Santísima Trinidad
La Trinidad es la creencia central sobre la naturaleza de Dios del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de la mayoría de las denominaciones protestantes. Afirma que Dios es un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas o hipóstasis, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El término es una palabra compuesta de "tres" y "Unidad" es decir "Tres en uno", Tri-unidad, Trinidad. La palabra "Trinidad" como tal, no aparece en las Escrituras (la Biblia).
La Iglesia Católica Romana dice: “La Trinidad es el término con que se designa la doctrina central de la religión cristiana [...] Así, en las palabras del Credo de Atanasio: ‘el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres Dioses, sino un solo Dios’. En esta Trinidad [...] las Personas son co-eternas y co-iguales: todas, igualmente, son increadas y omnipotentes. [...]"(The Catholic Encyclopedia).
La Iglesia Ortodoxa Griega dice de la Trinidad lo siguiente: “Dios es trino y uno. [...] El Padre es totalmente Dios. El Hijo es totalmente Dios. El Espíritu Santo es totalmente Dios” (Our Orthodox Christian Faith).
The Catholic Encyclopedia afirma que es un dogma y a la vez un misterio como sigue: “Un dogma tan misterioso presupone una revelación divina”.
Origen
Afirmaciones bíblicas de índole trinitario
El discurso Trinitario surge de la revelación divina, no nos encontramos ante una abstracción fruto de un análisis ni ante la pretensión de demostrar el misterio de la Trinidad, se trata sencillamente de recibir, adorándolo, el misterio que se nos entrega en la fe de la comunidad creyente en una contemplación amorosa del contenido de la revelación, proponiendo a nuestra inteligencia lo que Dios ha dicho de sí mismo, buscando las relaciones existentes entre esas enseñanzas. Entre esas verdades se encuentran las siguientes: Dios es Amor (1 Jn 4,16); no hay más que un solo Dios (Dt 6,4); ese Dios es tripersonal (Mt 28,19). Estas tres afirmaciones se refieren al mismo ser infinito y simplicísimo; están por lo tanto relacionadas. Lo único que hace el discurso trinitario es buscar el nexo existente entre ellas. El Nuevo Testamento puede resumir la autorrevelación escatológica y definitiva de Dios en la frase: Dios es amor. Las confesiones trinitarias de la escritura son una explicitación de esta frase que resume la revelación acontecida en Cristo. No basta, por lo tanto, con recoger confesiones trinitarias sueltas en la palabra de Dios. Debemos entender esas verdades reveladas como glosa (explicación) del acontecimiento de la revelación y concebir esta misma glosa trinitaria como explicitación de la definición neotestamentaria de Dios. Así en el conjunto del Nuevo Testamento la revelación y salvación de Dios aparecen como autocomunicación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto es lo decisivo para comprender cómo el Dios revelado en Jesucristo es el Dios de nuestra salvación.
El testimonio trinitario más importante en los sinópticos es el mandato del bautismo de Mt 28,19 “Id y haced discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, aunque no constituye una reflexión trinitaria en el sentido posterior de la expresión, ofrece una base inequívoca para la misma. No representa en sí una novedad sino que resume la estructura Trinitaria de la tradición sinóptica y del nuevo testamento. Así el bautismo, por el que el hombre se hace cristiano, es lugar originario de la confesión Trinitaria.
La cruz es presentada como acontecimiento Trinitario (Lc 23): el Hijo se entrega, el Padre entrega al Hijo, y el Hijo entrega al Padre el Espíritu que el Padre le había dado. La resurrección es también acontecimiento Trinitario (Rm 8,11): iniciativa de Dios Padre, historia del Hijo, que resucita y da la vida y obra del Espíritu. La experiencia Pascual hizo que los primeros cristianos comprendieran de forma nueva la historia salvífica, haciendo una relectura trinitaria de la misma. La teología Trinitaria se elabora al constatar que la simple repetición de las formulaciones bíblicas no basta para dar razón conjuntamente de la unicidad de Dios (monoteísmo) y del reconocimiento de la realidad fundamental de Dios manifestado en la historia salvífica como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Surge así una reflexión y un discurso teológico que exprese el discurso Trinitario, cuya finalidad no es sustituir el testimonio bíblico, sino dar razón adecuada del mismo en un contexto nuevo, atento a las exigencias de la cultura respectiva y de la razón humana. En cualquier caso el testimonio bíblico permanece siempre como punto de referencia y la medida valorativa de todo discurso teológico posterior.
