José Antonio Manso de Velasco (1745-1761), que reconstruyó Lima luego del terrible terremoto de 1746. Porque el sismo conllevó un maremoto y una ola gigantesca acabó con el Callao; a este virrey la Corona lo invistió conde de Superunda, título que señalaba sus esfuerzos reedificadores del citado puerto, por encima de la súper ola o súper onda.

También han pasado a la historia dos virreinas, si bien este título no existió oficialmente, pero se les llamó así por ser esposas de virreyes: una fue Teresa de Castro, la primera esposa de un virrey que vino al Perú (García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete) y en honor de la cual se llamó Castrovirreyna a una ciudad minera del virreinato e islas Marquesas a un archipiélago de Oceanía descubierto desde el Perú; la otra fue Ana de Borja (mujer de Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos), la cual, prácticamente, ejerció el gobierno del Perú por ausencia de su marido, abocado a debelar un alzamiento en Puno.

El último virrey fue José de la Serna e Hinojosa (1821-1824) durante el reinado de Fernando VII de la Casa de Borbón (1813-1833), teniente general de los Reales Ejércitos, quien firmó la Capitulación de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, hecho que significó el fin del período virreinal tras 282 años de vigencia.

Con la independencia, la capital dejó de llamarse Ciudad de los Reyes en los documentos oficiales y se nombró escuetamente Lima, como siempre fue el uso común en las conversaciones coloquiales.

Miraflores durante la República

El 2 de enero de 1857, el mariscal Ramón Castilla y Marquesado, promulgó la Ley aprobada en la Constituyente, para la formación del Registro Cívico “considerando, es la base fundamental de las elecciones populares y para la satisfacción de las necesidades locales de la administración pública”. Es así, cómo en esa fecha y de conformidad con la Ley Orgánica de noviembre de 1856, Miraflores surge con autoridades de distrito junto con otros tantos lugares de la provincia de Lima, entre los que están los de la Magdalena (Pueblo Libre), Chorrillos, Santiago, Lurín, Pachacámac; sin Ley especial de creación distrital, es cierto, pero con antecedentes determinantes y extraordinarios para afirmar un gobierno popular mediante el acto democrático de las elecciones y de las satisfacciones de las necesidades locales de la administración pública. Excelentes postulados de civismo y edilicios que fueron recordados en su oportunidad, con ocasión de las celebraciones del Centenario de la Creación de Miraflores como distrito.

De hecho nace el distrito de Miraflores que se extiende hasta los lindes del Cercado de Lima. El fundo Balconcillo que quedaba bajo su jurisdicción y con él, los no menos importantes de Barboncito, La Palma, Conde San Isidro, Lince, Limatambo, Santa Cruz y Chacarilla; Armendáriz con las tierras de Leuro y Ocharán y la de los naturales; las chacritas de San Francisco y de Mengoa. Sus extensas tierras rurales se desplegaban en torno de un pueblo insignificante pero cargado de tradición; desde remotos tiempos había sido sede de una densa sociedad indígena; sus miembros se agrupaban, al decir de arqueólogos y cronistas, en torno de un monumento religioso cuyas informes ruinas conocemos como la “huaca Juliana” (nombre cuya interpretación del aborigen, no ha sido suficientemente aclarado y corrompido en vocablo de apariencia hispana) y que se vinculaba con otros monumentos de no menos importancia en “Rímac Tampu” (Limatambo) y en Maranga.

Pero el pueblo de San Miguel de Miraflores, que con esta toponimia fue su fundación con advocación al santo arcángel, príncipe de las milicias celestiales y símbolo del dominio del bien sobre las potencias malignas, se olvidó rápidamente como sucedió con muchos lugares españoles en el místico dedicatorio, subsistiendo sólo poético de tan significativa metáfora como signo de auténtico blasón de su territorio.

