Éxodo Jujeño
Se denomina Éxodo Jujeño a la retirada hacia Tucumán emprendida por el Ejército del Norte y la población de San Salvador de Jujuy el 23 de agosto de 1812 ante el avance de las tropas realistas provenientes desde el Alto Perú.
La orden de evacuación
En el mes de mayo de 1812, el General Manuel Belgrano, al mando del Ejército del Norte, estableció su cuartel general en la ciudad de Jujuy, ubicada en la desembocadura meridional de la Quebrada de Humahuaca, ruta principal de las invasiones desde el norte. Enterado del avance del numeroso ejército realista, Belgrano reclamó al gobierno de Buenos Aires refuerzos para la resistencia; pero no obtuvo mayores auxilios, debido a que las autoridades del Primer Triunvirato estaban abocadas principalmente a vencer a los realistas fortificados en Montevideo.
En lugar de enviar refuerzos para atender al Frente Norte, el Triunvirato, a través de su ministro Rivadavia, y seguramente por iniciativa suya, ordenó la retirada del Ejército del Norte hasta la ciudad de Córdoba.
El gobierno consideraba imposible resistir al ejército de Pío Tristán, que avanzaba desde el Alto Perú, después de haber recibido refuerzos en Suipacha, que elevaban su dotación a 4.000 hombres. La intención del directorio era retroceder hasta Córdoba, donde a las tropas de Belgrano se unirían fuerzas procedentes de la región rioplatense. Ni siquiera el llamado a las armas de todos los ciudadanos entre 16 y 35 años, y la formación un cuerpo irregular de caballería, los Patriotas Decididos a las órdenes de Eustaquio Díaz Vélez, permitían a Belgrano oponer cabalmente resistencia sin aquellas.
El éxodo
El 29 de julio Belgrano dictó un bando que disponía la retirada, atribuyéndola a
los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud.
La orden especificaba que la retirada debía dejar sólo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden.
La población acató sin mayores actos de coacción la medida a partir de los primeros días de agosto, demorándose algo más los vecinos pudientes, que requirieron de Belgrano carretas para transportar sus bienes.
Siguiendo las órdenes de Belgrano, los habitantes de Jujuy, a los que se sumaron algunos refugiados procedentes de Tarija y Chichas, abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás, a fin que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes y dejándolos sin víveres para sus tropas.
El ejército finalmente comenzó también su retirada el 23 de agosto en horas de la tarde; se arreó el ganado y se prendió fuego a las cosechas para desguarnecer al enemigo.
Los irregulares del coronel Díaz Vélez, encargados antes de observar la frontera noroeste para cuidar de los movimientos de Tristán, quedarían a la retaguardia. La marcha cubriría 50 km diarios, el quíntuple de lo recomendable, para buscar cobijo hacia el oeste.
El general Tristán envió sus avanzadas a hostilizar a los que se retiraban, dirigidos por el coronel Huici. Éste alcanzó a la columna sobre el Río de las Piedras, entablándose un combate. La rápida reacción de Díaz Vélez logró allí una victoria, cayendo en poder de los independentistas el mismo Huici.
El éxodo se detiene
El éxito obtenido en el combate de Las Piedras alentó a Belgrano a detener la marcha. Ya desde antes, Belgrano se había apercibido de que retirándose hasta Córdoba en espera de la ofensiva de los realistas, éstos podrían fácilmente esquivar las defensas en Córdoba y avanzar directamente sobre Buenos Aires.
De modo que, invitado por los tucumanos, y desobedeciendo las órdenes impartidas desde Buenos Aires de retirarse hasta la ciudad de Córdoba, se haría fuerte en San Miguel de Tucumán, donde hizo frente a Tristán.
Comunicó esta decisión a Triunvirato, pero Rivadavia le contestó ordenándolo nuevamente seguir viaje hacia Córdoba. Cuando esa orden llegó, Belgrano ya había derrotado a Tristán en la batalla homónima y había obligado a las tropas realistas a retroceder hacia el norte. De ese modo, los independentistas recuperaron el control de esa región, control que se hizo completo con una segunda y más completa victoria en la batalla de Salta.
Por otro lado, la victoria de Tucumán causó la caída del Primer Triunvirato y su reemplazo por el segundo, que apoyó más decididamente al Ejército del Norte sin descuidar a Montevideo.
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