Historia del término
En el año 215 d. C., Tertuliano fue el primero en usar el término Trinidad (aunque algunos autores difieren y afirman que Teófilo fue el primero en usar este término y Tertuliano lo acuñó).
Sin embargo, la doctrina de tres personas realmente distintas en un solo Dios verdadero estaba ya implícita en el Símbolo de los Apóstoles que se usaba en las antiguas liturgias bautismales de las comunidades cristianas de Roma y se cree se remonta hasta la época apostólica, aunque esto no esta confirmado[cita requerida]
Es uno de los puntos más complejos y sutiles de la teología del cristianismo, ha sido también uno de los que ha dado ocasión a más herejías y cismas, sobre todo con respecto a la naturaleza del Hijo (Jesús) y a la relación de la segunda y tercera persona con el Padre (véase Filioque).
La doctrina del Concilio de Nicea fue concebida para normalizar las enseñanzas del cristianismo, entonces aún escasamente institucionalizadas y por lo tanto en ocasiones sujetas a fuertes variaciones regionales. El Concilio de Nicea se convocó como respuesta a las herejías, especialmente la de Arrio, que negaba la divinidad de Cristo. Las conclusiones alcanzadas por el concilio se expresaron en un texto que especificaba todo lo que debía creer un cristiano para ser considerado tal; sobre todo las nociones relativas a la relación entre las potencias divinas, y en eso especialmente la naturaleza divina de Jesús, su génesis por el Padre y la naturaleza del Espíritu Santo. [cita requerida]
Sin embargo son numerosos los documentos de los Padres de la Iglesia anteriores al Concilio de Nicea en que se defiende la idea de Tres personas realmente distintas en un solo Dios verdadero. Como son las cartas de Ignacio de Antioquía (siglo I), discipulo directo de Pablo y Juan (quizás también Pedro) o Teófilo de Antioquía (siglo II).
El principal objeto de las críticas del concilio fue el arrianismo, una doctrina que sostenía que Jesús no era idéntico al Dios creador del mundo, sino una creación suya, más noble y poderosa que los demás seres pero no realmente divina; existían también otras sectas y doctrinas, influenciadas sobre todo por el gnosticismo y el neoplatonismo que defendían posturas similares.[cita requerida]
La definición del Concilio de Nicea, sostenida desde entonces con mínimos cambios por las principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era consustancial (ὁμοούσιον, homousion, literalmente "de la misma sustancia (que)") al Padre. Esta fórmula fue cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta que la "fe de Nicea" fuese reafirmada en Constantinopla en 381.[cita requerida]
Concilio de Constantinopla y otros concilios
En Nicea toda la atención fue concentrada en la relación entre el Padre y el Hijo, inclusive mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; y no se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero, en Constantinopla (381) se indicó que éste es adorado y glorificado junto con Padre e Hijo (συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον), sugiriendo que era también consustancial a ellos. Esta doctrina fue posteriormente ratificada por el Concilio de Calcedonia (451), sin alterar la substancia de la doctrina aprobada en Nicea.[1]
Dogma o explicación
La escritura y doctrina cristiana descansa en el monoteísmo (un solo Dios), por lo tanto había que ajustarla a lo que decía la Escritura con respecto al Padre, al Hijo y el Espíritu, sin caer en el politeísmo, ni tampoco modificando la Escritura por conveniencia (Eisegesis). Los primeros Padres de la Iglesia, así como los primeros teólogos, llegaron a la conclusión de que si estas tres personas compartían diferentes cualidades y características divinas exclusivas de Dios (señorío, eternidad, omnisciencia, omnipresencia, santidad, etc.), se tendría que utilizar la formula matemática 1x1x1=1 en vez de 1+1+1=3, ya que ésta rompe el monoteísmo de Dios y se convierte en politeísmo o henoteísmo.
En la Biblia se encuentran alusiones tanto al Padre como a Jesús y al Espíritu Santo en las que puede interpretarse que poseen los atributos exclusivos de Dios, ya sea como creadores, eternos, entre otras características exclusivas de Dios. Se presentan como fundamento diversas referecias a Dios gramaticalmente en plural. Citamos por ejemplo: "Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza..."(Gen. 1, 26); en el mismo sentido Gén 11,5-9; "(...) El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal (...)"(Gén. 3. 22). “Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Yahvé el Señor, y su Espíritu”. "Yo oí la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?". Yo respondí: "¡Aquí estoy: envíame!" (Isaías 6. 8). También se presenta como argumento la utilización de la palabra Elohim, que es plural, para referirse a Dios. En el Nuevo Testamento encontramos a Juan 1, 1: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”; el reconocmiento de Tomás hacia Jesús "Señor mío y Dios mío" (Juan 20, 28); el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mat. 28, 19); el reconocimiento de la omniscencia de Jesús, atributo de Dios (Jn. 21,17; Jn. 16,30); "el que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn. 14.9); "yo estoy en el Padre y el Padre está en mí" (Jn. 14, 11); "Todo lo que tiene el Padre es mío" (Jn. 16,15); la acusación de los judíos de hacerse Jesús igual a Dios (Jn. 5, 18); la atribución de Jesús de autoridad (Mat. 5, 21-22); cuando Pedro dice que mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios (He. 5, 3-4).