Pese a sus momentos históricos, la población como tal y de su importancia, no surgió como era de suponerse en los fastos de nuestras metrópolis, pues ni las “Conferencias” entre el virrey Pezuela y el Libertador San Martín del 24 de septiembre de 1820, ni los esfuerzos cívicos de magnates financieros, tales como Cabada y Schell, que fincaron suntuosas quintas a raíz de la inauguración del ferrocarril inglés a Chorrillos en 1857, ni la importancia nacional que adquiere por haber sido la sede de intentadas reuniones diplomáticas de tregua en la casa que aquí tenía el director Nicolás de Piérola en los dolorosos días de la invasión chilena (enero de 1881), lograron inquietar su apacibilidad pueblerina.

Hasta los primeros años del siglo XX, seguía siendo un rincón urbano tranquilo curando en parte sus heridas de batalla e incendios, mientras crecían a la vera de sus alamedas los ficus y los pinos que desde entonces ya tejían sus líricas leyendas. Sus alcaldes Pedro Denegri (1884-1886), Henry Revett (1887-1889), José A. Larco (1891-1893), Eleodoro Romero (1893-1895), Javier Conroy (1896-1897) y don Augusto Angulo (1898-1903), se empeñan afanosamente en revivir su ambiente urbano a fines del siglo.

Es a ellos que se debe en gran parte el haber mantenido bajo las ciencias del dolor y entre las cabezas del sufrimiento, la energía subjetiva que encarnaba la poética predicción de su grandeza futura que Luis Benjamín Cisneros hacía en 1853: “ese valle jamás oscurecido por el rayo, y en particular, esa resplandeciente cintura de tierra suspendida sobre el océano siempre sereno y cobijado por un cielo siempre azul o dulcemente melancólico está llamado a ser el oasis privilegiado de delicias y encantos para las clases ricas de las grandes ciudades de América” califica en algunos de sus pesimistas, cuna de misterioso retraimiento que le arrancan más de una elegía.

Aún en 1898, su estrecho territorio urbano, lindaba por el norte con los terrenos del fundo Surquillo y por el poniente, con la calle Bellavista; al oriente con los rieles del ferrocarril a Lima y al sur, apenas se esbozaban las dos primeras cuadras de Larco y Porta, calles que ostentaban los gentilicios de sus preclaros alcaldes. El municipio se empeñaba en urbanizar las tierras colindantes a la Alameda que eran de dominio directo del convento de las Mercedes e infireúticas de Domingo Porta; desde la estación hasta el mercado, en ruinas, y que cerraba el paso a la entrada de lo que es hoy, principio de la alameda José Pardo. No había aumentado mucho la población que Paz Soldán consignaba en 1887, en su “Diccionario Geográfico”: un poco más de cien vecinos y que, según el censo de la época eran 636.Muchos extranjeros buscaron en sus ranchos una pasajera quietud veraniega; y no podía decirse que no germinase ya la cimiente urbana en tan bien situado paraje. Punto intermedio del tránsito con el aristocrático Chorrillos, Miraflores representaba el equilibrio de dos sociedades al mismo tiempo que dos economías. Y en esa región habríamos de descubrir la mística energética de su metropolitanismo de hoy.

Las raíces de una ciudad que está en la geografía, en la tierra, en el territorio, es cierto; pero sus ramas en los imponderables de la voluntad humana, en los anhelos vitales de sus pobladores. Y si analizamos esas razones, veríamos cuánto habría que asignarles la causa motriz de su desarrollo urbano, no sólo consecuencia de factores materiales y económicos, sino de propósitos espirituales y de deseos humanos. Las obras de una ciudad, está dicho, nacen de esos afanes, pero cuajan por firmes propósitos. Continente es proceso y las geometrías de su trazado pueden servir, y sólo temporalmente, para la función urbana; pero hay algo más por dentro de esa forma, como la esencia anímica en la sustancia humana. La realización de la ciudad es problemática, sujeta a los imponderables en un proceso urbano voluntario e ideal: el contenido mismo.

¿Qué factores imperan entonces en este germinar?

Algunos podrían asignarlo a la facilidad de transporte y al tránsito; o a la expansión demográfica capitalina que sobreviene a principios del siglo XX. Sin duda la avenida Arequipa (Leguía en su creación urbanística, en 1920), proyectada por el arquitecto Augusto Benavides en tiempo de la presidencia de don José Pardo, trajo este acercamiento para los vecinos de la capital que buscaron en estos hábitos un sueño para su hogar. Pero no olvidemos también, que el gobierno de don Augusto Bernardino Leguía, ponía a la mano y elegantemente urbanizado los terrenos de Santa Beatriz, inmediatos a Lima, con su hermoso “Parque de la Reserva”, que fue diseñado por el arquitecto urbanista Alberto Jochamowitz. Por la avenida La Magdalena (1898; hoy avenida Brasil), que enlazaba en 1912 con la del Ejército a través de las tierras del fundo Santa Cruz, ya la gente acudía con vehículos motorizados a Miraflores. El tranvía no era sino, un intermedio entre el elegante y aristocrático Chorrillos y la Capital.

Otros factores podrían ser aducidos como los de saneamiento u ornato. Entre 1903 y 1906, Miraflores recibía los beneficios de la instalación del agua potable y desagüe; un alumbrado público por gas incandescente; se pavimentaban las aceras con locetones de cemento, facilitando el paseo de sus vecinos por sus calles y los jardines públicos se arreglaban al mejor gusto del momento. Un nuevo mercado, una comisaría urbana, la prolongación hacia el mar de la Alameda; la plantación de árboles en la avenida Colina (hoy Benavides) y la ornamentación del malecón Balta eran atractivos. También los factores industriales así como los comerciales, comienzan a dar a la población cierta independencia y autonomía. El balneario no es propiamente tal; más es residencia apacible y cómoda, que por su cercanía al mar brinda una grata frescura durante las escasas noches veraniegas. Quizá todos son factores concomitantes y no hay mayor preponderancia de unos u otros. Como la rueda de la Noria con sus cubiletes: todos suben incesantemente con su cantidad de agua para engrosar el caudal del riego.

Miraflores que a principios del siglo (1908) con la instalación del tranvía eléctrico, desde unos cinco años atrás, alcanzaba su población a 1.258 habitantes (censo de habitantes Revett) tiene 10 años después, unos 5.400. Ya tiene, 24.500 cuando la avenida Arequipa, que la une a Lima, con su excelente asfaltado, facilita el tránsito de los automóviles. El censo de 1931, arroja cerca del doble de esa cifra y hoy, presumiblemente la ha quintuplicado y muy significativamente.

No sabemos si la villa de Miraflores, villa desde septiembre de 1901, es ya una ciudad. Se le ha tildado de tal, como una reacción del 9 de febrero de 1940, que conformaba Lima, Ciudad Capital, con los distritos aledaños entre los que estaba Miraflores. En ese decreto sólo mencionábase los que integran la jurisdicción capitalina del antiguo Cercado y con cuyas poblaciones vendría a formar la Gran Ciudad Capital. Pero sin duda, la apertura de la avenida Larco en su prolongación hasta los límites urbanos del sur, en la quebrada de Armendáriz, determinó su rango de ciudad. El alcalde así lo reitera en su discurso inaugural. Es como la primera piedra de su importancia jerárquica. Y es que la nueva avenida que había sido proyectada en 1919, tuvo que esperar 20 años más para su realización. Significaba una nueva etapa en su urbanismo. El alcalde de entonces, don Daniel Russo, no vaciló en su ejecución, comprendiendo su importancia vial y económica. El tiempo ha confirmado sus razones.