Además de la polémica sobre la naturaleza de Jesús —si era humana, divina, o ambas a la vez—, de su origen —si eterno o temporal— y de cuestiones similares relativas al Espíritu Santo, el problema central del dogma trinitario es justificar la división entre "sustancia" única y triple "personalidad". La mayoría de las iglesias protestantes, así como las ortodoxas y la Iglesia Católica, sostienen que se trata de un misterio inaccesible para la inteligencia humana, aunque numerosos teólogos —especialmente Tomás de Aquino— abordaron la cuestión. No obstante su trabajo no consistió en demostrar el misterio sino en descubrir para la teología las razones lógicas de la existencia de ese misterio. Por tanto el aporte de Tomás no intenta explorar el misterio en sí, sino buscar la razón por la que ese misterio es creíble.[cita requerida]
Personas de la Trinidad
- Según esta doctrina:
- El Padre. Es increado e inengendrado.
- El Hijo. No es creado sino engendrado desde antes de todos los siglos por el Padre.
- El Espíritu Santo. Procede del Padre y del Hijo (según la teología occidental) o sólo del Padre (según las Iglesias Ortodoxas).
Según el Dogma católico definido en el Primer Concilio de Constantinopla (381), las tres personas de la Trinidad son realmente distintas pero son un solo Dios verdadero. Esto es algo posible de formular pero inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un misterio de fe. Dios no es creado, Dios "es", no está limitado por el espacio ni el tiempo. El Espíritu Santo es Dios y no una fuerza como pretenden otros grupos minoritarios por lo tanto el Espíritu Santo es una persona y como tal tiene cualidades. En clases de catequesis se suelen utilizar símiles sencillos para entender la trinidad, por ejemplo, comparándola con el agua, pues el agua tiene tres estados: sólido,líquido y gaseoso, pero en cualquiera de los tres sigue siendo agua, aunque este ejemplo no aclara la problemática de la relación entre las personas divinas. Agustín de Hipona, por su parte, comparó la trinidad con la mente, el pensamiento que surge de ella y el amor que las une[1]. Finalmente, otros teólogos clásicos, como Guillermo de Occam, afirman la imposibilidad de la comprensión intelectual de la naturaleza divina y postulan su simple aceptación a través de la fe[2].
Perspectiva de Tomás de Aquino
Tomás de Aquino usaba una imagen para ilustrar misterio de la Trinidad:
- Todo ungido presupone por lo menos tres elementos: El que unge, el ungido y la unción.
- Siendo Jesús el Mesías, el Cristo, es decir, el ungido de Dios, podemos hacer referencia a tres personas:
- El que unge: sería Dios Padre.
- El ungido: sería Dios Hijo.
- La unción: sería Dios Espíritu Santo.
La Trinidad en otras iglesias cristianas
La Trinidad en la teología mormona
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (conocida popularmente como Iglesia Mormona) cree que la Trinidad (o la Deidad) está integrada por tres personajes distintos y separados físicamente: Dios el Eterno Padre, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo (Véase en «Artículo de Fe 1».), el cual lo hace diferente al concepto propuesto en el concilio de Nicea.
Acorde a la revelación de los últimos días y por conducto de José Smith, hijo, el profeta, la Iglesia enseña que el Padre y el Hijo tienen cuerpos tangibles de carne y huesos, mientras que el Espíritu Santo es un personaje de espíritu sin carne ni huesos (Véase en «D y C 130:22».). Estos tres personajes se entienden como “uno” en el sentido de perfecta unidad y armonía de propósito y doctrina (Véase en «2 Nefi 31:21».; «3 Nefi 11:27, 36». y en «Juan 17:21–23».).