Miraflores jamás tuvo pretensiones metropolitanas. Los límites del distrito alcanzaban como hemos dicho, los linderos de la Capital con el fundo Balconcillo. La formación del barrio de La Victoria que en un principio el municipio de Lima rechazó admitirlo en su seno urbano, redujo sus límites (Ley Nº 392 de noviembre de 1906) y cercenaron parte de su territorio. Luego en 1931, el pujante barrio de San Isidro, que se formaba alrededor del Country Club de Lima, restó un nuevo segmento a su jurisdicción distrital. En 1949, el barrio de Surquillo, se independizó de su gobierno municipal. Nada de eso ha afectado en realidad a Miraflores. Y es que una ciudad no se tasa por su extensión territorial sino por su calidad. La unidad urbana es pura abstracción; no hay radicalidad en la unidad urbana. Y mal piensan quienes pretenden extender esa unidad a límites en los que la acción municipal llega débilmente. De allí que es un tremendo error ese afán imperialista que parecen tener algunas personas para dar a una ciudad a expensas de otra, extensos terrenos municipales para su extensión. Miraflores con su jerarquía urbana, y los demás distritos y poblaciones que han nacido de sus entrañas, son hoy unidades aunque reducidas, potentes y valederas que pueden sumar sus autonomías e independencia distrital con gran ventaja a la Capital Metropolitana de Lima.

La tradición urbana de Miraflores es de tal magnitud, que mal podría resistir sin perjuicios, una autoridad centralista y lejana. La subordinación parece contrariar sus designios; mientras que la filiación federativa más bien fortalecería los propósitos metropolitanos de una ciudad como Lima, la Gran Lima del futuro. La tradición de Miraflores no es la mera formación urbana, aglomerada y crecedera por conveniencias económicas o comerciales.

Hay en la tradición de Miraflores, espíritu e intelectualidad; hay voluntad, hay designio; hay sacrificio y honor. Miraflores es historia en la historia de Lima. Y nada suspende al ánimo del vecino de Miraflores que el recuerdo de su tan heroica aunque estéril defensa de la Capital en los Reductos. Allí, donde se congregaron en esos días de enero de 1881, los vecinos armados como soldados para defender el solar patrio y su amenazada Capital. Porque el miliciano se retiraba en desbandada tras la derrota en los campos de San Juan. Baluarte de la civilidad es el Reducto Nº 2, en el que pundonorosos jefes del Ejército del Perú intentaron formar batallones reservistas con patriotas civiles, abnegados y valientes, que buscaron persuadir a la turba fugitiva, al soldado de corazón para que ayudara a la defensa castrense. Miraflores y su vecindario no podrán olvidar tamaña epopeya. Y así surge en 1944, bajo la iniciativa de su alcalde, ingeniero Carlos Alzamora, el hermoso monumento que es el Parque Reducto, hecho intangible por Ley del Estado, inviolable y sagrado para el devoto sentimiento patrio.

En el arco iris triunfal y memorativo de Miraflores se enlazan los nombres de sus vecinos. El del doctor Ramón Ribeyro, Jefe del Batallón Reserva Nº 4, defensor del Reducto Nº 2, se entrelaza con el del teniente coronel José Manuel Román, con el del teniente general José Manuel Jordán, que sobrevivió a la batalla y residió en esta ciudad. Su relación es numerosa. Todos ellos aspiraron y aspiran y trabajan por su prosperidad. Filántropos y benefactores. Los nombres de médicos, pedagogos, artistas, letrados, no es menor. Para cada uno, hay un recuerdo de su tarea. Y así, la lista resulta inmensa. Son las voluntades que cuajan su propósito y asientan en la tradición, el valor urbano de Miraflores.

Organizaciones sociales

Son múltiples las organizaciones sociales originarias y propias del distrito. Entre ellas, ligadas a la historia lejana y reciente del distrito de Miraflores se hallan importantes clubes sociales peruanos que aquí tienen su sede principal como son, entre otros, el Club Tenis Las Terrazas, el Club Suizo, el Club Waikiki y el Club Social Miraflores.