Visión de las iglesias cristianas no trinitarias
Dentro del cristianismo existen varias corrientes que consideran que la Trinidad no es una doctrina que se encuentre en los textos evangélicos ni en el mensaje de Jesús. Ellos consideran que la trinidad es producto del desarrollo teológico en siglos posteriores, bajo influencia del pensamiento filosófico griego,[2] y constituye una deformación de las enseñanzas cristianas originales. Estos grupos son:
- Ciertos grupos pentecostales que defienden la doctrina de la Unicidad de Dios,
- El unitarismo o Iglesias unitarias, y
- Grupos cristianos independientes como los Cristadelfianos o los Testigos de Jehová
Pentecostales de la Unicidad de Dios
Los pentecostales del nombre de Jesucristo o apostólicos (ver iglesias pentecostales) son grupos cristianos carismáticos que profesan la Unicidad de Dios. Ellos conciben a Dios como un Espíritu absolutamente único e indivisible, eterno, perfecto en santidad y atributos, que no comparte su gloria con nadie y que no es una pluralidad de personas. Creen además que ese único Dios fue manifestado en carne como un hijo, como un hombre, a fin de redimir a la humanidad del pecado y de la muerte (Hebreos 2:14-15). Por eso afirman que Jesús es el Dios único, es decir, el Dios único viniendo y salvando, Dios mismo puesto a favor de la humanidad.
Para los pentecostales del nombre de Jesucristo, apostólicos o creyentes en la Unicidad de Dios, Jesús (el Dios único) se manifestó simultáneamente como Padre y como Hijo, pues Jesús enseñó: "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30), y por eso el que confiesa al Hijo tiene también al Padre (1. Juan 2:23). Así, Jesús era ambos, Dios y hombre, Padre e Hijo, pues el Dios único fue manifestado en carne. Fue Dios por naturaleza, y fue hombre porque en su humanidad nació de mujer (Galatas 4:4).
En cuanto a su divinidad, Jesús es el único Dios y Padre eterno, pero en cuanto a su humanidad, Jesús es el Hijo de Dios o el ser humano que nació por la volutad del Padre. El término Hijo de Dios siempre está relacionado con la humanidad de Jesús, es decir a Dios manifestado en carne. Jesús es a la vez ambos, el Padre y el Hijo.
Unitarismo o Iglesias unitarias
Artículo principal: Unitarismo
Las iglesias y congregaciones unitarias surgieron en el siglo XVI como parte del ala radical de la Reforma protestante y su teología ha evolucionado, desde variantes de sabelianismo y arrianismo en sus orígenes, como las defendidas por autores tales como Miguel Servet y Fausto Socino, a un cristianismo ético y racional que evitaba todo tipo de dogmas y finalmente a formas de humanismo abierto a expresiones religiosas no únicamente cristianas.
Otros grupos no trinitarios de origen cristiano
Algunos grupos cristianos no específicamente pentecostales que surgieron en la segunda mitad del siglo XIX tienen una teología no trinitaria. Entre éstos se cuentan los Testigos de Jehová quienes afirman que Jesus es el testigo fiel (Rev. 1:5-3:14) o los Adventistas previo a su ingreso en el Concilio Mundial de Iglesias.
Por su parte, los Cristadelfianos sostienen que Jesús es hijo de Dios en cuanto a que fue engendrado en María por el poder de Dios, pero que es humano por naturaleza y no tuvo preexistencia consciente antes de nacer sino solo en los planes de su Padre, el Yahweh de la fe judía. Ese poder de Dios impersonal, es para los cristadelfianos llamado en las escrituras el Espíritu Santo.
Una postura idéntica respecto a Dios y Jesús es sostenida por la Iglesia de Dios (fe de Abraham), la Iglesia de Dios (fe abrahamica), la Meggido Church, las organizaciones Judías Mesianicas y diversas iglesias denominadas "unitaristas bíblicas" de los Estados Unidos. Todas estas corrientes basan su fe en una interpretación literal de las escrituras Hebreas (antiguo testamento) y Griegas cristianas (nuevo testamento) y generalmente revindican el cristianismo primitivo previo al concilio de Nicea, así como a diversos grupos de disidentes a lo largo de la historia que mantuvieron una fe similar (ciertos monarquianistas, socinianos, ciertos anabaptistas, lolardos, ciertos albigenses, etc).
Finalmente, las iglesias Unidad (Unity), derivadas de la corriente llamada del Nuevo Pensamiento, que pone su énfasis en la presencia de la divinidad en todas las personas y la curación a través de la fe, afirman que Dios estaba presente en Jesús del mismo modo que está en cualquier ser humano, y por lo tanto no tiene sentido hacer distinciones sobre su persona que conduzcan a especulaciones de tipo trinitario.