Centros educativos

En el distrito de Miraflores se encuentra la sede principal de la Alianza Francesa de Lima, así como instituciones educativas como el Colegio Nuestra Señora del Carmen , Colegio Mater Purissima, Colegio Markham, el Colegio Alemán Alexander von Humboldt, el Colegio Suizo Pestalozzi, la Escuela Adventista de Miraflores, el Colegio Juana Alarco de Dammert y el Colegio CoAM. Además, se encuentran instalaciones de la Universidad Científica del Sur y la Universidad de Piura - Campus Lima.

Atractivos turísticos

A pesar de no ser muy grande geográficamente, Miraflores tiene muchos atractivos turísticos. Por su grado de seguridad, un alto número de turistas de todo el mundo lo prefiere y por esta misma razón cada vez más hoteles, incluyendo los más de moda en la ciudad de Lima, se ubican en este distrito.

Además de sus playas y malecones con parques bien cuidados y una vista panorámica de toda la bahía de Chorrillos, los más conocidos atractivos turísticos de Miraflores son los que se mencionan a continuación:


Nombre Descripción
Huaca Pucllana Fue de los centros ceremoniales administrativos más importantes de la cultura Lima, la huaca ocupa un tamaño aproximado de 6 hectáreas(Originalmente, era de 18 herctáreas). Se estima que fue construida en el siglo VI después de Cristo y actualmente es uno de las huacas mejores conservadas de la ciudad de Lima. Fue puesta en valor a partir del año 1983.
Parque central de Miraflores Situado en el corazón de Miraflores este parque, que incluye el Parque Kennedy, es muy concurrido por el comercio que se encuentra en sus alrededores. En este parque vienen artistas a ofrecer sus pinturas y esculturas de madera. También vienen grupos de música criolla y folclore. Al frente de este parque se encuentra la iglesia de Miraflores (la iglesia de la medalla milagrosa) y la municipalidad del distrito; y muy cerca se encuentra la calle de las pizzas en donde hay un gran número de restaurantes especializadas en esta comida italiana.
Centro comercial Larcomar Ubicado en un acantilado al pie del Mar de Grau u océano Pacífico, desde donde se aprecia una excelente vista del litoral limeño; este centro comercial está enclavado en la roca y cuenta con varios niveles de numerosas tiendas de todo tipo, locales de alimentación, bares y cafés así como un moderno multicine. Atrás de este centro comercial se ubican dos emblemáticos edificios que son considerados los más modernos de Miraflores(las torres Parque Mar y Marriott).
Casa Museo Ricardo Palma La casa donde residió el célebre escritor Ricardo Palma, es un claro ejemplo de la arquitectura miraflorina de inicios del siglo XX, conserva varios objtos del escritor como el lecho donde pasó sus últimos días y la pluma con la que escribió sus Tradiciones Peruanas.
Museo de Sitio en el Parque Reducto No. 2 Uno de los lugares donde se llevó a cabo la Batalla de Miraflores el 15 de Enero de 1881. Los rezagos del ejército peruano, reforzados por la población civil, en especial los jóvenes que aún no habían muerto durante la Guerra del Pacifico, hicieron frente a un invasor que llegaba con desproporcionada superioridad numérica y de armamento. En el lugar se ha construido una bella réplica a escala 1:1 de la estación de tren de Miraflores, que antiguamemte quedaba en la esquina de la Alameda Ricardo Palma con Paseo de la Republica, por donde transcurría el tren Lima-Chorrillos, hoy vía expresa o "zanjón". Se exhibe una antigua locomotora, y la réplica de la estación incluye un pequeño Museo de Sitio.
Museo Oro del Perú Ubicado en el Centro Comercial Larcomar, cuenta con ocho salas con una muestra permanente de piezas de oro, plata y otros metales de las principales culturas precolombinas del norte del Perú, ha sido dotado de la más moderna tecnología en iluminación y un sistema gratuito de auditour. En la muestra el visitante podrá admirar no sólo la belleza y complejidad del arte precolombino sino que se transportará imaginariamente a la época de los Chimús y Sicán. La Sala Museo cuenta además con una galería de exposiciones itinerantes.

Ciudades hermanadas

Bibliografía

Autoridades

Véase también

Enlaces externos